jueves, 30 de septiembre de 2010

¿CÓMO PROSPERAR EN ESTOS TIEMPOS?


Los cuatro factores para prosperar económicamente en el siglo XXI

Por Aquiles Julián

“Lo que hoy consideramos conocimiento se prueba a sí mismo en la acción. Lo que entendemos por conocimiento es información eficaz en la acción, información enfocada en los resultados. Los resultados están por fuera de la persona, en la sociedad y la economía, o en el progreso del conocimiento mismo”

Peter F. Drucker

La sociedad postcapitalista

La nueva economía impone nuevas reglas para prosperar financieramente. Las viejas reglas del capitalismo, aunque todavía pueden operar, cada vez serán más ineficientes, pues corresponden a un modelo socio-económico en declive. Las frecuentes y explosivas tensiones en las relaciones patrón/empleados así lo evidencian.

La ignorancia de las nuevas condiciones que arriban con la Era del Conocimiento nos perjudica. Lamentablemente, provenimos todos del modelo cada vez más obsoleto del capitalismo, en ese modelo la ignorancia era un factor de negocio. Un capitalista no pretendía ni quería que su personal adquiriera educación o conciencia financiera y productiva, sino que se concentrara en desarrollar las habilidades que él les contrataba. La educación en negocio la reservaba a sus hijos, sus herederos.

Esa incultura financiera y económica convenía en un modelo social en que la mayoría existía exclusivamente como mano de obra o mercado de la minoría dueña del capital, las máquinas y los insumos. Hoy esa incultura es un pasivo de quien la padece: limitará sus opciones, perderá dinero, la precariedad será su sino personal.

Si entramos en la sociedad del conocimiento, la ignorancia es precisamente dañina para quienes la padecen. Ahora bien, el aprendizaje nunca estuvo tan asequible. La información chorrea por todas partes. Sólo la pereza, la haraganería, el conformismo o la miopía mental impiden a una persona actualizarse, ampliar sus expectativas y expandir sus horizontes. Y aunque muchos quisieran “tener”, si no empiezan por “ser” y “hacer” sus aspiraciones devendrán fantasías. Tener es consecuencia de hacer. Y para hacer primero hay que ser. Y llegar a ser es el fruto del aprendizaje disciplinado. ¿Entendieron el galimatías?

NEGOCIOS VS. OPERACIÓN

Una buena parte del analfabetismo financiero y empresarial en que hemos vivido no nos permite diferenciar entre montar una operación y desarrollar un negocio. Y son dos cosas distintas: las operaciones se montan, los negocios se desarrollan. Las primeras requieren recursos qué invertir; los segundos requieren relaciones de intercambio que construir y alimentar. Las primeras demandan dinero. Los segundos demandan personas que puedan ser clientes, mercados.

Para muchas personas, sobre todo para los legos a nivel empresarial, el prerrequisito para poseer un negocio es disponer de capital a invertir. Eso podía ser para el capitalismo, pero no lo es para la sociedad del conocimiento. De hecho, poseer capital puede ser un hándicap, un factor en contra más que un punto a favor.

Igualmente, las personas analfabetas empresarialmente consideran que una tienda, un supermercado, un salón de belleza, una estación de gasolina, una fábrica de dulces o muebles, un colmado, una carnicería, una cafetería, etc., son negocios. Y ahí comienzan sus problemas. No los son. Y entonces, ¿qué son?

Son operaciones. El montaje de una operación implica inversión: local, electricidad, teléfono, legalización, adecuación del local, equipos, mobiliario, surtido o materia prima, empleados, etc. Al montar la operación desembolsamos una fuerte cantidad de dinero, con la esperanza de que, ya montado, podamos desarrollar exitosamente el negocio. La operación suele ser un prerrequisito para desarrollar un negocio: proporciona el qué mercadear o intercambiar. Pero no es un negocio.

ENTONCES, ¿QUÉ ES UN NEGOCIO?

A diferencia del montaje de una operación, que requiere una inversión normalmente de cierta cuantía, un negocio es algo que se desarrolla y se centra en dos factores: relación e intercambio. Si el montaje de una operación demanda recursos significativos, el desarrollo de un negocio demanda relaciones con personas que adquieran los productos y servicios que fabricamos, distribuimos o brindamos.

Las relaciones se desarrollan. Usted puede adquirir un colmado, una mueblería, una cafetería, etc. Para eso sólo necesita tener el dinero y cerrar la transacción. Sin embargo, construirle a ese colmado, a esa mueblería, a esa cafetería una clientela y un tráfico diario que genere el número de transacciones que permitan cubrir los costos y generar utilidades toma un tiempo. De ahí que los negocios se desarrollan, no se montan.

Muchos empresarios novatos dan por sentado que la sola apertura de la operación traerá casi mágicamente la clientela. Eso sería posible en un mercado donde la demanda sea superior a la oferta, y sólo mientras tal condición se dé. Pero el éxito genera de inmediato competidores, hasta que la oferta termina por superar a la demanda y los costos abruman a los propietarios que ven reducirse la clientela.

La operación se nuclea en la inversión. El negocio se nuclea en la relación. La operación genera costos; el negocio genera ingresos. Si las relaciones de negocios son suficientes, entonces se cubrirán los costos y se generarán utilidades. Ahora bien, ni usted, ni yo, ni nadie puede obligar, en las sociedades libres y democráticas, a otra persona, incluyendo nuestros parientes, amigos y conocidos, a que sean clientes nuestros y consuman lo que producimos, sean productos o servicios. El cliente, al elegir, decide qué negocios prosperarán y cuáles irán a la quiebra. Y el único recurso que tenemos en nuestro favor es agregar valor a nuestra oferta y elevar la calidad del servicio que brindamos: enriquecer la calidad de la relación, de forma que obtengamos preferencia.

Las interacciones del cliente o prospecto con la compañía son el negocio. Eso y no otra cosa es lo que significa el término realmente. Esas interacciones generan en un cliente o prospecto una percepción, y esa percepción creada influirá en sus futuras decisiones, en sus elecciones por venir. ¿Nos favorecerán? ¿Nos desfavorecerán? ¿Qué es importante para ese cliente o prospecto? ¿Cuáles son sus expectativas? ¿Cómo le gustaría ser tratado? ¿Qué espera recibir? ¿Cómo podríamos sorprenderlo gratamente y generar una experiencia excepcional de disfrute?

Si no centramos nuestra visión y misión de negocio tomando al cliente como eje y su satisfacción como experiencia excepcional como meta a alcanzar, nuestra posición comercial será endeble. Es el cliente el único que puede ingresar dinero a la empresa. El capitalista puede invertirle, lo que aumenta costos y gastos, no ingresos; sólo el cliente puede generarle ingresos a la empresa. Y sólo un número apropiado de clientes (eso significa compradores que nos compran una y otra vez; no el comprador eventual), puede garantizarle a nuestra operación, nuestra compañía o como le solemos llamar “nuestro negocio” una oportunidad de éxito.

EMPLEO VS. TRABAJO

Confundir empleo con trabajo o trabajo con quehacer igualmente no nos permite entender los nuevos desafíos.

¿Qué es un empleo y qué es un empleado? Un empleo es una posición de colaborarle a un emprendedor. Un empleado es un ayudante; alguien que coopera con un emprendedor o empresario en la operación que este desarrolla. Y por la ayuda que proporciona, recibe un salario. Si alguien inicia una actividad empresarial y la demanda excede su capacidad de respuesta, entonces empleará a otras personas para que le ayuden. Ese y no otro es el origen del empleo. En la medida en que amplía la clientela, más actividades se desagregan y se asignan a colaboradores especializados.

¿Qué pasa si la demanda baja? Pues el empleador reduce personal porque ya no requiere de tanta ayuda. Así, el empleo está directamente vinculado al grado en que la demanda de bienes y servicios estimulan una mayor respuesta de las empresas y una mayor activación de la economía.

El empleo, como vimos en mi artículo “El Plan B asequible para construir ingresos en la nueva economía” (http://elblogdeaquilesjulian.blogspot.com/2010/09/un-plan-b-para-ampliar-ingresos-y.html), fue una creación del capitalismo y apenas cuenta con unos 300 años de existencia. Los vasallos de los señores feudales no eran sus empleados, eran sus siervos. Pagaban tributo por vivir y trabajar en las tierras del terrateniente. Y esos modelos de servidumbre todavía perviven: es el ir la media, el “huasipungo” ecuatoriano, la aparcería, etc. Y el modelo anterior, el esclavismo, era peor: el esclavo era propiedad del amo, que podía disponer de su vida a voluntad, marcarlo con hierro candente y torturarlo con horrendas medidas que iban desde hacerlo descuartizar por caballos que les arrancaban las extremidades, freírlos en alquitrán, despellejarlos a latigazos y otras linduras por el estilo.

Trabajo, por otro lado, es toda actividad en que agregamos valor percibido por el cliente a un bien o servicio. Hay mucho trabajo disponible, aunque no tantos empleos. De hecho, mientras menos empleos hayan, más trabajo habrá.

TRABAJO VS. QUEHACER

Separemos también el concepto trabajo del simple quehacer o actividad. El trabajo es una actividad en que agregamos valor, hacemos algo que el receptor aprecia, estima y está dispuesto a pagar por ello. Un quehacer o actividad es sencillamente una acción que no es percibida por el receptor como valioso, deseable y por el que esté dispuesto a pagar, aunque al que la realiza le encante hacerla, la aprecie, estime y disfrute.

Por ejemplo, cantar puede ser una actividad que alguien disfrute hacer, pero sólo se transforma en trabajo si otros están dispuestos a pagar porque oír a esta persona hacerlo. Si no, no pasa de un quehacer que provee a dicho individuo de satisfacción, pero no es una actividad productiva.

Muchos quieren que les compren y paguen sus hobbies y actividades. El asunto es que el otro sólo le pagará lo que él, no usted, considere deseable, necesario y valioso para sí. La economía se centra en el otro, no en uno. Las transacciones las determina el otro, no uno. Como individuo tengo derecho a explayarme en actividades que me satisfacen, alegran y proporcionan placer; pero estas no serán trabajo sino son igualmente apreciadas, deseadas y valoradas por otras personas.

AGREGAR VALOR ESTÁ EN NUESTRAS MANOS

Siempre podemos agregar valor a actividades, productos y servicios. Para ello no podemos depender de nuestra percepción sino que tenemos que indagar con las personas que serían el mercado natural de dichos productos y servicios: ¿estarían en disposición de pagar por ello? ¿Cuánto sería un precio justo o adecuado? ¿Qué exactamente les gustaría recibir? ¿Qué no les agrada de lo que actualmente reciben? ¿Cómo, cuándo, dónde desearían recibirlo?

La clave es enfocarse en el otro: en el cliente, en el receptor, y explorar vías de satisfacción que le hagan atractivo, deseable, el servicio o producto.

Una fuente valiosísima de información que podemos transformar en guía para prosperar son las quejas. Y las personas siempre están dispuestas a colaborar con nosotros haciéndonoslas conocer.

Agregar valor significa añadir otros atractivos desde la perspectiva del cliente a nuestra oferta, enriquecer con añadidos diferenciadores que lo hacen mucho más deseable y preferible nuestro producto o servicio, de manera que atraigamos la decisión del cliente hacia nosotros, en vez de que se escurra hacia la competencia.

El valor agregado no es lo que le “pongamos” o “añadamos” al producto o servicio; es lo que la otra persona, el cliente, aprecia, valora, desea, aspira, distingue y prefiere. Es siempre desde la perspectiva del otro que se define, no de la propia. No es lo que nos gusta, es lo que le gusta al otro. De ahí que muchos intentos de “agregar valor”, al desarrollarlo de forma egocéntrica, pensando en mí y no en el otro, en realidad desbarra en acción inocua e inútil. No es lo que los clientes “debieran” querer; es lo que quieren y prefieren, así, a secas.

¿CÓMO PROSPERAR EN LA NUEVA ECONOMÍA?

Hay cuatro factores que nos permitirían insertarnos con éxito y ser productivos en la nueva economía, la economía del conocimiento.

Estos factores, no el capital (que era el factor clave en la sociedad industrial que está en declive), son los nuevos factores de éxito. Lógicamente, cómo vivimos un período de transición, ambos modelos económicos y sociales coexisten. El capitalismo está en declive, pero está. La sociedad del conocimiento está en ascenso, pero todavía no es el modelo dominante. Y eso es lo que torna confuso el panorama.

¿A qué factores nos referimos? A factores que están, y esto es lo más importante, bajo control del individuo, que podemos desarrollar, incorporar, pulir y perfeccionar. Y eso significa que prosperar está al alcance de cualquier persona que entienda y haga lo que se desprende de ese entendimiento.

Estos factores son: 1. El conocimiento; 2. Las relaciones; 3. La actitud personal; 4. El trabajo en equipo. Veámoslos ahora, uno por uno.

INFORMACIÓN VS. CONOCIMIENTO

Tenemos volumen creciente de información disponible. La tarea personal es transformar esa información en conocimiento. ¿Cómo se hace? Simple, a través de la aplicación, de la experiencia.

Información es una receta; conocimiento es aprender a cocinar el plato de forma suculenta y atractiva al comensal. Hay quienes repiten la receta como loros, pero no saben cocinar el plato, y pasan por entendidos, eruditos o conocedores. De ese tipo de individuos están repletas nuestras universidades y empresas e instituciones. Sabihondos de hojalata, picos de oro ineptos.

Adquirir conocimiento nos implica exponernos a equivocarnos, arriesgarnos al error. Así es que se aprende. El aprendizaje nunca es intelectual, es integral. De hecho, es celular. Es la célula humana la que aprende, reacciona, incorpora automatismos, que luego se reproducen y perfeccionan.

Personalmente recomiendo leer a un autor como Robert Kiyosaki, sus libros están repletos de información de calidad. Un libro como “El cuadrante de flujo del dinero” es lectura de primer orden, al igual que “Escuela de negocio” o el que escribió con Donald Trump “Queremos que seas rico”.

Somos máquinas de aprender. Ahora bien, la pereza intelectual nos hace rehuir el adquirir nuevas competencias, habilidades y entendimientos; queremos que nos acepten y paguen por los saberes obsoletos o en declive que adquirimos en una etapa de nuestras vidas. ¿Imaginan a alguien que se formó y especializó en la reparación de beepers (localizadores), exigiendo del gobierno, la sociedad, etc., que se obligue a las personas a usar beepers para ellos no perder sus puestos de trabajo? ¿O a los obreros y empleados de las compañías que producían discos de acetatos, tocadiscos y agujas marchando para que se prohíban los reproductores de CD´s con la excusa de que se perderían puestos de trabajo y muchas familias padecerían la precariedad económica?

AMPLIAR Y DESARROLLAR RELACIONES PRODUCTIVAS

Las relaciones son fundamentales. En la economía capitalista las relaciones se dejaban a los emprendedores y a un personal especializado: servicio al cliente, vendedores, compras, etc. En la nueva economía las relaciones son un prerrequisito del éxito para todos.

La razón es simple: el dinero sólo puede ser propiedad de personas. Todas las personas manejan un potencial de compra, un cierto nivel de ingresos que emplean en adquirir bienes y servicios. Si queremos el dinero de otra persona, previo a brindarle un producto o servicio, previo a realizar cualquier transacción, tenemos que relacionarnos con ella.

Así que el dinero camina en nuestro alrededor, nos circunda: son las personas, cuyo potencial de compra está a nuestro alcance si nos decidimos a proporcionarles bienes y servicios que estas desean o necesitan. Podemos ampliar nuestras relaciones, contactando y haciendo amistad con un mayor número de personas: vecinos, amigos, relacionados, conocidos, colegas, compañeros de estudios, de trabajo, concurrentes a iglesias, clubes, asociaciones, etc., son vías o puertas para acceder a un mayor número de personas, nos pueden referir, presentar, vincular, conectar.

¿Y por qué querrían vincularse? Una razón importantísima es el conocimiento. Este es un valor a intercambiar. Otro tiene que ver con el tercer factor de éxito: la actitud personal.

John C. Maxwell, Dale Carnegie, Anthony Robbins y muchos otros autores han escrito manuales llenos de técnicas impresionantes para construir relaciones mutuamente provechosas. No es por falta de información por lo que no prosperamos; es por no buscarla, aprenderla, ponerla en práctica y aprovecharla.

LA ACTITUD DE ÉXITO

Nuestra actitud atrae o repele, genera vínculos o los rompe. Es un activo o un pasivo.

La actitud magnética, la que atrae, por lo general combina una serie de cualidades: positiva, alegre, servicial, transparente, amistosa, decente, orientada a los demás, equilibrada, respetuosa, etc.

La actitud repelente incorpora o evidencia defectos repulsivos: egoísta, negativa, criticona, burlona, dúplice, agria, gruñona, desequilibrada, irrespetuosa, etc.

Nuestra actitud está bajo nuestro control. Podemos modelar los rasgos positivos así como corregir, enmendar y cambiar los rasgos negativos.

Si necesitamos y dependemos de articularnos exitosamente con los demás, entonces la actitud nuestra es de mayor valor incluso que el conocimiento que tengamos, pues las personas no gustan compartir con personas desagradables, ofensivas o irrespetuosas. Si tienen que hacerlo, lo harán en lo mínimo y lo más breve posible.

¿Cómo mejorar nuestra actitud? Primero, tiene que primar la conciencia de que tenemos comportamientos no agradables a los demás. Segundo, tenemos que tomar la determinación de remodelar los comportamientos negativos. Tercero, aprovechar a autores como Dale Carnegie, Anthony Robbins, John C. Maxwell, Florence Littatuer, Camilo Cruz, Napoleon Hill y otros muchos autores que han escrito libros llenos de técnicas, consejos y recursos para remodelar los rasgos desagradables o negativos de nuestra actitud. Y cuarto, hay que emprender una acción continua, vigilante e indesmayable por construir en nosotros rasgos atractivos y despojarnos de rasgos desagradables, hasta transformarnos en personas con las que las demás quieran interactuar… e intercambiar.

HACER EQUIPO CON OTROS

El cuarto factor de éxito es nuestra capacidad de articularnos en un equipo. Peter Drucker señala en “La sociedad postcapitalista” que esta es una sociedad de organizaciones. Eso significa que si no se es parte de una organización, si uno no está articulado a otros, entonces su grado de influencia y su poder social serán limitadísimo.

En el modelo económico y social anterior se daba cierto nivel de articulación. Por ejemplo: suplidores, productores, distribuidores, consumidores, pero esas relaciones se realizan dentro de mucha precariedad: intentos de ventajismo, abusar de la ignorancia del otro, aprovechamiento, estafa, etc. Ninguna de las partes protegía la relación. Más bien, eran relaciones cuasi paranoicas.

En el nuevo modelo social, la interdependencia requiere articularse con éxito con los demás. El reconocimiento de esa interdependencia hace que uno se articule a sus proveedores en relaciones gana-gana, al igual que se articule con otros para potenciar su poder y sus beneficios o para construir una red de distribución creciente articulándose y haciendo equipo con los consumidores. Y en este modelo, mediado por el conocimiento y no por la ignorancia, el cuidar del socio o aliado es primordial para preservar la relación y potenciarla.

Sin la capacidad de hacer equipo con otros quedaríamos desvinculados y ajenos, incapaces de prosperar por motu propio. Una sociedad de organizaciones es una sociedad de equipos que interactúan con otros equipos en relaciones gana-gana, transparentes y equitativas. Si una de las partes se sienten abusada, maltratada o engañada la relación se rompe y se llega a una relación pierde-pierde, en que ambas partes terminan perjudicándose. Nadie ganó.

NUEVOS PRERREQUISITOS Y NUEVAS REGLAS

He ahí definidas los nuevos prerrequisitos o factores para el éxito. La Era del Conocimiento trae nuevas reglas. Las viejas reglas de la Era Industrial son cada vez menos efectivas. Uno lo ve en personas que quieren montar operaciones creyendo que están desarrollando negocios y pierden montones de dinero. Aún así no aprenden. Al estar enceguecidos por el modelo industrial o capitalista, no son capaces de darse cuenta de que no es el capital el factor que determina el éxito de un negocio, sino la capacidad de establecer relaciones mutuamente beneficiosas con las personas, únicas que pueden, al convertirse en clientes, ser fuente de utilidades.

Las personas que nos circundan tienen necesidades, deseos, anhelos, aspiraciones y están dispuestos a pagar por productos y servicios que les satisfagan estos. Vivimos, pues, circundados de dinero dispuestos a prosperarnos si nos enfocamos en satisfacer ese mercado potencial que nos bulle por todos lados.

Y si somos capaces de articularnos y hacer equipo con otras organizaciones y personas, nuestras posibilidades se amplían y potencian ilimitadamente.

Sentarse a esperar a que alguien, un empleador, una compañía, requieran nuestros servicios es una perspectiva deprimente y limitada. Si nos interesan ingresos crecientes, un nivel de prosperidad en expansión, salir de lo que Robert Kiyosaki, el gurú de las finanzas personales, denomina “la carrera de la rata”, despilfarrar energías sin moverse del mismo sitio: posición, salario, nivel de vida, etc., entonces es inteligente mirar en derredor, ver a las personas como una fuente de trabajo y de ingresos y enfocarnos en servirles y transformarlas en clientes propios.

Si este enfoque atrae su atención y le interesa ampliar su nivel de información o consultar una inquietud, con gusto puede escribirnos a aquiles.julian.libros@gmail.com o a intercoach.dr@gmail.com, y no sólo le brindaremos información complementario de manera gratuita, sino que le remitiremos también de manera gratuita algunos libros vía la Internet que le permitirán enriquecer y dimensionar las opciones que usted tiene para aprovechar las oportunidades que el siglo XXI trae y que pueden permitirle llevar su vida, sus ingresos, a su familia y su nivel de satisfacción y bienestar a un estadio de múltiples logros y de mayor calidad.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

UN PLAN B PARA AMPLIAR INGRESOS Y PROSPERAR EN LA NUEVA ECONOMÍA


Un plan B asequible para construir ingresos en la nueva economía.

Por Aquiles Julián

“Cada pocos centenares de años ocurre en la historia de Occidente una notable transformación. (…) En el término de pocos decenios, la sociedad se reacomoda –en su visión mundial; en sus valores básicos; en su estructura social y política; en sus artes; en sus instituciones clave. Cincuenta años después hay un mundo nuevo. Y las personas que nacen entonces no pueden siquiera imaginar el mundo en que vivieron sus abuelos y en que nacieron sus propios padres.

Vivimos una transformación de este tipo que está creando la sociedad postcapitalista.”

Peter F. Drucker

La sociedad postcapitalista.

El periódico El País, de España, acaba de iniciar una serie de reportajes dedicados a los jóvenes profesionales españoles que están en paro y declara que ellos necesitan un Plan B. “Toda una generación de jóvenes españoles, azotada por el paro más alto de Europa, improvisa un 'plan B' mientras ve cómo se agranda la brecha generacional, cómo el paraíso intuido se aleja, cómo empiezan a vivir peor que sus hermanos mayores, cómo se limita su acceso al trabajo, la casa o el coche, cómo se esfuerzan pero no avanzan. Y con ellos el futuro de España y de su economía”, señalan las periodistas Silvia Blanco y Carmen Pérez-Lanzac en la edición del 19 de septiembre 2010 al escribir el reportaje “Esta generación busca un plan B (El País, España).

Esa misma realidad están viviéndola las universidades dominicanas: egresan profesionales que o no encuentran empleo o tienen que emplearse en actividades ajenas a aquellas en las que se formaron académicamente. Muchísimos universitarios trabajan en actividades que nada tienen que ver con las carreras que cursan. Y eso está acelerando un problema social.

Las universidades, tal como las conocemos, todo el sistema educativo, los empleos y salarios, el modelo social y económico que muchos tenemos en la cabeza, son algo cada vez más obsoleto. El mundo ha cambiado, pero persistimos en actuar como si todo fuera un percance momentáneo. Las universidades están obsoletas, porque responden a una sociedad en obsolescencia: la sociedad industrial. Pero siguen el mismo patrón, el mismo modelo ineficiente y fracasado. No se revisan y reforman.

Vivimos un tiempo de transición: de la sociedad industrial, o capitalista, a la sociedad del conocimiento, o postcapitalista. Es un período confuso, porque ambos modelos coexisten y, de hecho, así será durante algunas décadas, aunque el brillante Peter F. Drucker, en su libro “La sociedad postcapitalista”, juzga que la transición tendrá lugar entre el 2010 y el 2020. Ahora bien, cada vez más veremos que el nuevo modelo social, el correspondiente a la sociedad del conocimiento, se afianzará, y el viejo modelo, el correspondiente a la sociedad industrial, cederá terreno. Así sucedió en otros períodos de cambio del modelo social, como la transición del modelo feudal al modelo capitalista, en las postrimerías del siglo XVIII.

LA NUEVA ECONOMÍA REQUIERE NUEVAS COMPETENCIAS

La nueva sociedad, la nueva economía, demandan otras competencias, habilidades y maneras de pensar y actuar. Y eso desconcierta a quienes se han preparado para el modelo en decadencia. Los nuevos profesionales salen con sus currículums a desandar oficinas y se sienten frustrados de que no se les toma en cuenta. Y eso cuestiona el papel de las universidades como medio de promoción social y profesional.

De hecho, ahora mismo, varias de las más renombradas de mi país, República Dominicana: INTEC, UNIBE, APEC, UNHPU, UCSD y PUCAMAIMA, empiezan a implementar programas de emprendedurismo, para incentivar la iniciativa empresarial y brindar a sus graduandos la opción de iniciar negocios propios, conscientes de que la mayoría saldrá a engrosar el número de desempleados del país.

Tal vez nuestras universidades tendrían que estudiar de forma acelerada a Peter Drucker. Su libro “La sociedad postcapitalista” es taxativo: “El recurso económico básico –“el medio de producción”, para usar la expresión de los economistas-, ya no es el capital ni son los recursos naturales (la “tierra” de los economistas) ni el “trabajo”. Es y será el conocimiento”. Hay que reformatear, para decirlo en el argot de los informáticos, las universidades. Y las carreras. Y las estrategias docentes. Y las expectativas profesionales de los estudiantes.

Las industrias emigran al “tercer mundo”, devenido “segundo” desde que desapareció la URSS y el llamado “campo socialista”. Ya no es la industrialización el paradigma de desarrollo. Son las actividades derivadas de la era del conocimiento.

SI NO CAMBIAMOS CON EL CAMBIO, EL CAMBIO NOS SUSTITUYE

A muchos les preocupa que instituciones, conceptos y mecanismos derivados de la sociedad capitalista estén en proceso de mutación y desaparición. Eso es inevitable. Fue el capitalismo el que inventó la escuela, el salario, el empleo, las profesiones, las universidades y muchas de las instituciones y mecanismos que damos por normales y naturales. El empleo, el sueldo, la escuela, tienen apenas 300 años de existencia. Fueron creaciones del capitalismo, de la industrialización. Y al quedar superado el modelo por otro nuevo: la sociedad del conocimiento, estas instituciones y mecanismos o mutan o desaparecen y son reemplazados por otros.

Así, la ensayista y novelista francesa Viviane Forrester en su libro “El horror económico”, Premio Médicis de Ensayo, denuncia la creciente tasa de desocupados, la multiplicación del subempleo y la desaparición de la seguridad laboral. “Millones de hombres ya no sirven ni siquiera para ser explotados”, clama. El ensayo de Forrester, profundamente reaccionario, sirve para entender qué sucede cuando el modelo económico y social cambia. Hay que reestructurar las competencias para insertarse en el nuevo modelo; no aspirar, como los luddistas ingleses o los tejedores de Silesia, a que el mundo involucione y no cambie, a que la vieja sociedad continúe, como muchos esclavos rechazaban la abolición de la esclavitud, habituados como estaban a la misma.

Las viejas relaciones de subordinación, esclavista-esclavo, terrateniente-siervo, empresario-empleado, están en proceso de remodelación. Y hay fuerte resistencia a que esto cambie. Y esta resistencia proviene… ¡de los empleados! Y muchos intelectuales, como la Forrester, les hacen coro. Habituados al empleo, al salario, a la rutina, sienten que el mundo se les viene encima. Los empleos emigran. La vida pierde estabilidad. Las competencias se hacen obsoletas. El conocimiento se transforma en obsolimiento, como bien destacan Alvin y Heidi Toffler en “La revolución de la riqueza”. Vivimos una cuarta ola. En vez de subordinación, las nuevas relaciones emergentes son de cooperación y apalancamiento, relaciones entre socios más que entre niveles jerárquicos. Más una especie de joint-venture que otra cosa.

UNA VISIÓN RÁPIDA A LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

Es importante ver cómo ha evolucionado la humanidad desde la prehistoria hasta hoy y cuál ha sido la relación predominante. Y entender que todas esas relaciones coexisten y aparecen todavía hoy en la sociedad. Ningún modelo social desaparece para siempre, simplemente cede la primacía.

El primer período social abarca desde 2,000,000 A.C. a 4,000 A.C. Es la etapa en que la sociedad la componen pequeñas bandas de base familiar que se mueven de un lugar a otro tras la caza y la recolección. Estas bandas guerrean entre sí por los espacios: el agua, la caza y los frutos. Las más fuertes, numerosas y agresivas se imponen a las más débiles, exiguas y menos agresivas, que se marchan a otros lugares más remotos. Así fueron poblándose incluso regiones altamente hostiles, como los desiertos, los páramos y los polos. La fuerza, el número y la agresividad eran los recursos más importantes para sobrevivir. En ese largo proceso precivilizado, inventamos herramientas, armas, domesticamos el fuego y bestias, y nuestro cerebro se desarrolló. Formamos una cultura y creamos rituales y el gran salto lo dimos cuando las mujeres descubrieron… ¡la agricultura!

A raíz de que aprendiéramos a cultivar la tierra, en vez de simplemente errar tras los frutos, pudimos asentarnos al lado de ríos, multiplicarnos porque ahora un par de brazos para sembrar y cosechar siempre son útiles y civilizarnos (crear ciudades). A partir del año 4,000 A.C. surgieron las primeras civilizaciones en la cuenca del Éufrates, en la zona geográfica que hoy corresponde a Irak.

Allí surgieron los primeros asentamientos humanos de que tengamos noticias. Y también surgió el Estado, la división del trabajo, las religiones formales, los códigos legales, los ejércitos y el sometimiento de unos pueblos por otros: los primeros imperios y la esclavitud.

Reyes, cortesanos, sátrapas, gobernadores, generales y jerarcas servidores del rey dominaron sobre simples ciudadanos y esclavos, siendo estos últimos, miembros de etnias vencidas y sometidas, los que llevaban la peor parte. Los imperios, sobre todo el griego de Alejandro Magno y el romano de los césares, expandieron la cultura e integraron pueblos y regiones a la civilización occidental. Por igual, llegó un momento en que se hicieron insostenibles, implosionaron y se derrumbaron.

DEL FEUDALISMO AL CAPITALISMO

Esa Edad Antigua, que inició en el 4,000 A.C. con las primeras ciudades-Estado y los primeros imperios y se extendió hasta el siglo V D.C. fue descuartizada por las tribus bárbaras que asolaron y desmembraron el imperio romano y dieron origen al feudalismo o Edad Media.

Los reyes y caudillos de los pueblos bárbaros que derrotaron y sustituyeron al antiguo imperio romano repartieron entre sus tropas regiones enteras, incluyendo a sus habitantes como vasallos. Este proceso, que arranca en el siglo V D.C. y se extiende hasta el siglo XVII, una duración de doce siglos, dio origen a las llamadas “Casas Reales” y a la no menos falaz “aristocracia” europea: descendientes del pillaje y el latrocinio, de las hordas bárbaras que asolaron Europa.

Y en el régimen feudal, aquellos señores de la guerra siguieron haciendo lo que sabían hacer: guerrear. La función de los campesinos era proporcionar hombres de a pie, carne de cañón, a los caudillos militares, así como vitualla y recursos, mano de obra y bienes.

La introducción del estribo, que hizo posible pelear a caballo, dio origen a aquel “complejo militar-agrario” que fue el feudalismo. Como Drucker resalta, fue algo completamente nuevo en la historia: “los alemanes hasta este siglo lo denominaban un Rittergut, una heredad de un caballero dotado de posición legal y con privilegios económicos y políticos, que contenía por lo menos cincuenta familias campesinas o 200 personas para producir los alimentos necesarios para sostener la máquina de pelear: el caballero, su escudero, sus tres caballos y sus doce o quince espoliques” (“La sociedad postcapitalista”)

En aquella sociedad, si no se era persona de “linaje”, si no se tenían tierras y vasallos, sólo quedaba la posición de siervo. Quien carecía de tierras tenía que someterse al señor feudal, que tenía sobre sus vasallos todos los derechos, eran de su propiedad.

El desarrollo de las ciudades, que empezaron a florecer a partir del Renacimiento, y los artesanos y comerciantes que empezaron a prosperar, generó una nueva economía impulsada por los talleres artesanos, los comerciantes y banqueros y la vida urbana. La civilización viene de la palabra ciudad, al igual que el concepto de ciudadano. Y esa nueva economía empezó a barrer con el ancien régime. La Revolución Francesa fue la expresión de la crisis del viejo modelo feudal y la partera de la nueva sociedad burguesa o sea, de las ciudades o burgos, en oposición a la agraria.

Y esa nueva sociedad, la capitalista, alcanzó un mayor florecimiento a raíz sobre todo de la invención y aplicación de tecnología que creó las fábricas y la mecanización de la producción: la máquina de vapor perfeccionada, patentada por James Watt en 1776, que brindó una fuente de energía que no dependía de la tracción animal ni del músculo humano. Eso originó la Revolución Industrial y el predominio del capitalismo.

El capitalismo cobra preponderancia en el siglo XVIII y se impone como modelo económico en el siglo XIX. Las ciudades y los ciudadanos, es decir, los burgos y los burgueses, se vuelven económicamente más importantes que el campo y los campesinos. Los aristócratas latifundistas empobrecen mientras los fabricantes y comerciantes prosperan. Los campos se despueblan: los campesinos emigran en masa a las ciudades, para escapar a aquella vida chata y sin futuro de las aldeas. Analfabetos, incompetentes, necesitan ser instruidos, educados, culturizados para poder convertirse en individuos productivos: así nacieron la instrucción pública y también la salud pública. Y al recibir un salario, una paga, por su trabajo (lo que no recibían por su trabajo en las tierras del terrateniente), se convirtieron en un mercado interno, en consumidores.

El sistema educativo fue creado para formar y capacitar a los empleados que la industria requería. Así, escuelas, institutos técnicos y universidades se fundaron para aportar mano de obra calificada. Y así es hasta hoy, pero esa función ya se ha hecho obsoleta.

DEL CAPITALISMO A LA SOCIEDAD POSTCAPITALISTA O DEL CONOCIMIENTO

El esplendor del capitalismo se alcanza cuando el norteamericano Frederick Winslow Taylor aplica el conocimiento al estudio del trabajo y se genera la revolución de la productividad que impactó formidablemente los niveles de ingresos y calidad de vida de las masas trabajadoras.

Sin embargo, en el capitalismo es el dinero: el capital, el prerrequisito para tener un negocio. Si se carece de dinero para invertir y montar una operación productiva, no quedaba más remedio que convertirse en empleado, un ayudante del que montaba la empresa.

Esa realidad ha cambiado. Y ese cambio abre una oportunidad formidable para las personas. Y, por igual, un peligro para muchas otras que quisieran seguir viviendo como si las circunstancias no hubiesen cambiado.

A partir de las últimas décadas del siglo XX comenzó la transición de la sociedad industrial, capitalista, a la sociedad del conocimiento, postcapitalista.

Si la industrialización era igual a desarrollo y los países industrializados eran llamados “desarrollados” y los insuficientemente industrializados éramos los “subdesarrollados” o, en un eufemismo más compasivo, “en vías de desarrollo”, hoy el paradigma ha cambiado. Las fábricas emigran a los países del Tercer Mundo (China, La India, México, el Caribe, Brasil, etc.), tras mano de obra barata para reducir costos. Eso ha abierto una crisis de empleos en los países del Primer Mundo. Esa crisis es la que Viviane Forrester resalta en “El horror económico”. La vieja economía, la economía industrial, cede el paso a la nueva economía, la economía del conocimiento.

Algunos autores, como el norteamericano Jeremy Rifkin en su libro “El fin del trabajo” destaca el cambio del trabajo manual al automatizado. Pero, como bien señala, Peter Drucker, la nueva economía estructura a los individuos en dos grandes conglomerados: los trabajadores del conocimiento y el más amplio de los trabajadores de servicio.

Nótese esto: por primera vez el factor fundamental para producir riqueza está en el individuo y no en algo externo a él: su cerebro adiestrado y educado; sus competencias, habilidades y talentos; su inventiva y creatividad. Y sus relaciones. Como destaca Peter Drucker en “La sociedad postcapitalista”: “…los trabajadores instruidos son dueños de sus conocimientos y se los pueden llegar consigo adondequiera que vayan”.

Ahora bien, el conocimiento del que hablamos no es la formación liberal, generalista, o aquella que se orienta a cumplir una función de apoyo dentro de una estructura productiva, sino aquella información que facilita y favorece una acción eficaz. Y su calidad se mide en los resultados que provoca. Tienen una función práctica, mensurable y cuyo rasero son el dúo eficiencia/eficacia.

UN PLAN B POSIBLE Y ASEQUIBLE PARA PROSPERAR EN LA NUEVA ECONOMÍA

La combinación de conocimiento, habilidades interpersonales e iniciativa personal crean un espacio de prosperidad para quienes estén dispuestos a capacitarse, pulir sus habilidades y talentos y atreverse a jugar con las reglas de la nueva economía, en vez de demandar que se vuelvan a las reglas obsoletas de la vieja economía.

Para ello tendremos que remodelar algunas percepciones, reestructurar nuestras expectativas y reformar nuestros paradigmas, todos ellos formados por la vieja economía y la sociedad industrial.

En la nueva economía el trío conocimientos/relaciones/actitud personal será nuestra llave al éxito. A partir del conocimiento enfocado a brindar información útil a las personas del entorno inmediato (vecinos, familiares, amigos, compañeros de estudio, de trabajo, conocidos, etc.) y canalizar hacia los mismos productos y servicios que les faciliten ahorro en sus gastos; elevar su calidad de vida; cuidar su salud y bienestar; cuidar su imagen personal y proteger el medio ambiente, cualquier persona puede optimizar y capitalizar sus relaciones y construir una fuente personal de ingresos crecientes alternativos y/o complementarios.

Las personas que rodean a uno son un mercado natural de bienes y servicios; todas poseen un potencial de compra (ingresos) que ejecutan en tiendas, supermercados y comercios. Si brindamos a esas personas información relevante que les permita ahorrar, mejorar su calidad de vida, cuidar su salud, destacar su imagen personal, proteger su familia y cuidar el medio ambiente y canalizamos hacia ellas los bienes y servicios que les faciliten alcanzar esas metas, podemos insertarnos con éxito en la nueva economía.

Un cuarto factor es otra llave de éxito: la capacidad de hacer equipo, de articular el esfuerzo propio con el de otros en una relación gana-gana. Drucker señala que la nueva economía es la economía de las organizaciones: “En lo interno, los países desarrollados se están convirtiendo rápidamente en sociedades pluralistas compuestas por organizaciones” (“La sociedad postcapitalista”) Eso significa que el esfuerzo aislado es ineficiente y limitado. No nos lleva muy lejos. Ahora bien, la relación, en vez de ser subordinada, como en el capitalismo, es complementaria y mutuamente ventajosa para las partes. Son relaciones ganar-ganar, de socios, no de subordinación; de interdependencia, no de dependencia. Y como bien explicó Stephen Covey en “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”, la interdependencia es la expresión de una relación adulta, madura e inteligente entre iguales.

LA REINGENIERÍA PERSONAL PARA TRANSFORMARSE EN UN NUEVO PROFESIONAL

¿Qué ventajas tiene esta opción? Primero, que está al alcance de quien quiera ponerla en práctica. Todos tenemos la capacidad de aprender, la posibilidad de cultivar relaciones y enfocar nuestra actitud personal de forma positiva y proactiva, así como la de hacer equipo con otros. Segundo, que aprovecha la tendencia de la nueva economía, centrada en el conocimiento y el valor (es decir, la utilidad o beneficio para el otro). Tercero, que ya existen los medios con que llevarla a cabo. Cuarto, que también existen la información y los modelos de actuación exitosos que aseguran amplias posibilidades de éxito a quienes emprendan la acción.

Charles W. King y James Robinson, autores del libro “Los nuevos profesionales” señalan con claridad una de las más productivas opciones que tienen los individuos para aprovechar la tendencia, esta Ola 4 que estremece al mundo. Prestigiosos empresarios y multimillonarios como Donald Trump y Robert Kiyosaki, el gurú de las finanzas personales, en libros como “Escuela de Negocio” y “Queremos que seas rico” alertan a las personas para que, en vez de sollozar por empleos que desaparecen, remodelen sus expectativas y aprovechen la tendencia. Kiyosaki, sobre todo, nos ha alertado de forma continua desde su espectacular best-seller “Padre rico, padre pobre”, en que evidenciaba la escasa utilidad productiva del conocimiento liberal que se suele adquirir en una universidad y que suele conducir a la pobreza o a la vida con limitaciones: al empleo.

Su fenomenal “El cuadrante del flujo del dinero” aclaró cuáles vías teníamos, como individuos, para escapar al ingreso lineal, el que dependía del trabajo propio, para construir ingreso residual. Esos conceptos: ingreso lineal e ingreso residual, así como el cuadrante mismo, fueron revolucionarios. Y a muchos nos permitió entender por qué tantos años de trabajo arduo nos llevaron a tan pobres resultados económicos.

Ningún gobierno, ninguna sociedad, puede impedir que la economía cambie. Tampoco puede rehuir el cambio. El modelo económico, social y político evoluciona de la sociedad industrial a la del conocimiento. Sólo podemos adaptarnos y aprovecharlo. Resistir, buscar impedirlo, caer en un luddismo demodé no sólo es ridículo: es suicida.

Podemos desarrollar conocimientos, rentabilizar las relaciones, capitalizar nuestro entorno, pulir nuestras habilidades interpersonales, perfeccionar nuestra actitud y transformarnos en alguien con quien los demás, nuestro mercado natural, quiera relacionar e interactuar… e intercambiar. Podemos articularnos en organizaciones interdependientes y hacer equipo. Podemos prosperar. Es una opción de tremendo impacto y poder que se nos abre. Y que mi esposa y yo, en particular, hemos asumido y nos ha resultado sumamente atractiva… y productiva.

Vivimos tiempos de cambio. Y por ende, es tiempo de cambiar. Si en algo podemos cooperar contigo, ampliar tus conocimientos, aclarar tus dudas y expandir tus expectativas, no dudes de escribirnos a aquiles.julian.libros@gmail.com o a intercoach.dr@gmail.com , y con gusto te aportaremos otras informaciones, herramientas y guías para que aproveches lo que el siglo XXI tiene como ventaja para ti, no importa en qué país te halles. Es más que un Plan B: puede ser el Plan A que lleve prosperidad, seguridad y bienestar a tu vida y a la de tu familia. O por lo menos una opción a considerar en un mundo que no nos pide permiso para cambiar.