martes, 10 de julio de 2012

EN SOLIDARIDAD CON BASILIO NOVA, TEATRISTA Y AMIGO


EN SOLIDARIDAD CON BASILIO NOVA, TEATRISTA Y AMIGO
Tengo muchos años de amistad con Basilio Nova, y con Ignacio, su hermano.
Una amistad que arrancó a mediados de los años ´70, cuando Jimmy Sierra, amigo común y un entusiasta activista cultural, propuso y nos metió a una gran cantidad de teatristas en las Jornadas de Teatro en la Calle, actividad en que fui junto a Reynaldo Disla, uno de los que elaboró las piezas a montar, y participe con un grupo de teatro que entonces dirigía en el Club San Lázaro.
Desde aquellos años, desde el 1974 ó 75 arranca nuestra amistad, normada por la pasión común por el teatro, por el arte y por las libertades democráticas y los derechos civiles, que en todo eso coincidíamos.
Y seguimos coincidiendo, décadas después, con la misma pasión, la misma entrega y el mismo coraje.
De Basilio sólo puedo decir cosas que lo enaltecen.
Representa, para mí, la prueba de que cuando se quiere servir, uno sirve.
Basilio, Ignacio, Jesús Sosa, Reynaldo y Frank Disla y muchísimos más son una generación de jóvenes que en Villa Juana escogieron el arte, la cultura y el pensamiento para expresar sus ideas y aportar y enriquecer al país.
Todos han sido jóvenes y adultos admirables. Más aún, ejemplares.
Así los hubo en otros barrios, y todos me merecen respeto, admiración y cariño.
Mostraron que no todo era bebentina, prostitución, delincuencia, drogadicción, riñas y groserías.
Claro que había eso en nuestros barrios. Pero también estaban ellos, los jóvenes clubistas y los jóvenes deportistas, los teatristas y los escritores, los que danzaban en los grupos folklóricos o los que declamaban en las poesías coreadas.
Allí estaban ambos: lo podrido y lo sano, lo negativo y lo positivo, lo perdido y lo ejemplar, conviviendo, coexistiendo, pero definidos ambos.
Nunca pudieron corromperlos, comprarlos, prosternarlos.
Tuvieron la entereza de resistir ofertas y propuestas melosas. Mantuvieron sus creencias y sus principios con terquedad frente a gobiernos que esgrimían alternativamente el puñado de billetes o la pistola homicida para amedrentar y reducir el cuestionamiento y la disensión.
Hoy, aprovechando el proceso de cambio de mando gubernamental, se ensañan en una campaña infame para desdorar el desempeño brillante de Basilio Nova al frente del Centro Cultural Narciso González, en Villa Juana.
Ese centro fue una conquista de esos jóvenes artistas cuando el entonces presidente Balaguer decidió unilateralmente, como solía proceder, romper Villa Juana construyendo la avenida Quinto Centenario, lo que no criticamos en su propósito, sino en sus maneras arbitrarias de proceder.
Ramón Pérez Martínez, el tristemente célebre "Macorís", se reunió con los artistas y clubistas y ellos pidieron aquel centro. Y "Macorís" obtuvo la anuencia de Balaguer. El Centro se inició.
Tocó, luego de años de abandono, al presidente Leonel Fernández concluir aquel sueño y se dotó a Villa Juana de un centro cultural con todas las de la ley.
Y el actual ministro de Cultura, José Rafael Lantigua, tuvo el acierto de poner al frente del mismo a uno de los gestores intelectuales de aquel centro, a Basilio Nova.
Allí ha hecho de tripas corazón para realizar una gestión de logros y brillos.
Todo eso se quiere empañar ladinamente, con maña y mala fe, de cara a ensuciarle el agua frente a la nueva gestión que empieza el próximo 16 de agosto.
No sé qué tanto valor tenga mi testimonio. Ni qué tanto valgan mis años como escritor, teatrista, cineasta e intelectual.
Pero lo poco o lo mucho que yo merezca en credibilidad, confianza y respeto a alguien lo pongo como endoso y respaldo al buen nombre y a la integridad de Basilio Nova.
Como lo pondría, sin dudarlo un momento, por Ignacio Nova, por Jesús Sosa, por Frank Disla y por Reynaldo Disla, por Rafael Delmonte, Chicho, por Yanela Hernández, por Mario Lebrón, por Jimmy Sierra... por tantos y tantos amigos que conozco y con los que he compartido años de pasión y de entereza, que nada ni nadie tiene derecho de tratar de enlodar gratuitamente.
Porque fueron, son y seguirán siendo personas admirables, ejemplares, valiosas. Las que mostraron que no todo se vende ni se comercia, que no todo tiene precio, que los valores se defienden y enaltecen, no se cambian por carguitos ni prebenditas.
No son santos. Yo tampoco.
Han cometido errores. Yo también. Pero nunca he tenido que arrepentirme de haberlos conocidos y tratados. Por el contrario, han hecho siempre que me sienta más que agradecido, bendecido por Dios, porque fueron mis amigos en la adolescencia y la juventud.
Y no creo que en este país alguien tuviera amigos de mejor calidad.

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