martes, 31 de agosto de 2010

UNA NUEVA PERCEPCIÓN ESTÁ CAMINO A NACER


Un intercambio por Facebook con Huayna Jim

Me parece importante este intercambio de ideas con una amiga de Facebook. Y lo transcribo para compartirlo por esta vía.

Huayna Jim Gracias por ese artículo, Aquiles. Un aporte demasiado necesario para completar el inconcluso y desmenuzado rompecabezas de la historia dominicana.

Aquiles Julián De lo que se trata, Huayna, es de entender: ni excusar, ni justificar, ni defender ni exculpar, ni esconder... La historia real, las responsabilidades reales, tienen que ser dichas y asumidas. Aquí queremos disfrazar todo para que no se ventile nada. Que nada se remueva. Y como decía Lilís: "que no se meneen los altares, para que no se caigan los santos". Y mientras tanto, los dominicanos embobados tragándonos todo tipo de cuento.

Huayna Jim Coincido plenamente contigo. Este fin de semana pasado escribí largo y tendido en medio de un debate que, de iniciar en torno a faltas ortográficas terminó enredado en el farragoso tema del izquierdismo en RD. Ahorita hablaba justamente sobre el mito y la prohibición "de facto" de menear altares, ordeñar vacas sagradas, tocar intocables, etc., que mantiene este pueblo en la anomia y el embobamiento. No vivimos una España, sino una República Dominicana Boba desde hace décadas.

Aquiles Julián

Hace un momento me mandaron a callar. Publiqué el email y mi respuesta en mi blog: http://elblogdeaquilesjulian.blogspot.com/
Hay gente que ni leer bien sabe, el pique no las deja entender. Triste el caso. El asunto es que, como dice Jimmy Sierra, "yo estuve ahí", así que a mí no me van a contar cómo fue. Y eso es lo que preocupa a algunos. Porque siempre, a los que no vivieron esos tiempos, se les puede mentir y estafar. Cada quien que cargue su propia carga: Balaguer, Bosch, Peña Gómez, Wessin, Pérez y Pérez, Nivar, Pou Castro, Amín Abel, El Moreno, etc. Aquí no hubo santos, ni héroes. Fueron personas que se enfrentaron a sangre y fuego por el poder. Unos ganaron, otros perdieron. ¿Y qué hubiesen hecho los perdedores de ganar? ¡Tremendo baño de sangre! ¡Tremenda dictadura! ¿Y esos son los mártires y santos del panteón izquierdista?
¡Ave retro, Satanás!

Huayna Jim

Respecto del comentario de Sangiovanni y tu respuesta:
Siempre he pensado que a Balaguer, como a otros personajes de nuestra historia política, se le endiosó, atribuyéndosele cualidades casi sobrehumanas sobre todo en lo que a su inteligencia se refiere. Como tú, pienso que Balaguer fue hábil, pero ciertamente, no un genio. También concuerdo totalmente en que él no fue un estadista, puesto que ninguna de sus políticas contribuyeron a forjar un estado dominicano más fuerte. Antes bien, lo debilitaron aún más y prefiguraron el desastre que es hoy día ese estado, anómico, lastrado por la corrupción que no se detiene ante la puerta de ningún despacho ya, y que no es más que un espaldero del narcotráfico. Sobre las necesidades históricas que él tuviera o no, de combatir el comunismo, aquí se ha callado mucho. Somos cada vez más las personas que ansiamos un recuento de ese momento histórico menos parcializado y más veraz.

Aquiles Julián

Bueno, pues por fin alguien entiende tanto mi punto de vista como el sentido de lo que escribo. Los extremistas totalitarios quieren reducir todo a satanizar a Balaguer y santificar a sus "mártires". Y le molesta que se remuevan las cosas. Y también hay quienes no desean, por el lado de Balaguer, que se explicite su papel. Como tú, pienso que tiene una gran responsabilidad en llevarnos a este Estado presidencialista, centralizado, de escasos controles, de tanta impunidad, de tanta carencia de cultura democrática, de tanta propensión a la corrupción, el dolo y el cohecho. Él, particularmente, lo favorecía como una manera personal de gobernar. Y sus herederos, perredeístas y peledeístas, han agravado aquellas prácticas de por sí deleznables.
Los ciudadanos independientes, que no tenemos vela en ningún entierro, que no hemos sido, ni somos ni aspiramos a ser copartícipes del descalabro y la cogioca monumental que prevalece en el país, tenemos que evidenciar la realidad y sus orígenes. De ahí que, desde que empecé a intentar estas reflexiones, haya recibido todo tipo de insultos y calumnias. Que a mí, por cierto, ni me afectan ni me importan. De hecho, sabía que vendrían. Lo que me alegra es también la inesperada y siempre grata presencia de personas que, como tú, coinciden y enriquecen las ideas que expongo y me amplían mi visión.

A MI AMIGO DENNY SANGIOVANNI, CON APRECIO


Un amigo de infancia, Denny Sangiovanni, comenta mi artículo… Y mi respuesta a su comentario.

Denny Sangiovanni dice:

agosto 30, 2010 en 4:08 pm

Balaguer no fue el monstruo creado por nadie. El nunca necesito ayuda para eso. Balaguer y su gente se ocuparon de mantener “un cuco” de izquierda para los Norteaméricanos con el fin de obtener recursos del país del Norte en su lucha contra “el comunismo”, que muy bien sabía que no tenía ni la gente, ni los recursos para ser nunca una opción de poder en el país. Con éste “jueguito” se asesinaron muchas personas de valía en nuestro país. No solamente eso, Balaguer se ocupó de prostituir como nadie cada uno de los poderes del Estado, y puede ser considerado cómplice en el asesinato de Orlando Martínez,, por el conocimiento de sus autores materiales e intelectuales, proporcionado por Neit Nivar Seijas , entonces Jefe de la Policía Nacional en ese entonces.

Aquiles Julián dice:

agosto 31, 2010 en 9:30 am

Ciertamente, Denny, Balaguer no fue un santo. Tampoco los otros. Algunos, como Amín Abel y Otto Morales, encabezaban una organización terrorista, el MPD, dedicada a poner bombas, atracar, asesinar policías y soldados, realizar asaltos y secuestros, lo que provocó su persecusión y asesinato (una grave violación de los derechos ciudadanos, ilegal y abusiva). No creo que “mantuvo un cuco de izquierda” pues el “cuco” en realidad existía. Pero como gobernante fue permisivo y si no mandó (no tengo prueba de ello), por lo menos sí permitió y premió el crimen político. En vez de dar una respuesta institucional y constitucional al terrorismo de izquierda, se comprometió en el terrorismo de Estado, violando sus compromisos con la sociedad y el país. Creo que también tuvo logros y aciertos, pero ni sus logros excusan sus extravíos, ni los extravíos le restan mérito a sus logros. Tenía también la presión de la política de seguridad nacional impulsada por entonces por los norteamericanos. Y la presión de los militares que exigían una respuesta a los desarmes, asesinatos, el terrorismo y los atracos de la izquierda.
La revisión del período y de la persona hay que hacerla, entonces, sin simpatías ni antipatías, sino tras la visión más equilibrada, certera y cercana a la realidad.
Igualmente, es cierto que Balaguer no se interesó en institucionalizar al país. No era, no lo fue nunca, un estadista. Era un político: maniobrero, habilidoso y engatusador. Tampoco el genio que han querido vender. Es un personaje tragicómico. Pudo haberse engrandecido, pero su pasado y su gusto por el poder lo anclaron a prácticas cuestionables.

UN EX-CONMILITÓN SE SIENTE INCÓMODO CON LO QUE ESCRIBO, AUNQUE NO ME LEE MUY BIEN, SUPONGO QUE POR EL PIQUE


Me piden que me calle

Mi estimado Aquiles, hace años que aprendí a dejar pasar muchas bolas, pero esta que tú estás lanzando de vez en cuanto me agobian: en la vida hay una cosa muy importante, que es el respeto. Tienes el derecho de limpiar a Balaguer de todo, después de todo esa es tu opción. El problema es cuando limpias a Balaguer y embarras a muchísima gente, en este caso, a la izquierda. Tú y yo tenemos un pasado común: tuvimos en el PCD. Tú llegaste a ser hasta candidato a diputado, si mal no recuerdo. Viajaste, trabajaste en los sindicatos, etc. Un día saliste y entonces comenzaste una cruzada antipecedeísta. Ese también es tu derecho. Yo duré un buen tiempo peléandome en el PCD hasta que me di cuenta que no tenía sentido y me salí. Conservé algunas amistades, tanto de ahí como de mis antiguos partidos de izquierda. Ahora creo que la izquierda dominicana ha estado más perdida que Lindberg, etc. Creo que es un absurdo ser ahora un izquierda como se era en los 60 o 70 o en los 80. Sin embargo, creo que es más fácil limpiarse con los izquierdistas que enfrentar a los derechistas. Muchísimos izquierdistas fueron oportunistas y hasta peor que los derechistas, pero en sentido general hubo mucha lucha, sacrificios, muertes, y pienso que tú eres el menos indicado para arrogarte el derecho de borar de un sopetón todo eso y sacar tu cara de triunfo. Creo que no necesitas nada eso. Te recomendaría que comenzaras a sacar tus libros de cuentos, de teatro, de poesía, que en eso sí eres bueno, pero no como diría Balaguer -refiriéndose a Peña Gómez: "No te cages fuera del cajón". Un saludo cordial
Miguel

Y respondo con el bolero: ¿Por qué me he de callar?

Apreciado Miguel (y te recomiendo que añadas el apellido):

Pienso que debes leer con mayor cuidado lo que escribo. En ningún momento estoy limpiando a nadie. No lo necesito. Si lees mi artículo lo que digo es que el autor del libro quiere excluirse y excluir a su país de la política de Seguridad Nacional que patrocinaron y que condujo al terrorismo de Estado. Te cito en específico: "Y también lo es el querer ahora discretamente descargar sobre las fuerzas armadas dominicanas y el ex –presidente Balaguer toda la responsabilidad de la aplicación de la doctrina de Seguridad Nacional que se prohijó en la década del ´70. Ellos tendrán parte de la responsabilidad y la culpa, señor Bosch. Pero asuma la suya, la que le toca, y la de su país y su gobierno, en la bacanal sangrienta en que nos vimos inmerso. " Ahí dice bien claro que ellos: Balaguer y las Fuerzas Armadas, tienen su parte de responsabilidad y culpa en el terrorismo de Estado, pero no toda, porque el gobierno de los Estados Unidos prohijaba y casi imponía esa solución para la época. Te reto, ya que inventas una calumnia, a que me diga una sola acción, un sólo escrito, una sola prueba de que yo salí (por cierto, en 1983= y comencé "una cruzada antipecedeísta", porque nunca he escrito nada acerca del PCD ni en bien ni en mal. Lo que hice, lo hice, por una credulidad imbécil, pero nunca he dicho que no fui, ni que no participé. Como me reputas cobarde implícitamente, en tu expresión de que "es más fácil limpiarse con los izquierdistas que enfrentar a los derechistas", lo que indica que mentalmente sigues preso de categorías del siglo XVII, izquierda y derecha, cuando vivimos en el siglo XXI, te diré que tienes que prestar atención a mi artículo, pues en él señalo que las fuerzas armadas dominicanas tienen un origen espúreo, que han funcionado y siguen funcionando como un ejército de ocupación contra la sociedad, que en ella operan grupos de exterminio y otras expresiones que, en mi opinión, pocos aquí se atreven a sostener. Si ellas, en tu opinión, son parte de esa "izquierda" a la que aludes, entonces parece que sí, que me estoy limpiando en la izquierda. ¡Mi hermano, lea mejor! Sobre si soy o no "el menos indicado" para arrogarme el derecho a borrar de sopetón las "luchas, sacrificios, muertes" de la izquierda, te solicito que me digas por qué soy el menos indicado, así que te invito a que reveles, si es que conoces algún dato que me invalide, qué inconducta, acto delictivo, vergonzoso o inmoral, cobarde o traidor me signa y descalifica. Tengo todo el derecho del mundo a rectificar y cambiar mis opiniones y preferencias, a criticar y exponer mis ideas y a clarificar hechos y situaciones. Y si bien en el período de los 12 años se cometieron crímenes y abusos incalificables y asquerosos, como aquel asesinato múltiple del sargento Ráfaga en Barahona o el de los cinco clubistas del barrio 27 de Febrero, también es cierto, ¿lo puedes negar, Miguel? ¿Es falso lo que voy a afirmar a continuación?, que los grupos extremistas dominicanos querían imponer en el país una dictadura totalitaria, terror rojo incluido, y se comprometieron en acciones terroristas y delincuenciales, incluyendo secuestro, extorsiones, bombas, asaltos y atracos, asesinatos de humildes policías y soldados, cuando no de humildes billeteros y cambiacheques, así de personas sindicadas graciosamente como "calieses", cuando no se enzarzaron entre ellas mismas a tiro limpio. Y así dieron pie, con sus actuaciones violentas y delictivas, a justificar la persecusión en su contra. ¿Eran santos? ¿Les perseguían por sus ideas? No, eran violentos partidarios de la guerra y el arrancarle la cabeza a todo el que discrepara de ellos. ¿O no era así, Miguel? Si te molesta mi cara "de triunfo" lo lamento, pero la traje de fábrica. En los 12 años no fui del PCD: desde 1968 al 1976 fui del MPD y posteriormente tuve un ligero vínculo con un par de organizaciones, que no llegó a cuajar, entre otras cosas, porque una de ellas me pidió que me quedara en el MPD e hiciera labor de zapa y eso ni lo he hecho ni lo voy a hacer. De donde salgo, salgo solo. Como lo hice del MPD y como luego lo volví a hacer del PCD, renunciando incluso a continuar la amistad con personas de mi aprecio para evitar mal entendidos.

Para desgracia tuya, por lo que veo, pienso seguir ahondando en mi evaluación personal de una época en la que intervine, no con buen tino, lo admito, y que me concierne, porque es parte de mi historia personal. Y, de hecho, pienso compartir este email por mi blog: http://elblogdeaquilesjulian.blogspot.com, con mis lectores, porque es justo es conozcan tu opinión... y mi respuesta.

Te reitero el reto a que me pruebes cuándo, dónde, en qué desarrollé "una cruzada antipecedeísta", lo cual, te repito, es simple calumnia. Y qué hechos, en tu opinión, me hacen "el menos indicado" para juzgar la conducta de los grupos totalitarios en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado.

Te aclaro, igualmente, que fui a un único viaje a Cuba en 1980. Fui candidato a diputado, electo por las bases de la organización, en las elecciones de 1982. Y fui parte del comité ejecutivo de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, y el redactor principal del documento constitutivo de su congreso fundador... ¿Y?

Era lo que creía cándidamente en ese tiempo y fui coherente con lo que pensaba. Lo mismo hoy. No creo que exista la izquierda y la derecha: creo que existen los que son partidarios de las sociedades plurales, abiertas, democráticas y de libre empresa, con libertades civiles y ciudadanas, por un lado; y los partidarios de sociedades totalitarias, dictatoriales, cerradas, que niegan el derecho a la propiedad y por igual niegan los derechos civiles y ciudadanos. Y soy firme partidario y promotor de la primera, y enemigo jurado y crítico de la segunda.

Tú puedes elegir tu bando; no me niegues a mí el derecho de escoger el mío. Ni tampoco me mande callar, pues ni tengo nada de que avergonzarme, ni nada que ocultar, ni nada por lo que bajar la cabeza.

A pesar de mi paso por el MPD, nunca incurrí en ningún delito, que no fuera el alborotar y tirar un par de pedradas. No atraqué, no maté, no asalté, ni tiroteé, ni tampoco delaté, ni me acobardé ni he tenido ninguna conducta que me haga bajar la cabeza. Y si sabes alguna, dímela, y con las consiguientes pruebas, claro.

Así que, lo lamento. Seguiré escribiendo y diciendo mi verdad. Y si me escribes la tuya, la colocaré gustoso en mi blog para que se conozca y se escuche otra campana. Pero no es tiempo de silencio y complicidad, es tiempo de esclarecer y decir cada quien lo que tenga que decir.

Aquiles Julián

domingo, 29 de agosto de 2010

INICIO DE LA CRÍTICA AL LIBRO DEL CORONEL USA BRIAN J. BOSCH


Brian J. Bosch y los orígenes de las fuerzas armadas dominicanas.

A propósito de “Balaguer y los militares dominicanos” de Brian J. Bosch, 1

Por Aquiles Julián

Joaquín Balaguer es, por mucho, la bestia negra de la clase media radical urbana dominicana. Ningún otro individuo les ha merecido tal grado de animosidad. ¡Ni Trujillo, a quien ellos o sus padres sirvieron! De ahí, que a Balaguer se le detracta, se le insulta, se le maldice, pero ni se le estudia ni se le reconocen méritos o logros. ¿Cuál es el origen de tanto odio?

Dos libros, uno del ex –agregado militar norteamericano para los años 1970-1974, Brian J. Bosch: “Balaguer y los militares dominicanos” (Fundación Cultural Dominicana, 2010), y otro del ex–agente de la Inteligencia cubana y ex–miembro del proyecto Caamaño, Melvin Mañón: “Travesía” (edición del autor), recientemente leídos ambos, colocan la evaluación de los gobiernos de Joaquín Balaguer, en particular el período conocido como Los 12 Años, 1966 a 1978, como importante tarea a acometer. Vale la pena desbrozar el caldo espeso de mentiras, medias verdades y sofismas acumulados sobre ese período y que pasa por “verdad oficial”.

EL DOMINIO DE LA CLASE MEDIA RADICAL SOBRE LOS APARATOS IDEOLÓGICOS DEL ESTADO

La clase media radical urbana, que en 1960-61 la constituían, sobre todo, los hijos de los funcionarios trujillistas y jóvenes universitarios, y en particular aquellos hijos de trujillistas en desgracia, evolucionó masivamente, escandilada por el triunfo de Fidel Castro en Cuba, y por lo menos de manera verbal, hacia su muy particular interpretación del marxismo-leninismo, y buena parte de ella derivo, una hacia el maoísmo y otra hacia el castrismo. Como consecuencia natural, aplicando la política de penetrar los llamados “aparatos ideológicos del Estado”, este sector social se infiltró en la prensa, la iglesia, las escuelas, colegios y universidades, los grupos de opinión, las asociaciones y los sindicatos, los grupos deportivos, artísticos y dondequiera que pudo. Y desde allí ha impuesto una interpretación de la realidad casi obligada, como si fuese la única válida y posible, cuando en realidad es mayormente una estafa.

Eso hace que casi sin discrepancias mayores, escuchemos de manera consistente por muy diversas vías versiones acarameladas, trucadas, falsas o acomodadas de los acontecimientos que la sociedad dominicana ha vivido en los últimos 60 años. Han montado un panteón heroico, ocultando las inconductas de sus prohombres, han definido principalías, han dimensionado y exaltado hechos, exagerado acciones, maquillado sucesos, decorado acontecimientos, así también han establecido sus villanos favoritos, contrapeso de sus héroes, como toda una mala película de Hollywood.

Y el mayor de todos sus demonios, el blanco de los peores anatemas, es Joaquín Balaguer. ¿Y cuál fue el principal pecado del ex–presidente Balaguer? Pues que no dejó que un grupo de mozalbetes envalentonados y desquiciados lo echaran del gobierno, les quitó el sueño acariciado de tomar por la fuerza el poder e implantar una dictadura terrorista, su versión tropical de la dictadura del “proletariado”, y realizar un baño de sangre en el país. De ahí proviene la razón mayor del odio que le profesan. Es la expresión de la frustración, el resentimiento y la rabia del perdedor.

Penosamente, al dominar los sistemas de información, educación e generación de conciencia social (dominan escuelas, universidades, medios informativos, asociaciones, grupos deportivos, religiosos, artísticos, partidos y organizaciones políticas y también no gubernamentales, y buena parte de los gobiernos que hemos tenido en los últimos 14 años), toda esa melcocha incoherente que pasa por ser la interpretación histórica oficial al uso se mantiene como la verdad aceptada por todos. Y como los dominicanos no hemos sido enseñados a pensar, a discernir, a cuestionar, a dudar, a sopesar, a verificar, a examinar pruebas y soportes, sino que creemos acríticamente lo que una figura de autoridad, un jefe, un líder, nos cuenta (incluyendo una figura de la televisión), sobre todo por pereza, pero también por conveniencia, pues se rechaza aquello que crea disonancia cognitiva y genera conflicto con las creencias dominantes, entonces se repiten disparates y se airean mentiras que se toman por oro del bueno. Y no lo son.

De ahí que tal vez posea algún tipo de utilidad que, apoyándonos en ambos libros, y en otras fuentes, propongamos una versión distinta de la historia dominicana de los últimos años, simplemente para tener contra qué contrastar la historia oficial que nos han impuesto.

Y la historia dominicana de las últimas décadas está vinculada muy especialmente a las ejecutorias del ex –presidente Joaquín Balaguer y sus actuaciones, ya que gobernó 22 años, y gravitó en más de 40, y fue actor principal en la transición de la dictadura a la democracia, en 1961, y de la guerra civil a la estabilidad y la democracia, a partir del 1966. Así que, empecemos por el libro que le dedica el ex –asesor militar de los Estados Unidos en el país, Brian J. Bosch.

¿QUIÉN ES BRIAN J. BOSCH?

El autor, que reside en Arlington, Virginia, es coronel retirado del ejército norteamericano, al que sirvió por 30 años. La mayor parte de su tiempo de servicio lo pasó en la inteligencia militar, de ahí la profusión de datos que proporciona en cuanto a las fuerzas armadas dominicanas. Y mayor los que se calla, también es justo advertirlo. Agregado militar en la embajada de los Estados Unidos en República Dominicana, entre los años de 1970 y 1974, años álgidos y sangrientos, ocupó posteriormente posiciones de agregado militar en El Salvador, oficial de Inteligencia para América Latina en el Pentágono y jefe de operación de los agregados militares, en el Pentágono. Y tiene un libro dedicado a la crisis política y militar en El Salvador: “El cuerpo de oficiales y la ofensiva final en El Salvador en 1981” (1999). Y ya el título indica un tema recurrente en el libro sobre la oficialidad dominicana: para el autor lo importante es “el cuerpo de oficiales”, la jerarquía militar, y su comportamiento.

Es importante resaltar que el coronel Bosch era enviado como agregado militar a países que encaraban un desafío militar extremista de izquierda, al Estado, como fue el caso de República Dominicana, en el período en que estuvo destacado en el país, y luego de El Salvador. La tarea principal del coronel Bosch era la Inteligencia, como él mismo la describe: “mi responsabilidad principal era proporcionar al gobierno de los Estados Unidos una descripción de la capacidad militar del país al que estaba asignado. Este requisito rutinario estaba centrado en la organización, equipamiento y eficacia operativa de las fuerzas terrestres dominicanas. (Los dos usuarios principales de esta información lo eran la Agencia de Inteligencia de Defensa en Washington, DC y el Comando Sur de los Estados Unidos, con sus oficinas principales en la anterior Zona del Canal de Panamá)” (Pág. 12)

Cae simpático el hecho de que el coronel Bosch tenga el mismo apellido que el principal líder entonces de la oposición al gobierno constitucional vigente en el país. Este apellido, Bosch, de origen holandés, se extendió primero a Alemania y luego, desde Alemania, a Cataluña, España. En alemán Bosch significa “arbusto”. Que el coronel Bosch y don Juan Bosch no eran ni arientes ni parientes es obvio: otra cosa era qué pensaba y sentía, dada la coincidencia, la oficialidad dominicana de entonces. ¿Habría que preguntarles a algunos de los jerarcas militares de la época para que rememoren su impresión, en un país dominado por el síndrome del gancho?

¿POR QUÉ ESTÁ AUSENTE LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL?

El libro del ex –agregado militar norteamericano peca de algunos errores, imprecisiones y equivocaciones. Es rico, por otro lado, en datos e información y, sobre todo, nos permite conocer y entender la manera de pensar de un oficial norteamericano frente a nuestra realidad. Es abiertamente favorable a algunos militares y declaradamente no favorable a otros, a los que califica con términos muy duros. Y sostiene una visión que en parte pasa por alto las condiciones reales, trágicas en ocasiones, en que se tenían que tomar decisiones políticas y maniobrar para sostenerse, aún sea de manera precaria. Pero, sobre todo, es deliberadamente ignorante, a conveniencia, de la criminal influencia que asesores estadounidenses tuvieron sobre los organismos represivos del Estado dominicano, y que condujo al exterminio físico, la tortura y la casi aniquilación de las organizaciones de izquierda dominicanas, las cuales, por otro lado, se comprometieron irracionalmente, inducidas sobre todo por la consejería de Fidel Castro y la estrategia cubana de entonces, en acciones terroristas y delincuenciales: atentados con bombas, atracos, secuestros, asesinatos de humildes policías y soldados, o de supuestos informantes (muchos reales calumnias, como el caso de “María Coca-Cola” en Los Mina, como me dijo mi amigo Raúl Bartolomé, quien la conoció, asesinada por miembros del Movimiento Popular Dominicano, MPD: el despecho amoroso llevado al plano del crimen político y el “ajusticiamiento popular”), lo que dio justificación a la persecución policial en su contra, todo en el marco de la doctrina de Seguridad Nacional que patrocinaba el gobierno norteamericano de Richard M. Nixon y su canciller, Henry Kissinger.

Y precisamente, esa doctrina de Seguridad Nacional brilla por su ausencia, cuando era la estrategia que primaba en el gobierno norteamericano, la que indudablemente el mismísimo autor debía promover en el país, y la que enseñaban, estimulaban y casi imponían a la mala en nuestros países. Y ahí empieza algo en que el autor incurre: ya no ocultamiento, sino deshonestidad. Ahora, la responsabilidad total por la guerra sucia contra el terrorismo de la izquierda en nuestro país fue de los oficiales militares y policiales y del gobierno dominicano de entonces. Ni él ni los asesores norteamericanos de la época, entre ellos aquel Dan Anthony Mitrione de infausta recordación, instructor en torturas, sugirieron, entrenaron, animaron, promovieron, recomendaron, indujeron a ninguna de las acciones de terrorismo de Estado (o “contraterrorismo”, como prefiere, en un esfuerzo de crear un eufemismo, llamarlo). Todo fue, según Brian J. Bosch, creatividad local. Lo único es que la misma receta se aplicó país por país. Y en la Escuela de las Américas, la combinación de la Doctrina de Seguridad Hemisférica, norteamericana, y la Doctrina de Contrainsurgencia, de origen francés, se impartió a los que serían los ejecutores de la guerra sucia de los años ´70. Como hoy no existe la Escuela de las Américas, en la zona del Canal, se pasa por alto a qué se indujo a nuestros militares. Pero si se va a hablar, que se diga todo. Que no se les quiera endilgar la total responsabilidad a quienes sólo hicieron lo que se les indicó y enseñó a hacer.

JUSTIFICAR LO INJUSTIFICABLE

El coronel Bosch inicia su libro aportando al lector los antecedentes, desde su punto de vista, del cuerpo militar que analiza en específico. Y ahí comienzan los errores. Y por allí principia nuestra crítica del mismo. Así, empieza por intentar maquillar la cruenta intervención militar norteamericana de 1916-1924, abusiva y criminal en toda la extensión de la palabra, con actos de sicopatía inexcusables que fueron incluso motivo de escándalo en el congreso norteamericano, y originaron el repudio continental.

Se podría argüir que el tema de su libro no era esa primera intervención, pero al tratarla y deslizar información incorrecta, contribuye a la desinformación y al error. Así que decir que al ocupar el país la infantería de Marina de los EE.UU. “no encontró prácticamente ninguna estructura militar”, y afirmar que “el ejército dominicano en realidad consistía en bandas armadas lideradas por varios caudillos” (Pág. 17), es una verdad parcial que, por parcial, falsea la historia. Sí existía una Guardia Republicana, pobre, débil, precaria, como el país, pero existía. Cierto es había caudillos regionales, autonombrados generales, realidad común a casi todos los países latinoamericanos en ese tiempo (y que en alguna manera hasta en los mismos Estados Unidos podía tener su expresión: el líder local; caciques hay en todas las culturas y salen hasta en las películas de Hollywood), pero también lo es que existía un gobierno central, igualmente precario, débil, debido a la debilidad institucional y a la precariedad de nuestra economía.

¿Ese hecho, nuestra precariedad institucional, le daba a los Estados Unidos algún derecho para invadir el país? ¡Ninguno! Aquella intervención fue un acto grosero y, desde su inicio, recibió el repudio de la sociedad dominicana y en el caso del Este, en que los marines se dedicaron a despojar a humildes campesinos de sus tierras para favorecer explotaciones cañeras de inversionistas norteamericanos, originó un movimiento de resistencia armada que fue catalogado por los interventores de “gavilleros” y “bandidos” (vieja técnica de propaganda de satanizar al oponente), y al que no pudieron controlar, pese a que cometieron innúmeros desmanes, crímenes horrendos, torturas espeluznantes. ¿Estudió el coronel Brian J. Bosch esos “prácticas civilizadoras” del U.S. Marine Corps? Sobre todo, cuando el U.S. Marine Corps posee una ignominiosa medalla al mérito para esa primera intervención, la infamante Dominican Campaign Medal creada el 29 de diciembre del 1921, cuando no es cierto que hubo mérito ni honor alguno, a menos que se consideren a gente de la calaña de los capitanes Charles Merkel y Charles R. Buckalew y otros sicópatas semejantes personas de honor y mérito.

De ahí que es una soberana mentira eso que dice el coronel Bosch de que “fueron los norteamericanos quienes dirigieron la transición desde un gobierno provincial de un cacique a una organización nacional de seguridad” (ibid.), es una nada sutil forma de justificar un desafuero: la intervención militar, tan grosera y abusiva en 1916 como lo fue en 1965. De hecho, el gobierno del presidente Ramón Cáceres fue un gobierno que unificó al país y nos dio varios años de prosperidad, aunque el mismo no pueda ser medido según criterios norteamericanos. La imagen que el autor quiere crear es falsa. ¿Su propósito? Transmitir que la primera intervención militar norteamericana fue una acción civilizadora y progresista. No fue tal, sin quitarle algunos méritos, que los tuvo.

LA VERDADERA INTENCIÓN DE LA INTERVENCIÓN DEL 1916

La intención principal de la intervención era anexionarse al país, hecho que no pudo darse por varios factores: la viril resistencia nacional ante dicho despropósito, el rechazo del mismo por las potencias europeas y las naciones hispanoamericanas y la opinión discordante de sectores de opinión norteamericanos que denunciaron el infame fin.

Decir, como el autor lo hace, que “Uno de los objetivos de la ocupación norteamericana era intentar la modernización de las instituciones públicas dominicanas es un sofisma. Y es claro que ningún gobierno extranjero tiene que invadirnos a la fuerza para “modernizar nuestras instituciones”. No importa como quiera pintarlo el señor Bosch, aquella aparatosa y sangrienta aventura dentro de la política del “Gran Garrote” promovida por Theodore Roosevelt y seguida por Woodrow Wilson, que la autorizó, fue más que abusiva. Y la recurrente excusa de que “protegían a personal diplomático norteamericano y haitiano (desde 1915 ya Haití estaba intervenido, siguiendo la misma política), de la lucha entre facciones políticas violentas”, es casi la misma historia montada en 1965; lo cierto es que fue una acción inmoral y abusiva contra una nación que no había agredido ni declarado la guerra a los Estados Unidos.

Claro que el autor no va a vomitar sobre la institución a la cual perteneció ni contra el país del cual es ciudadano. De hecho, era un oficial de inteligencia, una tarea que requiere cualidades y capacidades especiales en quienes son designados para ella. Por lo mismo, la información que proporciona, los juicios que emite, las ideas que ventila, han sido previamente tamizadas por el oficial de inteligencia militar que él mismo es. No va a escribir algo que le eche a su país y al Pentágono una canana, como decimos por acá.

EL ORIGEN ESPURIO DE LA GUARDIA NACIONAL

El rechazo de la sociedad dominicana a la ocupación grosera y abusiva de nuestro territorio por tropas norteamericanas en 1916-1924, hecho que repitieron en 1965, lo deja evidenciado el coronel Bosch cuando declara: “Cuando los Infantes de la Marina iniciaron el proceso de reclutamiento para su programa de oficiales pronto descubrieron que los hijos de las familias prominentes del país no se asociarían con proyectos auspiciados por la ocupación” (Pág. 18).

La sociedad dominicana se negó a avalar y endosar la intervención grosera y no colaboró en las tareas de gobernar bajo el mando colonial del Contralmirante H.S. Knapp y demás capitostes coloniales, que despreciaban a los spicks (locución despectiva para calificar a los dominicanos, popular entre la soldadesca invasora en 1916), locales.

La incapacidad norteamericana para contener la resistencia campesina, sobre todo en el Este, y el riesgo de que ese ejemplo bravío de resistencia se extendiera, unido a las correrías criminales de los norteamericanos contra la población local, de la que abusaron, torturaron, fusilaron, maltrataron, despojaron y expoliaron de distintos episodios, generó una reacción popular que elevó el número de víctimas norteamericanas, lo que llevó al gobernador colonial a proponer un cuerpo local de apoyo: la Guardia Nacional, para que fueran dominicanos los que apalearan, torturaran y mataran a sus propios compatriotas. Y esta nació como ejército local de ocupación contra la sociedad dominicana, no como parte de de la defensa de la misma y al servicio de la misma. Y ese origen bastardo está en la base de muchísimas inconductas y del divorcio tradicional entre el ejército dominicano y la sociedad.

¿A qué recurrieron los invasores? A reclutar a la hez de la población. Así, quienes acceden a sumarse al ejército local de ocupación bautizado como Guardia Nacional son “dominicanos de escasa educación”, y la caracterización que hace el autor de uno de ellos, el que terminaría por heredar e instrumentalizar a su conveniencia ese ejército de ocupación, es lapidaria: “Uno de esos hombres lo fue el anterior ladronzuelo y capataz de campos de caña, Rafael Leónidas Trujillo Molina. El futuro Generalísimo tenía aproximadamente seis años de educación formal cuando fue enrolado como cadete en Haina; sus colegas eran de la misma calaña” (Pág. 18).

CÓMO EL LADRONZUELO TRUJILLO INSTRUMENTALIZÓ ESA GUARDIA

La gravedad de ese origen, un ejército de ocupación contra su propia población, explica su instrumentalización posterior por el “ladronzuelo” devenido señor de horca y cuchillo, que, por cierto, inició su fortuna durante los mismísimos días de la ocupación, dedicado a la extorsión, el pillaje, el robo y otras trapacerías, incluyendo el estupro, amparado en la autoridad delegada por los invasores, a los que servía.

Y el que dentro de dicha institución operen desde esos mismos orígenes, grupos dedicados al exterminio, en sus inicios para someter por la fuerza a la población local y hacerla aceptar el despojo de sus tierras y derechos, como sucedió en el Este; luego para imponer fraudulentamente un gobierno, como sucedió en 1930 con la fúnebre “42” y La Lechuza; posteriormente, para mantener sometido al país y erradicar la oposición, como aconteció en los 30 años de la tiranía, y, posterior a 1961, y sobre todo en los años correspondientes a los tres primeros períodos constitucionales del gobierno del Dr. Balaguer, como una política de Estado según el mismo autor señala, para combatir el terrorismo de izquierda con el terrorismo de Estado, explica el que aún en nuestros días veamos casos tan vergonzosos como la implicación de oficiales de la Marina de Guerra en una masacre en Paya, Baní, o el no menos indecoroso caso de los oficiales de la policía y otras instituciones que se deshonraron al servir a narcotraficantes y tahúres.

La existencia de tales individuos y prácticas explica en mucho la prudencia y el tacto con que el editor, el conocido economista y escritor Bernardo Vega, explica la publicación: “Como analiza a los militares dominicanos y sus incursiones en la política nacional desde el punto de vista de un oficial militar extranjero, no hay dudas de que algunas de las cosas que dicen chocarán y molestarán a más de un lector…” (Pág. 15). El editor aspira a que esa molestia no conlleve el mandar a darle una pela, pegarle un tiro o desaparecerlo, prácticas que han sido consuetudinarias en las formas de tratar a la población civil. Y es que las pelas, las golpizas y otros castigos mayores, incluyendo la desaparición y el asesinato, forman parte de la historia oscura de nuestro país.

LA HIPOCRECÍA DE SÓLO LAMENTAR UNA PARTE DE LOS CAÍDOS

El ominoso período de post-guerra, con su violencia política, el terrorismo extremista de los grupos totalitarios, empeñados en imponerle a la sociedad por la fuerza una dictadura comunista, y creyéndose autorizados y autolegitimados por su “ideología” a realizar atracos, asaltos, asesinatos de humildes policías y soldados, canjeadores de cheques y billeteros, o de personas a las que graciosamente se les sindicaba de calieses, en un ejercicio prematuro del Terror Rojo que soñaban desatar en contra de los dominicanos, y el no menos injustificado y, en todo caso, ilegal y abusivo, terrorismo de Estado, con sus desapariciones, sus crímenes y otras tropelías inexcusables, y la retahíla de muertos de un lado y del otro, es parte de una historia que a los dominicanos todos debe llenarnos de vergüenza y dolor.

La izquierda, irresponsable e inmoral, sólo reivindica a la gente que le mataron, no a los que ella criminalmente asesinó. Pero todos eran dominicanos. Todos eran hermanos nuestros. Ninguno debió morir. Ni Amín Abel, pero tampoco el humilde billetero al que atracaron o el no menos humilde policía de tránsito al que ultimaron para despojarlo de su arma de reglamento. Nadie tiene derecho a arrancarle la vida a otro ser humano. La pena de muerte está legalmente prohibida en nuestro país. Y si aceptamos las ejecuciones ilegales, la Ley del Talión o el que la excusa de una ideología, o un propósito supuestamente liberalizador o cualquier otra justificación, sea paliativo, de inmediato desatamos los demonios del crimen sobre el país. Y eso fue lo que nos sucedió.

No hay crímenes buenos. Los hubo inevitables, como el del tirano Trujillo, pues estaba dispuesto a ensañarse contra el pueblo y destruir más vidas con tal de mantenerse en el mando de la nación. No hay santos ni héroes, sólo dominicanos que se enfrentaron violentamente. Unos, por imponerle al país una dictadura totalitaria y criminal. Y otros por someter y controlar a los enardecidos revolucionarios que devinieron terroristas y robolucionarios. El panteón es ridículo. Y también lo es el querer ahora discretamente descargar sobre las fuerzas armadas dominicanas y el ex –presidente Balaguer toda la responsabilidad de la aplicación de la doctrina de Seguridad Nacional que se prohijó en la década del ´70. Ellos tendrán parte de la responsabilidad y la culpa, señor Bosch. Pero asuma la suya, la que le toca, y la de su país y su gobierno, en la bacanal sangrienta en que nos vimos inmerso. Ya seguiremos analizando su libro.

jueves, 26 de agosto de 2010

PAVESE, O LA GUERRA CONTRA LA SOLEDAD EXISTENCIAL


Cesare Pavese o la guerra más cruel de todas

Por Aquiles Julián

"Todo el problema de la vida es éste: cómo romper la propia soledad, cómo comunicarse con otros"

Cesare Pavese

Hace 40 años éramos (y hablo de Santo Domingo, Rep. Dominicana), una ciudad muy provinciana. No parecíamos la capital de un país, sino un bovino pueblo de cualquier provincia perdida de una nación más grande. No había torres, ni jeepetas, ni celulares, ni laptops, ni la Internet, ni telecable ni otras maravillas de la tecnología. El edificio más alto era apenas de cinco pisos. Éramos una pequeña ciudad pobre y pequeña y, quizás por eso, pienso, teníamos un suplemento literario dominical.

El poeta Freddy Gatón Arce, altísimo poeta, voz relevante de La Poesía Sorprendida, dirigía el vespertino El Nacional y los domingos compartía ya no sólo cruentas noticias de aquella guerra feroz entre el extremismo totalitario de la izquierda, lanzado a sangre y fuego a desafiar a aquellos gobiernos arcaicos y tradicionales, y el no menos cruento extremismo de derechas, que entonces se hizo feroz y abusivo. Crímenes, apaleados, arbitrariedad, desaparecidos, atracos, bombas… eran el día a día en aquellos tiempos. Pero el domingo, aparecían otros nombres, otros temas, otros frescores: llegaban los poetas, los narradores, los ensayistas. Y un día, a un poeta bisoño, pichón de poeta, aspirante desgarbado a escritor, Freddy Gatón Arce le introdujo a Cesare Pavese y su poesía. Eran otros tiempos. Hace muchísimos años. Éramos una ciudad más pequeña, más pobre, más provinciana, menos sofisticada… Y teníamos eso que hace años decidieron erradicar de nuestros periódicos: un suplemento literario.

Infancia de Cesare Pavese

Pavese nació en Santo Stefano Belbo, aldea en las colinas de Langhe, provincia de Cuneo, en el Piamonte, el 9 de septiembre del 1908. Allí la familia, de origen campesino, tenía una finca donde solían ir a vacacionar. El padre, Eugenio Pavese, era, por entonces, procurador del tribunal en Turín. Cesare es el último de cinco hijos, tres de los cuales murieron antes que él. Sólo su hermana, María, seis años mayor, y él, sobreviven de los vástagos de la familia.

En 1914, a los cinco años de edad, su padre muere a causa de un tumor cerebral. Uno de los hechos de aquella temprana infancia que marcó a Pavese fue que, en su agonía, el padre suplica a la esposa, Consolina, que le permita ser visitado por una vecina a la que él había amado. La esposa, severa, le niega el pedimento, el postrer deseo. Y el niño es testigo de aquel vano pedido y de su negación. Simultáneamente, 1914 es el año en que inicia la Primera Guerra Mundial. Un siglo tormentoso, sangriento, de pasiones enardecidas, clamorosos discursos, dictadores despiadados, conflagraciones mortíferas, arranca. Es como si la muerte del padre significara la clausura del viejo mundo estable y previsible, doméstico, conocido.

A Pavese esa ausencia del padre, la temprana orfandad, ese verse prematuramente arrojado a la pérdida de su referente paternal, lo traumatiza. De allí le deviene una sensación de inseguridad que no lo abandonó nunca.

La madre, Consolina, de carácter dominante y reservada, poco expresiva, cría al niño en un rigor gélido, casi como si previniera encariñarse y perderlo. Vende la finca para tratar de salvar, sin éxito, las finanzas de la familia. Se mudan a Turín. La carencia de afecto maternal lo marcará para siempre.

El 23 de mayo de 1915, Italia, antigua aliada de Alemania y el Imperio Austro-Húngaro, se alía a sus enemigos de la Triple Entente: Inglaterra, Francia y Rusia, contra los imperios centrales: Alemania y el Austro-Húngaro, en el curso de lo que se llamó La Gran Guerra, y ataca a Austria con el propósito de obtener conquistas territoriales. El desempeño italiano es pobre y padecen la ofensiva del imperio austro-húngaro que en 1917 vence a los italianos en Caporetto, derrota que casi saca a Italia de la guerra.

Al final de la guerra, la insatisfacción arropa a Italia por las escasas ventajas territoriales que derivó en el Tratado de Versalles de su participación en aquella matazón, pese a las promesas iniciales recibidas de los gobiernos de Inglaterra y Francia para que se involucrara en la guerra pactando con los de la Triple Entente. Europa se radicaliza. En 1917 los bolcheviques de Lenin dan un golpe de Estado y estrangulan la revolución democrática de febrero en Rusia, instaurando un régimen de terror que llama a los obreros y a los partidos socialistas a la insurrección revolucionaria.

Miles de soldados desmovilizados vagan por las calles italianas, sin empleo. El hambre y el malestar imperan. Huelgas e intentos de insurrección estallan en distintos países y son implacablemente aplastados. La amenaza bolchevique y la suerte corrida por la nobleza rusa espantan a los gobiernos y Estados europeos. Y una reacción antibolchevique, teñida de nacionalismo y adoración por la fuerza y la arbitrariedad, emerge: en Italia esa reacción, que provino de un antiguo director del semanario socialista Avanti!, adoptó por nombre el fascismo. El promotor: Benito Mussolini.

Mussolini había discrepado con el Partido Socialista Italiano, al que pertenecía, en torno a la participación de Italia en la Primera Guerra Mundial. El PSI se había declarado neutral. Mussolini en 1915 empezó a editar un periódico Il Poppolo d´Italia, ultranacionalista, en que apoyó la incursión de Italia en la guerra. De hecho, él se alistó como voluntario. Al retornar de la guerra, en 1919 Mussolini crea en Milan, el 9 de octubre de 1919, los Fasci Italiani di Combattimento, pandillas armadas que agitaban contra los socialistas, germen del futuro Partido Nacional Fascista, fundado en 1920. En 1922 Mussolini asumió el poder en Italia.

La adolescencia del poeta y el inicio de su vocación

Pavese, durante aquellos agitados años de entreguerras, estudia. Es un niño solitario, asmático, introvertido, criado por una madre rigurosa y alejada. Pavese fantasea con el ambiente campesino de su región natal. Cuando asiste a la escuela media superior, recibe la influencia de Augusto Monti, su profesor, socialista amigo de Piero Gobetti y Antonio Gramsci.

Mientras estudia en el Liceo de Turín, bajo la mentoría de Monti, Pavese define su vocación literaria. De esos años arrancan sus primeros poemas, escritos en verso libre y temáticamente vinculados al decadentismo: la rebeldía, la soledad del poeta, el hastío de vivir, la ciudad que arropa y aplasta. El estilo es ampuloso y grandilocuente, con expresiones en ocasiones de tono irritado y en otras con un tono familiar. Este último sería el que predominaría en su poesía.

Aquellos años de su adolescencia, bajo la orientación de Monti, son su primer acercamiento al mundo de los intelectuales, su contacto con personalidades como Leonte Ginzburg, Tullio Pinelli, Vittorio Foa y Norberto Bobbio.

Miope, asmático, introvertido, a Pavese se le hace difícil hacer amigos. Dos hechos de su adolescencia le causan profunda impresión: uno de los escasos amigos que logra hacer se suicida. Ese hecho le conmociona. Y la masacre de 11 jóvenes por los Camisas Negras de Mussolini lo afecta terriblemente. Se relaciona con alumnos antifascistas, entre ellos Giulio Einaudi. A los diecinueve años declara: “Se me escapan las ganas cada día más”, y se autodefinie como “Maestro en el arte de no gozar”.

Sus comienzos profesionales

En 1930, con veintidós años de edad, se gradúa de sus estudios de filología inglesa en la Universidad de Turín con una tesis sobre la interpretación de la poesía de Walt Whitman. Comienza a trabajar en la revista “Cultura”, imparte docencia e inicia un trabajo de traducción de la literatura norteamericana e inglesa al italiano. A escasos meses de su graduación muere, en 1931, Consolina, la madre.

En 1932 se inscribe en el Partido Nacional Fascista de Mussolini, un requisito obligatorio si se quería obtener empleo en cualquier institución oficial, incluyendo las escuelas. Tres meses después, lo arrestan por error junto a miembros del grupo Giustizia e Libertá. Ese arresto hace que lo expulsen del Partido Fascista.

Desde comienzos de los años 30 su amistad de adolescencia con Giulio Einaudi lo vincula a la renacida Editorial Einaudi. En 1931 es uno de los editores de Enaudi, junto a Carlo Levi, Massimo Mila, Leone Ginzburg y otros. Traduce a Melville, Dos Passos, Faulkner, Steinbeck, Gertrude Stein, James Joyce, Dickens, Daniel Defoe, entre otros autores ingleses y norteamericanos.

En 1934 lo nombran director de la revista “Cultura”, de la que era colaborador.

La prisión y la decepción

En 1935, Pavese se enamora profundamente de una activista del Partido Comunista Italiano, PCI, Battistina Pizzardo, Tina, estudiante de matemáticas. Esta lo instrumentaliza: le pide que le sirva de intermediario de las cartas que le remitía Altiero Spinelli, un dirigente del PCI encarcelado. El incauto poeta se ofrece gustoso a ayudar a “la mujer de la voz ronca”, como le llamaría. La policía fascista, que daba seguimiento a Spinelli, allana la residencia de la hermana de Pavese y encuentra las cartas. El poeta es encarcelado y acusado de actividades políticas clandestinas contra el gobierno fascista.

Pavese se niega a mencionar el nombre de Battistina Pizzardo a las autoridades fascistas y es juzgado y condenado a tres años de prisión. Primero lo envían a Roma, a Regina Coeli. Luego, en una suerte de exilio, a Brancaleone Calabro, pequeña población en el sur de Italia, donde inicia la escritura de su diario, publicado póstumamente con el título: El oficio de vivir, y padece severas depresiones.

Tras un año de cárcel, pide la gracia debido a sus problemas asmáticos, y es liberado. Al volver a Turín de su exilio, en 1936, encuentra que Battistina se casó con su novio luego de este salir de prisión. Ese hecho le agudizó la depresión.

Mientras Italia asiste a una proliferación de la poesía grandilocuente, patriotera, retumbante, promovida por el fascismo y, por el otro lado, a la elaboración de una poesía hermética, que busca deliberadamente la oscuridad, que emplea profusamente analogías y símbolos, destinada a escasísimos lectores, y que entre sus máximos exponentes tuvo a Salvatore Quasimodo, Giuseppe Ungaretti y Eugenio Montale, Cesare Pavese es parte de un reacción opuesta: el neorrealismo.

Madurez creativa

Su poemario Lavorare Stanca (Trabajar cansa, 1936) es tenido como su obra mayor en poesía. Se publica con cuatro poemas suprimidos por la censura fascista. El éxito es relevante. Pavese se autoimpone un régimen de trabajo severo. Escribe narrativa, continúa su diario, realiza traducciones sobre todo de escritores norteamericanos, y trabaja en Einaudi.

Rehuye de la tendencia hermética que caracteriza a buena parte de la poesía italiana de su época. Él busca acercar el poema al lector, al nombrar su entorno cotidiano, reflejar sus experiencias a través de imágenes que recrean sus vivencias.

La poesía de Cesare Pavese es una reacción en toda la regla a la grandilocuencia y la estrepitosidad del fascismo. Frente a los cantos heroicos, las hiperbolizaciones, el sueño de un renacido imperio romano bajo la égida del nuevo César: Benito Mussolini, embebido de su imagen promovida de nuevo emperador que recrea las viejas glorias romanas, Pavese centra su poesía en las experiencias pequeñas, individuales, cotidianas de gente común y corriente, con un aire de melancolía y de derrota. Exactamente lo opuesto de la estética fascista, con sus marchas, consignas, vociferaciones, endiosamientos y delirios. E igualmente lejos de la cantata a los tractores y los estereotipadas sonrisas felices de los estalinistas.

El pesimismo existencial de Pavese, su recurrencia a imágenes melancólicas, a seres derrotados, era una revocación de la estentórea grandilocuencia fascista del imperio redivido de los césares, al igual que de la estética estalinista, fascismo rojo y similar.

Tiempos de guerra…

A partir de 1941, durante la guerra, intensifica su labor como editor de Einaudi. Dedica tiempo a estudios de etnología, elaborando una teoría del mito. Pavese define el mito como una norma, un esquema que, extraído de un hecho ocurrido en alguna ocasión, se propone universal, válido para siempre. De hecho, tras la guerra, dirigirá con Ernesto De Martino una colección de etnología para la editorial Einaudi.

Entre 1941 y 1942 publica Paesi tuoi (1941) y La spiaggia (La playa / 1942).

Es llamado a servicio, pero su condición de asmático le libra del servicio militar. Desde el 8 de septiembre del 1943, al arreciar la guerra, huyendo de los bombardeos, se refugia en casa de su hermana María, en Serralunga di Crea, municipio italiano de la provincia de Alessandria. Luego, él marcha a un colegio de Somascos, en Casale Monferrato, desvinculado de los acontecimientos que sacuden a Italia. Muchos de sus amigos entran a la Resistencia y mueren combatiendo a los fascistas. Años después, en La casa en la colina, escrita entre 1947 y 1948, contará el conflicto que vivió entre su elección y la de sus amigos.

Durante el bombardeo de Turín, la editorial Einaudi y el lugar en que los Pavese residían son destruidos.

…y de post guerra

En 1945, terminada la guerra, retorna a Turín. Se entera de la suerte de muchos de sus amigos: muertos o fusilados. Un dolor atroz le carcome el alma. Remordimiento. Angustia feroz, sentimiento que introduce en la literatura italiana. Entre 1945 y 1948 publica Diálogos con Leucó (1945), El compañero (1947) y Antes de que el gallo cante (1948).

Se dedica, junto a otros, a reorganizar la editorial y se afilia, por sugerencia de una amiga, al Partido Comunista Italiano, PCI; publica varios artículos en L´Unitá, periódico de la organización.

Pero aquel era el partido estalinista de Togliatti, comprometido con crímenes inmundos. Y en un partido tal, la sensibilidad de Pavese no era exactamente bienvenida. Y su pasión por la literatura norteamericana en nada bien vista.

Natalia Ginzburg, que fue su amiga, en su libro Las pequeñas virtudes lo describe como alguien triste, inmaduro, empecinado en rehuir la adultez: “Algunas veces estaba muy triste, pero durante mucho tiempo nosotros pensamos que se curaría de esa tristeza cuando se decidiera a hacerse adulto, porque la suya nos parecía una tristeza como de muchacho, la melancolía voluptuosa y despistada del muchacho que todavía no tiene los pies sobre la tierra y se mueve en el mundo árido y solitario de los sueños”.

Su vida sentimental es un desastre. Un amorío con Bianca Garuffi, empleada de Einaudi, termina mal. Busca desesperadamente encontrar pareja. Le ofrece matrimonio a Fernanda Pivano y luego a “una amiga X” y ambas lo rechazan. Una conocida le espeta que es un aburrido, un pesado y un pedante. Mala cosa.

Hacia 1947 va a trabajar a Roma y allí conoce a Constance Dowling, joven actriz norteamericana que llega a Italia a filmar películas. Connie, como la conocen, rubia, de ojos color avellana, había sostenido una relación complicada con Elia Kazan, el director de cine norteamericano de origen griego. Pavese se enamora apasionadamente de la actriz. Ella se siente halagada por el amor de este hombre, famoso y popular, intelectual y sensible. Pavese le ofrece matrimonio. Ella se niega. Él insiste. Ella le dice que se casará con otro. Luego se cansa. Tras la muerte de Cesare se irá de nuevo a los Estados Unidos. Pavese, desconsolado, le escribe uno de sus poemas más conocidos: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”.

La profunda crisis moral, emocional, le embarga. La incapacidad de desarrollar una relación significativa, la insatisfacción política, el malestar general, restan placer a los reiterados logros literarios.

En 1950, el mismo año de su muerte, obtuvo el Premio Strega por El bello verano.

El gesto final

El sábado 26 de agosto de 1950 Cesare Pavese salió de la casa de su hermana María. Llevaba un maletín, con algo de ropa, su libro más querido: Diálogos con Leucó, su diario personal, un folder con sus últimos poemas y 16 frascos de somníferos.

Se despide de la hermana y le cuenta que hará un viaje de fin de semana. Solía ir con frecuencia a la región natal: Santo Stefano Belbo, en el Piamonte. Sale de la casa en la Via Lamarmora. Se monta en un tranvía. A los diez minutos baja en la Stazione di Porta Nuova, frente a la Piazza Carlo Felice. Se dirige al hotel Albergo Roma.

Entra, pide un cuarto, insiste en que tenga teléfono y le asignan la habitación 346. Sube con su pequeña maleta, por la escalera.

Abre la puerta. Entra. La habitación es sencilla: cama angosta. Mesa de madera. Silla. Perchero. Lavabo. El teléfono, negro, adosado a la pared. Una lámpara en la cabecera de la cama. Hace algunas llamadas. Invita a algunas mujeres a cenar o a que lo visiten. Ninguna aceptó.

En su Diario, la última entrada, del 18 de agosto reza: “Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más”. Pavese tomó su libro de Diálogos con Leucó y escribió sus últimas palabras.Luego se quitó los zapatos, se aflojó el nudo de la corbata, tomó los frascos de pastillas para dormir y, una por una, hizo su último gesto: fue consumiendo las pastillas de somníferos de los 16 envases. Luego se echó a dormir, pero esta vez era el sueño eterno.

El 27 de agosto de 1950 descubrieron su cuerpo sin vida. En la mesita de noche reposaba su libro y la nota: “Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿De acuerdo? No chismorreen demasiado”.

Le faltaban apenas una semana y días para cumplir 42 años de edad.

Escribirá, con premonitoria anticipación: “Uno no se mata por el amor de una mujer. Se mata porque un amor, cualquier amor, le revela su desnudez, su miseria, su inermidad, su nada”.

He dado poesía a los hombres

Cuando el camarero del Albergo Roma, la mañana del domingo 27 de agosto de 1950, tocó la puerta de la habitación 346 y no obtuvo respuesta, avisó al dueño del hotel. Ambos, al entrar con la llave maestra, encontraron a Pavese acostado. Estaba vestido, sin los zapatos. Parecía que dormía. Pero era el sueño eterno.

Pavese escribiría: “Mi papel público lo representé —como pude. He trabajado, he dado poesía a los hombres, he compartido las penas de muchos”.

Había cerrado voluntariamente su ciclo.

Vivió la guerra más cruel de todas, aquella que se libra contra sí mismo. Y él mismo se derrotó. Capituló.

Anheló el amor femenino, que nunca alcanzó. Era la falta de cariño que en su infancia le creó, como un agujero interminable, inacabable, Consolina, la madre. Y que ninguna mujer, ningún afecto, pudo llenarle.

Años después, a 20 años de su muerte, un poeta maravilloso, dirigiendo un periódico, que tenía ese regalo excepcional: un suplemento literario, colocó sus poemas. Y un poeta bisoño quedó deslumbrado por el sabor acre y doliente de aquellos poemas.

El 28 de junio de 1940, Pavese escribió en su Diario: “No se recuerdan los días, se recuerdan los momentos”. Fue aquel momento, mi encuentro con la poesía de Pavese gracias a la labor de divulgación de Freddy Gatón Arce, uno de esos momentos que perduran. Razón tenía el poeta en lo que escribió.

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