martes, 10 de enero de 2012

LOS TRES TIPOS DE LECTURA Y LA RAPIDEZ AL LEER


Los tres tipos de lectura y la rapidez al leer.

Por Aquiles Julián

“Los verdaderos analfabetos son los que aprendieron a leer y no leen.”

Mario Quintana

Muchas personas se traban al pensar sobre las técnicas de lectura súper rápida por dos razones, ambas equivocadas:

· Tienen opiniones sobre ella sin ninguna experiencia directa

· Se imaginan cualquier cosa y suponen que lo que imaginan es verdad.

La primera de las trampas es opinar sin ninguna experiencia personal que sirve de soporte y referente.

El director de un periódico, amigo apreciado, me dice que “él no cree en esto de la lectura rápida”. Lo interesante es que su creencia es gratuita, pues él ni tiene ni ha intentado tener experiencia con la metodología. No se ha entrenado. No ha leído sobre el tema. No ha verificado si funciona o no.

Es una creencia que carece de asidero. Simplemente le sirve para no tener que preocuparse por ser un lector eficiente. Para nada más.

Otros ven en su mente una febril actividad que parece más cosa de orate que de lector: alguien pasando páginas de manera afanosa, sin respiro alguno, atiborrándose de datos sin reflexión alguna, sin asimilación alguna. Y reaccionan con espanto a su propio fantasma.

Ahora bien, sucede que ambas razones son argucias del cerebro para crear justificaciones que les permitan mantener su inercia. El cerebro es un órgano haragán, que gusta de la conservación de energía.

Ya Henry Ford sentenció: “Pensar es el trabajo más difícil que existe. Quizá esa sea la razón por la que haya tan pocas personas que lo practiquen.”

TRES TIPOS DISTINTOS DE LECTURA

Al leer, podemos hacerlo con distintos fines y sobre distintos materiales. Esa diferencia de fines y de material de lectura, determinará en mucho qué velocidad de lectura aplicaremos.

La rapidez o velocidad de lectura no es un recurso estándar y continuo, es simplemente una opción. Semeja a la opción de que dispone una persona que es dueña de un Ferrari. Su máquina puede llevarle a velocidades de vértigo, pero no es prudente ese tipo de velocidad en todas las circunstancias. Simplemente es una opción que tiene disponible a su conveniencia.

Existen, por su naturaleza y su propósito, tres tipos de lectura distintos. Y cada uno de esos tipos reclama un nivel de velocidad distinto.

El primer tipo de la Lectura transformativa. Este tipo de lectura, propia de los textos espirituales, busca impactar y trabajar nuestros valores, actitudes, identidad y principios. Busca transformar nuestro ser.

Al adentrarnos en la lectura transformativa, el nivel de velocidad tiene que ser lento. Nos llama a meditar con detenimiento lo leído. Empaparnos de su savia. Dejar que las palabras penetren profundamente en nosotros y esplendan. No es la cantidad lo que cuenta, sino la calidad de la experiencia que nos provoquen.

El segundo tipo de lectura, en cuanto a velocidad de lectura, lo es la Lectura recreativa. La lectura de poemas, novelas, cuentos y otras piezas literarias no conviene que sea muy rápida porque este tipo de material de lectura no nos proporciona información: suele ser ficción, invención. Su valor no proviene de su contenido sino de la expresión: es algo para degustar, paladear, saborear. Perdería su encanto si lo tratamos como simple información.

El tercer tipo de lectura es el que soporta la mayor velocidad. Es la Lectura formativa. Tiene que ver con el hacer.

La lectura formativa: libros profesionales, técnicos, por ejemplo, nos aporta información, puntos de vista, procedimientos, etc., que se nos comparten para mejorar nuestras habilidades y destrezas. Su objetivo no es cambiarnos como individuos, sino cambiar nuestra manera de hacer las cosas. Tampoco es distraernos, divertirnos o conquistarnos: es impactar nuestra manera de proceder y producir resultados.

Querer leer todo a la misma velocidad, rápida, rapidísima, moderada o lenta, es poco inteligente. Cada tipo de lectura demanda o recomienda un nivel de velocidad distinto. Y hay, claro, otros factores adicionales que influyen.

¿QUÉ OTROS FACTORES INFLUYEN EN LA VELOCIDAD DE LECTURA?

No sólo el tipo de lectura influye en la velocidad con que la realicemos. También están otros factores como el propósito de la lectura, la familiaridad con el tema y los conceptos, la complejidad del texto, etc.

El propósito, por ejemplo, nos afectará si leemos una novela o un relato para desentrañar su técnica de composición, para producir un texto crítico sobre el mismo, a diferencia de cuando simplemente lo leemos por placer.

La familiaridad contribuirá a incrementar la velocidad si la tenemos o a reducirla si el tema nos es extraño. Por igual qué tanto trato se tengan o no con los conceptos cardinales de lo que se lee.

La complejidad del tema puede que nos retarde porque requiera más tiempo procesar la información.

Un último factor que influye es la importancia que tiene dicha información para nosotros.

Como vemos, al hablar de velocidad de lectura no hablamos de una velocidad continua, sino de una velocidad que varía según la relevancia para mí del asunto del que leo, mi familiaridad con él, la complejidad del texto, mi propósito al leer, etc.

Ahora bien, si leo lento, a un promedio de 200 palabras por minuto, lo haré en todos los casos, no tengo opción, lo cual me puede mantener aburrido o estancado cuando estoy leyendo páginas frívolas, o de información ultraconocida, ajena a mis intereses, sin ningún tipo de complejidad o relevancia, etc., y me puede inducir a abandonar la lectura o a dormirme.

Si tengo control y posibilidad de ejercer distintos grados de velocidad de lectura, iré de manera ultraacelerada en aquellas partes del libro o texto que no sean relevantes a mis propósitos o me signifiquen llover sobre mojado, y reduciré la velocidad en aquellas otras pertinentes a mis propósitos o que me aporten nueva información relevante.

Eso y no otra cosa significa ser un neurolector o un lector súper rápido.

LEER ACTIVANDO AMBOS HEMISFERIOS DEL CEREBRO

La tendencia a subvocalizar, la cual proviene de nuestro entrenamiento al ser alfabetizados, nos hace recitar mentalmente lo leído, hablándonos al oído interno. Eso también se convierte en una retranca al leer.

Lo conveniente es desasociarnos del sonido de las palabras y relacionarnos más con los conceptos que ellas transmiten: sus imágenes.

La especialización hemisférica hace que el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro esté más desarrollado en la parte verbal y lógica, y el hemisferio derecho más en la parte visual y analógica.

El cerebro derecho (el hemisferio derecho) es nuestro cerebro creativo. El izquierdo nuestro cerebro crítico.

Hay dos aspectos importantes en este sentido.

Primero: el cerebro izquierdo está vinculado a la memoria de corto plazo. Y el derecho a la memoria de largo plazo.

Segundo: Nuestro cerebro izquierdo está más vinculado a la expresión. Y nuestro cerebro derecho más asociado a la comprensión.

Si queremos comprender un texto tenemos que traducir las palabras en imágenes. Son las imágenes, los conceptos, los que nos permiten comprender lo leído.

¿QUÉ SIGNIFICA ENTENDER UN TEXTO?

Significa poder expresar el mensaje del autor, su propósito, los contenidos implícitos y lo que quiere de nosotros.

Si puedo exponer lo que el autor buscó decir al escribir, describir su texto, sus fines, los supuestos sobre los que articuló su discurso y lo que quería hacernos sentir, pensar y hacer, entonces puedo decir que entendí su texto.

Entender no es simplemente reproducir lo que un autor dijo. Puedo repetirlo y aun así no entenderlo.

Tampoco significa estar de acuerdo con lo que el autor expuso.

El que yo entienda un punto de vista no significa que lo endose, valide o comparta.

Hay quienes están tan convencidos de su punto de vista, tan centrado en su visión de las cosas, que no conciben que existan personas inteligentes que discrepen de ellas o posean un punto de vista distinto.

De ahí la expresión de: “Tú no me entiendes”. Confunden ser entendidos con ser apoyados o respaldados en sus puntos de vista.

Es un enfoque infantil e inmaduro, que se cree dueño de la “verdad” y la “razón” y considera que existe esa única “verdad” y esa única “razón”.

Hay también los que entienden que repetir lo leído es demostración de haberlo comprendido, lo cual también es ingenuo.

La comprensión demanda penetrar el mensaje real tras el mensaje aparente, la intención del hablante, su estrategia discursiva, propósitos, intereses y lo que persigue al compartirme su texto.

Yo, a partir de esta comprensión, puedo definir mi grado de afinidad o identificación con lo leído. Y esto puedo estructurarlo en un continuum que va desde totalmente de acuerdo a mayormente de acuerdo, medianamente de acuerdo, mayormente en desacuerdo o totalmente en desacuerdo.

Posiblemente en la mayoría de los textos siempre estaremos entre medianamente de acuerdo o mayormente en desacuerdo. En unos pocos mayormente de acuerdo. Y en muy pocos totalmente de acuerdo o totalmente en desacuerdo.

Y nuestra comprensión tendrá mucho que ver con la colaboración entre nuestros hemisferios derecho e izquierdo del cerebro.

IR MÁS ALLÁ DE SIMPLEMENTE LEER

Relacionar lo que leemos con lo ya sabido, con otras lecturas, extrapolarlo a otros contextos, es también importante para quien lee.

Se lee en un contexto y se lee también con otras lecturas previas que dialogan con lo que uno lee en el momento.

Vamos contrastando lo que leemos contra nuestras experiencias y puntos de vista ya adquiridos, así como contra otras lecturas hechas. Es un intercambio fecundo porque corrige, ahonda, amplía nuestra visión.

Y en ocasiones, también, la contradice y desmantela.

En todo caso, tenemos que partir de la intención con la cual leemos.

Puede ser distraernos.

Puede ser obtener información importante para un objetivo o tarea.

Puede ser por cultura general.

Podemos leer para incrementar el fondo de información profesional del que disponemos. O para enriquecer con otros enfoques y puntos de vista nuestra opinión sobre algo.

Tal vez se deba a requerimientos de estudio para un monográfico, un examen, una tesis o un informe.

Cada circunstancia va a influir en la actitud con que abordemos la lectura. En la velocidad a que lo hagamos. En la estrategia que apliquemos.

Lo importante es que entendamos que la velocidad de lectura nunca es uniforme, es un recurso, una opción a aplicar.

Ahora, si no la poseemos, entonces estamos condenados a una velocidad y un ritmo único: el lento, el ineficiente.

Y que existen distintos tipos de lectura: la transformativa, la recreativa y la formativa. Todas son importantes, pero no pueden realizarse de la misma manera, pues lo que es positivo y apropiado para una, será inapropiado y perjudicial para otra.

1 comentario:

  1. Interesante y muy didáctico libro. Realmente importante la claridad y flexibilidad con que aborda el tema de la lectura. Sus conceptos son modernos y sus pautas sencillas. Muchas gracias, maestro Aquiles, por colaborar con nuestra labor docente...

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