lunes, 13 de agosto de 2012

EMBARAZOS DE ADOLESCENTES


LOS EMBARAZOS DE ADOLESCENTES, UNA VERDADERA TRAGEDIA NACIONAL, NOS COLOCAN EN LAS ESTADÍSTICAS DE LA VERGÜENZA
En la pachanga con que todo se vive y se trata, en esa inconsciencia adobada de alcohol en que se nos lleva a vivir: colmadones, liquor stores, drink places, bares, cafetines, aturdidos por las bocinas que alborotan con sus alaridos, esta tragedia nacional si se piensa ni se toma en cuenta: somos uno de los países líderes en embarazos de adolescentes.
El relajamiento de las normas, la caída de toda contención, el estímulo al sexo en las canciones, en la publicidad, en la mayor parte de todo lo que invade nuestros sentidos y busca nuestra atención, ha provocado experiencias sexuales prematuras que arrojan miles de niñas embarazadas.
Y no hablemos del negociazo de los abortos ¿O de qué creemos que viven las "clínicas" dominicanas?
Niñas púberes desfloradas y empujadas de golpe a las responsabilidades de la vida adulta, con un bebé a rastra.
Una vez conocí un caso de una, de 13 años de edad, que "alimentaba" a su bebé con un frasco de Seven Up diluido en agua y no quería darle del pecho "porque se le caerían los senos".
Ineptas para criar y para producir, estas adolescentes inician un proceso de promiscuidad y degradación (algunas llegan rápido a tener 3 ó 4 niños de distintos hombres), que conduce a prostituirse y a abandonar a sus crías.
La falta de racionalidad, el simple ocuparse de sobrevivir, la carencia de valores, todo se conjuga.
¿No está todo esto vinculado a la epidemia de "feminicidios" que parece un nuevo y luctuoso deporte nacional?
Los polos turísticos ven como afluyen estas adolescentes a vender sus cuerpos, única mercancía de la que disponen.
Las familias se desentienden de sus casos y ellas no cuentan con ningún otro medio, capacidad o recurso disponible. Y son pasto de pedófilos y de otros aberrados.
En cañadas y basureros aparecen fetos y bebés abandonados.
Y están las mentes laceradas y sumidas en sentimientos profundos de desvalorización y culpabilidad de esas casi niñas a las que esta sociedad irresponsable y desquiciada condena.
Todos, por comisión y por omisión, por indiferencia y complacencia, somos sus verdugos.
Ellas retratan lo que se tapa con torres, jipetas de lujo y enriquecimientos al vapor.
Allí se incuba la tragedia que viene.
No hay forma previsible de detenerla.

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