¿Qué puedes buscar y sacar de un libro al leerlo?
Por Aquiles Julián
“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.”
Miguel de Cervantes
¿Cuál es el propósito de leer? Aunque muchos, me incluyo, leemos libros por el simple placer: poemarios, novelas, cuentos, etc., lectura recreativa, la mayor parte de las personas, y también me incluyo, buscamos en los libros información relevante y de valor que sirva a nuestros propósitos.
Leemos, sobre todo, para cambiar nuestro ser, lectura transformativa, y para cambiar nuestro hacer, lectura formativa.
También está una modalidad de la formativa, que es aquella lectura que responde a nuestros intereses culturales, a nuestra sed de saber: la lectura informativa.
Y desde el punto de vista del volumen, de la diversidad y de la inducción social, la lectura formativa, orientadas a mejorar, enfocar y optimizar nuestro hacer, es la que predomina en nuestra cultura.
Los resultados de lectura son distintos según su propósito: placer y emoción, en la lectura recreativa; cambio profundo en el ser, en la lectura transformativa; mejoría en el desempeño en la lectura formativa; ampliación de nuestro bagaje cultural, en la informativa. A distintos propósitos, distintas maneras de leer.
Voy a concentrarme, a seguida, en qué buscar en los libros formativos: técnicos, profesionales, informativos, etc., dado que, como expresé, este tipo de lectura es la que predomina en cantidad, pues nuestras escuelas y universidades, institutos y centros de capacitación, son el tipo de libros que mayormente recomiendan, ya que todos se articulan en torno al hacer, en torno a la formación de habilidades, destrezas y saberes en los individuos.
UN LIBRO NO ES UN SOPORTE
Antes es oportuno que distingamos entre lo que un libro es y lo diferenciemos de lo que significa simplemente un soporte.
Los libros han tenido a través de la historia distintos soportes, desde huesos hasta metales; desde las piedras al barro; desde la cera hasta los mosaicos; desde el papiro hasta el pergamino; desde la madera a la seda; desde el papel hasta el más reciente y asequible de la pantalla digital, el soporte llamado a protagonizar la más profunda revolución en el saber, la lectura y la cultura de todos los tiempos.
¿Qué es un libro? Es un escrito de cierta extensión apto para y cuyo propósito es, ser leído. La UNESCO ha establecido que, para ser llamado como tal, su tamaño tiene que superar las 49 páginas: 25 hojas mínimo. Menos de 49 le da al escrito categoría de folleto.
En muchos aspectos, el libro es el máximo logro de esa valiosa herramienta de cultura y civilización que es la escritura, el invento humano que nos sacó de la prehistoria y nos introdujo en la historia, y del que los primeros indicios conocidos nos remiten a los sumerios y demás pueblos de la Mesopotamia.
Los soportes indican las tecnologías y niveles de civilización que alcanzaron las distintas sociedades. No más.
Lo mismo el nivel de estilización de ese instrumento que es la escritura, originada en los pictogramas y glifos primitivos y que ha evolucionado y se ha perfeccionado con el paso de los siglos.
Distintos pueblos crearon mitos sobre el origen de la escritura. Los sumerios la atribuyeron a Enmerkar, rey de Uruk. Los aztecas al dios del viento Quetzalcóatl, la “serpiente emplumada”, inventor también de las artes. Y los mayas al dios del tiempo Itzamna. Los egipcios a Toth, el protector de los escribas y dios de las artes. Y los chinos a Chang Ji, enviado de Huang Di, el “dios amarillo”.
Hay quienes se enamoran de un soporte, idealizándolo. No creo que se produzcan libros más hermosos, trabajados con mayor primor y que reunieran mayores talentos que los manuscritos medievales. Eran tan apreciados que se daban como regalos reales.
Imagino lo traumatizado que quedaron algunos privilegiados cuando aquellas joyas fueron sustituidas por las vulgares y visualmente desaliñadas hojas de imprenta. Sin embargo, unas décadas después los gabinetes de copistas eran cosa del pasado. La imprenta, la galaxia Gutenberg, los arrojó a la historia.
Ahora pasa lo mismo con los lectores digitales y la difusión digital del libro: las imprentas son cada vez más artefactos obsoletos. Lo mismo el libro impreso.
En mi personal opinión, yo soy un enamorado del contenido, no del soporte. Y en esa perspectiva es que valoro las inmensas posibilidades de democratizar el acceso al libro que proporciona la difusión digital de obras, ya que su multiplicación es de escasísimo costo y lo hace inmensamente asequible.
Yo, que acabo de pagar RD$2,250.00 por el tercer volumen de la trilogía de Vitali Shentalinski sobre los escritores represaliados por la KGB estalinista (con los distintos nombres que adoptaba según la época: Checa, GPU, NKVD, etc.), libro que considero excesivamente costoso, US$59.21 dólares, y conste que es uno de tres tomos, no el precio de los tres, creo que una copia digital contiene el mismo contenido y saldría por menos de diez dólares. Es de ese tipo de costo excesivo que los libros digitales están llamados a salvarnos.
¿QUÉ PODEMOS ENCONTRAR EN UN LIBRO?
Circunscribiéndonos a los libros formativos y a los informativos, que son por mucho la mayoría de los libros existentes, aunque la masa de libros religiosos es también significativa y en crecimiento (lectura transformativa), es oportuno definir qué buscar y encontrar en ellos, lo que puede ser útil para orientar la atención del lector y guiar su trabajo.
Soy de la opinión de que la actitud con que interactuamos con un libro depende en mucho del tipo de lectura que realicemos.
Así, la lectura transformativa, orientada a cambiar nuestro ser, se medita. La lectura recreativa, cuyo propósito es producirnos placer y emocionarnos, se disfruta. Las lecturas formativa e informativa, pero en particular la formativa, se trabajan.
La acción de leer es común a los tres tipos de lectura, pero la formativa/informativa demanda una labor activa más que pasiva: queremos adueñarnos de una información, extractarla, internalizarla, incorporarla a nuestro haber.
Trabajar un libro nos impone operar con una serie de recursos, de instrumentos intelectuales, para extraer la información, sistematizarla, categorizarla y contrastarla contra otras informaciones recopiladas o ya parte de nuestro bagaje cultural.
No voy, por mi tema elegido, a entrar en algunos de esos valiosísimos recursos, ellos serán motivo de un próximo artículo. Ahora quiero limitarme a los siete tipos de informaciones que podemos extraer de un libro.
¿Cuáles serían estas siete tipos mayores de informaciones que podríamos encontrar en un libro formativo o en uno informativo? En mi opinión son: 1. Conceptos; 2. Teorías; 3. Procedimientos; 4. Datos; 5. Ejemplos e historias de apoyo; 6. Creencias y opiniones. 7. Cuadros y esquemas.
Veámoslos en detalle.
LOS CONCEPTOS, LAS HERRAMIENTAS DE PENSAR
Los conceptos son las herramientas mentales que nos permiten comprender nuestras experiencias, organizar el mundo y pensar.
Cada disciplina se organiza en base a un conjunto de conceptos que le dan su especificidad, definen su campo de autoridad, establecen una manera de pensar el caso o situación, crean una jerga o lenguaje especializado y una forma de interpretar los hechos.
Así un abogado, un policía y un psicólogo, frente al mismo fenómeno, no lo piensan de la misma manera pues tienen conceptos, jerga y forma de interpretar distintos.
Lo mismo: un botánico, un agricultor y un jardinero ven y reaccionan de manera distinta a la misma información de la vegetación de un terreno, pues sus conceptos y maneras de pensar aprendidas los precondicionan para ello. Donde uno de ellos se sorprende y emociona, otro hace un gesto de desagrado o de aburrimiento.
Los conceptos orientan nuestra atención, guían nuestra búsqueda, nos ayudan a estructurar y organizar en nuestra mente la realidad exterior. Previo a tenerlos, todo se presenta como un batiburrillo, un caos, un desorden: algo confuso, inasible, abrumante.
De ahí la importancia de que nos pertrechemos de los conceptos que emplea el escritor, que los destilemos e individualicemos. Ellos son los peldaños por los cuales podremos acceder a sus tesis y al disfrute de sus aportes.
LAS TEORÍAS, LAS EXPLICACIONES GENERALES
El cerebro es una máquina prodigiosa inventora de explicaciones. Es la fuente de toda teoría. Somos animales teóricos, necesitamos encontrarle sentido a las cosas, entenderlas y poder explicarlas.
Toda teoría es una construcción mental que empleamos para explicarnos y explicar a otros un fenómeno o cualquier asunto. En tanto construcción mental, existe en nuestra mente, no fuera. Y su validez depende de que resista el desafío de la comprobación, de la verificación, de la lógica.
Así, toda teoría existe para ser desafiada y reemplazada por una explicación mejor. Las teorías son modelos explicativos útiles, pero no restrictivos. Tampoco verdades incontrovertibles, aunque algunos quieran imponérnosla como tales.
Toda explicación, toda teoría, conviene tomarla como una hipótesis provisional que indica lo mejor que hemos podido estructurar a partir de los datos que hemos reunido, la tecnología de la que disponemos y el punto de vista que hemos adoptado.
Cambios futuros en los datos, en la tecnología o en el punto de vista van a cuestionar dicha explicación y nos permitirán construir una mejor, que seguirá funcionando no como verdad última, sino como hipótesis provisional, como momentáneo hito del nivel de comprensión del mundo exterior o de los hechos sucedidos que hemos podido alcanzar con los medios y recursos de los que disponemos.
Aferrarse a una teoría, a una explicación, absolutizarla o quitarle el rango de hipótesis provisional para darle la categoría de verdad definitiva es uno de los singulares errores en que caemos los humanos una y otra vez. Eso nos conduce a la irracionalidad, a la intolerancia, a perseguir y penalizar la disidencia, a eliminar por la fuerza la controversia, a anular no sólo la discrepancia sino también a los discrepantes.
Es esa búsqueda del pensamiento único que se niega a aceptar que toda creencia, toda explicación, toda teoría no es más que un pálido acercamiento a una realidad que siempre será elusiva, que nunca podrá ser agotada del todo, que siempre contendrá un misterio a resolver que nos desafía a desvelarlo y que siempre nos incitará a ir más allá, a no conformarnos con lo sabido porque nos queda aún mucho por conocer.
LOS PROCEDIMIENTOS, O MANERAS DE ACTUAR
Si bien conceptos y teorías son útiles, lo más útil que existe son los procedimientos, el cómo lograr algo. Un procedimiento normalmente es una secuencia de acciones que operan en un orden y nos llevan a generar un resultado.
Es el dominio y la maestría en el procedimiento lo que distingue a quienes tienen el mayor renombre en cualquier disciplina.
Es importante entender que un procedimiento puede ser válido y útil al margen de la teoría que lo explica y del cual se propone como demostración.
Los ejercicios yoga o las disciplinas marciales orientales: karate, jiu jitsu, no obligatoriamente validan las teorías religiosas: el budismo o el taoísmo, que les dieron origen. Son útiles al margen de ellas, incluso pese a ellas mismas.
Contrario a la opinión general, en un libro no están contenidos conocimientos. El conocimiento es algo que sólo está contenido en las células y se revela en el comportamiento: el conocimiento es celular y comportamental.
Un ejemplo de lo anterior es el saber conducir un vehículo. Todo el cuerpo ha aprendido. No es algo exclusivamente intelectual, es sensorial y corporal, y se ha construido como reflejo y automatismo. Lo mismo una habilidad o disciplina artística, como el pintar o el escribir. O marcial, como el judo o el karate. O deportiva, como el tenis o el beisbol. O tecnológica, como la mecánica. O profesional, como la cirugía.
Los libros contienen información, no conocimiento. Esa información nos sirve para, al ponerla en práctica, validarla, verificarla y construir a partir de ella nuestro conocimiento, que es una experiencia individual y, como vimos, celular, no únicamente racional o intelectual, sino corporal e integral.
Y los procedimientos, los pasos a seguir para alcanzar un determinado resultado, son de singular importancia. Al conocerlos, tenemos entonces que practicarlos con la asiduidad y la paciencia apropiados, autocorrigiéndonos y, preferentemente, asistidos de un coach o mentor que funcione como retroalimentación exterior de nuestro hacer, papel que en las escuelas y universidades juega el profesor.
Al aprender un procedimiento conviene mantener en mente toda la humildad que rezuma el proverbio japonés que reza: “Para tener la idea de un movimiento, hay que hacerlo mil veces. Para conocerlo, hay que repetirlo diez mil veces. Y para poseerlo, hay que realizarlo cien mil veces”.
LOS DATOS, LAS EVIDENCIAS QUE RESPALDAN TODO
Otro tipo de información que aportan los libros y que podemos extraer de ellos son los datos.
Los datos son información objetiva, comprobada, que sirven para respaldar y dar visos de credibilidad a las teorías y las opiniones del autor, aportándonos elementos verificables para apoyar lo que se expone.
Como lectores tenemos que entender por igual que las mentes les juegan malas pasadas a sus dueños, incluyendo las nuestras a nosotros. Y suelen producir sesgos cognitivos, elegimos unas cosas y pasamos por alto otras, generando una percepción selectiva que nos engaña.
De ahí que seleccionemos unos datos, resaltemos unos datos, e ignoremos o desestimemos otros.
Escogeremos aquellos que fundamentan, apuntalan, corroboran y confirman nuestras apreciaciones y puntos de vista. Y ocultaremos, en muchas ocasiones de forma inconsciente o por considerarlos simples excepciones a la norma, irrelevantes en sí, aquellos que contradicen, cuestionan o desmienten nuestro punto de vista.
De ahí la utilidad de hacerse preguntas al leer. Y una de ellas conviene que sea: ¿Qué datos faltan? ¿Qué datos desmienten estos que están acá? ¿Qué otra conclusión posible podríamos extraer de los datos suministrados?
Cualquier autor, incluido yo, de la mejor buena fe puede llegar a conclusiones erróneas, a apreciaciones incorrectas, a pensamientos falaces. Y sería un soberano error leer con fe, dando credibilidad total a una exposición. Un sano excepticismo siempre es eso: sano, conveniente, inteligente.
Suponer que cualquier persona puede ser víctima ciega de sus propios sesgos cognitivos y justificar, mediante una selección acomodaticia de datos, sus propios prejuicios es tener una idea bastante realista de cómo operamos mentalmente los seres humanos.
De hecho, todas las aberraciones y todos los crímenes pueden ser perfectamente racionalizados y justificados por sus autores. Un ejemplo de ello es Chris Kyle, un francotirador del ejército norteamericano que se ufana en decir que mató en Irak a unas 255 personas y que “no se arrepiente”.
EJEMPLOS E HISTORIAS DE APOYO, LOS REFORZADORES DE CREDIBILIDAD
Otro elemento valioso son los ejemplos y las historias de apoyo. No hay libro que no cuente con anécdotas y relatos que sirvan para ilustrar y reforzar las teorías y las opiniones expuestas.
Los humanos siempre tenemos hambre de historias. Nos encantan. Son nuestra manera preferida de aprender. Y los libros las contienen por montones.
Las historias operan como ejemplos, ilustraciones, guías, demostraciones, confirmaciones.
Las grandes tradiciones religiosas se construyen alrededor de historias, mitos fundacionales, que funcionan como modelos ejemplares, teorías de la creación y guías de comportamiento. Los grandes maestros espirituales: Lao Tse, Buda, Mahoma, Jesús, fueron maestros en el arte de encantar mediante historias a sus audiencias. Jesús mismo, incluso, explicó por qué recurría a las parábolas. Era un profundo conocedor del corazón humano.
Al incluir ejemplos, historias, anécdotas, añadimos el toque humano fundamental a la aridez de la teoría, ilustramos de forma práctica, apelando a la imaginación y colocándola en contexto, acercando las mentes de nuestra audiencia a sus vivencias y al fondo experiencial que poseen, para una mayor comprensión.
Las historias, anécdotas y ejemplos incluidos son un oasis refrescante dentro de cualquier exposición. Nos reenganchan a las experiencias humanas, a los comportamientos, pasiones y referentes con los que estamos mayormente familiarizados.
CREENCIAS Y OPINIONES, EL PUNTO DE VISTA DEL AUTOR
También están las opiniones y creencias de quien escribe. Estas recubren todo lo expuesto y determinan no sólo el punto de vista, sino incluso la selección de ejemplos y la selección misma de las palabras y las oraciones.
Aquí conviene recordar que toda comunicación posee un propósito, una intención, una meta y un interés.
No hay comunicación inocua, inocente o “desinteresada”.
Su misma existencia es la mejor demostración del interés subyacente a ella.
Por lo mismo, siempre es conveniente hacernos preguntas: ¿Qué quiere el autor que pensemos? ¿Cuál es su pretensión? ¿Qué quiere el autor que hagamos a partir de lo que nos dice?
Entender y aceptar la intencionalidad ajena en nada menoscaba el valor o la justeza o la pertinencia de la comunicación. Simplemente nos exige evaluar activamente y no aceptar pasivamente aquello que se nos propone.
Ignorar los sesgos cognitivos, los intereses subyacentes, la visión siempre parcial y limitada que como humanos tendremos sobre cualquier tema o asunto, es caer nosotros mismos en una ingenuidad peligrosa.
Mi visión como autor es parcial y limitada. Eso tengo que aceptarlo de entrada. Está mediada por mis intereses, por mis sesgos cognitivos particulares, por mis prejuicios, por los datos de que dispongo o la manera en que los proceso.
Entender eso me precave contra mí mismo, me mantiene abierto a nueva información, a explorar otros puntos de vista, a negarme al fanatismo o a la incondicionalidad bovina.
Y lo mismo te recomiendo, lector amigo.
La credulidad es una actitud errónea. Por igual la desconfianza patológica, más cercana a la paranoia que a la sana conducta racional y sensata.
Como lector nuestro deber es cuestionar las opiniones, creencias y aseveraciones del autor. Demandar que nos las pruebe, justifique, fundamente y valide.
Y recordar que aún el más completo de los esfuerzos siempre es una conclusión provisional, momentánea: lo mejor que hemos podido alcanzar dado los datos de que disponemos, el nivel tecnológico que está a nuestro alcance y los modelos de pensar y procesar información que hemos aplicado.
Cambios en datos, tecnología o modelos de pensar nos llevarán a otras conclusiones, tal vez más eficientes, probables, lógicas y útiles. De eso trata la ciencia, de construir continuamente, al desafiar las conclusiones existentes, mejores conclusiones.
CUADROS Y ESQUEMAS, LA FORMALIZACIÓN DE LOS DATOS
Los cuadros y esquemas son recursos utilísimos para compendiar, resumir, condensar y demostrar vínculos y secuencias en la argumentación del autor. Ayudan a dar una visión de conjunto aprovechando su estructuración visual.
El cuadro y el esquema son recursos sinópticos de alta formalización y abstracción. Su manejo nos demanda un mayor nivel mental que la simple lectura, nos enseña a categorizar, estructurar y jerarquizar la información, al igual que a establecer sus vínculos y secuencias lógicas o procedimentales.
Los cuadros y esquemas de relaciones lógicas sirven al expositor para clarificar al lector lo realmente importante y significativo. De ahí que sean tan importantes a la hora de leer y desentrañar lo que un autor nos expone.
En esta categoría no sólo caben los cuadros sinópticos y los esquemas, sino también las tablas y otros recursos ideográficos para sistematizar, formalizar y estructurar la información.
Por su valor de condensar y exponer de manera visual la información relevante, destacando sus relaciones lógicas y secuenciales, son un muy valioso tesoro a buscar y encontrar en los libros y, si no existen, nosotros construirlos a partir de la lectura que hagamos.
EXTRAIGA ESOS SIETE TESOROS. NO SON LOS ÚNICOS
Conceptos, teorías, procedimientos, datos, historias de soporte, opiniones y creencias, cuadros y esquemas son siete tesoros que están presentes en los libros formativos e informativos. Y no son los únicos.
Son siete tesoros dignos de ser extraídos, apreciados, aprovechados y compartidos.
Más, para poder obtenerlos, es importante saber que existen y que podemos apropiarnos de ellos.
Otros tesoros que podemos encontrar en los libros son las imágenes. Y también están los resúmenes. Y son igual de útiles y valiosos.
Y admito que esta enumeración no agota todo lo que podemos encontrar.
Los libros están repletos de aportes que entregarnos. Nos enriquecen. Nos amplían. Nos extienden. Nos impulsan. Nos expanden.
Nuestra civilización, nuestros logros, lo mejor de lo que hemos alcanzado como especie, debe casi todo a ellos.
Con ellos, podemos repetir, con el inmortal poeta del Siglo de Oro español y figura mayor del Conceptismo, Francisco de Quevedo y Villegas, que escuchamos con nuestros ojos a los muertos y podemos entrar en conversación con los difuntos.
Unen mentes por encima del tiempo, los espacios, las lenguas y las culturas.
Son la sociedad de las inteligencias y los talentos más fecunda que pueda existir.
Volviendo a Quevedo, ellos “enmiendan o fecundan” nuestros asuntos.
Son una compañía invalorable. Y el acceso a ellos es el mejor regalo que como humanos podemos obtener.
Nunca podremos alcanzar nuestro mayor nivel en ningún plano sin su concurso. Son indispensables para cualquier desarrollo, cualquier progreso.
Como individuos, como sociedad, como país, como cultura y como civilización.
De hecho, son el signo mayor de toda cultura y toda civilización.
super muy buna la explicacion
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