lunes, 23 de enero de 2012

CÓMO EXTRAER LA INFORMACIÓN RELEVANTE AL LEER

Cómo extraer la información relevante al leer

Por Aquiles Julián

“Leer les dará una mirada más abierta sobre los hombres y sobre el mundo, y los ayudará a rechazar la realidad como un hecho irrevocable. Esa negación, esa sagrada rebeldía, es la grieta que abrimos sobre la opacidad del mundo. A través de ella puede filtrarse una novedad que aliente nuestro compromiso.”

Ernesto Sábato

Leer es comprender. La comprensión consiste en la recreación mental de una idea a partir de información proporcionada por una fuente, que es consistente y está en correspondencia con la propuesta por la fuente original.

La comprensión es el resultado de una transferencia de información: del libro al cerebro del lector. ¿Cómo nos aseguramos de extraer la mayor cantidad de información posible del texto leído, en particular la relevante? Ese es el tema que vamos a abordar.

De entrada, digamos que comprensión y repetición de lo leído son dos cosas bien distintas. Comprensión implica entendimiento, asimilación, aprehensión por la mente de los distintos tipos de información que el autor expone, incluyendo aquellas que están implícitas o que podemos inferir. Y añado, aquella que no aparece y cuya ausencia también podamos establecer, sea por lógica o en contraste con la información que ya es parte de nuestro bagaje cultural.

Repetición simplemente es retención en la memoria de lo leído y no obligatoriamente implica que fue discernido, discriminado, clasificado y organizado en nuestras mentes.

De lo anterior se deduce fácil que la comprensión es un proceso activo, no pasivo. Demanda que cuestionemos el texto de forma que le extraigamos la mayor cantidad de información posible, incluyendo aquella no explícita o aquella que por su ausencia también destaca, relevante a nuestros propósitos. Y conviene que tengamos una idea de los recursos que podemos emplear para extraer información de un libro o un texto.

¿CUÁL ES LA INFORMACIÓN RELEVANTE?

La información relevante es aquella pertinente a nuestros propósitos. Puede incluso que esa información sea, en otros contextos, totalmente secundaria e irrelevante. Por ejemplo, si mi propósito es establecer las familias tipográficas más utilizadas en la composición de libros, algo de carácter formal y con muy poco, si es que hay alguno, vínculo con el contenido del texto, la información relevante tiene que ver con la tipografía del libro y no con las ideas expresadas en él.

Pero este suele ser un caso excepcional, no la regla. Por lo general, la información relevante tiene que ver con el contenido. De nuevo, en ocasiones tiene que ver con la manera de la expresión, el estilo, por ejemplo, en los estudios de estilística sobre un autor, pero esta, de nuevo, suele ser la excepción y no la regla.

Al leer, lo primero entonces es definir un propósito: ¿Con qué objetivo leemos?

Ya sabemos que, según nuestro propósito, existen tres tipos distintos de lectura: la lectura transformativa, aquella orientada a impactar y cambiar nuestro ser, que opera sobre nuestra identidad, valores, principios y visión del mundo; la lectura recreativa, centrada en la expresión y en la construcción formal del texto: poemas, novelas, cuentos, dramas, comedias, tragedias, etc., cuyo principal fin es deleitarnos, producirnos una sensación de placer estético; asombrarnos y conmovernos; y por último tenemos la lectura formativa, que suele dividirse en dos tipos: la procedimental, orientada a enseñarnos a hacer algo, y la informativa, que nos explica algo y nos amplía el fondo cultural sobre ese tema. Así un libro sobre cómo se redacta una noticia, corresponde a la procedimental, mientras que otro sobre la historia del periodismo corresponde a la informativa.

Por igual, es importante que diferenciemos la estrategia de lectura apropiada a cada tipo de lectura. Así, la lectura transformativa se medita, lo importante es el tiempo que dediquemos a pensar los distintos fragmentos que leamos.

Los hindúes desarrollaron una técnica: el mantra, la repetición de una frase que opera como leit motiv hasta producir lo que ellos llaman “la iluminación” o “efecto Eureka”. De ahí la expresión del salmista: “En tu palabra medito noche y día”.

La recreativa se lee con un sentido de fruición, de disfrute, de goce. Nos dejamos atrapar con la destreza compositiva, por la elegancia o novedad expresivas, por el enfoque creativo del autor. No es tanto el tema o el contenido sino la manera peculiar en que el autor nos lo presenta, lo que nos impacta. En la forma en que lo hace es que está la creatividad, la originalidad y el aporte artístico.

Y la formativa, en ambas modalidades: procedimental o informativa, se trabaja, pues la tarea es extraer y transferir del libro a la cabeza del lector la información.

Centrándonos en la lectura formativa en sus dos modalidades principales: la procedimental y la informativa, la explicitación en nuestra mente de cuál es nuestro propósito al leerlo, qué buscamos, qué queremos saber, de qué queremos enterarnos, cuál asunto nos mueve a leerlo, es la primera y más importante tarea que tenemos que cumplir.

Es la respuesta a esa pregunta la que determinará cuál es la información relevante, si es que existe alguna en el libro. La relevancia o importancia depende del lector, no del autor. Este, el autor, produjo una información que podría ser relevante para unos e irrelevante para otros, dependiendo de los intereses o propósitos de aquellos, lo cual es totalmente ajeno al autor.

LOS SIETE PRINCIPALES TIPOS DE INFORMACIÓN EN UN LIBRO

Refresquemos cuáles son los siete principales tipos de información disponibles en un libro:

1. Definiciones y conceptos

2. Teorías o explicaciones generales

3. Procedimientos o pasos a implementar para producir X resultado

4. Datos, hechos concretos que fundamentan las teorías

5. Ejemplos e historias de apoyo, que ilustran y permiten al lector hacerse una idea más clara de lo que el autor quiere transmitir

6. Creencias y opiniones, que transmiten el punto de vista, la visión y los valores del autor con respecto al tema y a su idea de la vida.

7. Cuadros y esquemas, que sintetizan, de manera gráfica y vinculante, las ideas principales para facilitar la comprensión de lo que el autor considera importante resaltar.

Además de estos siete principales rubros de información, un libro puede contener otros: fotografías y dibujos, mapas, referencias y fuentes documentales, elementos de diseño, etc., todos válidos y en ocasiones relevantes para el lector, incluso por encima de los siete principales ya descritos.

La relevancia es atinente al lector, no al autor. De ahí que el mismo libro sea valorado en forma radicalmente distinta según el lector y sus propósitos.

La primera tarea para extractar de un libro la información contenida en él es clasificar y distinguir la información contenida. Eso nos obliga a una lectura activa del mismo.

Esto lo podríamos hacer asignando una letra-código a cada una de los siete principales tipos de información, de manera que podamos ir leyendo y, a la vez, definiendo en qué tipo encaja:

C para definición o concepto

T para teoría o explicación

P para procedimiento

D para datos

H para ejemplos e historias

O para creencias y opiniones

E para cuadros y esquemas

Al leer y simultáneamente clasificar la información, vamos descomponiendo en los distintos tipos la información que leemos.

Eso nos conduce a una lectura inteligente.

EMPLEAR UN NEUROFORMATO

El paso siguiente sería emplear un neuroformato, una forma de esquematizar la información estructurándola visualmente.

Tal vez el tipo de neuroformato más conocido es el mind mapping o mapa mental, creado por el británico Tony Buzan.

Al estructurar la información de manera visual, podemos emplear los distintos tipos de neuroformatos: el transversal, el radial, el de espina de pescado o el secuencial, que son los cuatro principales, según el tipo de información que tengamos para trabajar y la versatilidad que el neuroformato nos proporcione para nuestros objetivos.

En general, si tomamos un capítulo de un libro, tendremos el tema del mismo como eje central del que se desprenderán las distintas ramas que corresponderán a los subtemas o subtítulos.

Alrededor de estos subtemas, vinculándose gráficamente a ellos por líneas o rayas, colocaremos la información relevante en forma de conceptos o frases resumidas.

Este tipo de artilugio nos permite, de un vistazo, tener una idea bastante buena del contenido del capítulo. Apela, además, no sólo a nuestro hemisferio izquierdo lógico y verbal, sino al hemisferio derecho visual y de síntesis.

Estructurar la información apoyándonos es un neuroformato es un poderoso medio de clasificar, organizar y visualizar la información disponible en un capítulo de cara a su aprehensión y asimilación.

Una gran ventaja de la Internet es que hay softwares de neuroformatos disponibles de manera gratuita, además de que el acceso a fuentes alternativas de datos, Wikipedia, por ejemplo, nos permite contrastar, profundizar, fortalecer la información que buscamos incorporar a nuestro haber.

El uso de neuroformatos para tratar la información, en particular aquella que corresponde a lectura formativa, nos facilita aplicar de manera creativa y eficiente la lectura al propósito de adueñarnos de la información, transfiriéndola de la página a nuestro cerebro.

ELABORAR UN RESUMEN DEL CAPÍTULO

Otro recurso útil es el elaborar un resumen del capítulo, localizando y coordinando las ideas centrales expuestas en él y la tesis principal del autor.

El resumen permite concentrar la información más importante, aislándola de otra accesoria o complementaria, de forma que se nos haga más fácil diferenciarla y apropiárnosla.

Al elaborar un resumen nos obligamos a discernir en cada párrafo cuál es la idea central, que como sabemos puede estar al comienzo, en el medio, al final o implícita, sin que esté declarada en ninguna de las oraciones del párrafo.

Y al vincular dichas oraciones podemos articular el pensamiento del autor, su tesis sobre el tema, y el razonamiento que lo lleva a ella o por el que la justifica.

Al resumir, en ocasiones tenemos que condensar y simplificar lo que el autor expone, así que no se trata de simplemente seleccionar y transcribir frases. Por el contrario, se trata de un proceso activo de identificación y reelaboración de las ideas expuestas, que nos forza a encontrar, aislar, refrasear y conectar ideas, buscando que reproduzcan con fidelidad aquello que el autor expone.

No se trata, en el resumen, de exponer nuestras discrepancias o destacar las limitaciones o insuficiencias en que el autor incurre. Buscamos simplemente condensar al máximo el pensamiento de este, liberándolos del follaje accesorio de las ideas secundarias y la fraseología innecesaria.

Tampoco el resumen es tan breve como lo sería una sipnosis. Mientras esta busca dar una idea general de un texto de la forma más breve posible, el resumen, en nuestro caso de un capítulo, busca exponer las ideas principales expuestas en este, así como el tema del mismo y la tesis del autor, separándolos de las ideas secundarias, complementarias o de apoyo aportadas por el autor, de forma que sea más clara la comprensión del mismo.

PREPARAR ESQUEMAS Y CUADROS SINÓPTICOS

El esquema y el cuadro sinóptico son recursos que combinan las ideas centrales, presentadas sus vinculaciones, jerarquía y secuencia, de forma gráfica para una captación del conjunto en sus relaciones, orden y sucesión.

Al combinar las palabras, elementos propios del hemisferio izquierdo del cerebro que se especializa sobre todo en las funciones lógicas, analíticas y verbales, con la presentación gráfica que corresponde más al hemisferio cerebro del cerebro que es visual, sintético y analógico, los esquemas y cuadros sinópticos son, al igual que los neuroformatos y mapas mentales, maneras bien efectivas de involucrar en el aprendizaje a todo el cerebro, pues aprovechamos las especializaciones diferenciadas de ambos hemisferios cerebrales.

Tanto a los esquemas y cuadros sinópticos como a los neuroformatos, podemos agregarles estímulos que apelen al hemisferio derecho del cerebro, al que tradicionalmente se le asocia a la memoria de largo plazo, como imágenes, dibujos, colores, formas, etc., que lo personalicen, hagan más atractivos y favorezcan la retención y la recuperación aportándonos claves mnemotécnicas útiles.

Al igual que el esquema, del cual en cierto sentido es una variable, el cuadro sinóptico es una estrategia imagoverbal de presentar un contenido de manera organizada, sencilla y condensada.

Por lo general, suelen emplear llaves y presentarse en forma de diagramas.

La preparación de esquemas y cuadros sinópticos permiten organizar, jerarquizar, secuenciar y vincular las ideas y conceptos, de manera que, mediante un simple vistazo, podamos recrear en nuestra mente el contenido leído.

Ayudan también para destacar lo principal de lo accesorio y para tareas relacionadas con la aprehensión, internalización, localización interna (mediante asociaciones significativas) y recuperación de la información importante.

CLARIFICAR LOS PROCEDIMIENTOS

Otro paso importante es poner en claro los procedimientos.

En ocasiones estos son explicitados de forma expresa por el autor, que nos los presenta como serie de pasos secuenciales que nos llevan a producir un resultado deseado.

Cuando no es así, tenemos que destilarlos y, en no pocas ocasiones, organizarlos y completarlos si lógicamente hay pasos intermedios no explicitados o sugeridos, pero que en nuestra opinión faltan y se necesitan.

Aunque los procedimientos se consideran la aplicación lógica en la práctica de una determinada teoría, estos no obligatoriamente justifican y validan las teorías generales que los proponen como derivación aplicacional de las mismas.

Un procedimiento puede ser 100% útil y provechoso aunque la teoría general que lo propone sea falaz. Y, por el contrario, una teoría puede tener lógica y viso de veracidad aunque el procedimiento que proponga sea incorrecto o falle en sus propósitos.

Los procedimientos tienen, en su exposición, que responder al sentido común y a la lógica. Pero en su aplicación tienen que mostrar su utilidad y generar el resultado para el cual ellos se proponen como camino.

A veces, desestimamos un procedimiento por estar en desacuerdo con la teoría que le sirve de sustento. Y otras, cuestionamos una teoría simplemente porque el procedimiento falla. Ambas posiciones son erróneas, pues se trata de dos elementos totalmente distintos, aunque se propongan vinculados.

La teoría es una explicación general de un fenómeno. El procedimiento es una secuencia de acciones llamadas a generar un resultado predeterminado.

En la vida práctica dependemos de los procedimientos más que de las teorías, pues ellos guían nuestros comportamientos de cara a generar un resultado previsto. Y mucho de lo que se llama instrucción, enseñanza o capacitación tiene que ver con adiestrar a las personas en el conocimiento, práctica y dominio de un procedimiento, más que en el manejo (sin restarle valor e importancia) de los conceptos y teorías que les sirven de sustento.

La maestría es asunto de destreza en el procedimiento y experiencia e su aplicación, que nos produce confianza en el ejecutor. Y esa maestría proviene de la repetición mejorada que va generando un fondo experiencial en el ejecutante que le da confianza y referencias frente a cada situación afrontada del mismo tipo. Mismas que son la fuente de la inseguridad y torpeza del principiante.

CÓMO TRANSFORMAR LA INFORMACIÓN EN CONOCIMIENTO

Aunque se suele incurrir en el error de considerar que en los libros hay conocimientos, ignorando que el conocimiento sólo puede ser experiencial y de base celular-motriz, es decir, corporal, y no simplemente intelectual (incluso, de hecho, el real conocimiento es emocional, no simplemente racional, pues la emoción opera más sobre nuestra conducta que la simple razón), lo cierto es que en los libros nos ponemos en contacto con la información que nos proporcionan otros, fruto ella, eso sí, por lo general, del conocimiento que adquirieron y que nos comparten.

Nuestra tarea, entonces, es apropiarnos de esa información, incorporarla y transformarla en conocimiento.

Es un proceso que nos cambia. En ocasiones puede incluso cambiar nuestro ser, nuestra identidad misma, nuestros valores y creencias mismos.

Pero sobre todo se orienta a transformar nuestro hacer, nuestros comportamientos.

Transformar la información en conocimiento no es un evento, es un proceso.

Pasa por primeramente apropiarnos de ella, adueñárnosla, asimilarla. Y para ello empleamos estos distintos herramentales de aprendizaje: 1. La clasificación en tipos; 2. Los neuroformatos; 3. El resumen; 4. Los esquemas y cuadros sinópticos; y 5. La elucidación de los procedimientos.

Ahora podemos vincular esta información con nuestro fondo o bagaje cultural: nuestra experiencia del tema; otras lecturas y fuentes; referencias de terceros, etc., que nos ayuden a contrastar, ampliar, perfilar, completar o modificar lo leído.

Y entonces, validarlo o verificarlo mediante nuestra experiencia práctica.

Eso significa también que aceptamos que empezaremos a experimentar y que cometeremos torpezas, incurriremos en errores, tendremos intentos fallidos, aprenderemos de nuestras equivocaciones y volveremos una y otra vez a intentarlo hasta ir creando confianza en nuestra acción, el fondo experiencial interno que nos permita autocorregirnos y perfeccionarnos, mediante la práctica reiterada y autocorrectiva típicas del proceso de la fase de ir de la competencia consciente hasta ir la competencia inconsciente propia de la maestría.

Equivocarse es aprender. Fallar es aprender. No es nada vergonzoso ni denigratorio. Por el contrario, es una etapa valiosa e importante en el aprendizaje en tanto es en ella que se construye el bagaje experiencial de fondo que sirve para la formación de la maestría ejecucional.

Al exponernos una y otra vez a la frustración de no hacerlo de manera ideal e ir corrigiendo mediante prueba y error nuestro hacer, iremos ajustando la acción hasta hacerla cada vez más precisa, efectiva y productiva.

Lamentablemente muchas personas, al desconocer que esa es una etapa necesaria, importante y valiosa del proceso de aprendizaje, se desalientan y abandonan, pues pretenden hacerlo bien al primer o segundo intento, cuando lo correcto es hacerlo, pues, salga como salga, siempre ganamos. Y al no hacerlo, siempre perdemos.

LA FUNCION DEL LIBRO ES CAMBIARNOS

El libro es un instrumento de cambio social poderoso. Su función, su tarea, es impactar en nuestras vidas: sea en nuestra esencia e identidad, lectura transformativa; en nuestro gusto y percepción, lectura recreacional; o en nuestro hacer, lectura formativa en sus dos modalidades: procedimental o informativa.

En tanto su papel o función es cambiarnos, ese cambio es lo único que en realidad nos muestra si el libro cumplió su cometido: no su simple lectura.

Por desgracia, se ha propalado una visión del libro simplemente declarativa que nos lleva a hablar de ellos, a leerlos y a repetir lo que dicen, sin permitir que ellos cumplan su tarea y nos cambien.

Un libro que nos deja igual fue una pérdida de tiempo.

Y, de hecho, muchas personas pueden señalar libros y autores que marcaron sus vidas de manera profunda, abriendo puertas, expandiendo la mente, desvelando una comprensión mayor de un tema, elevando el espíritu y empoderando y potenciando a la persona.

Leer nos reta a pensar. Alimenta nuestra inteligencia y enriquece físicamente nuestro cerebro y nuestras vidas, lo cual está suficientemente probado.

El leer cambia físicamente el cerebro al impulsar nuevas conexiones sinápticas entre las neuronas, al provocarnos en el cerebro nuevas vías neurales y al fortalecer otras.

La lectura, lo que incluye no sólo la descodificación de lo leído y su comprensión, sino también, y principalmente, la aplicación en nuestras vidas y modos de conducirnos de lo que leemos, mejorando y perfeccionando nuestro hacer y, como consecuencia, la calidad y cantidad de nuestros resultados, es un poderoso medio de cambio personal.

Cambia nuestra percepción. Nuestro entendimiento. Nuestro comportamiento. Y nuestros resultados.

Y como consecuencia del cambio personal y su influencia en nuestro entorno, es una fuente de cambio social, pues otros copiarán las conductas y nuestro ejemplo será su escuela.

Y en una sociedad que evoluciona hacia el conocimiento como su principal fuente de crear valor, leer de manera eficiente constituye el único medio de mantenernos competitivo, de ampliar nuestra empleabilidad, nuestra competencia y nuestras posibilidades de éxito.

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