miércoles, 26 de junio de 2013

EL ERROR DEL CLAN ANGELITA Y LA VERDAD DE LA SANGRE


EL ERROR DEL CLAN ANGELITA Y LA VERDAD DE LA SANGRE

Por Aquiles Julián

                                                           “Examiné el cadáver no vi ninguna herida de bala.
                                                                              Ni herida ni nada, ni fractura expuesta o abierta.
                                                                              No podía haber tenido golpes tan masivos para
                                                                              que un médico especializado no se acordara.
                                                                              Nada visible. No había ley de autopsia. El proceso
                                                                              de rigidez es variable pero pienso que tenía ya
                                                                              más de 3 horas de fallecido cuando lo vi. Eran
                                                                              como las 10 u 11 de la noche. No sentí ningún 
                                                                              helicóptero allá, no sé cómo se lo llevaron, creo
                                                                              que fue en ambulancia”.
                                                                                                              Dr. Felipe Herrera
                                                                                              Médico ortopeda que recibió el cadáver
                                                                                                               de Jean Awad Canaán

El Clan Angelita, ese que se articula alrededor de Angelita I, su consorte desertor y el Ramfito de Segunda Mano, cuyo deliberado propósito es reinstalar la tiranía trujillista en nuestro país, ideó una estrategia.
Para esa estrategia aglutinó en su derredor todo lo podrido, perdido, nauseabundo y dañino de nuestra sociedad, la peor crápula, la hez social.
Viejos esbirros, antiguos calieses, torturadores y serviles junto a su descendencia se agruparon con la vana esperanza de engañar a los dominicanos incautos y retornar por sus fueros. Y por igual algunos oportunistas que buscan ver qué les sacan a los Trujillo, sin saber que andan quebrados y medio.
Dentro de ese plan hay varias acciones puntuales.
Una de ellas es presentarse fementidamente como “defensores del patrimonio nacional”, precisamente ellos, que lo esquilmaron y que han vivido a costilla de los millones de dólares robados al país toda su vida. Hablan de los que otros han robado ocultando lo que ellos robaron, cientos de millones de dólares sacados del país y que les permitieron vivir a sus anchas sin dar un golpe.
Otra, formar un partido político trujillista disfrazado de “fundación cultural”, cuando la única fundación posible es la fundación criminal que intentan, ya que ¿de qué cultura pueden hablar los cómplices por encubrimiento de los asesinos de los escritores Ramón Marrero Aristy, de Andrés Requena, de Jesús de Galíndez?
Una tercera línea de acción era lograr que se derogue la ley 5880 del 1962 que prohíbe taxativamente las actividades políticas trujillistas y enaltecer al tirano, acciones que colocan al Clan Angelita y al Ramfito de Segunda Mano como delincuentes contumaces. Y aunque algunos leguleyos de esos que por unos dólares más están dispuestos a justificar el más horrendo crimen, se han prestado (suponiendo que hay dinero qué sacarles a los Trujillo), a avalar esa pretensión, la acción oportuna de las fundaciones patrióticas que obtuvieron sentencia a favor, mostró que la Constitución y las leyes amparan a los dominicanos de las siniestras pretensiones del Clan Angelita.
Una cuarta es drenarle miembros al PRD presentándose como los mayores opositores al expresidente Leonel Fernández y contrastando al régimen de Trujillo, pintado como nunca fue en una abierta estafa histórica a los pecados cometidos por el expresidente y su gobierno, dimensionados de manera que oculten y minimicen los crímenes, abusos, expoliaciones y corrupción del trujillismo, presentándolo como un mal menor, para lo cual cuentan con agentes que se hacen pasar por perredeístas para, al atacar al señor Fernández y su gobierno, enaltecer a Trujillo y su tiranía de manera descarada.
Y una quinta fue apostar a la desmemoria, la ignorancia, el analfabetismo político de los dominicanos, originado en el trujillismo como medio de controlar políticamente al país y prolongado hasta nuestros días por gobiernos que han imitado las prácticas trujillistas en vez de desmontarlas, para generar confusión y limpiar sus crímenes atribuyéndolos a otros.
Así, en una operación típicamente mafiosa, han intentado cargarles a los héroes Luis Amiama Tio y Antonio Imbert Barreras el horrendo crimen de las hermanas Mirabal, pasándole por encima a la verdad histórica, a los testimonios de los agentes del SIM participantes, a las mismas expresiones de Trujillo. Y por igual, han intentado desvincular a Angelita Trujillo y a su entonces esposo, “Pechito”  León Estévez, de la muerte de Pilar Báez Perelló y su esposo Jean Awad Canaán.
Pero se les peló el billete, porque la verdad de la sangre cobró luz.


EL GRAN FAVOR AL PAÍS DEL CLAN ANGELITA

No hay mal que por bien no venga, reza un conocido proverbio.
La desparpajada ofensiva del Clan Angelita ha concitado el repudio de lo mejor de nuestra sociedad, ha activado voces que escogían mantenerse al margen y ha refrescado el patriotismo dominicano.
Fruto de ese intento de deformar la historia y estafarnos la verdad, produjo este valioso aporte que Pilar Awad Báez, hija del matrimonio de los esposos Awad Báez, y la criminóloga española Eva Álvarez, han obsequiado a los dominicanos.
El Clan Angelita apostó a que las fuentes que podían desmentir sus infamias estaban muertas, mentalmente incapaces o todavía temerosas para soltar la lengua (la omertá sigue vigente, nadie da cuenta de dónde están los cuerpos de los asesinados en Hacienda María y otros centros de terror trujillista).
Apostó mal.
Todavía, a más de 50 años de esos crímenes inmundos, quedan testigos de primera mano que permiten con su testimonio reconstruir los hechos, entre ellos el chofer del camión contra el que se estrelló adrede el carro en que venía el cadáver del teniente Awad Canaán y, por igual, la enfermera y el médico que recibieron el cuerpo.
Esos testigos y otros que terminaron por ceder al miedo y pidieron que sus testimonios no fueran difundidos por temor a las retaliaciones trujillistas (exmilitares conocedores del aparato criminal trujillista que quedó indemne y que ha ejercido posiciones de poder en el país), fueron buscados y encontrados, sus voces registradas y grabadas y permitieron ir hilvanando dos crímenes que se intentaron disimular.
 Es conocido y más que conocido el dominio que tenía el aparato trujillista en tapar sus crímenes, diseminar pistas falsas y crear versiones acomodaticias, con el concurso de una intelectualidad servil y abyecta que se prestaba a lo peor.
El Clan Angelita creyó que a más de 50 años esos crímenes podían ser disimulados. No contaron con la hija del matrimonio. No contaron con que la única verdad posible emergería: la verdad de la sangre.


LA VERDAD DE LA SANGRE

El libro puesto a circular por Pilar Awad Báez y Eva Álvarez es una rica fuente de informaciones, incluyendo un telegrama al Departamento de Estado de EE.UU., Pág. 114, del cónsul en el país, Henry Dearborn, el 797 de fecha 13 de junio de 1960, en que se hacía eco del rumor difundido sobre la promiscuidad de Angelita Trujillo de León  y su conocida infidelidad conyugal a su entonces marido, el infame Luis José León Estévez, alias “Pechito”, figurín que ascendió como incondicional de Ramfis Trujillo en sus tiempos de generalete.
Casada entonces con “Pechito” León, Angelita se había encaprichado con el marido de su amiga Pilar Báez, tanto como años después se encaprichó con el marido de otra de sus amigas, Inova Marte, hija del general Mélido Marte, y se lo quitó. ¿O no fue lo hizo? El entonces coronel Luis José Domínguez, otro figurín sin mayor mérito militar que su físico,  decidido a vivir de su apostura, desertó de las FF.AA. y se enganchó como esposo de la hija mimada de Trujillo y ahí la ha soportado por un plato de lentejas.
Por cierto, el libro La Verdad de la Sangre trae en su página 321 una valiosa nota aclaratoria al respecto de Inova Altagracia Domínguez Marte, hija del desertor y su primera esposa, sobre el tema.
Y no vacilan las autoras en colocar las opiniones encubridoras de los que amplifican la versión trujillista, incluyendo la del corresponsable del asesinato del piloto Gerald Murphy, el coronel Emilio Ludovino Fernández, exsubjefe del SIM e implicado en el secuestro y asesinato de Jesús de Galíndez, quien intenta salvar de su responsabilidad a su amigo del alma, Luis José León Estévez, “Pechito”, a quien toda evidencia incrimina como el responsable de orquestar la muerte del teniente Jean Awad Canaán.
Todo el teatro montado para encubrir los crímenes (los accidentes en la carretera era un expediente común en la tiranía trujillista. A accidentes se les atribuyeron los crímenes  de Marrero Aristy, las hermanas Mirabal y muchísimos más, entre ellos la muerte de Gloria Viera, barahonera, implicada en la desaparición de Galíndez), queda develado. Y la responsabilidad de Angelita Trujillo y su entonces esposo, “Pechito” León Estévez, quien, no pudiendo emprenderla contra su esposa, la emprendió contra el foco de su pasión, Awad Canaán.


COMPLOT DEVELADO

Los testimonios del chofer del camión, Inocencio Montero Ramírez, quien conducía el vehículo contra el cual se hizo chocar el carro en que venía el teniente Awad Canaán; del ortopeda , Dr. Felipe Herrera, médico de puesto en el entonces hospital Santomé, luego Dr. Alejandro Cabral, quien recibió el cuerpo exánime, sin un arañazo ni golpe alguno; de la enfermera Bella Herminia Santil, de puesto en el hospital Santomé y quien recibió el cadáver junto al Dr. Herrera, son más que contundentes.
Develan el complot para eximir de responsabilidad a “Pechito” León Estévez.
Y de paso para exculpar a Angelita Trujillo de haber provocado por su capricho en adueñarse del esposo de Pilar Báez la muerte de esta última.
Esos testigos de valor crucial con sus testimonios desmantelan la versión trujillista de la “muerte por accidente” del teniente Awad Canaán.
Reforcemos esas invaluables versiones con dos aportes adicionales.
En sus memorias, “Trujillo de cerca”, el Dr. Mario Read Vittini narra que cuando fue a darle a Miguel Ángel Báez Díaz el pésame por la muerte de su hija Pilar, “se me abrazó llorando, bañado en lágrimas en la oscuridad del patio de su casa y entre sollozos me decía: “Ya tú ves, Mario… ¡me la mataron…! ¡me la mataron!” (Pág. 334).
Y para los que crean que la animadversión de Miguel Ángel Báez Díaz a Trujillo y su tiranía la produjo la muerte de su hija Pilar, el mismo Read Vittini señala en la página 333 la viril expresión de repudio de Báez Díaz a Trujillo antes de la muerte de su hija. Merece la pena que se lea y conozca.
Un segundo aporte nos ilustra el uso de los “servicios especiales” exigidos a militares durante el régimen. Y lo comenta un conocedor: el expresidente Joaquín Balaguer.
En la segunda parte de su libro “La Palabra Encadenada”, en que da a conocer algunos capítulos de un libro sobre Trujillo que se publicará años después de la muerte de su autor, según él mismo deja expreso, Balaguer cuenta una solicitud de Johnny Abbes García al doctor Abel González Massanet, miembro entonces del Cuerpo Médico del Ejército, en que le requerían que detallara “lo servicios de carácter especial” que el médico había prestado al gobierno.
Al enumerar el Dr. Abel González sus trabajos científicos, “Algunos días después, la respuesta le fue devuelta y se le hizo saber lo que significaban los términos “servicios especiales”: lo que Seguridad deseaba saber era cuántos enemigos del régimen había eliminado o en cuáles actividades había tomado parte en defensa del Gobierno” (Pág. 389).
Eso es para que entendamos los casos del primer teniente dentista E.N. Pedro Atilio Rodríguez Botello y del segundo teniente E.N. Lorenzo Sención Silverio, quienes fueron los encargados del montaje del crimen del teniente Awad Canaán.
Fueron encomendados para uno de tantos “servicios especiales”.
¿Irían ellos luego a romper la omertá criminal que todavía impera en las FF.AA. dominicanas, que encubren los crímenes trujillistas y se niegan a revelar la suerte de los cuerpos de los masacrados en Hacienda María, en La Victoria, El 9, La 40 y otros lugares de tortura y exterminio a más de 50 años?
¿Se autoincriminarían ellos en un crimen del cual participaron en cumplimiento de órdenes superiores?


LA VERDAD CONTRA LA MENTIRA TRUJILLISTA

El aporte de Pilar Awad Báez y de Eva Álvarez al conocimiento de uno de tantos hechos luctuosos que afectaron a familias dominicanas durante la tiranía trujillista es digno de encomio.
Bien escrito. Ameno. Bien documentado. Equilibrado. Honesto.
Desmonta un esfuerzo del Clan Angelita por limpiar su responsabilidad en esos crímenes y pone en ridículo a quienes dieron aval a la “versión del accidente”.
La verdad de la sangre estremece.
Es un libro valiente.
Supuso para Pilar Awad el dolor de reconstruir con paciencia y con sensatez dos hechos terribles que marcaron su vida: las muertes de sus padres.
La investigación fue todo lo escrupulosa que se podía en las circunstancias de un país como el nuestro al que le han estafado deliberadamente su verdad histórica.
Por suerte, testigos claves todavía sobreviven y tuvieron el valor de hablar.
Otros, aún en su vejez, tiemblan y callan o se desdicen.
El miedo los sobrecoge y les cose los labios.

Qué el país conozca esta verdad, la única posible: La Verdad de la Sangre.