lunes, 23 de noviembre de 2015

¿CÓMO Y POR QUÉ SE INVOLUCRÓ GALÍNDEZ CON EL FBI Y CON LA CIA?

¿CÓMO Y POR QUÉ SE INVOLUCRÓ GALINDEZ CON EL FBI Y CON LA CIA?

Por Aquiles Julián

Para entender lo que le sucedió a Jesús de Galíndez es importante saber qué lo llevó a involucrarse como informante del FBI y la CIA.
Para empezar, esa  no fue una decisión individual de Galíndez, sino el cumplimiento de una directriz del Gobierno Vasco en el Exilio y su Lehendakari (presidente) José Antonio Aguirre. Y esa decisión obedecía a una estrategia y unas esperanzas que finalmente fueron ilusorias, pero que en el momento parecían lógicas y justificadas, pues fueron astutamente alimentadas por funcionarios del Departamento de Estado norteamericano y de la incipiente inteligencia norteamericana para asegurar la colaboración total del Partido Nacionalista Vasco y sus servicios de información en la lucha contra las potencias del Eje y luego contra el comunismo.
Inicialmente, la dirigencia vasca orientó sus gestiones de acuerdo de colaboración y apoyo hacia las potencias europeas más conocidas: Gran Bretaña y Francia. El ofrecimiento vasco fue manejado con delicadeza por los dirigentes de Inglaterra y la Francia Libre (De Gaulle) por tres razones: Primero: para no encender la ira de Franco al punto de que lo empujara a hacer causa común con las Potencias del Eje: Alemania, Italia y Japón. Segundo: para evitar que las ideas separatistas vascas alimentaran las aspiraciones separatistas en sus propios países (Francia, sobre todo, tiene tres provincias de población vasca).  Tercero: por no poder financieramente suvenir las aspiraciones de apoyo económico de los dirigentes vascos.
Ante la propuesta vasca y las ventajas que podían derivarse de su colaboración, y ante el fracaso de los intentos de reclutar a los vascos independientemente de sus dirigentes del Gobierno Vasco en el Exilio, algo que los ingleses probaron a lograr sin éxito, es precisamente la inteligencia británica la que relaciona a los dirigentes vascos con la naciente inteligencia norteamericana y su cabeza, el entonces coronel William J. Donovan, hombre de confianza del presidente Franklin Delano Roosevelt.
Conviene que repasemos lo que sucedió.

¿CÓMO LLEGÓ GALÍNDEZ A REPÚBLICA DOMINICANA?

Jesús de Galíndez, de quien el 12 de octubre del 2015, se celebró el centenario de su nacimiento,  y que el próximo 12 de marzo del 2016 se conmemorará el 60 aniversario de su secuestro,  nació en Madrid y desde adolescente, en 1932, a los 17 años de edad, se vinculó al Partido Nacionalista Vasco, PNV.
Durante la cruenta guerra civil que asoló a España,  Galíndez fue entre otras funciones y responsabilidades, asesor de la Dirección General de Prisiones y también fue nombrado jefe de la Guardia del Partido Nacionalista de Madrid, PNM.
Durante esos años tormentosos,  conoce y trata al embajador dominicano en Madrid, César Tolentino Rojas, quien le recomienda que, en caso de necesidad, emigre a República Dominicana.
Tras combatir a las fuerzas capitaneadas por Franco como miembro de la 142 Brigada Mixta Vasco-Pirenaica, se exilia al ser derrotada la República por los falangistas de Franco. Cruza el 10 de febrero de 1939 la frontera con Francia, donde es recluido en un campo de concentración.
A los siete meses se escapa y llega a Burdeos donde entra en contacto con el cónsul dominicano, Narciso Félix, quien le facilita la documentación para  arribar al país.
¿Qué lo llevó a elegir República Dominicana como lugar de exilio, en vez de México u otro país de mayor desarrollo y libertad? En su artículo “Un reportaje sobre Santo Domingo”, publicado en la revista Cuadernos Americanos en 1955, Galíndez mismo confiesa:
 “La mayoría de nuestros refugiados se dirigían a México; pero yo tenía tan sólo 24 años, me sobraban ilusiones, y me resistía a ser uno más de la masa innominada. Necesitaba un país pequeño a donde nadie fuera, sólo así tendría oportunidades de abrirme paso en el Nuevo Mundo. (…) Lo que no esperaba entonces es que tras mí cayeran en la República Dominicana entre 4,000 y 5,000 refugiados más” (1)
Los planes de principalía, de sobresalir, se dificultaron por la brillantez de aquel exilio en que lo más granado y prestigioso de España se desparramó por el mundo, algo que nos benefició muchísimo a los dominicanos. Sin embargo, la capacidad de trabajo de Galíndez, su proactividad, le hicieron ganar un renombre y un puesto pese al masivo flujo de refugiados que arribó al país.
De Francia viajó a Nueva York “justo en el último barco norteamericano” (2) y de allí en el vapor Borinquen , donde coincide con César Tolentino Rojas que también viaja de regreso al país, llega el 28 de noviembre de 1939 a República Dominicana, a los 24 años de edad.
Recién llegado,  se hospeda provisionalmente en la residencia de Alfredo Matilla, el que había sido su profesor en la Universidad Central de Madrid, quien lo acoge.
Casi de inmediato empieza a impartir docencia en el Instituto de Segunda Enseñanza Cristóbal Colón, fundado por emigrados españoles en las proximidades del balneario capitaleño de Güibia, como profesor de las materias de Historia y Lenguaje.
Hombre recursivo, Galíndez, quien era taquígrafo, empezó a transcribir los cursos de los profesores en la Universidad de Santo Domingo y los vendía luego a los estudiantes.  Más tarde, cuando se ennovió con la joven Rosa Báez López-Penha, puso con ella un negocio de venta de arbolitos de Navidad y de distribución de caramelos a domicilio, que Galíndez personalmente entregaba.
Antes de un año, en octubre de 1940, es nombrado catedrático de Ciencias Jurídicas en la Escuela de Derecho Diplomático y Consular de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, donde devengaba un sueldo de RD$100.00 pesos. (3)

HACIÉNDOSE UN NOMBRE EN REPÚBLICA DOMINICANA

El 14 de marzo de 1940, a menos de seis meses de Galíndez estar en el país,  se constituyó la Delegación Vasca en la República Dominicana, Eusebio María de Irujo es electo delegado y a Galíndez lo eligen secretario de la misma.
El propósito de sobresalir y destacar que estaba en el ánimo de Jesús de Galíndez al arribar al país lo canalizó mediante una intensa actividad periodística y literaria, así como social y profesional, que lo comenzó a proyectar y a abrirle espacios y puestos.
Artículos y libros, conferencias y activa vida pública le fueron granjeando amigos y destacando su presencia.
Metódico, organizado, trabajador incansable, recursivo, disciplinado, Galíndez fue conquistando un lugar propio en la vida social dominicana. Vicente Llorens, en sus “Memorias de una Emigración” dice de Galíndez que sobresalía por “puntual y no faltaba a su palabra” (4)
El 4 de noviembre de 1941, el lehendakari Aguirre, escapado de Europa, llega por vía aérea a San Pedro de Macorís, desde donde envía un saludo a Trujillo, “agradeciéndole la ayuda que le habían prestado los diplomáticos dominicanos (especialmente,  el doctor Despradel y Andrés Pastoriza) en su odisea” (5)
Galíndez y la Delegación Vasca agasajan al lehendakari y se organiza un acto en que Galíndez es quien dirige la palabra en nombre de la colectividad vasca en el país, lo que le permite llamar la atención y ganar méritos frente al ilustre huésped.
El embajador español en un despacho al Ministerio de Asuntos Exteriores describe el evento en estos términos:
“Después se organizó una comida en la noche del día 6 del actual en el restaurante Hollywood. Pasé por la entrada del restaurant a la hora de haber comenzado el acto y pude comprobar que había sido un fracaso a juzgar por el aspecto del local. Además según mis informaciones asistieron los vascos separatistas y algunos refugiados pero no en el número de personas que esperaban; los vascos de la colonia no concurrieron. En resumen, no hubo ambiente. Don Jesús de Galíndez del grupo de separatistas vascos y una de las personas cuyo nombre figura más por las conferencias que da y por pertenecer al centro de estudios diplomáticos y consulares que con carácter casi oficial existe en esta República, dirigió la palabra en la comida a que me refiero.” (6)
Aguirre partiría a Miami, pero casi un año después volvería al país luego del acuerdo con la OSS de Donovan y el Departamento de Estado.
En efecto, en octubre de 1942,  Galíndez  y la Delegación Vasca reciben la visita nueva vez del Lehendakari José Antonio Aguirre, quien viaja por América para instruir a los organismos del Gobierno Vasco en el Exilio que él preside, en puesta en práctica de los acuerdos de colaboración acordados entre el PNV y el Departamento de Estado de Norteamérica,  a proporcionar servicio de información al  FBI y a la Inteligencia Militar norteamericana (no la CIA, que no existía).
Aguirre ratifica el puesto de Galíndez en la Delegación Vasca dominicana y posteriormente le asigna la posición de tesorero para la región latinoamericana del Gobierno Vasco en el Exilio (7)
En su artículo “Los vascos en Santo Domingo”, Galíndez refiere las posiciones públicas que alcanzó a ostentar en el país:
“…tuve oportunidad de ocupar los cargos de Catedrático de la Escuela Diplomática y Consular, Secretario del Instituto de Legislación Americana Comparada de la Universidad de Santo Domingo, y Ayudante Técnico del Director General de Trabajo.” (8)
A Galíndez  se le veía en todas partes, asistía a todos los convites, se desplazaba por aquí y por allá, montado en una motocicleta que había adquirido.
La exiliada Lily de Cassá en una entrevista sobre la inmigración española republicana  rememora, hablando de Galíndez, quien fuera gran amigo de su esposo:
 “Tenía un motor, que eso era en aquella época un lujo muy grande para nosotros. Y ya le digo, uno notaba que adonde usted fuera, él estaba allí.” (9)
Y como era buen taquígrafo, siempre se le veía tomando notas. Sus informes al FBI y a la Inteligencia Naval norteamericana eran minuciosos, precisos. Esa acuciosidad le sería reconocida y recompensada.

EL INTENTO DEL PNV POR COMPROMETER  A BRITÁNICOS Y FRANCESES CON LA CAUSA VASCA

Los líderes vascos buscaron siempre generar un compromiso, sea de los gobernantes británicos o de los franceses, frente a las aspiraciones de independencia y soberanía vasca, tras la derrota de la República, el triunfo del falangismo y de Franco, y el inicio de la segunda guerra mundial.
Los británicos pretendieron que los vascos se integraran a un “servicio de inteligencia español” bajo la tutela del servicio de inteligencia británico. Los representantes vascos residentes en Gran Bretaña, agrupados en el Consejo Nacional Vasco, CNV, que encabezaba Manuel de Irujo, no aprobaron este plan, pese a que en agosto de 1940 el Foreign Office inglés pidió a los vascos que colaborasen con este servicio de información.
El rechazo provenía de que el gobierno inglés
 “no se mostraba dispuestos a reconocer las reivindicaciones que los nacionalistas vascos les presentaban” (10)
En noviembre de 1940 los líderes del Consejo Nacional Vasco, CNV, inician contactos con las Fuerzas de la Francia Libre, FFL, del general Charles de Gaulle. 
“El CNV pedía una política que satisfaciese las aspiraciones de soberanía vasca; y ofrecía poner a su disposición (del FFL, AJ) su servicio de información, con ramificaciones en el Sur de Francia, en España, en las colonias españolas del África Ecuatorial, en países hispanoamericanos,  e incluso en Australia” (11)
  La FFL no quiso dar garantías políticas por escrito, sino verbalmente. El 17 de mayo de 1941 se firmó un “acuerdo de amistad” entre el Consejo de Defensa francés y el CNV que condujo a que el gobierno de Franco presionara a los británicos que hicieron abortar el acuerdo. Sin embargo, el servicio vasco de información brindó su colaboración a franceses, británicos y norteamericanos en su búsqueda de apoyo y simpatías para la causa vasca en la eventual situación de que Franco se sumara a las fuerzas del Eje, entrara en la guerra  y los aliados invadieran España, depusieran a Franco y la situación política interna cambiara.
Un ejemplo de esa colaboración fue el hecho de que
 “las fuerzas norteamericanas que combatían en las islas del Pacífico contra los japoneses, utilizaban a vascohablantes para el sistema de códigos y transmisiones. La idea dio tan buenos resultados  que Estados Unidos también empleó a indios navajos  y hablantes de otras lenguas amerindias minoritarias con la misma finalidad” (12)
  El asunto era que tanto franceses como británicos vivían sus propios desafíos con el separatismo nacionalista: Los británicos con los irlandeses,  y los franceses  sabían que alimentar las pretensiones de independencia y autonomía vasca con respecto a España repercutiría en las provincias vascas francesas. El embajador de Franco en Francia, José Félix de Lequerica, quien antes había sido alcalde de Bilbao, alimentó en los franceses el recelo de que el independentismo vasco español se extendiera a la región vasca francesa. (13)  De ahí que los franceses afines a De Gaulle se arriesgaran solamente a promesas verbales, pero no escritas, porque las que no se registran es fácil desconocerlas y tildarlas de malentendidos. Las escritas funcionarían como un pagaré.
La causa vasca no era, por lo tanto, viable con británicos y franceses, aunque la situación de guerra aconsejara sumar aliados. Las potencias europeas de entonces, Alemania, Francia y Gran Bretaña, no eran suficientemente favorables a la causa vasca.
Otra cosa serían los norteamericanos.

EL ACUERDO ENTRE EL PNV Y LOS NORTEAMERICANOS

Ya en los Estados Unidos, tras un escape de Europa lleno de peripecias,  que lo llevó de Berlín a Nueva York, título de uno de sus libros, Aguirre había realizado a petición del Departamento de Estado un informe de 80 páginas sobre la situación política española, que le fue entregado a Carlton Hayes, embajador norteamericano en Madrid (14)
El 23 de enero de 1942, el lehendakari es recibido por  Lawrence Duggan, consejero político de Cordel Hull para asuntos de América Latina, a quien entrega un informe adicional.
Y dos días después, el 25 de enero,  Aguirre se reúne con Max Acoli, judío italiano naturalizado norteamericano, director de la Coordination of Panamerican Affairs, patrocinado por Nelson Rockefeller,  “que financia actividades de propaganda en aquella parte del mundo” (15)  quien le pidió abiertamente que cifrase en dólares la ayuda que el servicio vasco de información podía proporcionar a los Estados Unidos.
Antón de Irala, dirigente del PNV y su delegado en los Estados Unidos, en un testimonio dado en Bilbao en 1986 informó que los británicos fueron los que pusieron en contacto a José Antonio Aguirre con el coronel William J. Donovan, apotado Wild Bill, responsable del Comité de Coordinación de Información, COI, antecesor de la Office of Strategic Services, OSS, en una reunión celebrada en las oficinas de la COI en el Rockefeller Center de Nueva York. Donovan llega a sugerir que Aguirre podría ser recibido por el presidente Roosevelt (sería recibido por Wallace, el vicepresidente) (16)
Donovan, quien había buscado entre sus amigos información sobre los vascos, inicia una relación estrecha con ellos, tanto que en un memorándum a Cordell Hull, secretario de Estado, del 3 de julio de 1942, le informa:
 “El presidente de la República vasca me cuenta que mantiene una organización propia de inteligencia. También está dispuesto a poner su organización a nuestro servicio, ya que cree que la victoria de nuestra causa les beneficiará en el futuro.
Determinada información puede realizarse a través de Latinoamérica, aprovechando la libertad de comunicación que permitirá que algunos de estos agentes viajaran por el continente. A menos que esta maquinaria se ponga en marcha, me temo que no podremos obtener otra ventajosa oportunidad”. (17)
A finales de marzo de 1942, el vicepresidente Wallace, de los Estados Unidos, en vez de Roosevelt, recibe formalmente al lehendakari José Antonio de Aguirre, algo que expresa un grado de reconocimiento oficial informal por parte del gobierno norteamericano hacia el gobierno vasco en el exilio y además es parte de las acciones de seducción para conseguir la aquiescencia de Aguirre a los propósitos norteamericanos de reclutar y poner bajo su control el servicio de información vasco.
 Menos de dos meses después, el 5 de mayo de 1942,  Donovan pone en contacto a Aguirre con Allen Welsh Dulles, lugarteniente de Donovan en la OSS, encargado por entonces de la oficina en Rockefeller Center.
Tras vacilar entre llegar a acuerdos con la inteligencia británica o la norteamericana, el 22 de mayo de 1942 el lehendakari se decidió por la norteamericana:
Nos anuncian los americanos que nuestro trabajo debe comenzar inmediatamente. Que se abrirá una cuenta en un banco para que no nos falten medios para nuestros desplazamientos y para nuestros amigos.  Esto parece que va en serio. Con elementos y apoyo, la acción de los vascos en América puede ser de singular importancia. Al fin lo han entendido,  el Comité Donovan del presidente Roosevelt es la organización que hemos visto trabajar con mayor eficacia hasta hoy. Vamos a ver si comienza nuestra actuación en regla y con acierto”. (18)
Un memorándum de Donovan del 14 de julio de 1942, remitido al almirante E.J. King, al mando de la armada norteamericana, muestra los primeros frutos de ese acuerdo: el marino vasco Echave Dorronsoro se las ingenia para obtener las instrucciones que el ministro de Marina español envió a todos los capitanes de la marina mercante española en caso de que España se viese forzada a entrar en la segunda guerra mundial al lado de las potencias del Eje. Dorronsoro le hizo llegar esas instrucciones a Aguirre quien, a su vez, las suministró a Donovan. Y Donovan le informa al almirante King:
He dado instrucciones a nuestros agentes del Servicio Vasco de Información en estos barcos para abrir las cajas fuertes y cambiar los sobres, alterando su contenido”. (19)
Es claro, en esta redacción, que Donovan consideraba a los agentes del Servicio Vasco de Información como agentes propios.
¿A qué apostaba Aguirre? A que la suerte de la guerra, de favorecer a los Aliados, permitiera, como sucedió tras la primera guerra mundial, una reestructuración política en Europa, facilitando el surgimiento de nuevos estados nucleados alrededor de la lengua, la cultura y la etnia, entre ellos el anhelado Estado vasco, del que titularmente era el presidente. Sólo que los acontecimientos, al aflorar la guerra fría, tomaron otro rumbo.
Es el mismo Aguirre quien promueve esa visión esperanzadora. En la biografía del lehendakari: “El profeta pragmático”, su autor Ludger Mees cita a Aguirre:
Sin hablar en términos de propaganda, se puede decir que de la guerra anterior (la primera guerra mundial, AJ), salieron muchos pueblos pequeños con su independencia. Y ahora sucede igual. En mi opinión, los pueblos que levantarán cabeza al fin de la guerra serán muchos. Los muertos, los holgazanes o los que han vivido callados, estarán perdidos para siempre. Tened esto muy en cuenta” (20)
Como explica Mikel Rodríguez en su libro “Espías Vascos”:
“Aguirre había sondeado en Washington las posibilidades de soberanía vasca en un nuevo espacio político que abarcase España y Portugal y nadie había expresado un no rotundo. Sometidas todas las fuerzas políticas de Euskadi a su dirección, parecía posible lograr este fin siempre y cuando una gran potencia avalase esa opción. Para un católico, esa potencia no podía ser la URSS. Parecía difícil que lo apoyara Gran Bretaña e imposible Francia. Luego, sólo quedaban los Estados Unidos. Aguirre optó por Norteamérica como potencia emergente sin las hipotecas históricas de los viejos estados europeos. Fue su decisión y su responsabilidad histórica resultaría total de no ser por un punto. Pese a las habituales apelaciones a la generosidad de la diáspora vasca, en los años cuarenta y primeros cincuenta en palabras de Aguirre, “nadie soltaba un duro”. Si el gobierno de Euskadi tenía que sobrevivir, necesitaba un generoso patrocinador. En esto, Washington fue también el mejor postor”. (21)
De inmediato, el Departamento de Estado le financió al lehendakari vasco una “jira cultural” por varios países de América Latina donde estaban constituidos organizaciones vascas afines al PNV para instruir a los dirigentes vascos a colaborar con la inteligencia norteamericana, en el predicamento de que la caída de Hitler y Mussolini arrastraba a Franco y abría una puerta a las aspiraciones de soberanía vasca.
Como explica Koldo San Sebastián  en su libro: “Exilio Vasco en América”, tras el acuerdo PNV-EE.UU.,
 “el Departamento de Estado comunicó a los embajadores americanos destacados en diversos países sudamericanos que apoyasen al lehendakari  durante la gira que este iba a realizar por su subcontinente” (22)
El 16 de agosto de 1942, partiendo desde Nueva York, el lehendakari José Antonio de Aguirre parte en su primer viaje oficial por América Latina que se prolongó hasta el 24 de octubre de ese año. El presidente vasco visitó 11 países.
En la primera quincena de octubre de 1942, Galíndez escribe en el periódico Por la República:
 “El presidente vasco, Dr. José Antonio de Aguirre Lekube, ha aprovechado las vacaciones veraniegas, para realizar una intensa jira cultural por los principales países americanos. Antes de llegar a la República Dominicana ha pasado por México, Panamá, Colombia, Perú, Chile, Argentina, Uruguay, Venezuela y Puerto Rico; siguiendo después a Cuba y Nueva York”. (23)
Los diplomáticos de la España de Franco sabían cómo se financiaba el lehendakari. El embajador español en República Dominicana envió a Madrid un despacho donde escribe:
 “Como he manifestado en mi anterior despacho sobre el mismo asunto, el señor Aguirre tiene la ayuda económica y política de los Estados Unidos y del elemento judío internacional” (24)
La alusión tanto al Departamento de Estado como a Max Ascoli muestra el grado de información fidedigna con que contaban los diplomáticos de Franco.

LA MALA VOLUNTAD DE HOOVER FRENTE A DONOVAN Y LA OSS

Otro asunto que repercutiría perjudicialmente a la postre para Galíndez es el hecho de que la aparición de la OSS y posteriormente de la CIA fue visto siempre como una amenaza a su poder, por J. Edgar Hoover, el todopoderoso jefe del FBI.
Frente a una realidad preñada de vientos de guerra, con Hitler y Mussolini tonitronantes, el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt fue aconsejado por el militar y jefe del espionaje inglés William Stephenson por instrucciones de Churchill, para crear un servicio de información para Estados Unidos.
Hasta entonces, la información dependía de los informes diplomáticos y de la labor que realizaban los agregados militares y agentes del FBI en las embajadas, y cada institución manejaba de forma compartimentada y sin compartir mayormente la información de inteligencia que cada organismo reunía. De hecho, rivalizaban entre sí.
 Estados Unidos carecía de una institución que centralizara la información para la toma de decisión del presidente, en tiempos borrascosos como aquellos años.
Roosevelt hizo comparecer ante él al coronel retirado William J. Donovan, abogado y héroe de la primera guerra mundial,  y le pidió ocuparse de organizar ese servicio, lo que Donovan aceptó.
Roosevelt envía a Donovan a Europa y Oriente Medio a empaparse de la situación. Entre los países que visita y los gobernantes con los que se entrevista Donovan está el general Francisco Franco. Los términos de la conversación hicieron que Franco, esa misma tarde del 26 de febrero de 1941, informara a Hitler la decisión de su gobierno de mantener a España fuera de la guerra.
Donovan es devuelto al servicio activo por Roosevelt con su rango de coronel (en 1943 lo ascendería a general y noviembre de 1944 a mayor general), y en  julio de 1941 se crea la Oficina de Coordinación de Información (COI) con Donovan como “Coordinador de Información”. 
Donovan de inmediato instaló la sede del COI en el Rockefeller Center, local 3603, en octubre de 1941, y solicitó a un abogado amigo, Allen Welsh Dulles,  que encabezara la oficina.
Tras el ataque a Pearl Harbor y la irrupción de Estados Unidos en la segunda guerra mundial, el 13 de junio de 1942 la COI se rebautizó como Oficina de Servicios Estratégicos, OSS.
La creación del COI y luego de la OSS fue visto por Hoover como un desafío a su poder y una intromisión en su territorio, algo que él no iba a tolerar.  Hoover insistió infructuosamente en obtener para el FBI el monopolio de la inteligencia. Roosevelt , aconsejado por los británicos, tenía una opinión distinta.
Las personalidades y temperamentos distintos de Donovan y Hoover colisionaron. Cada servicio abrió un expediente sobre el cabeza del otro. El FBI sobre Donovan por “mujeriego”, y la OSS sobre Hoover por “homosexual”.
Y Roosevelt, que gustaba de enfrentar a sus colaboradores, le asignó a Donovan las zonas de Europa y Asia y al FBI le reservó América Latina (25).
Una muestra del grado de tensión existente entre ambas organizaciones, la OSS y el FBI, Donovan y Hoover,  fue la incursión en 1942 de agentes de la OSS en la embajada de España en Washington para fotografiar sus libros de claves. Hoover se puso rabioso por lo que consideró “una invasión a su territorio operacional”. Esperó que se repitiera una incursión, y mientras los hombres de Donovan fotografiaban los libros de claves, dos agentes del FBI apostados afuera hicieron sonar las sirenas de sus vehículos, espantando y haciendo huir a los agentes de la OSS. Donovan protestó ante Roosevelt por el incidente, pero Roosevelt, en vez de dar una reprimenda a Hoover por su sabotaje, ordenó que la infiltración de embajadas quedara a cargo del FBI. (26)
En la Enciclopedia del FBI, su autor, Michael Newton, destaca que:
“No hay límites para la persecución vengativa de Hoover hacia la OSS. Durante meses, sus amigos del Departamento de Estado, colocan el sello de "OSS" en los pasaportes a los agentes de  Donovan, poniendo así en peligro sus vidas, hasta que el presidente Roosevelt intervino para detener este acoso. Hoover entonces les abrió expedientes a los  empleados de Donovan y sus familiares, en busca de cualquier información negativa que pudiera encontrar. Cada vez que se percibía un desliz de miembros de la OSS o sus parientes, Hoover remitía múltiples quejas a la Casa Blanca, el Departamento de Estado y a la Justicia”. (27)

LOS INICIOS DE GALÍNDEZ COMO INFORMANTE DE LOS NORTEAMERICANOS

Instruido por Aguirre, que recluta informantes para los norteamericanos en cada país al que llega, dentro de la colonia vasca,  Galíndez entra en contacto con la legación norteamericana en el país. De inmediato fue aceptado como informante del FBI en República Dominicana., dentro de los acuerdos entre el PNV y el Departamento de Estado norteamericano, con el nombre en clave DR-10.
Jesús de Galíndez desarrolló una red de cuatro informantes que recolectaban información para él, la cual a su vez compartía con Clement J. Driscoll, oficial del FBI bajo la cobertura de “Consejero Legal” de la Embajada de los Estados Unidos. Por igual, proporcionaba información al agregado naval quien era el responsable de la inteligencia militar de Estados Unidos en República Dominicana.
Bernardo Vega, en su libro sobre la migración española en República Dominicana, escribe que Galíndez
tenía cuatro “sub-agentes” quienes recolectaban información para él: Uno en Santo Domingo, especializado en información sobre los españoles de la vieja migración, es decir, los falangistas; otro en San Pedro de Macorís quien era oficial del ejército dominicano; otro en Sabana de la Mar, quien reportaba sobre los españoles de esa región y el cuarto en Montecristi, quien reportó que los contactos con Galíndez no eran frecuentes, para evitar que el servicio de inteligencia de Trujillo se diera cuenta de sus contactos con el FBI” (28)
Driscoll, el agente del FBI, contraería matrimonio con una sobrina de Alfredo Mantilla, hija de Aurelio Mantilla, su hermano. En la casa de Alfredo Mantilla, vivía Galíndez. (29)
La valoración de Driscoll sobre el trabajo de Galíndez es encomiosa. Según el agente del FBI, Galíndez “ha suministrado información de valor y confiable relativa a todos los diferentes tipos de refugiados españoles, incluyendo comunistas, así como sobre los falangistas y no titubea en dar la información que tuviera relativa a actividades comunistas. Se le considera una fuente valiosa de información con referencia al Partido Comunista” (30)
Con el flujo de dinero que empezó a manar para apoyar la colaboración del servicio de información vasco, Galíndez empezó a percibir ingresos.
Las cosas parecían pintarle bien.

NOTAS

1.      Constancio Cassá Bernaldo de Quirós: “Jesús de Galíndez. Escritos desde Santo Domingo y artículos contra el régimen de Trujillo en el exterior”, Comisión Permanente de Efemérides Patrias, Archivo General de la Nación, Volumen CXI, Santo Domingo, 2010, Pág. 101

2.     Constancio Cassá Bernaldo de Quirós: obra citada, Pág. 101

3.     Manuel de Dios Unanue (compilador): “Expediente Vasco. CIA y FBI en Euskal Herria”, Editorial Txalaparta s.l.  Tafalla, España. Segunda edición, 2004. Pág. 11

4.     Vicente Llorens: “Memorias de una emigración. Santo Domingo, 1939-1945”  Biblioteca del Exilio, Editorial Renacimiento, España, 2006. Pág. 200

5.     Koldo San Sebastián: “Exilio vasco en América” Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, Vitoria-Gazteiz, España, 2014. Pág. 204

6.     Koldo San Sebastián: obra citada, Pág. 204

7.     Constancio Cassá Bernaldo de Quirós: “Jesús de Galíndez. Escritos desde Santo Domingo y artículos contra el régimen de Trujillo en el exterior”, Comisión Permanente de Efemérides Patrias, Archivo General de la Nación, Volumen CXI, Santo Domingo, 2010, Pág. 22


9.     Carmen Cañete Quesada: “Para Mi España Y La Republica Dominicana Van De La Mano”. Entrevista a Lily de Cassá,  en Migraciones y Exilios, Pag. 169. Dialnet.

10.  Luis Monferrer Catalán: “Odisea en Albión: Los republicanos españoles exiliados en Gran Bretaña, 1936-1977” , Ediciones de la Torre, Madrid, España, 2007  Pág. 92

11.   Luis Monferrer Catalán: obra citada, Pág. 92

12.  Luis Monferrer Catalán: obra citada, Pág. 93

13.  Koldo San Sebastián: “Exilio vasco en América” Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, Vitoria-Gazteiz, España, 2014. Pág. 79

14.  Mikel Rodríguez: “Espías vascos” Editorial Txalaparta, Tafalla, España, 2004, Pág. 109

15.  Koldo San Sebastián: obra citada, Pág. 296

16.  Koldo San Sebastián: obra citada, Pág. 333

17.  Koldo San Sebastián: obra citada, Pág. 331

18.  Mikel Rodríguez: obra citada, Pág. 109

19.  Koldo San Sebastián: obra citada, Pág. 332

20. Ludger Mees: “El profeta pragmático. Aguirre, el primer lehendakari” . Alga, Memoria Pág. 64

21.  Mikel Rodríguez: obra citada, Pág. 110

22. Koldo San Sebastián: obra citada, Pág. 297

23. Constancio Cassá Bernaldo de Quirós: obra citada, Pág. 83

24.  Koldo San Sebastián: obra citada, Pág. 313

25. Stephen E. Ambrose: “Ike´s spyes: Eisenhower and the Espionage Stablishment” University Press of Missisippi, USA, 1999, Pág. 162

26. Stephen E. Ambrose: obra citada, Pág. 163

27.   Michael Newton: “The FBI Encyclopedia” McFarland & Company, Inc., Publishers, USA, 2003, Pág. 252

28.  Bernardo Vega: “Almoina, Galíndez y otros crímenes de Trujillo en el extranjero”. Fundación Cultural Dominicana, Santo Domingo, Rep. Dominicana, 2001, Pág. 59

29. Bernardo Vega: “La Migración Española de 1939 y los inicios del marxismo-leninismo en la República Dominicana”. Fundación Cultural Dominicana, Santo Domingo, 1984. Pág. 47


30.  Bernardo Vega: “La Migración…”,  Pág. 47

lunes, 9 de noviembre de 2015


¿QUIÉNES SECUESTRARON A JESÚS DE GALÍNDEZ Y POR QUÉ?

Por Aquiles Julián


                        “No obstante, sugerimos que un examen completo de las declaraciones
                              juramentadas en las que Galíndez enumera los recibos, y su comparación
                              con las cuentas de los bancos de Nueva York, revelaría una fuenta de
                              ingresos distinta de los vascos y una razón relativa a su desaparición.
                              Disponemos de información fidedigna de que el propio Galíndez hacía
                              distinciones en sus libros de cuentas entre rubros de recibos de menor
                              cuantía, de procedencia posiblemente vasca, y las enormes sumas recu-
                              rrentes, de las cuales se requiere una explicación si se quiere resolver el
                              Misterio de Galíndez”.
                                                           Morris L. Ernst
                                   Informe al gobierno de la República Dominicana (1)


El 16 de julio de 1957, en nombre del gobierno de la República Dominicano, su cliente, formalmente presidido por Héctor Bienvenido Trujillo Molina, alias Negro, pero en realidad dominado y controlado por su hermano, Rafael Leonidas Trujillo Molina, el señor Sydney S. Baron, quien presidía la firma de relaciones públicas Sydney S. Baron and Co., Inc., contrató los servicios del reconocido abogado Morris L. Ernst.
La firma de Baron, quien fuera director de publicidad de la maquinaria política del Partido Demócrata en New York, conocida como Tammany Hall, y que años después aceptaría como cliente al gobierno racista de Sudáfrica y se declararía agente registrado del mismo ante el gobierno de los Estados Unidos, pidió al señor Ernst que encabezara a un grupo de abogados e investigadores que “probaran” ante la prensa norteamericana la total desvinculación del gobierno de la República Dominicana y su hombre fuerte, Trujillo, en la desaparición del escritor y representante diplomático del Gobierno Vasco en el Exilio ante la ONU, Jesús María Galíndez Suárez, de quien desde el 12 de marzo de 1956 no se tenían noticias.

¿QUIÉN ERA MORRIS L. ERNST?

Morris L. Ernst era entonces un prestigiosísimo abogado liberal newyorkino en nada sospechoso de simpatías con el pintoresco dictador dominicano y su régimen. La fama de Ernst, nacido en Alabama de padre checo y madre alemana inmigrantes, derivaba de su implicación en la fundación de la Unión Americana de Libertades Civiles, ACLU, de la que fue consejero general desde 1929 a 1959 y de la que también fue vicepresidente de la junta directiva en 1955.
En 1933, Ernst, como abogado de Random House,  defendió en los tribunales la novela de James Joyce, Ulises, imputada de obscenidad, logrando la autorización para su publicación y  difusión en los Estados Unidos y también fue quien escribió el prólogo de esa edición.
  Ernst era un público partidario del director del FBI, J. Edgar Hoover, y sostuvo una relación estrecha con los presidentes Franklin Delano Roosevelt y Harry Truman. En 1946 el entonces presidente Truman lo nombró miembro de la Comisión Presidencial sobre los Derechos Civiles.
  La tarea de Morris L. Ernst, quien subcontrató como asociado y coasesor a William H. Munson, ex magistrado  que durante 21 años había sido Fiscal del Contado de Orleans, New York, y posteriormente también se desempeñó como magistrado de la Corte Suprema del Estado de New York,  era revisar “ a la luz de la ley, los hechos que se relacionan con algunas afirmaciones publicadas por vía de la prensa, la radio y la televisión, en las que se implica que el gobierno de la República Dominicana o funcionarios de dicho gobierno podrían ser responsables por la desaparición el 12 de marzo de 1956 de Jesús de Galíndez” (2)
  La selección de Morris L. Ernst no fue accidental. Poseía un claro prestigio en el sector liberal de la política norteamericana, credibilidad frente a la prensa y la opinión pública como un profesional no proclive a la tiranía de Trujillo y era alguien de fiar para el excéptico y suspicaz director del FBI, Hoover.
  El entonces embajador dominicano ante el gobierno de los Estados Unidos, Manuel de Moya, informó que: “Mi gobierno ha renunciado a todo poder de censura para la publicación de los resultados de la investigación, sean estos resultados favorables o desfavorables para la República Dominicana”. (3)

LO QUE TRUJILLO NUNCA SUPO

La contratación del reconocido abogado fue uno de tantos esfuerzos realizado por el aparato de propaganda e imagen de la tiranía dominicana para aplacar el escándalo que contra la tiranía fomentaban, sin que el mismo Trujillo cayera en cuenta, el Departamento de Estado del gobierno norteamericano, encabezado a la sazón por John Foster Dulles, y la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) dirigida por el hermano del Secretario de Estado de entonces, Allen Welsh Dulles.
  Ambos hermanos habían filtrado convenientemente a la prensa, comenzando por la prestigiosa revista “Life”, pormenores del secuestro por “agentes a sueldo del gobierno dominicano” del exiliado vasco y delegado del Gobierno Vasco en el Exilio ante la Organización de las Naciones Unidas, ONU, Jesús de Galíndez y por igual del asesinato del piloto norteamericano Gerald Lester Murphy, empleado de la Compañía Dominicana de Aviación, CDA, a quien se señalaba como la persona que había transportado a Galíndez, plagiado en New York, a la República Dominicana en un vuelo clandestino.
  La prensa norteamericana se alborotó en  contra  del ridículo y ensorbecido dictador dominicano y sus maneras engoladas.  Armó un escándalo  porque “agentes del dictador dominicano” no sólo habían cometido un secuestro en plena calle newyorkina contra un diplomático con presencia ante la ONU y personalidad pública, sino que había llegado al extremo de asesinar a un nacional norteamericano que trabajaba para la línea aérea dominicana.
Como señala el francés Lauro Capdevila en su libro “La Dictadura de Trujillo”: “…durante todo el año 1957, los periódicos norteamericanos,  Life, el New York Times, Look y Harper´s trazan un retrato pavoroso del régimen” (4) Muchos de estos medios, en particular la revista Life y el New York Times, se conoce que participaron de la Operación Mockingbird para condicionar a la opinión pública según los intereses de la CIA (5)
  La presión de la prensa, que se sumó a la del congresista por Oregon, Charles
Porter,  para que se esclareciera el secuestro de Galíndez y la suerte corrida por Murphy era enorme sobre el gobierno del general Dwigh Eisenhower, Ike.
  Y esa presión y ese escándalo eran alimentados por la CIA y el Departamento de Estado, quienes manejaban tras  bastidores los reflectores filtrando información y descargando sobre el atrabiliario dictador antillano toda la culpa, toda la responsabilidad, la autoría total de aquel secuestro y desaparición del exiliado vasco y de la muerte del piloto norteamericano que transportó al plagiado a la República Dominicana, Gerald L. Murphy.

LA RAZÓN OCULTA DE LA ELIMINACIÓN DE GALÍNDEZ

  ¿Y por qué estaban empecinados la CIA y el Departamento de Estado y en especial sus cabezas, los hermanos Allan y John Foster Dulles en promover el descrédito y la acusación del gobierno dominicano en la responsabilidad de ambos hechos? ¿Por qué filtraban información de mucha precisión y credibilidad sobre el operativo? ¿Qué perseguían con incriminar y poner en la picota pública a un gobierno hasta entonces amigo y aliado de los norteamericanos?
Simple, los hermanos Dulles y las instituciones que encabezaban promovieron y alimentaron el escándalo para disimular una monstruosa y estremecedora verdad: que fueron los servicios de inteligencia norteamericanos, con la autorización del Departamento de Estado y en función de los intereses estratégicos norteamericanos, los que decidieron, planificaron y ejecutaron el secuestro del escritor y exiliado español Jesús de Galíndez, representante oficial del Gobierno Vasco en el Exilio ante la ONU, y lo entregaron al tirano Rafael L. Trujillo en Montecristi para que dispusiera de su vida, y fueron también los que por igual indujeron a Trujillo a eliminar al piloto norteamericano Gerald L. Murphy.
  El secuestro de Jesús de Galíndez en las calles de New York y su traslado a la República Dominicana drogado en una  avioneta piloteada por Gerald L. Murphy y la desaparición y muerte posterior del piloto en tierra dominicana fueron acciones inducidas y favorecidas por la CIA, que ejecutó la primera y promovió la segunda, y que contaron con la anuncia del cabeza de la diplomacia norteamericana, John Foster Dulles.
  ¿Qué razón tenían para ello? Galíndez tenía en sus manos suficientes elementos para enturbiar y echar para atrás la laboriosa tarea comenzada en 1948 por los norteamericanos para reestablecer relaciones con la España franquista y obtener el permiso del dictador español, general Francisco Franco, vencedor de la sangrienta guerra civil que enlutó a España en los años 1936 a 1939, para instalar bases militares en España dentro de una política de “contención” del expansionismo soviético en Europa, la llamada Doctrina Truman.
  La actividad diplomática de Galíndez, sus cabildeos exitosos entre los representantes acreditados en la ONU por sus respectivos gobiernos para mantener el veto a España, que obstaculizaba y afectaba las intentonas norteamericanas para eliminar el veto a la reincorporación de España a la ONU eran una incómoda realidad que frustró en más de una ocasión los propósitos norteamericanos. Y en su objetivo de sabotear el naciente arreglo diplomático y los acuerdos resultantes entre Franco y Eisenhower, Galíndez podía revelar información sensible que podían dar a traste con todo lo que habían alcanzado los norteamericanos hasta entonces.

¿QUIÉN ERA GALÍNDEZ?

  Galíndez no era un cualquiera.
  Había colaborado con  los servicios de inteligencia norteamericanos en República Dominicana cumpliendo acuerdos entre el Partido Nacionalista Vasco, PNV, y el gobierno norteamericano, para informar sobre la infiltración comunista en el país por exiliados republicanos afines al Partido Comunista Español, PCE, o a la ideología estalinista. Por igual para informar sobre el gobierno dominicano y las actividades de partidarios y agentes de las potencias del Eje en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, pues no era un secreto las simpatías de Trujillo por Hitler y Mussolini, así como las de varios de sus ministros.
  Cuando en 1946 abandonó la República Dominicana para irse a residir a los Estados Unidos los vínculos con el Buró Federal de Investigaciones, FBI, y con la naciente Central de Inteligencia, la CIA, prosiguió con la esperanza de que los norteamericanos facilitaran la  caída de Franco y hubiese un espacio para la independencia vasca.
  La relación de Galíndez con la CIA, aprobada por el Lekendari Aguirre, cabeza del llamado Gobierno Vasco en el Exilio, era del total desconocimiento del otro empleador de Galíndez, el FBI y su director, Edgar J. Hoover.
  Entrevistado en París, Francia, en donde tenía su sede el Gobierno Vasco en el Exilio, el Lekendari Aguirre le admitió a un representante del abogado Morris L. Ernst que lo entrevistó como parte de las indagatorias que realizó para la oficina de Barron e indirectamente para el gobierno dominicano de entonces, que “tanto él como Galíndez habían prestado valiosos servicios al gobierno de los Estados Unidos en muchas ocasiones” (6)
  Por medio de Galíndez la CIA proporcionó fondos que sirvieron para financiar la resistencia vasca en la España franquista de post guerra.
  Galíndez  rechazaba con vehemencia el cambio de política exterior norteamericano, posterior a 1948;  su acercamiento acelerado a Franco y su olvido de los compromisos contraídos con los vascos para el derrocamiento de la dictadura franquista. John Foster Dulles y su hermano temían que Galíndez podía reaccionar altamente despechado por el giro de los acontecimientos y echar todos aquellos años de paciente esfuerzo diplomático por la borda al revelar la complicidad de la CIA y el Departamento de Estado norteamericano en la financiación y apoyo a las actividades de resistencia y de guerra que unidades rebeldes vascas y activistas vascos realizaban en España enfrentando al gobierno de Franco,  como parte de lo que se llamó  el movimiento maquis de resistencia al franquismo y que se sostuvo hasta comienzos de los años ´50.
  Tras la derrota del Eje y sobre todo en los años ´50, ni Galíndez ni los vascos eran útiles, abandonada la línea de confrontación y derrocamiento de Franco que imperó en los años ´40 en los Estados Unidos; pero en el caso de Galíndez el asunto era más grave: él podía echar por tierra todos los años de laboriosas negociaciones para desmontar suspicacia y el rechazo del lado español y construir una alianza.
Dentro de las fuerzas militares españolas que apoyaron a Franco los norteamericanos no eran bien vistos:  Franco y sus hombres habían sido un pasivos aliados de las potencias del Eje: Alemania, Italia y Japón, y en algunos casos,  como el de la Brigada Azul española, comprometidos y activos, y fue un beneficiario durante la guerra civil española de la ayuda de Hitler y Mussolini, sin las que difícilmente hubiese salido victorioso. Los norteamericanos habían sido los enemigos de sus amigos. Peor aún, los norteamericanos habían promovido de manera pública el cerco diplomático y la exclusión de España y su gobierno de la ONU y lo habían tratado como un perro sarnoso.
  Si ahora que las aguas iban calmándose y Franco se mostraba abierto a conversar y negociar,  Galíndez irrumpía con pruebas documentales y testimonios que probaban la complicidad norteamericana en la financiación de la resistencia vasca en la España de post guerra, aquello podía devolver al inicio o, peor aún, destruir por años cualquier avenencia y acuerdo entre el gobierno franquista, que no mostraba mayor interés en establecer un acuerdo con los norteamericanos, y el gobierno estadounidense.
Galíndez era un peligro, y no un peligro menor. Podía echar por tierra las pretensiones norteamericanas.
  Se había convertido en una amenaza.
  Esa, y no otra, fue la razón por la que Allan y John Foster Dulles, director de la CIA el primero y Secretario de Estado el segundo, maquinaron el plan para salir de Galíndez instrumentalizando al engolado y dado al crimen tirano que era el señor de horca y cuchillo en la República Dominicana.

LA CONSPIRACIÓN DE LA DESINFORMACIÓN

  El plan tenía que no sólo permitir la eliminación física de Galíndez sino por igual encubrir y hacer desaparecer cualquier vinculación norteamericana a aquel caso, descargando toda la culpa y la responsabilidad en la sanguinaria tiranía de su viejo aliado Rafael L. Trujillo, tan dado a los crímenes políticos en el exterior.
  Para ello se urdió una trama y se la ejecutó con maestría y celo, contando con un equipo especial para tareas sucias que actuó como subcontratista de la CIA. Ese equipo provocaría al tirano dominicano, le ofrecería en bandeja de plata la cabeza de Galíndez, ejecutaría el secuestro y el traslado de la víctima a territorio dominicano y luego la CIA y el Departamento de Estado se encargarían de filtrar información que colocara los reflectores de la prensa sobre el gobierno dominicano y su hombre fuerte, Trujillo, culpándolo del secuestro, traslado y muerte del exiliado vasco.
  Esa era la realidad que se vivía tras el secuestro el 12 de marzo del 1956 de Jesús de Galíndez, cuando volvió a su hogar tras impartir docencia en la Universidad de Columbia, New York.
La explicitación, hasta donde es posible lograrlo en medio del ocultamiento sistemático del gobierno norteamericano de esta acción que mancha su imagen y la destrucción por instrucción del entonces presidente de la República Dominicana, Dr. Joaquín Balaguer, en 1961 del archivo dominicano relativo al secuestro y desaparición de Jesús de Galíndez, delito del que era cómplice por encubrimiento, de la responsabilidad de la CIA y el Departamento de Estado norteamericano, y en particular de sus cabezas, los hermanos Allen y John Foster Dulles en las muertes de Jesús de Galíndez, Gerald L. Murphy y las muertes que estos crímenes desencadenaron, es el propósito de este artículo que conmemora el 60 aniversario del secuestro y muerte de Jesús de Galíndez y del piloto Gerald Lester Murphy, al igual que los de otros implicados o testigos accidentales, tanto norteamericanos como dominicanos y de otras nacionalidades.
  En la cita con que damos inicio a esta artículo, y sin que tuviera idea de la certeza de su juicio, porque una de las “razones” que se ventilaron de la desaparición de Galíndez era que este se había fugado con US$500,000.00 dólares (y el mismo abogado Ernst lo acusa de haber “timado” al Estado dominicano con $10,000.00 pesos dominicanos, que según Morris L. Ernst fue la razón de que Galíndez abandonara la República Dominicana como si alguien pudiera salir del país sin el conocimiento y permiso del dictador), el astuto abogado newyorkino sin saber da en la diana: la “fuente de ingresos distinta de los vascos” que se convierte en una “razón relativa de su desaparición”.
  Esa “fuente distinta de ingresos” eran precisamente la CIA y el Departamento de Estado que proporcionaban fondos para la resistencia vasca, dentro de los acuerdos establecidos entre el Gobierno Vasco en el Exilio y el gobierno norteamericano.
  Galíndez manejaba, como representante y delegado del Gobierno Vasco en el Exilio esos fondos. Sabía su procedencia. Y su destino.
Era una información explosiva.
Lo suficiente como para que urgiera eliminarlo sin dejar rastro sobre los reales responsables por su plagio y entrega al tirano dominicano.
En ese mismo documento del abogado Morris L. Ernest este escribe, con esa perspicacia propia de los abogados rejugados: “Esos fondos no depositados pueden tener una estrecha relación con la pregunta que hemos formulado anteriormente: ¿recibía Galíndez dinero no solamente de los vascos sino también, y tal vez en su mayor parte, de otras fuentes?” (7)
  Morris L. Ernst no podía sospecharlo entonces, pero su olfato le había puesto sobre la pista del crimen: la fuente mayor de financiamiento, la CIA y el Departamento de Estado, implicados hasta los tuétanos en suplir fondos para la resistencia vasca al interior de la España franquista, dentro de los acuerdos hechos con el Gobierno Vasco en el Exilio que le permitió a la CIA contar con los grupos y agentes vascos dentro y sobre todo fuera de España, quería eliminar una posible piedra de escándalo en momentos en que la avenencia, reconciliación y acuerdos con Franco y su gobierno eran del mayor interés de la política exterior norteamericana.
  Un hombre podía destruir esos propósitos al hacer pública, con pruebas documentales,  la financiación norteamericana a la resistencia vasca dentro de la España franquista: Jesús de Galíndez. Él había recibido los fondos y los había distribuido. Él había hecho acuerdos, en nombre del Gobierno Vasco en el Exilio,  con los norteamericanos. Él se reunía con funcionarios del Departamento de Estado, la CIA y el FBI. Él llevaba escrupulosos registros y en su meticulosidad podía ofrecer datos escandalosos.
De él, que ya no era necesario sino un peligro inmanejable, había que salir. Y había que cubrir las huellas y despistar para inculpar a otro y colocar sobre el otro los faros alarmados de la prensa. Y eso fue lo que la CIA y el Departamento de Estado, encabezados respectivamente por los hermanos Allan y John Foster Dulles hicieron que sucediera.


UNA MADEJA DE MENTIRAS, VERSIONES Y DIVERSIONES

  La amplísima cantidad de versiones (una de las técnicas de la desinformación es hacer correr distintas versiones contradictorias sobre un mismo hecho, porque la mente tiende entonces a reaccionar abrumada y descartarlas todas), acerca de la razón por la que Trujillo supuestamente ordenó el secuestro y traída al país de Jesús de Galíndez ya de por si debe movernos a sospecha.
Son todas versiones de oída, anécdotas sin soporte documental, cuentos adobados al gusto, que insisten en la decisión impulsiva, temperamental, sin medir consecuencias, que supuestamente Trujillo tomó incómodo porque Galíndez escribió en su tesis lo que todo el mundo sabía de más: que Ramfis, su primogénito varón, había sido concebido fuera de matrimonio, mientras él estaba casado con Bienvenida Ricardo.
Y todas convenientemente diseminadas por la CIA y sus mecanismos de divulgación, los mockingbirds y colaboradores gratuitos, para encubrir el hecho de que fue la CIA la que planificó, organizó y puso en ejecución un plan de provocación para inducir a Trujillo a autorizar el secuestro y traslado a República Dominicana de Galíndez, y como Trujillo no reaccionaba fue la CIA a través de su agente, John Joseph Frank, quien le propuso a Trujillo secuestrar y entregarle a Galíndez, sin que Trujillo supiera que Frank era parte de una telaraña conspirativa en perjuicio del propio Trujillo y parte de un plan de la CIA y el Departamento de Estado, encabezadas ambas instituciones por los hermanos Dulles, para deshacerse de un incómodo y peligroso colaborador convertido en amenaza a los intereses norteamericanos.
  Demos un vistazo a las versiones más socorridas.
Así, un autor como Robert D. Crassweller, en su libro “Trujillo, la Trágica Aventura del Poder Personal” cae en la socorrida versión de que la tesis que Galíndez escribía fue el origen de su secuestro (tesis, por cierto, que nadie conocía, salvo las copias que Galíndez proporcionaba con fines de censura previa al FBI y a la CIA), y hace una afirmación falsa: “Dados su hábitos bohemios, su desaparición el 12 de marzo pasó varios días desapercibidas” (8), pasando por alto dos hechos: 1. Que Galíndez era hombre de vida sobria, reservada, disciplinada, nada bohemia ni disipada (se le tenía incluso por “tacaño”), y 2. Que los varios días que se ocultó su desaparición fue una acción de un “periodista” indudablemente vinculado a los mockingbirds de la CIA, Stanley Ross, director del El Diario de New York, periódico para la comunidad hispana en el cual Galíndez publicaba sus artículos, quien ocultó la desaparición el tiempo suficiente como para que la CIA limpiara escrupulosamente el apartamento de Galíndez e incautara importantes documentos y “sembrara” otros.
Algunos autores, como el ex oficial del Servicio de Inteligencia Militar, SIM, Víctor Alicinio Peña Rivera, en su libro “Trujillo, Historia Oculta de un Dictador” se descanta por la fábula de que a Ramfis Trujillo, el hijo mayor del tirano, le “llevaron” un ejemplar de una revista Bohemia, editada en Cuba, con un artículo de Galíndez en que este informaba de que Ramfis había sido concebido en adulterio, mientras tanto su madre como su padre estaban casados con otras parejas y que Ramfis, enojado, increspó a Trujillo que, enervado por el mal rato, chilló que él, Trujillo, quería a Galíndez en el país. (9)
Y unos, como Euclides Gutiérrez Féliz, en su libro “Trujillo, Monarca sin Corona” más recurren a la delación hecha por Minerva Bernardino de la tesis que Galíndez preparaba, quien informó a Trujillo que Galíndez venía con una tesis crítica contra el régimen. Gutiérrez declara que Ramfis, el hijo mayor del tirano, ordenó “conseguir una copia del libro de Galíndez antes de que éste fuera publicado. A mediados de año o principios de agosto (de 1955, AJ), una copia llegó a manos del hijo de Trujillo”  (10)
  Y no falta quien, como Fernando Infante, comparta una supuesta imputación de Balaguer al presbítero Oscar Robles Toledano, ambos colocados en la mira del FBI por tener que ver con el caso Galíndez. Infante narra que recibió por vía de Rafael Vidal Martínez, el hijo de uno de los artífices del trujillismo, Rafael, Fello, Vidal, una anécdota que le contó su padre sobre una supuesta conversación de Balaguer, entonces secretario de Estado de la Presidencia, en un acto del Instituto Trujilloniano.
  Sin sospechar sobre la alta improbabilidad de que tal conversación de un tema tan sensible aconteciera en un lugar público, rodeados ambos de otros funcionarios trujillistas de oído atento y lengua presta a la infidencia,  en medio de una cultura de delación, servilismo y chismes que buscaban congraciarse con Trujillo y hacer caer en desgracia a otros, para acceder al puesto.
 En la conversación que Infante divulga   implícitamente los dos funcionarios trujillistas admitían la responsabilidad del régimen en el plagio y muerte de Galíndez, algo que públicamente el régimen de Trujillo, y Balaguer como parte del tinglado de desinformación y encubrimiento,  que afanaba en desmentir.
  Infante reproduce en sus dos biografías de Trujillo la anécdota venenosa (pues sabe de la animosidad de Balaguer contra Robles Toledano, cercano a otro enemigo de Balaguer, Rafael, Fello, Bonnelly): “Vidal le comentó a Balaguer sobre lo de Galíndez, lo que él (Vidal, AJ) consideraba como un absurdo, sobre todo porque el gobierno se encontraba en uno de sus peores momentos dentro del ámbito internacional.
Balaguer le respondió a Vidal que tenía razón en su apreciación y que a él también le pareció algo descabellado pero que todo lo había originado el Cónsul en Nueva York, Robles Toledano y por tanto de éste era la culpa del escándalo por haber informado a Trujillo que Jesús de Galíndez publicaría un libro que se inmiscuía en su vida privada” (11)
  Sólo que en 1956 no era verdad que la dictadura trujillista atravesara por ningún “peor momento” dentro del ámbito internacional. Por el contrario. Y la posibilidad de tal conversación en medio del ambiente de doblez y traición propios de la tiranía, con la admisión de la responsabilidad del secuestro por parte nada menos que del secretario de Estado de la Presidencia de entonces, resulta fantasiosa.

UNA VERSIÓN NADA CÁNDIDA DEL SECUESTRO

  Durante 60 años la fábula parcial de que “agentes trujillistas” habían secuestrado en las calles de New York al exiliado vasco Jesús de Galíndez y lo habían trasladado subrepticiamente a República Dominicana donde Trujillo lo había torturado personalmente y luego lo había hecho desaparecer, promovida por la CIA a través de la revista Life , el New York Times y otros medios de prensa norteamericanos, a los que filtraron información, fue la verdad oficial.
  Y como siempre, la verdad oficial siempre encubre la otra, la verdad real, la no conveniente, la incómoda.
  Es tiempo de que esa otra verdad, incompleta, con remiendos debido al ocultamiento de documentos, molesta y desafiante de mitos y mentiras, empiece a emerger.
  Esta es una aportación a que la historia real desbroce el fárrago de mentiras que nos embuten y con la que nos engañan.
  Es lo mínimo que podemos hacer, no por Galíndez, no por Murphy, sino por nosotros mismos.
  Evaluemos con actitud crítica, pero abierta, los datos, indicios e hipótesis que expongo a la consideración del público en este 60 aniversario del secuestro y muerte de Jesús de Galíndez.




NOTAS:

1.         Cándido Gerón:  “Informe y documentos del caso de Jesús de Galíndez”, Editora Corripio, 2008. 1ra. Edición,  Rep. Dominicana, Pág. 151

2.         Cándido Gerón: obra citada, Pág. 31

3.         Cándido Gerón: obra citada, Pág. 29

4.         Lauro Capdevila: “La Dictadura de Trujillo”, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2000, 1ra. Edición en español. Pág. 291

5.          Carl Bernstein: “The CIA and the Media” Rolling Stones magazine, 20 de octubre de 1977.


6.         Cándido Gerón: obra citada, Pág. 147

7.         Cándido Gerón: obra citada, Pág. 152

8.         Robert D. Crassweller: “Trujillo, la Trágica Aventura del Poder Personal”, Pág. 323

9.          Víctor A. Peña Rivera: “Trujillo, Historia Oculta de un Dictador”, Publicaciones América, 1996, 3ra. Edición, Rep. Dominicana, Págs. 163-186

10.         Euclides Gutiérrez Féliz: “Trujillo, Monarca sin Corona”, cuarta edición, 2009, República Dominicana, Pág. 431


11.          Fernando Infante: “Biografía de Trujillo”, editorial Letra Gráfica, 2009, Rep. Dominicana, Págs. 147-148 y Fernando Infante: “Trujillo: Aproximación al Hombre y su Tiempo”, Editorial Letra Gráfica, 2002, República Dominicana, Pág. 154