EN LOS
PAÍSES QUE LEEN, EL E-BOOK DESTRONA AL LIBRO IMPRESO.
En los
que no leen, como el nuestro, hace tiempo hay más e-books que libros impresos
distribuyéndose. Mayormente de manera gratuita.
Nuestras
magras ediciones apenas alcanzan los 1,000 ejemplares.
Que
para el caso es semi-inédito, más que editado.
Comparen
esto con una edición digital de un libro de cuentos míos que registró la
friolera de más de 27,000 personas que lo abrieron y revisaron y más de 5,000
descargas.
Y eso,
de varios países, no sólo de República Dominicana.
¿Cuánto
me hubiese costado a mí lograr lo mismo?
Mis
libros digitales y los libros que he publicado digitalmente en las ediciones
que dirijo registran descargas y revisiones de lectores que me enorgullecen.
Sobre
todo, claro, porque les invertí tiempo y amor, pero no me desangraron la
cartera.
Admiro
a amigos míos que sacrifican a sus familias y a sí mismos para pagar ediciones
en papel que luego apenas leen cucarachas y ratones, guardadas en cajas bajo la
cama.
No es
una idea que me seduce.
Claro,
escribo para ser leído. De hecho, es la única razón de escribir: tender puentes
de comunicación y crear ese espacio íntimo autor-lector.
La
edición digital me resolvió el problema.
Ahora
la lengua es mi nación. Donde quiera que se hable español puedo tener lectores.
Y de
hecho tengo lectores en países tan lejanos y exóticos como Japón, Taiwan,
Rusia, Polonia, Alemania, Israel, Sudáfrica, Letonia, Estonia, Rumania, Serbia,
Hungría, Noruega, Holanda, Ucrania, Suiza, Estonia, Georgia, Ucrania,
Tailandia, Filipinas, Bosnia-Herzegovina, Turquía, Indonesia, etc., aunque mis
lectores mayores provienen de Estados Unidos, República Dominicana, México,
Argentina, España, Perú, Colombia, Venezuela, Chile, Uruguay y Guatemala.
¿No es
maravilloso que un oscuro escritor dominicano pueda tener lectores en todos
esos países, más de 70 según los registros de mi blog?
Y eso
es simplemente por aprovechar los recursos que la revolución tecnológica puso
en mis manos. Y que están disponibles para ser empleados por todos.
Muchos
amigos queridos todavía andan atrapados en el fetichismo del soporte. Deliran y
hacen tropos encendidos para expresar su amor por la impresión en papel.
Algunos
hablan del orgasmo del olor a tinta.
El
asunto es que un libro no tiene nada que ver con el soporte material del mismo.
Es una manera de organizar información, palabras.
A mí me
seducen las ideas, las maneras de escribir, la inteligencia del texto o su
gracia.
Y eso
no tiene nada que ver con el soporte en que esas ideas, esas maneras, esa
inteligencia o esa gracia me llegue.
Sin en
papel, bien. Si en un soporte electrónico, también.
Un
libro no es su soporte.
Y de
hecho, el soporte papel es impropio para la revolución cultural que la Internet
ha desatado.
Era un
soporte de élite, para una minoría.
Si a la
humanidad le intentáramos dotar de libros en papel, desaparecería la magra
cobertura vegetal del mundo.
Tengo
un paquete de libros en mi ipad y otro paquete en mi kindle y otro paquete más
en mi PC, miles de libros.
Y no
han costado un sólo árbol.
Ya por
eso, sólo por eso, este soporte tiene más sentido y valor.
Y es
una de las muchas, y no la mayor, razones para favorecerlo.
Los
ingleses, la raza inglesa como Balaguer la llamó vaya uno a saber por qué, así
lo han visto.
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