miércoles, 15 de agosto de 2012

PARA PLACER DE VARGAS LLOSA, FERNANDO CRUZ EXPERIMENTÓ "LA BOCA DE LA SOMBRA"


PARA PLACER DE VARGAS LLOSA: FERNANDO CRUZ, NOVILLERO, EXPERIMENTÓ "LA BOCA DE LA SOMBRA"
Ayer escribí y distribuí mi artículo sobre Vargas Llosa y la lidia de toros.
Y ahí resalté que regusto del narrador peruano y premio Nóbel por ver a otros exponer sus vidas y asomarse a lo que él mismo, citando a Víctor Hugo, llama "La boca de la sombra", figura que alude al hoyo en que nos entierran.
Hoy, el periódico El País, de España, trae la foto del torero Fernando Cruz, ensartado por el estómago por el toro al que habían herido con sus banderillas, perforándole los pulmones, que es el propósito.
De seguro que Vargas Llosa no estaba en Las Ventas cuando ocurrió el hecho.
Supongo lo mucho que lo lamentará.
Allí estaba ese trágico momento en que, por el puñado de euros y una ración de aplausos, tal como ocurría en el circo romano en tiempos que creemos lejanos y están, de hecho, a la vuelta de la esquina, un ser humano expone su vida para complacer el gusto aberrado de otros seres humanos.
La víctima, el toro, se revuelve y torna victimario. Y el victimario, víctima.
Es un espectáculo cruento, infame y expresivo de nuestro atraso mental, emocional, social y cultural.
Podrá Vargas Llosa emplear a fondo su talento descriptivo para enaltecer ese hecho, pero en nada podrá quitarle su primitivismo.
Disfrutar el martirio de un animal, al que se le perforan los pulmones y se le hiere hasta matarlo con el fin de que una masa humana que grita y celebra se enardezca y satisfafa su sed de sangre y de adrenalina barata (es otro el que se expone, no ella), nos pinta y no con buenos colores.
"La cornada ha conmocionado al público", escribe la periodista. Y el pronóstico médico es "muy grave".
Ahora queda al premio Nobel ventilar sus musas y producir sus textos laudatorios o elegíacos, como lo hacen esos "creadores de excepción –poetas, músicos, cantantes, danzarines, toreros, pintores, escultores, novelistas- se acercan a veces para producir una belleza impregnada de misterio", según escribió en su artículo sobre La "barbarie" taurina.
Sería bueno, también, que le eche una mirada al toro, ese animal al que él dice "amar" y que note sobre su lomo el tipo de amor que le profesa.
¿Le merecerá el torero Fernando Cruz un artículo?
¿Pasará por alto el momento por infeliz?
¿Tendrá algunas palabras de aliento para la familia de Cruz que agoniza en una clínica, severamente herido?
Hubo quien me acusó hasta de fanatismo por denunciar la deshonestidad intelectual con la cual Vargas Llosa intentó justificar su vicio de gozar de ver a otro exponerse por unos pesos al peligro, acusando a quienes difieren de él de poseer intenciones "autoritarias" y de incurrir en una pretensión equivalente a perseguir libros e ideas.
O de estar dominados por "el odio" que obnubila el juicio.
Bien, ahí está el torero Fernando Cruz como un ejemplo de lo que a él le gusta y de lo que él defiende.
Y es a ese lamentable espectáculo, que incluye al toro martirizado y acosado para goce de un público llevado a sus más primitivas pasiones, al que nos oponemos algunos, aunque carezcamos de las luces, la nombradía o los premios de un Vargas Llosa.
Para defender a los toros no se necesitan.


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