EN
SOLIDARIDAD CON BASILIO NOVA, TEATRISTA Y AMIGO
Tengo
muchos años de amistad con Basilio Nova, y con Ignacio, su hermano.
Una
amistad que arrancó a mediados de los años ´70, cuando Jimmy Sierra, amigo
común y un entusiasta activista cultural, propuso y nos metió a una gran
cantidad de teatristas en las Jornadas de Teatro en la Calle, actividad en que
fui junto a Reynaldo Disla, uno de los que elaboró las piezas a montar, y
participe con un grupo de teatro que entonces dirigía en el Club San Lázaro.
Desde
aquellos años, desde el 1974 ó 75 arranca nuestra amistad, normada por la
pasión común por el teatro, por el arte y por las libertades democráticas y los
derechos civiles, que en todo eso coincidíamos.
Y
seguimos coincidiendo, décadas después, con la misma pasión, la misma entrega y
el mismo coraje.
De
Basilio sólo puedo decir cosas que lo enaltecen.
Representa,
para mí, la prueba de que cuando se quiere servir, uno sirve.
Basilio,
Ignacio, Jesús Sosa, Reynaldo y Frank Disla y muchísimos más son una generación
de jóvenes que en Villa Juana escogieron el arte, la cultura y el pensamiento
para expresar sus ideas y aportar y enriquecer al país.
Todos
han sido jóvenes y adultos admirables. Más aún, ejemplares.
Así los
hubo en otros barrios, y todos me merecen respeto, admiración y cariño.
Mostraron
que no todo era bebentina, prostitución, delincuencia, drogadicción, riñas y
groserías.
Claro
que había eso en nuestros barrios. Pero también estaban ellos, los jóvenes
clubistas y los jóvenes deportistas, los teatristas y los escritores, los que
danzaban en los grupos folklóricos o los que declamaban en las poesías
coreadas.
Allí
estaban ambos: lo podrido y lo sano, lo negativo y lo positivo, lo perdido y lo
ejemplar, conviviendo, coexistiendo, pero definidos ambos.
Nunca
pudieron corromperlos, comprarlos, prosternarlos.
Tuvieron
la entereza de resistir ofertas y propuestas melosas. Mantuvieron sus creencias
y sus principios con terquedad frente a gobiernos que esgrimían
alternativamente el puñado de billetes o la pistola homicida para amedrentar y
reducir el cuestionamiento y la disensión.
Hoy,
aprovechando el proceso de cambio de mando gubernamental, se ensañan en una
campaña infame para desdorar el desempeño brillante de Basilio Nova al frente
del Centro Cultural Narciso González, en Villa Juana.
Ese
centro fue una conquista de esos jóvenes artistas cuando el entonces presidente
Balaguer decidió unilateralmente, como solía proceder, romper Villa Juana
construyendo la avenida Quinto Centenario, lo que no criticamos en su
propósito, sino en sus maneras arbitrarias de proceder.
Ramón
Pérez Martínez, el tristemente célebre "Macorís", se reunió con los
artistas y clubistas y ellos pidieron aquel centro. Y "Macorís"
obtuvo la anuencia de Balaguer. El Centro se inició.
Tocó,
luego de años de abandono, al presidente Leonel Fernández concluir aquel sueño
y se dotó a Villa Juana de un centro cultural con todas las de la ley.
Y el
actual ministro de Cultura, José Rafael Lantigua, tuvo el acierto de poner al
frente del mismo a uno de los gestores intelectuales de aquel centro, a Basilio
Nova.
Allí ha
hecho de tripas corazón para realizar una gestión de logros y brillos.
Todo
eso se quiere empañar ladinamente, con maña y mala fe, de cara a ensuciarle el
agua frente a la nueva gestión que empieza el próximo 16 de agosto.
No sé
qué tanto valor tenga mi testimonio. Ni qué tanto valgan mis años como
escritor, teatrista, cineasta e intelectual.
Pero lo
poco o lo mucho que yo merezca en credibilidad, confianza y respeto a alguien
lo pongo como endoso y respaldo al buen nombre y a la integridad de Basilio
Nova.
Como lo
pondría, sin dudarlo un momento, por Ignacio Nova, por Jesús Sosa, por Frank
Disla y por Reynaldo Disla, por Rafael Delmonte, Chicho, por Yanela Hernández,
por Mario Lebrón, por Jimmy Sierra... por tantos y tantos amigos que conozco y
con los que he compartido años de pasión y de entereza, que nada ni nadie tiene
derecho de tratar de enlodar gratuitamente.
Porque
fueron, son y seguirán siendo personas admirables, ejemplares, valiosas. Las
que mostraron que no todo se vende ni se comercia, que no todo tiene precio,
que los valores se defienden y enaltecen, no se cambian por carguitos ni
prebenditas.
No son
santos. Yo tampoco.
Han
cometido errores. Yo también. Pero nunca he tenido que arrepentirme de haberlos
conocidos y tratados. Por el contrario, han hecho siempre que me sienta más que
agradecido, bendecido por Dios, porque fueron mis amigos en la adolescencia y
la juventud.
Y no
creo que en este país alguien tuviera amigos de mejor calidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario