PARA
PLACER DE VARGAS LLOSA: FERNANDO CRUZ, NOVILLERO, EXPERIMENTÓ "LA BOCA DE
LA SOMBRA"
Ayer
escribí y distribuí mi artículo sobre Vargas Llosa y la lidia de toros.
Y ahí
resalté que regusto del narrador peruano y premio Nóbel por ver a otros exponer
sus vidas y asomarse a lo que él mismo, citando a Víctor Hugo, llama "La
boca de la sombra", figura que alude al hoyo en que nos entierran.
Hoy, el
periódico El País, de España, trae la foto del torero Fernando Cruz, ensartado
por el estómago por el toro al que habían herido con sus banderillas,
perforándole los pulmones, que es el propósito.
De
seguro que Vargas Llosa no estaba en Las Ventas cuando ocurrió el hecho.
Supongo
lo mucho que lo lamentará.
Allí
estaba ese trágico momento en que, por el puñado de euros y una ración de
aplausos, tal como ocurría en el circo romano en tiempos que creemos lejanos y
están, de hecho, a la vuelta de la esquina, un ser humano expone su vida para
complacer el gusto aberrado de otros seres humanos.
La
víctima, el toro, se revuelve y torna victimario. Y el victimario, víctima.
Es un
espectáculo cruento, infame y expresivo de nuestro atraso mental, emocional,
social y cultural.
Podrá
Vargas Llosa emplear a fondo su talento descriptivo para enaltecer ese hecho,
pero en nada podrá quitarle su primitivismo.
Disfrutar
el martirio de un animal, al que se le perforan los pulmones y se le hiere
hasta matarlo con el fin de que una masa humana que grita y celebra se
enardezca y satisfafa su sed de sangre y de adrenalina barata (es otro el que
se expone, no ella), nos pinta y no con buenos colores.
"La
cornada ha conmocionado al público", escribe la periodista. Y el
pronóstico médico es "muy grave".
Ahora
queda al premio Nobel ventilar sus musas y producir sus textos laudatorios o
elegíacos, como lo hacen esos "creadores de excepción –poetas, músicos,
cantantes, danzarines, toreros, pintores, escultores, novelistas- se acercan a
veces para producir una belleza impregnada de misterio", según escribió en
su artículo sobre La "barbarie" taurina.
Sería
bueno, también, que le eche una mirada al toro, ese animal al que él dice
"amar" y que note sobre su lomo el tipo de amor que le profesa.
¿Le
merecerá el torero Fernando Cruz un artículo?
¿Pasará
por alto el momento por infeliz?
¿Tendrá
algunas palabras de aliento para la familia de Cruz que agoniza en una clínica,
severamente herido?
Hubo
quien me acusó hasta de fanatismo por denunciar la deshonestidad intelectual
con la cual Vargas Llosa intentó justificar su vicio de gozar de ver a otro
exponerse por unos pesos al peligro, acusando a quienes difieren de él de
poseer intenciones "autoritarias" y de incurrir en una pretensión
equivalente a perseguir libros e ideas.
O de
estar dominados por "el odio" que obnubila el juicio.
Bien,
ahí está el torero Fernando Cruz como un ejemplo de lo que a él le gusta y de
lo que él defiende.
Y es a
ese lamentable espectáculo, que incluye al toro martirizado y acosado para goce
de un público llevado a sus más primitivas pasiones, al que nos oponemos
algunos, aunque carezcamos de las luces, la nombradía o los premios de un
Vargas Llosa.
Para
defender a los toros no se necesitan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario