martes, 14 de agosto de 2012

EL CENTENARIO DE VIRGILIO PIÑERA


EL CENTENARIO DE VIRGILIO PIÑERA
Esta noticia, de que en Miami hay una extensa celebración, que durará hasta mediados de septiembre, festejando con una jornada teatral y otros actos, el centenario del nacimiento del gran escritor cubano Virgilio Piñera, me es particularmente grata.
Piñera era un verdadero outsider, un escritor nada convencional.
Nació el 4 de agosto del 1912 en Cárdenas, Matanzas. En 1925 su familia se mudó a Camagüey, donde estudió Piñera el bachillerato, y en 1938 Piñera se instaló en La Habana. En 1940 se doctoró en Filosofía y Letras por la Universidad de La Habana.
Desde 1939 comienza a publicar poemas en la revista Espuela de Plata, predecesora de Orígenes, la gran revista literaria de los años 40 en Cuba que congregó a una formidable pléyade de escritores, algo parecido a lo que logró en nuestro país La Poesía Sorprendida para la misma época. Allí inició su prolongada y fecunda amistad con otra figura mayor de las letras cubanas, el gran José Lezama Lima.
En 1946 se instaló en Buenos Aires y fue de los que descubrieron y promovieron a un autor polaco al que la guerra inesperadamente, por la invasión rusa y nazi a Polonia a raíz del Pacto Hitler-Stalin  en 1939 había dejado varado en Argentina: Witold Gombrowicz. Piñera fue parte del grupo del traductores que versionó en español la obra de Gombrowicz Ferdydurke. Además, trabó amistad en esos años con Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo y José Bianco, que le prologó un libro de cuentos.
En 1958 retornó a Cuba.
Y allí comenzó su segundo exilio, el político.
En 1959 Castro baja de la Sierra, vencedor.
Y aplica una política de relaciones públicas, dando apertura a artistas, intelectuales, personalidades y corrientes que se sintieron apreciadas, acogidas, reconocidas.
Un aluvión de buena voluntad acogió esa actitud.
Pero nadie sospechó que era una estrategia de ganar tiempo mientras se apretaban los tornillos y se aceitaban los resortes del poder.
El colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, entonces corresponsal junto a Gabriel García Márquez, de la agencia de noticias Prensa Latina, relata ese proceso en su libro La Llama y el Hielo.
Un sordo tour de force se dio entre las fuerzas liberales y democráticas que habían luchado junto a Fidel Castro por la libertad y otras, encabezadas por el Ché Guevara y Raúl Castro, partidarias de la tiranía totalitaria. Y Fidel, aunque teatralizaba como demócrata y liberal, era un fascista convencido, un mussoliniano puro, y ya había enganchado a Raúl al PSP, por lo cual su elección existía de antemano.
Muchos liberales y demócratas fueron engañados por la teatralidad de Fidel, típica de sus héroes: Hitler, Mussolini.
Y juraron, como los militantes del Partido Comunista (b) que en la URSS eran cazados como moscas y morían convencidos de que Stalin no sabía lo que les ocurría, que Fidel estaba al margen de aquella maniobra.
Pero era Fidel quien la encabezaba.
Los resortes y mecanismos del poder fueron yendo copados por cuadros del PSP y burócratas que respondían a sus mandatos.
Sucedió también en Prensa Latina, lo que provocó el rechazo de Plinio Apuleyo Mendoza.
El 30 de junio de 1961, a raíz de la prohibición del documental “P.M.” realizado por Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, que sirvió para que los burócratas del PSP que habían recién constituido el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, ICAIC, empezaran a apretar las clavijas, se produjo un hecho singular, en la última de tres reuniones “con los intelectuales”, en la Biblioteca Nacional de Cuba, Fidel Castro fijó los parámetros de la relación entre los artistas e intelectuales y el Poder y lo hizo en el más puro paradigma mussoliniano (de hecho, plagiando a Mussolini): "¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución: ningún derecho".
Todo el mundo calló.
Todo el mundo sintió la losa pesada de la dictadura cayéndole encima.
Sólo uno, endeble, flaquísimo, tembloroso, habló.
Fue Virgilio Piñera.
Y dijo que tenía “miedo”.
Fue el mayor acto de valor de parte de quien menos se esperaba: Virgilio, homosexual, outsider, tolerado más que aceptado, se expresó.
En 1968 ganó el premio de teatro de Casa de Las Américas, aquella institución de relaciones públicas culturales que tan útil le fue a los Castro y cuya directora, Haydee Santamaría, terminaría suicidándose por tanta estafa, con su obra Dos viejos pánicos.
Tendría que esperar hasta los años ´90 para verse representada en el país que le otorgó el premio, su propio país.
Y a partir del Caso Padilla en 1971, cuando la relación precaria que sostenía la tiranía castrista con los intelectuales liberales terminó por romperse del todo, en aquel remedo estaliniano de los Juicios de Moscú, con el acusado autoinculpándose de todo tipo de delitos y bajezas y acusando a amigos, Virgilio Piñera, Lezama Lima y otros fueron transformados en personas non gratas en su propia tierra, rehenes a los que se negó posibilidad de escapar de aquella cárcel.
Así malvivió hasta el 18 de octubre del 1979 en que, según denuncia el narrador  Reinaldo Arenas, amigo personal de Piñera, la Seguridad del Estado lo dejó agonizar y morir.
Reciba el reconocimiento y el cariño, la honra y la valoración que su obra y su persona merecen.
Poeta, narrador, traductor, ensayista y dramaturgo, Virgilio Piñera fue una gloria de las letras cubanas, antillanas, latinoamericanas, universales.
Y eso es lo que celebran durante todo un mes en Miami sus compatriotas y todos los que lo admiramos y queremos.

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