El gran renovador del teatro dominicano en el siglo XX nos deja.
Acabo
de enterarme del fallecimiento de un grande: Rafael Villalona.
Él y
Delta Soto, egresados del prestigioso Instituto del Arte de Moscú, de la
escuela del gran Constantin Stanislavsky, el director y maestro de actuación
ruso, creador de El Método, al regresar al país revolucionaron la enseñanza de
la actuación y renovaron el teatro dominicano.
Toda
una generación de actores debe a ellos su formación.
Crearon
una institución, Nuevo Teatro, que se lanzó en una quijotesca cruzada por el
buen teatro con muchísimo entusiasmo y poco o nada de apoyo.
Llegaron
incluso a montar una sala de teatro en el sector Don Bosco, muestra de su
compromiso total con el teatro y el arte.
Nuestro
atraso, nuestra incuria, nuestra pobreza sepultaron todos esas iniciativas.
Fueron,
además, servidores generosos del arte.
Abiertos
a enseñar. Entusiasmados con estimular el talento.
De sus
manos surgieron actores, directores y técnicos de la escena con una pasión por
el arte y una autoexigencia y disciplina que ellos supieron instalar y
estimular.
Tuve el
honor de conocerlo y de tratarlo.
Sé de
su profundo humanismo, de su calidad.
Igual
de su impaciencia frente a la mediocridad y el facilismo.
Era
exigente y demandante.
Porque
se autoexigía y se demandaba a sí mismo.
Hoy me
entero de su deceso.
Nadie,
como él, dejó tan profunda impronta en nuestro teatro.
Nadie,
como él, nos enseñó a amar el arte.
Fue un
honor conocerlo.
Fue un
honor ser su amigo.
Descansa
en paz, querido profesor.
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