martes, 3 de enero de 2012

¿POR QUÉ NECESITAMOS ENTRENARNOS COMO LECTORES EFICIENTES?


¿Por qué necesitamos entrenarnos como lectores eficientes?

Por Aquiles Julián

“Lee y conducirás, no leas y serás conducido.”

Santa Teresa de Jesús

La única ventaja competitiva sostenible, como individuos y como naciones, proviene de nuestra capacidad de aprender y aplicar lo aprendido más rápidamente que otros.

En un mundo estandarizado, donde la racionalización de procesos (reingeniería) y los programas de Calidad Total y Six Sigma han permeado la cultura productiva, ser deficientes en calidad o ineficientes desde el punto de vista del manejo de costos (despilfarradores, descuidados, etc.), simplemente nos saca de competencia. Nos condena a fracasar.

Eso lo saben bien nuestros gestores de empresas y de zonas francas. Tienen que competir en precio para obtener los contratos; competir en calidad para que aprueben los lotes producidos; competir en gestión para que la operación sea rentable. Y tienen que desarrollar en su personal competencias de aprendizaje apropiadas para que operen de la forma más eficiente y efectiva posible.

Al competir en una cultura de clase mundial, en que nuestros competidores no necesariamente son locales, y donde los acuerdos de Libre Comercio abren los mercados y nos evaporan aranceles que protegían nuestra carencia de eficiencia, es fundamental entender que sólo la flexibilidad para aprender-desaprender-reaprender, para el desarrollo de nuevas competencias y talentos, asegura a las personas su empleabilidad, y a las empresas y a los países su capacidad de permanecer competitivos y en crecimiento.

El capital clave de una empresa y el capital de un país no radica en su tecnología, que se hace continuamente más y más obsoleta; ni en sus recursos naturales, cada vez más agotados; ni en la inversión financiera, que es simplemente capital en riesgo: radica en la calidad de los individuos que los integran. Y la calidad de dichas personas está en directa relación no sólo con lo que ya saben, pues el obsolimiento, el conocimiento obsoleto, crece fuertemente, sino más bien en la capacidad que tengan estas personas para renovarse, reentrenarse, reaprender.

¿ESTAMOS PREPARADOS PARA LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO?

Nunca, como ahora, la información ha estado tan disponible. Fluye de forma continua. Vivimos, por primera vez en la historia, en simultaneidad con todo lo que se mueve de interés en el mundo, en cuanto a su acceso. Sólo el idioma se transforma en un obstáculo relativo al contacto con otras realidades y otros datos (obstáculo parcial debido a los softwares de traducción).

Ciertamente, abunda la seudoinformación, los bulos, las mixtificaciones. Navegar en el torrente continuo de datos y seudodatos, de frivolidad e información de valor, de patrañas, opiniones, creencias y evidencias reales demanda de los individuos un ejercicio del criterio, la capacidad de pensar críticamente, someter a evaluación las informaciones, discernir, seleccionar, estructurar mentalmente la información, someter a prueba las hipótesis, comprobar y descartar.

Lamentablemente, damos por sentado que las personas vienen capacitadas para pensar con eficiencia, cuando esta es una destreza que demanda entrenamiento, aprendizaje y metodología adecuada.

El pensamiento natural es espontáneo, empírico, reactivo, emocional e impulsivo. Arriba rápido a conclusiones siguiendo una hermenéutica que puede ser útil en algunos casos, pero que es dañina en otros.

Tenemos que enseñar a las personas a pensar con eficiencia. No es algo que aprendan en nuestras escuelas y universidades.

Nosotros vemos continuamente los resultados derivados del pensamiento ineficiente. Crímenes, accidentes, errores costosísimos, malentendidos, divorcios, pérdidas… Todos son resultado de haber sacado una conclusión apresurada de forma disparatada. Hay mucho dolor que proviene de la incapacidad de pensar de manera inteligente y productiva.

¿PODEMOS MANEJAR UN ALTO VOLUMEN DE INFORMACIÓN?

Además de pensar con eficiencia, también conviene preguntarnos si podemos manejar un alto volumen de información.

El acceso libre a información actual, piénsese en que sólo en estas navidades Amazon anunció que vendió más de 4,000,000 de su lector digital Kindle, que se vendieron millones de iPads y otros artilugios que facilitan la lectura, los websites de libros gratuitos, el flujo continuo de datos, noticias, opiniones, etc., a través de las redes sociales que son un formidable empujón hacia la comunidad global, hace que nuestra limitación de estar al día provenga sólo de nuestra ineficiencia como lectores.

Usted puede ir a una librería y sentarse allí, pasarse el día y leer los libros. Lo mismo puede hacer en una biblioteca. ¿Dónde está el problema?

Primero: en su falta de hábito de lectura.

Segundo: en su carencia de una estrategia eficiente de lectura.

Lo otro ya pertenece al dominio de su voluntad, que quiera o no. Pero las consecuencias que se derivan de irse haciendo, en sus conocimientos y competencias, más y más obsoleto tienen un impacto en ingresos, oportunidades y calidad de vida dramático.

Y el desarrollo de nuevas tecnologías y aplicaciones, que no cesa, puede de un momento a otro convertir su negocio o su profesión es algo superfluo, inútil y obsoleto.

Usted no puede impedir el futuro. Tampoco predecirlo. Pero sí puede prepararse para adaptarse y aprovecharlo.

¿POR QUÉ LEEMOS DE MANERA INEFICIENTE?

Muchas personas confunden haber sido alfabetizados con haber aprendido a leer. Son dos cosas distintas.

Es tan distinto como confundir el hecho de hablar en una lengua dada materna, el español en mi caso, y desarrollar la competencia de ser locutor. Lo segundo, cualquiera admitiría, demanda entrenamiento, práctica y cambio de hábitos de pronunciación.

Lo mismo sucede con la competencia de leer de manera eficiente.

¿Por qué leemos de manera ineficiente? Porque entrenarnos a leer de esa forma es eficiente para alfabetizar a un analfabeto.

Pero se transforma en un hándicap como estrategia de lectura para una persona ya alfabetizada.

Para recurrir a un símil, un fármaco que puede ser valiosísimo para la recuperación de la salud de una persona con una enfermedad, puede ser dañino a la salud si lo proporcionamos a una persona sana, por sus posibles efectos colaterales.

La lectura ineficiente, aquella en que nos entrenaron al alfabetizarnos, para muchas personas es el único tipo de estrategia de lectura que conocen.

Ese modelo de lectura produce una serie de consecuencias desagradables que alejan del placer de leer a millones y millones de personas.

Veamos cómo se origina y cuáles son sus características.

¿CÓMO SE ORIGINA EL MODELO DE LECTURA INEFICIENTE?

El origen de la lectura ineficiente proviene de una estrategia eficiente para alfabetizarnos. Lo malo es que fue el único modelo que nos enseñaron.

Al entrar a un proceso de alfabetización, la primera tarea del educador es enseñarnos a relacionar un garabato, una grafía, con un sonido.

Para eso recurre a la repetición paciente hasta que vamos, entre cantos, juegos y otros medios puestos en acción para mantener ocupada nuestra voluble atención infantil, reaccionando con el sonido a la presentación del signo gráfico.

Luego nos lo complican. Al unir dos signos gráficos y construir una sílaba (sé que hay sílabas unimembre, esto es simple ejemplo), el sonido se modifica: L y A no se pronuncia eleá, sino la.

Ahora parece sencillo, pero en la mente de un niño es una complicación. Ahora tiene que modificar lo aprendido. Primero nos enseñan a pronunciar de una manera y ahora de otra.

De nuevo, el docente recurre a juegos, actividades, cantos y otros recursos para comprometer nuestra atención y facilitar el aprendizaje.

Cuando alcanzamos la sílaba el 70% del proceso de alfabetización está ya logrado. Ahora unimos sílabas y construimos palabras, 20%. Y luego unimos palabras y construimos frases, oraciones y párrafos, 10%.

¡Y ya está: estamos alfabetizados!

De inmediato nos sumergen en contenidos: Sociales, Naturales, Lenguaje, Aritmética, etc., que nos obligan a ejercitar nuestra recién adquirida habilidad o competencia de leer.

Nuestros padres presumen de la inteligencia de su criatura y nos ponen a leerles a otros por unos días.

Y nos creemos que esa manera de leer es la correcta. Pero ¿cómo aprendimos a leer?

LAS CONSECUENCIAS DEL MODELO DE LECTURA INEFICIENTE

Pues, nos entrenaron en un modelo de lectura altamente ineficiente: la lectura silábica.

Leemos por sílaba, como nos entrenaron.

Algunos desarrollan mayor fluidez y leen por palabra con cierta velocidad. Muchos otros siguen tropezando con las sílabas y leen con torpeza.

Usted puede darse perfecta cuenta de ello cuando escucha a alguien leer. Como lee es un reflejo de su manera de procesar información. Si lo hace de manera torpe, ¿cómo usted cree que procesa la información en su cabeza?

Un aspecto importante en el proceso de lectura tiene que ver con la amplitud de foco visual.

Normalmente nos han entrenado para aislar una palabra de su contexto y captarla sola en un golpe de vista. Ese movimiento de los ojos, denominado movimiento sacádico, al ir captando las palabras una por una, nos retrasa innecesariamente y además se convierte en un proceso cansón e ineficiente..

Imaginemos un libro de 200 páginas, en que cada una de ellas posea 35 renglones y cada renglón unas 15 palabras por línea.

Eso significa para la persona detenerse 15 veces por renglón, 525 veces por página y 105,000 en total por las 200 páginas para poder agotar el libro.

Si esa persona lee a un ritmo de 250 palabras por minuto, le tomaría un total de 7 horas leer dicho libro, si acomete esa tarea de manera continua.

Es un desperdicio de energía y tiempo.

Imaginemos simplemente que enseñamos a esa persona a leer por bloque y por eje, dos técnicas de lectura. Ahora, en vez de enfocarse en una palabra se entrena para captar cinco palabras por cada golpe de vista. De entrada ahora logra un 80% de ahorro del trabajo visual y del tiempo de lectura.

Se detiene 3 veces por renglón en vez de 15.

105 veces por página, en vez de 525.

21,000 veces en las 200 páginas y no 105,000 veces,

Y lo que antes le tomó 7 horas ahora se redujo a una hora y media (1:24 en realidad).

Noten esto, no hemos ni siquiera acelerado el ritmo de lectura y ya tuvimos un ahorro de 5.5 horas, simplemente al dominar una estrategia de amplitud de enfoque más eficiente que la aprendida al alfabetizarnos.

Ponga usted que, además, le enseñamos a esa persona a acelerar su velocidad de lectura a unas 1,000 palabras por minuto. Entonces, esa 1:24 minutos se divide entre 4 y le tomaría, leer el mismo libro 21 minutos. Así de simple.

LOS TRES PRINCIPALES ERRORES AL LEER

Además, al reducir el número de fijaciones (golpes de vista), se previene el cansancio visual. Y si lo unimos a otros recursos también el aburrimiento, la pérdida de ilación, la distracción y otros males que aquejan al lector que carece de una estrategia de lectura eficiente.

Otras ventajas de entrenarse en lectura eficiente devienen de superar los tres principales errores al leer:

1. Subvocalizar, hablarse mentalmente mientras se lee.

2. Leer palabra por palabra, en vez de leer por bloque y eje.

3. Retroceder: Perder el hilo, distraerse y volver atrás para retomarlo.

La subvocalización es una costumbre que proviene del período de alfabetización, en que se nos enseñó a asociar una palabra con un sonido.

El asunto es que la voz humana apenas puede acelerar hasta una velocidad de unas 400 palabras por minuto y ser inteligible, por lo que leer repitiéndonos internamente lo leído nos lastra y condena a no aprovechar la enorme capacidad de captar y procesar información del cerebro, que algunos llegan a estimar de unas 40,000 palabras o bits de información por minuto.

El contenido de una palabra no está en el sonido, sino en la imagen que evoca.

Entender una palabra es entender qué imagen nos trae a la cabeza, no qué sonido posee. De ahí que aprender un idioma es aprender a relacionar una palabra con un concepto (una imagen o una idea). Podemos escuchar el sonido de la misma, pero si no sabemos a qué concepto o imagen alude, nos quedamos en el aire.

La lectura palabra por palabra es ineficiente, además, porque aproximadamente el 50% de las palabras que utilizamos son vacías (conectores, artículos, preposiciones, etc.) y el otro 50% poseen contenido. Una frase como “La niña de la patineta” posee un 40% de palabras con contenido: Niña, patineta, y un 60% de palabras vacías: La, de la. Si leemos la frase palabra por palabra desperdiciamos el 60% de nuestro esfuerzo.

Y eso nos conduce al tercer problema: la distracción que nos hace perder el hilo y nos lleva luego a retroceder.

El cerebro, que puede procesar información a altísima velocidad, se aburre. Y empieza a divagar. ¿Resultado? Nuestra atención se distrae y, aunque nuestros ojos siguen mecánicamente pegados a la página, nuestra mente anda lejos, lejos de ella.

PARA MANTENER NUESTRA COMPETITIVIDAD, HAY QUE SER UN LECTOR EFICIENTE

Es oportuno esclarecer que la lectura nos proporciona información. No conocimiento.

El conocimiento es aquello que adquirimos al aplicar la información y apreciar los resultados que provocamos.

La información es la receta del sancocho pero el conocimiento es lo que adquirimos haciendo sancocho. Y sólo se obtiene mediante un proceso de prueba y error.

Sin embargo, es bien tonto querer derivar conocimiento de la experiencia bruta, sin que medie o aprovechemos la información que es la experiencia acumulada por otros y que nos sirve de punto de partida.

Vivimos un mundo lleno de retos y oportunidades.

Y nuestra cancha es el mundo. Ya no es local, es global.

El conocimiento es dinero. Y para desarrollar conocimiento requerimos información actualizada.

Esa información está disponible como nunca, asequible como nunca. Sin embargo, requerimos desarrollar las destrezas necesarias para apropiarnos de ella.

Conozco muchos que compran libros que nunca van a leer. Y el único lugar donde un libro es un activo y no un pasivo es en la cabeza de uno. Fuera no es más que un coroto más.

En diciembre tuve la oportunidad, luego de estar una semana en Disney, de pasar otra semana en Tampa, donde reside mi hermana.

De los 7 días, cuatro de ellos los pasé desde las 9:00 a.m. a las 8:00 p.m. en una librería. Una por día.

En ese tiempo leí, revisé y me nutrí de decenas de libros, de los temas de mi interés.

Al final, sólo adquirí un solo libro: “Make a Scene” de Jordan E. Rosenfeld, un libro sobre construcción de escenas, tanto para narrativa, como para dramas y guiones.

Pero me traje decenas de libros leídos y aprovechados.

Y una vez más agradecí haberme entrenado en neurolectura o lectura súper rápida.

Una habilidad fundamental en la actitud de éxito, esa mentalidad de crecimiento que definió la psicóloga y autora Carol S. Dweck como distinta a la mentalidad fija de los conformistas o que se resisten al aprendizaje.

Y es que son las decisiones de hoy las que prefiguran los resultados de mañana. Y uno es dueño o dueña de esas decisiones. Nadie más.

1 comentario:

  1. Importantísimas informaciones!! Soy profesora y este artículo me ha llevado a replantearme una manera más efectiva de alfabetizar a mis alumnos.
    Gracias del alma!!

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