viernes, 13 de julio de 2012

CRIMINAL DESDE CHIQUITITO


FUSILA DE BOCA POR FALTA DE PODER, PERO ASESINO ES: JULIO MARENALES, EXCAPO TUPAMARO, SIGUE CON GANAS DE "FUSILAR"

Por Aquiles Julián 

Julio Marenales es un terrorista uruguayo en receso forzado. Pero su mentalidad sigue siendo la misma. Y esa mentalidad es la que importa evaluar.
Los Tupamaros, grupo terrorista responsable de violentos desmanes, se dedicaron a anarquizar y provocar para destruir la democracia uruguaya y forzar a las fuerzas armadas a involucrarse en el conflicto, destruir el gobierno civil, echar a un lado la constitución y sumir al país en una guerra sucia.
Y los militares uruguayos, acicateados por Kissinger y Nixon, cayeron en la trampa y metieron la bota (es decir, la pata engalonada).
La lógica tupamara no era propia, provenía de Cuba.
Se suponía que los excesos y abusos de los militares enardecerían a la población civil y se provocarían las "condiciones subjetivas" para una revolución social, en que "las masas" uruguayas instalarían, lideradas por los terroristas tupamaros devenidos en héroes de postalita, el paraíso a la vuelta de la esquina.
No sucedió así en ningún país que ensayó la receta cubana de abrir un, dos, tres Viet-Nam en América Latina.
Pero si se produjeron toneladas de muertes. Aberrantes abusos. Incalificables vesanías. Torturas. Secuestros. Violaciones a cada concepto de los que se agrupan bajo la idea de relación humana inteligente.
Y Julio Marenales fue uno de los responsables mayores de esa matanza. Y presume de ello. Se siente ser un héroe. Fue, es y morirá siendo una basura.
Un país que llegó a ser calificado de La Suiza de América se convirtió en una pesadilla.
Y se sumergió en una serie de violaciones a toda norma civilizada.
Los militares uruguayos, y quienes desde los Estados Unidos, como Kissinger y Nixon, los animaron a ceder ante la provocación, merecen ser juzgados y condenados por sus excesos. Pero los grandes responsables de la tragedia, los tupamaros y los Castro, que la planificaron y la desataron, por igual.
Uno espera que los años atemperen, y las personas recuperen o desarrollen cordura. Y se den cuenta de sus errores y daños.
Pero eso no es lo que sucede. La necedad, como Erasmo de Rotterdam bien escribió, es la que predomina.
Y bien aceitado aparato de desinformación, calumnia, guerra psicológica y manipulación ideológica montado por el espionaje cubano y que opera en todos nuestros países desde sus embajadas y sus grupos de opinión: la Matraca Canalla, se encarga de que no haya reflexión alguna ni remordimiento posible.
Y este delincuente devenido "figura histórica" de los tupamaros, Julio Marenales, acaba de demostrar que, bajo la obligada circunstancia de tener que amoldarse al juego de tolerancias y respetos que impone la democracia, pervive el criminal perverso que fue y sigue siendo.
Sigmund Freud solía llamar al lapsus linguae una expresión del insconciente. Posiblemente el exabrupto de Marenales no fue un lapsus, fue una creencia firmemente asentada en su corazón que entiende que todo el que discrepe de su punto de vista o intereses, o actúe o piense distinto, es carne de paredón.
De ahí que anhele que los senadores paraguayos sean "fusilados".
Es, como vemos, un asesino en masa.
Esa receta la tenía para una buena mayor parte de los uruguayos.
Eran prescindibles. El único lugar que su "revolución" les concedía en el Uruguay era el cementerio.
No ha cambiado en nada.
Se ha tenido que adaptar, contra su voluntad, al juego democrático.
Lo soporta pero no se lo traga.
Sigue siendo el mismo criminal que junto a sus pares, incluyendo al actual presidente Mujica, sumergió a Uruguay en el infierno.
Sigue pensando igual.

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