martes, 5 de marzo de 2013

CÓMO GALÍNDEZ PASÓ DE INFORMANTE AMIGO A ENEMIGO


CÓMO GALÍNDEZ PASÓ DE INFORMANTE AMIGO A ENEMIGO


Por Aquiles Julián

“El juez de la Suprema Corte de Justicia Arthur Goldberg declaró en una ocasión que: “Los hermanos Dulles eran traidores”. Algunos historiadores creen que Allen Dulles buscó ser cabeza de la recién formada CIA en gran parte para encubrir su conducta traidora y la de sus clientes”.
       Christian Deward
           Making a Killing


El año de 1954 sería crucial para la suerte de Jesús de Galíndez.
Tras el triunfo electoral repúblicano que llevó a Ike Eisenhower a la presidencia de los Estados Unidos en 1953 y la firma del Convenio Hispano-Americano de septiembre de 1953 o Pacto de Madrid, los intereses de los vascos y los norteamericanos tomaron definitivamente caminos distintos.
El Departamento de Estado, dirigido por un filofranquista, John Foster Dulles,  empezó a colocar en agenda en las asambleas de la ONU la incorporación de la España franquista, que en 1946 había sido anatematizada como una tiranía que no representaba al pueblo español.
Esa decisión  entraba en contradicción con el interés del Partido Nacionalista Vasco, PNV, y el gobierno vasco en el exilio al que Galíndez representaba ante la ONU como delegado con derecho a voz, pero no a voto.
Galíndez también representaba al PNV y al gobierno vasco en el exilio frente al Departamento de Estado.
Y allí, al State Department había llegado un enemigo.

CUANDO EL ENEMIGO CAMBIÓ

Para Galíndez y el PNV la exclusión de España de la ONU era innegociable. Y a ese fin dedicaron sus energías, ejerciendo influencia sobre los delegados de los distintos gobiernos, con los que habían hecho amistad, para frenar la pretensión norteamericana.
El triunfo electoral del general Dwight D. Eisenhower, Ike,  a finales del 1952 representó para los vascos un serio revés. Las relaciones mayores eran con el Partido Demócrata al cual el propio Galíndez se había afiliado.
Para la época, en los Estados Unidos se había impuesto desde finales de los años cuarenta, en pleno gobierno de Harry Truman,  la doctrina de George F. Kennan del containment: la contención del expansionismo soviético y la marcha de Stalin hacia el liderazgo y la hegemonía mundiales.
 La lucha contra el nazismo y el fascismo había sido sustituida por  la lucha contra el comunismo.
La OSS y luego la CIA,  en donde operaba el filonazi Allen Dulles,  reclutaba impúdicamente a los criminales de guerra nazi. Lo mismo hacia la NKVD de Stalin. Ambas potencias se enzarzaron en una lucha por reunir la mayor cantidad de recursos humanos nazis posible.Unos, los científicos y técnicos e industriales  para trasladarlos a los Estados Unidos (científicos nazis fueron, tanto en los Estados Unidos como en la Unión Soviética, los responsables de los avances aeroespaciales, del Sputnik y de la NASA), otros,  los militares, reclutándolos  para montar un aparato de espionaje en el nuevo escenario de la Guerra Fría. Fueron la Operación Clips, negada hasta hace poco oficialmente por el gobierno norteamericano y la CIA. La otra, la llamada Operación Interés Nacional.
La causa vasca y antifranquista estorbaba.

DEL “KICK-FRANCO-OUT-NOW” A “BIENVENIDO, MR. MARSHALL”

La Guerra Fría fue oportuna y beneficiosa para Franco y su dictadura.
Al decidir que España era un territorio de valor estratégico en un escenario de enfrentamiento militar con la URSS, los militares estadounidenses presionaron para descongelar la situación diplomática la nación peninsular.
La política hacia España definida en 1946 por los países que constituyeron las Naciones Unidas fue “Kick-Franco-Out-Now”. Truman consideraba a Franco un enemigo de los Estados Unidos al mismo nivel que Hitler y Mussolini. Era, en su opinión, un régimen ilegal impuesto a la fuerza sobre la voluntad de los españoles. Pero esa no era la opinión de todos los Estados Unidos. Por ejemplo, no era la opinión del subjefe de la OSS, el aparato de inteligencia militar norteamericano durante la segunda guerra mundial, el abogado de Wall Street y filonazi, Allen W. Dulles.
Tampoco de muchos de alto mando militar que empezaron a argumentar acerca de  la importancia estratégica de España para un escenario posible de confrontación militar con la Unión Soviética.
Y esos sectores se hicieron cada vez más influyentes y poderosos, pese a la animosidad  y mala voluntad de Truman para con Franco.
El primer gran logro fue alcanzado en 1948 al establecer EE.UU. con España una relación para-diplomática.
Ese año los Estados Unidos enviaron a Paul T. Culbertson, un diplomático al que no le simpatizaba la dictadura de Franco, y quien antes había laborado en el Departamento de Estado en la sección responsable para las relaciones con España y amigo de la causa vasca, como Encargado de Negocios, a Madrid, pues por el veto diplomático no podía establecer vínculos a nivel de embajada.
El 5 de julio de 1950 el diario ABC destaca el Acuerdo Aéreo España-EE.UU., que autorizaba dos rutas españolas y dos norteamericanas para vuelos comerciales, negociaciones concluidas el 23 de junio en Washington.  Por Estados Unidos, firmó el Encargado de Negocios, Culbertson y por España el ministro de Asuntos Exteriores Alberto Martín Artajo.
Por influencia norteamericana, en octubre de 1950 la Organización de las Naciones Unidas levantó el veto diplomático a la dictadura de Francisco Franco.
Truman cedía, no sin resistencia personal, que la tuvo,  a la presión de su cúpula militar, de la CIA  y del “Spanish Lobby” frente a España.
En enero de 1951 se reanudaban las relaciones diplomáticas oficialmente y el embajador designado lo fue Stanton Griffis. Al año siguiente lo sustituyó Lincoln MacVeagh.
 Tras la ascensión de Eisenhower a la presidencia en EE.UU., en 1953, hubo un nuevo embajador claramente filofranquista: James Clement Dunn.
El director español Juan Luis Berlanga registró en una comedia de la época, Bienvenido, Mr. Marshall (1953), su obra cumbre y a la que se tiene una de las mejores del cine español,  las expectativas de muchos españoles con la nueva actitud norteamericana frente a Franco, el cambio ocurrido.
La política de “Kick-Franco-Out-Now” había finiquitado.

EL HOMBRE QUE NO QUERÍA DARSE CUENTA

Ese giro progresivo hacia la avenencia con Franco lo advierte a tiempo y lo informa a su jefe del gobierno vasco en el exilio, el Lehendakari Aguirre,  el delegado vasco ante la ONU por entonces Antón de Irala, ex–secretario del Lehendakari, quien representó hasta 1949 a los vascos en la ONU y frente al Departamento de Estado y quien se movía en esos escenarios como pez en el agua.
Las advertencias de Irala, que percibía el desplazamiento hacia la lucha contra el comunismo como eje, lo que facilitaba la alianza de los norteamericanos con los nazis y con Franco, frente a la anterior lucha contra el nazi-fascismo, eran interpretadas en Paris por Aguirre como pesimistas (lo mismo luego sucedería con los reportes de Galíndez). Puede ser que esa tendencia realista de Irala influyera en que Aguirre lo llamara a Francia, junto a él, cediendo la posición de delegado en New York a Jesús de Galíndez.
Como bien Irala advertía a Aguirre: “en los momentos actuales es en los Estados Unidos donde se encuentra la decisión de los problemas políticos más importantes de Europa y sobre todo el que a nosotros nos afecta”, pero el enfoque de Lehendakari vasco era siempre proclive a no entrar con conflicto con el gobierno norteamericano. Todo buscaba interpretarlo bajo una luz optimista y favorable. Para su pesar,  los acontecimientos se movían en una dirección distinta a sus intereses o preferencias.
Como Diego Martínez Barrio, el político español que fungía de presidente de la República española en el exilio anotó en su diario: “Todo el juego de la política norteamericana respecto a España se basa en la cotización que alternativamente conceden a Franco. ¿Franco sería útil en el caso de una conflagración? Debe ayudársele. ¿No lo sería? Conviene sustituirlo. Los demás elementos de juicio (características del régimen franquista, moralidad internacional, derechos del pueblo español, etc.) son cantidades desdeñables en la suma definitiva. Cuentan los valores materiales (ejércitos, aeródromos, primeras materias, puertos de desembarco) superiores frente a cualesquiera otra estimación. Y sin embargo, las enseñanzas de la historia prueban lo contrario. A lo largo nada prevalece sobre esa lucecilla, débil y vacilante, que es el espíritu”.
Los Estados Unidos, por su parte, veían escandalizados la progresiva expansión de la Unión Soviética. La satelización de los países de Europa del Este ocupados por el Ejército Rojo, mediante las llamadas “Democracias Populares” y los presidentes títeres impuestos por Stalin, las prácticas totalitarias que eliminaban toda discrepancia, toda oposición, todo derecho y toda libertad, los intentos en Grecia, Italia y Francia por imponerse por la fuerza o por elecciones a como diera lugar,  el Golpe de Praga contra el presidente Benes en febrero 1948, el bloqueo  de Berlin y la división de Alemania en dos Estados políticamente disímiles, el triunfo de Mao en China en 1949 y la invasión por Kim Il Sung en 1950 de Corea del Sur respaldado por la URSS y por China, desatando la guerra de Corea,  provocaron una histeria anticomunista que arropó toda la nación norteamericana.
Ludger Mess, biógrafo del Lehendakari Aguirre, remarca en su libro “El Profeta Prágmático” el giro  al señalar: “Poco a poco, la postura de rechazo, crítica y marginación  hacia el antiguo aliado de Hitler y Mussolini fue erosionada por el lento goteo de gestos, declaraciones y actividades que por separado carecieron de significado político, pero que en conjunto constituyeron una muestra poderosa de lo que estaba ocurriendo. Y esto no era otra cosa que una paulatina, pero irresistible reevaluación de Franco debido a la prevalencia de los intereses militares y económicos frente a los políticos en la estrategia exterior de las potencias democráticas” (Pág.  275).
Francia abre sus fronteras con España en febrero de 1948. En mayo de 1948, Franco cierra convenios comerciales con París y en junio los cierra con Inglaterra. En mayo de 1948 los Estados Unidos desbloquean 60 millones de activos españoles retenidos en EE.UU. y en 1949 barcos de guerra norteamericanos visitan El Ferrol.
El cambio de era cada vez más abierto.
En enero de 1950, Dean Acheson, secretario del Estado, envió una carta a Tom Connally, quien presidía la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado norteamericano. En esa carta, Acheson, en quien vascos y antifranquistas confiaban, expuso al senador que “no había alternativa a Franco, que el régimen contaba con un fuerte apoyo interior, que no era conveniente separar permanentemente a España de Europa y que por eso el envío de embajadores era una posibilidad que contemplar” (El Profeta Pragmático, por L. Mees, Pág. 279).  

“TENGO MUCHÍSIMO MIEDO”, GALÍNDEZ

A partir de la visita el 16 de julio de 1951 del Almirante Forrest Sherman, jefe de Operaciones Navales de EE.UU. a España (Truman le había dicho a Sherman, quien era un firme partidario de la alianza militar con Franco: “A mí Franco no me gusta y nunca me gustará, pero no permitiré que mis sentimientos personales invaliden las convicciones de ustedes, los militares”), Galíndez advirtió a Aguirre del cambio de la política norteamericana, recomendando sacar consecuencias y  reevaluar la colaboración con esta política por parte de los vascos: “Yo sigo creyendo que todo cambió a partir de la visita del almirante, y la política anterior es agua pasada”. Aguirre, por su parte, disentía de Galíndez, al exponer que romper con EE.UU. no era conveniente, pues “nunca, y menos en política internacional, conviene perder ni los amigos ni destruir los puentes cerrando el camino de un futuro que está destinado a sufrir grandes cambios”.
Esa opinión de Galíndez contraria a mantener en favor de la CIA al aparato vasco de inteligencia fue del conocimiento de La Compañía, que controlaba su correspondencia.
¿Cómo interpretarían sus empleadores esta actitud de Galíndez cuando figuraba en nómina y recibía fondos federales?
Entonces sucedió lo inesperado. Ike Eisenhower  quien fuera asesor de Truman y presidente del Comité de Jefes del Estado Mayor norteamericano,  mismo que presionaba para un acuerdo militar con Franco se impuso en las elecciones norteamericanas de noviembre de 1952.
La posición pro Franco se imponía políticamente en los Estados Unidos.
El informe que hace Galíndez a Aguirre no pudo comenzar con una palabra más elocuente: “¡Catástrofe!”, escribió. “Jamás pensé que la victoria de Eisenhower fuese de tal magnitud. Fui a Times Square a esperar los resultados y a las 11 ya me retiré convencido de que nada había que hacer, pero aun así y todo en ese momento no sospeché la paliza. Todavía es demasiado pronto para hacer comentarios fundados. Pero tengo muchísimo miedo”.
Y tenía buenos motivos para tenerlo.
Al Departamento de Estado arribaba  un filofranquista que en nada tenía simpatía por los vascos o los republicanos españoles, John Foster Dulles. Y a España iba como embajador otro proclive a Franco, James Clement Dunn. Los días de amoríos con el Departamento de Estado habían llegado a su fin.

EL AMARGO SABOR DE LA TRAICIÓN

Cómo señala el escritor español Manuel Vásquez Montalbán en “El héroe impuro”, su artículo publicado en el periódico El País: “Galíndez trabaja en la ONU para impedir la legalización de la España de Franco, al lado de un exiliado notable que también ha pasado por Santo Domingo, el capitán Durán, protagonista de Soldados de Porcelana, de Vázquez Rial, personaje tan valorado por Alberti y por Jaime Gil de Biedma. La noche en que Galíndez tiene que admitir la traición de los Estados Unidos de Eisenhower y los hermanos Dulles, y el ingreso del franquismo en la ONU, escribe una de sus mejores páginas, lo que tiene su mérito porque no era demasiado buen escritor. Dejémoslo en correcto o suficiente.” (El País, 22 septiembre del 2002).
Ese empecinamiento en contradecir el interés de sus empleadores, como señalamos, originó que alguien decidiera que Galíndez era un estorbo que convenía quitar de en medio. ¿Quién? Deduzcámoslo del siguiente párrafo tomado del libro escrito por Ludger Mees: “Con la nueva administración Eisenhower, llegaron dos personas de conocidas simpatías filofranquistas a dos puestos cruciales: John Foster Dulles, el nuevo Secretario de Estado, que había actuado en la Guerra Civil como abogado del Banco de España; y el nuevo embajador en Madrid, James Clement Dunn, que había sido uno de los responsables de la política de no intervención norteamericana en la Guerra. José Félix Lequerica, el embajador franquista en los Estados Unidos, no escondió su alegría sobre estos nombramientos y se lanzó a una costosa campaña de marketing o, mejor dicho, de soborno, para comprar las voluntades de los hombres influyentes del “Spanish Lobby”, en los que gastó, según cálculos de Viñas, unos $100,000 dólares durante los primeros siete meses de 1953” (El Profeta Pragmático, Pág. 293).
La relación alcanzada por el PNV con Roosevelt y con Truman se deterioró con la nueva administración norteamericana. El Departamento de Estado que encabezaba John Foster Dulles consideraba a los miembros del PNV como “nacionalistas fanáticos”. Y para los que crean que sólo yo sostengo la tesis del secuestro por la CIA, lean lo que escribe Iñaki Egaña en su artículo “Galíndez 50 años de una desaparición”:  “no es de extrañar que la desaparición de Galíndez tuviera en una empresa de ex agentes que trabajaban para la CIA la gestación del crimen (Robert Maheu). La misma empresa que luego fue contratada para asesinar a Fidel Castro o que se vio involucrada más tarde en el Watergate. Poco se ha hablado de ello.” (http://www.nabarralde.com/es/egunekoa/290-galindez-50-anos-de-una-desaparicion)
Galíndez se sentía traicionado por Eisenhower y el Departamento de Estado. Pero ¿no se sentirían traicionados a su vez ellos por un informante a sueldo de sus cuerpos de inteligencia que ahora boicoteaba deliberadamente una relación que los mandantes entonces en EE.UU. consideraban vital para su estrategia militar y sugería a su jefe político, el Lehendakari Aguirre reevaluar la colaboración del aparato de espionaje vasco con los organismos de inteligencia norteamericanos que los habían financiado en buena medida?

EL CONTROL DE LA CIA SOBRE GALÍNDEZ

Es muy probable (sólo cuando desclasifiquen el expediente de Galíndez muchas cosas se esclarecerán), que la CIA haya exigido a Galíndez que fuera remitiéndole copia de su tesis en la medida en que la iba escribiendo.
Eso mismo hizo el FBI, de lo cual sí hay datos disponibles.
Al escribir una tesis controversial sobre un gobierno amigo y al ser Galíndez un espía del FBI y del espionaje militar norteamericano en tiempos de la Segunda Guerra Mundial y luego de la CIA, La Compañía querría saber qué información hacia pública y si no filtraba datos comprometedores que revelaran de alguna manera el vínculo de Galíndez como informante con el aparato de inteligencia norteamericano.
En todo caso, la CIA se había habituado, dentro de sus prácticas ilegales y violatorias a la Constitución y las leyes norteamericanas, las que no se sentían en obligación de acatar o sujetarse a ellas (desde el principio, dada la arrogancia de Dulles, sus prácticas fueron ilegales e inconstitucionales con respecto a la legislación norteamericana. No se detenían ante nada), a intervenir la correspondencia.
Como expone Tim Wiener en “Legado de Ceniza”, su historia de la CIA que le valió el premio Pulitzer, Allan W. Dulles y Richard Bissell en los Estados Unidos violaban las leyes norteamericanas en las mismas narices de las autoridades de aquel país. “Desde 1952, trabajando en la principal instalación postal estadounidense situada en el aeropuerto internacional de Nueva York, un grupo de agentes de seguridad de la CIA se dedicaba a abrir las cartas, mientras que el personal de contraespionaje de Jim Angleton tamizaba la información.” (Legado de Cenizas, por Tim Weiner, Pág. 186).
Y el prólogo al libro “El Diario de Aguirre” escrito por Iñaki Egaña es más que explícito. Al citar una carta de Galíndez que habla del diario del primer lehendakari vasco, el prologuista reseña: “La CIA controlaba la correspondencia de Galíndez minuciosamente. Esta carta citada, por ejemplo, fue desclasificada de los archivos de la agencia de espionaje norteamericana el 31 de marzo de 1978”. (Diario de Aguirre, prólogo por Iñaki Egaña,  Pág. 17)
La carta, por cierto, es del 26 de junio de 1949, enviada por Galíndez a Miren Laskibar.


DOS HECHOS CONTIGUOS

En 1954 se presentó para la CIA una oportunidad inesperada: logró colocar dos de sus hombres, John Joseph Frank y Horace William Schmahl,  como espalderos del orondo tirano dominicano, dado a los uniformes y las medallas, para que le cuiden (y espíen, de paso) en su viaje a España y al Vaticano.
Y es un año en que los intentos del Departamento de Estado por lograr el voto favorable al ingreso de España a la ONU se encuentra con la labor obstaculizadora de Galíndez y otros opositores al franquismo.
El laborantismo de Galíndez enervaba al Departamento de Estado. El delegado del Gobierno Vasco en el Exilio (gobierno al cual Eisenhower menospreciaba por carecer de territorio, ejército, etc.) frustraba el esfuerzo norteamericano por normalizar el status de España en la ONU. Y ese paso era un compromiso contraído por los EE.UU. con Franco a cambio de permitirle construir las bases en territorio español.
En ese sentido, el lobbismo de Galíndez entorpecía y dificultaba la política exterior de Eisenhower.
Y desafiaba al todopoderoso John Foster Dulles en los años de su hegemonía.
Ese incordio era del conocimiento de su hermano, el director de la CIA, Allen W. Dulles, el empleador de Galíndez como informante, quien también conocía, al intervenir la correspondencia de Galíndez, la opinión del delegado vasco contraria a mantener la relación con los aparatos de espionaje norteamericanos por parte del aparato vasco de espionaje.
¿A cuál de los dos se le ocurrió la idea de resolver el problema utilizando a Trujillo para sus fines?
Es muy probable que fuera en 1954 cuando esa elección se hiciera, porque desde ese año comenzó John J. Frank a enviar reportes a Trujillo, condicionándolo.
Esos reportes, sabemos, fueron quemados junto a todos los demás documentos archivados relativos a Galíndez, por orden del entonces presidente de la República, Joaquín Balaguer en 1961, quien con esa acción buscó ocultar su propia complicidad en aquel infausto suceso.
Frank no sólo enviaba sus reportes, mitad verdad, mitad inventos,  a Ciudad Trujillo desde las oficinas de la Agencia de Detectives “Horace W. Schmahl, Inc.”, en New York. También tenía contacto en sus viajes a la capital dominicana con una persona de la que se sospechó siempre su subordinación a la CIA: el general Arturo Espaillat, Navajita, fundador y jefe del Servicio de Inteligencia Militar, SIM (ya veremos cómo el State Department lo protegió en su momento).

CÓMO PREPARARON A GALÍNDEZ

A Galíndez también lo prepararon. Le hicieron saber las oscuras amenazas a su vida de parte de Trujillo.
De hecho, en dos ocasiones, en 1951 y luego en 1952, Galíndez , pese a sentirse relativamente a salvo por su condición de informante de la CIA y el FBI, delegado del gobierno vasco en el exilio ante la ONU y el Departamento de Estado norteamericano, escritor, intelectual, activista social y profesor universitario, tuvo dos serias crisis nerviosas.
Esas crisis podrían deberse más al progresivo desmoronamiento de la relación política con los norteamericanos, que cambiaban de aliado, pero no es descartable que influyeran amenazas conocidas por él provenientes de la tiranía trujillista.
El 5 de octubre de 1952 Galíndez escribió una carta holográfica en inglés “To the Police”. En esa carta, el delegado del gobierno vasco establecía responsabilidades en caso de agresión en su contra. Decía que en caso de que algo le sucediera, los responsables no serían otros que “agentes del consulado dominicano”.
Esa carta incriminante fue de gran valor en el plan.
Si el propio desaparecido, con 4 años de anticipación, dirigía hacia el gobierno dominicano la responsabilidad de cualquier atentado en su contra ¿no estaba ya dada la tapadera ideal para cometer el plagio y desviar hacia Ciudad Trujillo y su pintoresco dictador toda la atención, todos los reflectores?
Allen Dulles era un experto en el manejo mediático. Su gusto por plantar informaciones, difundir semiverdades o abiertas falsedades, manipular la opinión pública, “crear noticias” y provocar histeria empleando los medios de comunicación sobresalía.
Lo había empleado con éxito para provocar una paranoia anticomunista que facilitara sus planes y propósitos.
Y no tenía nada de simpatía hacia Galíndez. Más bien, el sentimiento contrario.
Aquel informante vasco de amigo había devenido enemigo.
Alguien del cual se debía prescindir.

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