miércoles, 25 de julio de 2012

LA MIOPÍA MORAL DE ARTISTAS E INTELECTUALES


LA MIOPÍA MORAL DE ARTISTAS E INTELECTUALES.
El totalitarismo, nazi, fascista o estalinista o castrista, absorbe todo, reclama todo. No sólo las manos para aplaudir, sino también la lengua para afirmar, las piernas para marchar y los ojos para mirar a conveniencia y no ver, también a conveniencia.
Los artistas e intelectuales del siglo XX y los que se inician en el siglo XXI fuimos y somos fanáticos de los totalitarismos.
Odiamos la democracia con la virulencia más acre. Nos escandalizamos de sus pústulas, de sus miserias, de su mediocridad. Y igual pasión enaltecemos al patán, al criminal feroz, al ensorbecido ególatra.
Escribimos, como Louis Aragon, odas a la GPU, como Nicolás Guillén, cantos a Stalin capitán; como Pablo Neruda, versos al Partido, como Paul Eluard nos negamos a ser solidarios con los perseguidos, como Bertold Brecht damos la espalda a los obreros esclavizados que se rebelan...
No cuestionamos, no sometemos a análisis, no discriminamos, simplemente vociferamos con más fuerza, para mostrar nuestra total adhesión.
Los escritores fueron a la URSS con ojos de fe a buscar confirmación de sus fantasías redentoras. César Vallejo fue y su libro: "Viaje a la URSS" es una demostración fehaciente de que el talento poético nada tiene que ver con la inteligencia crítica, la sensatez y el discernimiento.
Neruda fue muchas veces y sabía lo que pasaba y calló, calló y cayó, cayó porque calló. Fue un oportunista que vendió su alma al diablo por premios y reconocimientos. Es el ejemplo del poeta postrado al totalitarismo.
Rafael Alberti endosó los crímenes de las Checas cuando la guerra civil española. Así también García Márquez pintó de manera servil la Cuba de Castro como el paraíso, lo que no fue obstáculo para que escogiera al capitalista México como lugar de residencia. Parece que prefiere el "infierno" mexicano a vivir bajo las alas de Fidel padre, que no de Dios.
El artículo de El País sobre las crónicas del viaje a la URSS de Robert Capa y John Steinbeck destaca precisamente la crónica frívola que evade hablar de los crímenes, los abusos, los arrestos, las desapariciones y el terror en que vivía aquella sociedad.
Hicieron causa común con el asesino, no con la víctima.
Con el verdugo, no con el pueblo ruso.
Con Stalin, no con los condenados.
El totalitarismo y el poder seducen, sin dudas.

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