Leer en tiempos de revolución
Leer es una de las actividades más regocijantes, enriquecedoras, amenas y constructivas que conozco.
Desgraciadamente, malos maestros y un sistema educativo que, con diplomacia, merece calificarse de estúpido y con honestidad, lapidarlo como perverso, en vez de hacernos enamorar del aprendizaje y la educación, nos vacuna contra ellos y terminamos rehuyendo a la actividad más empoderante que podríamos desarrollar, alimentar nuestro cerebro con nueva información vía la lectura.
Nos alfabetizan, pero no nos enseñan a leer.
Nos imponen lecturas agobiantes, aburridoras hasta el cansancio, que no sentimos útiles ni valiosas para nuestras vidas, que no nos enseñan ni siquiera a entender.
Los mismos que nos la prescriben, los profesores, ni leen.
Viven inmersos en sus rutinas docentes, en sus activismos políticos, en su mediocridad existencial, atosigados por sus deudas y presiones financieras, por los conflictos familiares que de ello se derivan, por la incapacidad de tener un excedente qué dedicar a revalidar y ampliar su bagaje cultural e intelectual, desalentados porque la competencia profesional es sustituida por el apandillamiento político, la prosternación oportunista y el chaqueterismo obsceno.
Esa, y no otra, es la realidad de los maestros dominicanos.
¿Podrían ellos, entonces, enseñar a leer y a amar el aprendizaje a nuestros niños y adolescentes? ¿De qué forma?
Los mejores desertan, agobiados por la miseria, escandalizados por el tráfico de influencias, la politiquería nauseabunda, la carencia de valores y principios, el comercio de exámenes y el aprovechamiento de muchos de su posición de poder para derivar beneficios no sólo económicos, sino también sexuales.
Lo que se queda lo hace, no por vocación, sino por condena: no tienen otras opciones disponibles. Y en las aulas descargan su frustración, su incomodidad, su desilusión, su ira. Y quienes pagan las consecuencias son nuestros hijos.
Estamos levantando una sociedad de ineptos.
Y eso lo hacemos en un mundo en que, nunca como hoy, hay tantos medios de actualización, de crecimiento, de aprendizaje.
La Internet está protagonizando una revolución mundial, no sólo del conocimiento, sino también una conmovedora y extraordinaria revolución social. E incluso política.
Pueblos enteros están accediendo a la información. Y eso está remodelando su percepción del mundo.
Cada vez más somos ciudadanos globales.
Podemos expandir nuestra amistad y nuestras relaciones allende nuestras fronteras.
Podemos estar en cualquier lugar y al mismo tiempo asequibles al mundo entero vía la Internet.
La autopista de la información, como se le llamaba a la Internet en los años ´90 (recuerdo que, por entonces, y como consultor de marketing de Herrera Pérez & Cía, animaba a mi amigo querido Ernesto Herrera a que fuese él quien introdujera al país la Internet), es hoy por hoy el invento humano más importante y civilizador después de la escritura.
Y está llamado, como ya lo hace, a protagonizar una de las revoluciones sociales, económicas, culturales, artísticas y mentales más formidables, la mayor en extensión, profundidad y repercusión, más impresionante de todas las que han impulsado hacia adelante a la humanidad.
Ha borrado los límites y la hermanado a las personas.
Hoy vemos la resistencia del ancien régime ante las nuevas realidades. Pero como decía aquella canción: “No lo van a impedir los generales”. Ni el FBI tampoco, agrego yo.
Y para decirlo con los hermosos versos de Carl Sandburg: “No se puede impedir que el viento sople”.
La sociedad industrial, a cuya desaparición asistimos, en un cambio de modelo social a escala global, creo instituciones que se resisten a desaparecer.
Lo mismo sucedió cuando otra revolución social sacudió al mundo: la revolución burguesa del siglo XVIII.
Los intereses establecidos buscan preservar sus privilegios y espacios, frente al embate de las nuevas tecnologías y los nuevos grupos sociales que emergen como actores del cambio y la transformación. Y no van a ceder sus canonjías y sus irritantes privilegios así por así. Pelearán por ellos.
Nunca ha sido de otra forma.
Pero resistir la tendencia es una lucha condenada a fracasar de antemano.
La Internet es una revolución de profundo impacto.
No es una tecnología cualquiera, es la democratización a niveles extraordinarios de la información, la cultura y el intercambio.
Brillantes cerebros han puesto su creatividad, sapiencia, trabajo y amor para regalar a otros lo que les llevó años adquirir. Así han surgido sitios gratuitos de altísimo impacto cultural, como Wikipedia. O los websites de documentos como www.scribd.com y www.issuu.com . O servicios como www.quedelibros.com
Las redes sociales como www.facebook.com o www.twister.com o www.youtube.com son realidades fabulosas para conocer y darnos a conocer. Y su acogida y popularización, fenómenos masivos que asombran por la rapidez y profundidad en que son adoptados, aceptados y aprovechados.
Ni la economía ni la sociedad aceptan o toleran una marcha hacia atrás, hacia las existencias bovinas, desconectadas y aisladas.
Y desde esa perspectiva, nunca se había escrito y leído tanto como ahora.
Desde desktops y laptops, desde ipads y blackberries, millones de seres humanos diariamente se hacen conocer, oír y leer.
La baja de precio de los artefactos tecnológicos, los agresivos planes de mercadeo de las empresas y todos los planes de financiamiento que se articulan para capturar el interés de los consumidores, hace que cada día más personas accedan a estas tecnologías y amplían inmensamente sus posibilidades de expresión y comunicación.
Allí explenden también nuestras insuficiencias culturales, mentales y formales. Pero eso es un mal menor que irá corrigiéndose en el camino.
Por primera vez muchos tienen la posibilidad real de expresarse, ser escuchado, comunicarse y difundir sus ideas.
Eso es un hecho sin parangón posible en la historia.
De privilegio de minorías que se sentían superiores y exclusivas, la expresión, la comunicación y la divulgación pasan a derechos de mayorías.
Ello asusta inexplicablemente a personas que debieran tener mayor recato y juicio antes de hablar, como Mario Vargas Llosa.
A mí, por el contrario, me entusiasma hasta el desborde. Hace que no quepa en mí.
Destruye el chantaje social que limita y anula, que concede poder a unos en desmedro de otros.
Crea un espacio en que sólo el talento, la originalidad, el tener algo que decir, la autenticidad, imponen su valor.
Lo sé.
Que yo, un escritor de una isla semianalfabeta, pequeña y pobre, pueda tener lectores en más de 65 países, amigos en muchos de ellos, y que mis artículos sean amplificados en espacios y periódicos virtuales de España, como El Libre Pensador, Argentina, como Escribirte.com, Perú, Uruguay, Venezuela, Estados Unidos, etc., sólo es posible por la revolución digital que la Internet facilitó.
Vivimos tiempos revolucionarios.
Y en estos tiempos, la capacidad de leer de manera eficiente será la llave que abrirá el poder de nuestros recursos internos, que nos empoderará y nos impulsará al pleno desarrollo de nuestras potencialidades intelectuales, emocionales y humanas.
De ahí que nunca como hoy es tan importante el saber leer.
El ejercer nuestra competencia.
El sacar el provecho que ella puede brindarnos para permitirnos ser la persona que nacimos para ser, y no la que una sociedad de limitaciones y prejuicios nos condena a ser.
Y este libro es un llamado y un aporte para contribuir a que esa persona emerja y coja el control en mi vida, en la tuya, en la de todos.
Hola Aquiles, aprendí mucho en su blog,soy periodista en Argentina, escritor de adolescente pero con esta nueva tarea y vocación postergué la lírica y la literatura, por la realidad de la actualidad. igualmente creo, que algo de literario le incorporo a mis columnas de opinión, pero prefiero leer a los que saben de esto como usted, un gusto y a disposición desde aquí.
ResponderEliminarUn abrazo
http://www.reeditor.com/columna/3008/14/nacional/el/deseo/la/intuicion
http://r2011ba.blogspot.com/
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