FUSILA
DE BOCA POR FALTA DE PODER, PERO ASESINO ES: JULIO MARENALES, EXCAPO TUPAMARO,
SIGUE CON GANAS DE "FUSILAR"
Por
Aquiles Julián
Julio
Marenales es un terrorista uruguayo en receso forzado. Pero su mentalidad sigue
siendo la misma. Y esa mentalidad es la que importa evaluar.
Los
Tupamaros, grupo terrorista responsable de violentos desmanes, se dedicaron a
anarquizar y provocar para destruir la democracia uruguaya y forzar a las
fuerzas armadas a involucrarse en el conflicto, destruir el gobierno civil,
echar a un lado la constitución y sumir al país en una guerra sucia.
Y los
militares uruguayos, acicateados por Kissinger y Nixon, cayeron en la trampa y
metieron la bota (es decir, la pata engalonada).
La
lógica tupamara no era propia, provenía de Cuba.
Se
suponía que los excesos y abusos de los militares enardecerían a la población
civil y se provocarían las "condiciones subjetivas" para una
revolución social, en que "las masas" uruguayas instalarían,
lideradas por los terroristas tupamaros devenidos en héroes de postalita, el
paraíso a la vuelta de la esquina.
No
sucedió así en ningún país que ensayó la receta cubana de abrir un, dos, tres
Viet-Nam en América Latina.
Pero si
se produjeron toneladas de muertes. Aberrantes abusos. Incalificables vesanías.
Torturas. Secuestros. Violaciones a cada concepto de los que se agrupan bajo la
idea de relación humana inteligente.
Y Julio
Marenales fue uno de los responsables mayores de esa matanza. Y presume de
ello. Se siente ser un héroe. Fue, es y morirá siendo una basura.
Un país
que llegó a ser calificado de La Suiza de América se convirtió en una
pesadilla.
Y se
sumergió en una serie de violaciones a toda norma civilizada.
Los
militares uruguayos, y quienes desde los Estados Unidos, como Kissinger y
Nixon, los animaron a ceder ante la provocación, merecen ser juzgados y
condenados por sus excesos. Pero los grandes responsables de la tragedia, los
tupamaros y los Castro, que la planificaron y la desataron, por igual.
Uno
espera que los años atemperen, y las personas recuperen o desarrollen cordura.
Y se den cuenta de sus errores y daños.
Pero
eso no es lo que sucede. La necedad, como Erasmo de Rotterdam bien escribió, es
la que predomina.
Y bien
aceitado aparato de desinformación, calumnia, guerra psicológica y manipulación
ideológica montado por el espionaje cubano y que opera en todos nuestros países
desde sus embajadas y sus grupos de opinión: la Matraca Canalla, se encarga de
que no haya reflexión alguna ni remordimiento posible.
Y este
delincuente devenido "figura histórica" de los tupamaros, Julio
Marenales, acaba de demostrar que, bajo la obligada circunstancia de tener que
amoldarse al juego de tolerancias y respetos que impone la democracia, pervive
el criminal perverso que fue y sigue siendo.
Sigmund
Freud solía llamar al lapsus linguae una expresión del insconciente.
Posiblemente el exabrupto de Marenales no fue un lapsus, fue una creencia
firmemente asentada en su corazón que entiende que todo el que discrepe de su
punto de vista o intereses, o actúe o piense distinto, es carne de paredón.
De ahí
que anhele que los senadores paraguayos sean "fusilados".
Es,
como vemos, un asesino en masa.
Esa
receta la tenía para una buena mayor parte de los uruguayos.
Eran
prescindibles. El único lugar que su "revolución" les concedía en el
Uruguay era el cementerio.
No ha
cambiado en nada.
Se ha
tenido que adaptar, contra su voluntad, al juego democrático.
Lo
soporta pero no se lo traga.
Sigue
siendo el mismo criminal que junto a sus pares, incluyendo al actual presidente
Mujica, sumergió a Uruguay en el infierno.
Sigue
pensando igual.
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