lunes, 14 de mayo de 2012

La catadura moral e intelectual de Piero Gleijeses


La catadura moral e intelectual de Piero Gleijeses

Por Aquiles Julián

                                                   “Ello le confiere a esta obra el sello de la verdad histórica
                                                                          irrefutable, un juicio concluso para sentencia”
                                                                                                              Jorge Risquet Valdés
                                                                                                         Empleado a sueldo  de los Castro


Un libraco insidioso

Uno tiene que internarse, entre asqueado y sintiendo vergüenza ajena, en "la historia oficial", esta vez bajo la pluma de un servil: el italiano Piero Gleijeses, castrófilo que ejerce su pasión desde su cátedra norteamericana.
Miembro de esa variopinta manada de "compañeros de ruta" que repiten las "verdades convenientes" que el castrismo quiere imponernos como única lectura válida de nuestra historia, Gleijeses incurre en más de un desliz imperdonable en nadie que se respete.
Confunde sus prejuicios ideológicos, sus compulsiones y sus repulsiones, con los hechos e inventa, sin aportar nada que lo sustente, intenciones o propósitos de cara a satanizar al grupo de extrujillistas y antitrujillistas que eliminaron al tirano. ¿Y quién es uno de sus informantes y asesores? Adivinen. Sí, ese mismo: Emilio Rodríguez Demorizi.

Tres graves errores

El bodrio que repite las mismas monsergas que se nos quieren imponer como única lectura, único relato válido, como "verdad" oficial, comete tres graves errores: generaliza, distorsiona y elimina información vital.
En todo su relato no se narra la trama de Rodríguez Demorizi y Ramfis Trujillo para traer al PRD al país y construir con él una máquina política representativa, trasvasándole las estructuras del Partido Dominicano, que lidiara y eventualmente se impusiera a la naciente Unión Cívica Nacional.
Es una eliminación que crea una fuerte distorsión. Pero Gleijeses no tiene interés en ser veraz, objetivo o en documentar sus asertos. Él escribe para reforzar un relato a conveniencia que el castrismo nos quiere hacer creer, sobre los acontecimientos dominicanos.
Esa versión amañada y expurgada coincide parcialmente los con intereses de los trujillistas (empeñados en denostar y enlodar las figuras de los ajusticiadores de Trujillo, en lo que coinciden con los castristas), y con sectores izquierdófilos locales, así como sectores encuadrados en el PRD y en el PLD que prefieren que cierta "verdad oficial" siga presentándose como la cuentan y no como en realidad fue.

Un servidor del apparat castrista

Este libraco infame, que ofende y calumnia sin ningún recato, que disimula, miente o evade, merece ser desnudado como lo que es, un esfuerzo más de estafarle a los dominicanos el conocimiento de su historia.
Veremos más adelante por qué es así.
Piero Gleijeses construye una interpretación orwelliana de nuestra historia reciente: acomodaticia, prejuiciada, deformada y falaz. Es la interpretación oficial del Ministerio de la Verdad del castrismo, para estafarnos el conocimiento de los hechos.
El autor, que se humilla a los intereses del apparat cubano al que sirve, es puesto por los cielos por ese mecanismo de manipular la opinión que la tiranía castrista sostiene. Sólo hay que leer los epítetos: “respetado historiador”, “prestigioso investigador”, “destacado politólogo” y otros ditirambos, que no responden a sus méritos académicos sino a su subordinación a la política castrista.

Intervenciones “buenas” e intervenciones “malas

Pese a vivir y gozar de los beneficios de lo que él mismo llama “el águila negra del imperialismo” norteamericano, como profesor de la Universidad John Hopkins, EE.UU., Gleijeses allá se dedica a exaltar y bruñir las intervenciones cubanas en Africa, “misiones internacionalistas”, y a defender a la red de espías castristas que purgan sus penas en cárceles norteamericanas, de los que no vacila en afirmar: “El caso de los Cinco es una barbaridad, una salvajada. No hay que dudar que estos hombres fueron víctimas de un juicio totalmente amañado, que no se corresponde con la verdad. El mundo tiene que denunciarlo.”
Por igual, escribe y habla para difundir la versión castrista de todo: es una bocina del castrismo, sin recato alguno.
Desde sus agradecimientos, Pág. IX de la edición dominicana de su libraco, emerge la realidad de su venalidad intelectual.

Lacayo entre lacayos

Para entender esa venalidad hay que partir del hecho de que en la Cuba castrista todos los funcionarios son empleados a sueldo del castrismo y para preservar sus magros privilegios tienen que tocar la música que sus amos, los Castro, les dicten.
No hay maneras de tener independencia o libertad de opinión, punto de vista, idoneidad, respeto propio o criterio. Usted sólo existe como lacayo.
Aquí, que vivimos el trujillato, sabemos de eso.
Y sólo quienes asumen con valor espartano y casi suicida la discrepancia crítica frente al régimen totalitario, pueden tener una opinión propia, entereza intelectual, puntos de vista personales.
Esos, sabemos, son los mínimos, las raras excepciones, porque el ciudadano se enfrenta al estado totalitario que determina dónde vives, en qué trabajas, qué servicios recibes, a qué tienes derecho y son dueños de vidas y haciendas.
Así que cuando Gleijeses habla de su amiga, “la destacada académica cubana” fulana de tal, entiéndase que habla de una empleada de los Castro, incapaz de apartarse un milímetro de lo que sus amos le ordenan. Y si lo hace, ¿lo mantendría Gleijeses en silencio o ganaría méritos informándolo? Él, que es parte de una campaña para liberar a espías a los que él considera “héroes”, con su comportamiento nos responde.

La Matraca Canalla

Aquí, Gleijeses se codea con esa variopinta amalgama de “compañeros de ruta” del castrismo, que padecen el síndrome del tonto útil y se prestan a la gran estafa en perjuicio de los dominicanos.
Son muchos y de distintos litorales.
Imagínense, Gleijeses critica las intervenciones norteamericanas en República Dominicana, siempre criticables, por cierto, como acciones en que nos desgarra “el águila negra del imperio”, pero a la vez se derrite en elogios a la intervención militar cubana en África, a la que no vacila en llamar “bellísima epopeya”.
El autor no tiene recato en verse a sí mismo como alguien desafiado “a ser implacable en la búsqueda de la verdad”, cuando si en algo es implacable es en la búsqueda de la aquiescencia y el aplauso del castrismo, régimen al que sirve y con el que se identifica. Él mismo lo confiesa cuando dice que la Cuba castrista se ha vuelto su propio país, a lo largo de tantos años.
Para su desgracia, dejará de serlo más pronto de lo que se imagina, así que goce todo lo que pueda ahora.

Detractar a los héroes

La versión castrista de nuestra historia que Gleijeses pergeña es una interpretación amañada y maliciosa para enlodar la gesta heroica del 30 de mayo y a quienes acometieron el acto justiciero de eliminar a Trujillo, satanizándolos.
¿Por qué? Porque ellos no eran proclives ni sentían simpatía con Fidel Castro y su régimen. De ahí que reconocerlos va en contra de los intereses de los Castro.
Y a esa iniquidad se presta el autor de esa crónica maligna. A verter veneno sin poder soportar documentalmente sus juicios.
Así, no teme asegurar, sin ninguna prueba que respalde sus afirmaciones, que a los conjurados del 30 de mayo: “Los aguijoneaba también la ambición por el poder y las riquezas que podrían alcanzar en calidad de héroes vencedores de la dictadura. No tenían ningún deseo de reformas sociales, ni interés alguno en la democracia política”, Pág. 61
Ah, porque, entendámonos, la “democracia política” y las “reformas sociales” de las que Gleijeses habla son el castrismo. No hay otras posibles para él.

La catadura moral e intelectual de Gleijeses

Así, Gleijeses no teme declarar que los Castro no fueron títeres ni peleles del imperialismo soviético, y es tan persuasivo en ello que, según aparece en una crónica del portal castrista Tiempo de Cuba,  el periodista Roger Fontaine, del Washington Times, declaró en el 2002, tras leer un libro de dicho escribano,  que Gleijeses “me convenció de que Cuba… actuó por su propia voluntad en apoyar a los ‘revolucionarios’ en el este del Congo y Angola… No eran meros subrogados soviéticos ni marionetas…” Anjá, unjú!
Este personaje, parte del aparato de desinformación, calumnia, manipulación y construcción de opinión pública del castrismo, al que sirve y del que se nutre, coincide en sus propósitos de estafarnos el real conocimiento de nuestra historia con el trujillismo y una gruesa masa de compañeros de ruta del castrismo a nivel local, así como de constructores de opinión pública adscritos formal o informalmente a los principales partidos políticos dominicanos, todos interesados en que ciertos mitos y falsedades se mantengan vigentes como verdad.
Tan es así, que Gleijeses avala y da como “valiosa información” las actas de los interrogatorios bajo tortura de los conjurados, actas preparadas a conveniencia por sus captores para enlodar a los participantes y justificar un juicio condenatorio, (véase la nota en la Pág. 61).
Esta es la catadura moral e intelectual del señor Gleijeses, foquista de rascacielos y castrista de cornflakes, que desde los Estados Unidos vomita contra el país en que radica (porque eso sí, ni loco se muda para Cuba) y se presta a una labor deshonesta en perjuicio del pueblo dominicano.
Seguiremos sobre el libraco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario