¿EL
E-BOOK ES UN LIBRO O UN SERVICIO?
Por
Aquiles Julian
Un
artículo en El País, España, me informa que para las autoridades españolas el
e-book, el libro electrónico o digital, no es un libro en stricto sensu sino
"un servicio". Y eso conlleva una penalización mediante impuesto, de
un 4%
¿Es el
e-book un libro o es un servicio?
Tendríamos
que empezar por discernir que es un libro.
Y
diferenciar un libro de su soporte.
El
principal obstáculo estriba en identificar el libro con su soporte.
Un
libro es un formato en que la información se presenta. Ese formato, según la
convención aceptada, debe poseer cierta extensión.
Así, un
formato inferior a las 49 páginas se le llama folleto. Y una menor a cinco
páginas brochure o panfleto. El libro debe exceder las 49 páginas para ostentar
esa categoría.
Si bien
la palabra libro deriva del latin liber o libri: "membrana",
"corteza de árbol", el concepto de libro no se identifica con el
soporte impreso, material, en papel, como el concepto de "caballero"
ya excede a su proveniencia medieval de noble que se desplazaba a caballo.
El
libro es un formato de presentar una determinada información. Supone unidad,
coherencia, pertinencia en sus textos, sentido propio y orden. No es un simple
amontonamiento de palabras. No basta el exceder las 49 páginas, también hay un
concepto orgánico, estructural, que hace de esas páginas un libro.
El
soporte, por otro lado, es el medio material por el cual el libro nos llega. El
que conocemos hoy es el impreso, con sus encuadernaciones, lomo, páginas.
Pero
cada vez más vemos que se popularizan los libros digitales, cuyos soportes son
electrónicos. ¿Les hace el soporte ser menos libros?
¿Por
qué el e-book no es un libro sino un "servicio"?
Los
libros mismos nos llegan gracias al servicio que brindan las editoriales y las
librerías.
Siempre
en un libro habrá un componente de servicio, pero ese componente no
desnaturaliza la condición de libro del objeto en sí (aunque sea un objeto
virtual o digital).
El
libro digital es tan libro como el impreso. Simplemente su soporte es distinto,
pero la información, que es lo que define a un libro como tal, junto a su
extensión, puede ser la misma.
En un
caso se medirá en número de páginas. Y en otro en números de kilobytes.
Penalizar
el libro digital, como hacen las autoridades españolas, es sabotear un
invaluable recurso de extensión y difusión de la lectura, la formación y la
cultura.
y si la
industria editorial tradicional está tras la absurda medida, peor todavía.
La
tendencia es irreversible.
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