El montaje del “golpe” se le desploma en la propia cara a Correa.
Por Aquiles Julián
¿Imaginan un golpe de estado en que el presidente al que se pretende derrocar se toma su tiempo para cambiarse de camisa y corbata y en que los supuestos golpistas se dedican a batirse a pedradas con una turba enviada desde el palacio nacional de Ecuador a “rescatar” a su presidente, supuestamente secuestrado?
¿Imaginan a los supuestos golpistas haciendo un “corredor de honor” al presidente para que volviera al palacio nacional ecuatoriano mientras cantaban las notas del Himno Nacional de Ecuador? ¿Imaginan un golpe en que las bombas utilizadas eran bombas lacrimógenas y muchas balas de gomas? ¿Imaginan que hasta la mismísima bomba lacrimógena ya fue utilizada previamente en otro escenario y con el mismísimo Rafael Correa?
Las circunstancias que emergen, mientras Rafael Correa y sus acólitos no saben qué más inventar y retorcer para disfrazar su montaje, inculpan al presidente de Ecuador como un estafador político. Y todo el show como un “golpe mediático” destinado a proporcionarle a Rafael Correa varios beneficios. Y además un portentoso ensayo de desinformación, manipulación, chantaje, calumnia y control de la opinión pública que indica a qué se atreven los Castro y sus epígonos. Y la total ingenuidad, para no decir cretinismo, de las democracias latinoamericanas y de la norteamericana, al igual que las europeas que cayeron imbécilmente en la trampa montada por Rafael Correa y sus aliados.
El tiempo ha desenmascarado el montaje inicuo y la irresponsabilidad política del actual incumbente de la presidencia ecuatoriana. Y los hechos son impresionantes. La perversión moral en que se incurrió espanta. Y la parafernalia mediática instrumentada nos deja perplejos. Nunca como esta vez se dejó ver en su amplitud, contundencia, coordinación, poder y maldad el aparato de control mediático implementado por los Castro, Chávez y sus epígonos para arrinconar y desarmar en la guerra de opinión pública a las democracias. Y eso merece hacerse constar.
YA HUBO, DOS MESES ANTES, OTRO BOMBAZO LACRIMÓGENO A CORREA.
Sorpréndase: el bombazo lacrimógeno ya había sido probado previamente con Correa. El lunes 21 de julio del 2010, en un acto político en que Rafael Correa apoyando un referéndum territorial en la localidad de La Concordia, se creó un pánico enorme cuando al local en que se encontraba el presidente tiraron ¡una bomba lacrimógena! Se armó un desorden mayúsculo. Correa fue asistido con una máscara antigases. Al poco tiempo retornó y acusó a una facción izquierdista opositora, el Movimiento Popular Democrático, MPD, de haber sido los responsables del incidente. Sin embargo, lo que parece sucedió fue que un grupo de opositores al referéndum se enfrentó a piedras con la policía que utilizó gases lacrimógenos y los mismos invadieron el recinto provocando el pánico. Pero ya se tenía experiencia previa y dos meses después, el 30 de septiembre, se repitió el show.
Así que bombazo, desorden, enfrentamiento entre policías y manifestantes y discurso presidencial tras los incidentes, todo eso hubo el lunes 21 de julio del 2010 en el cantón de La Concordia. ¿Invento mío? Hay decenas de reseñas periodísticas del caso, incluyendo la acusación de Correa a la “prensa corrupta” y el señalamiento de un periodista como el autor del “atentado”. Esa vez, claro, no se alertó de golpe de Estado, pero sí se hizo una oportuna práctica de los sucesos del jueves 30 de septiembre.
“Gente irresponsable, que en un acto masivo, con niños, discapacitados en sillas de ruedas… y estos irresponsables lanzan una bomba lacrimógena al recinto. Y mañana saldrán diciendo, y los medios de comunicación corruptos los apoyarán, diciendo que fue una bomba lacrimógena lanzada por la policía. ¿Cómo una bomba lacrimógena va a entrar al recinto que está protegiendo?”, discurseó Correa el lunes 21 de julio en la noche, luego del extraño incidente en La Concordia.
PONIÉNDOLE BRILLO A LA INSPIRACIÓN
En un alarde de victimología, el presidente Correa, días después del hecho, declara que los amotinados querían reventarle de nuevo una pierna recién operada. La operación de la rodilla demandaba un reposo de 15 días mínimo que el presidente Correa incumplió al presentarse al Regimiento Quito No. 1 y retar a los policías amotinados a que lo mataran, aflojando su corbata y desabotonando parcialmente su camisa.
Correa va con varios funcionarios de su gobierno y su escolta militar al Regimiento Quito 1 y arenga a los policías que protestaban porque sentían que la Ley Orgánica de Servicio Público, que el mismo Correa había vetado y por la cual tenía un impasse con el congreso ecuatoriano, les reducía sus beneficios. Al retirarse del Regimiento aparece, como el 21 de julio del 2010 otra bomba lacrimógena y otra máscara antigás. Su escolta y sus funcionarios conducen al presidente Correa al Hospital Policial localizado al frente del Regimiento Quito 1 y, desde allí, Correa despacha junto a su secretaria personal, ministros y asambleístas que entran y salen del recinto.
El mandatario llega a afirmar que “Me quitaron la máscara para que me asfixie... Entonces me trajeron (a la clínica). En verdad que no podía respirar” ¿Quién, según Correa, le hizo esto? ¡Nadie! Fue el propio Correa quien se retiró la máscara antigás para hablar con la prensa. Están los videos. Están las fotos. Pero la mentira es descarada: querían asfixiarlo. Y entonces, dramatiza: “Me tuvieron que ingresar al hospital... ¡Es impresionante nuestra fuerza pública: atacaron al Presidente!” De ahí en lo adelante, Correa sigue un guión propio, la construcción de una falacia: el golpe de Estado.
Ordena que todos los medios de comunicación enlacen con EcuadorTV y secuestra, eso sí, la libertad de información. Declara el estado de excepción. Llama a sus conmilitones: Hugo Chávez, Evo Morales, y les informa que “se siente” (no que lo está) secuestrado.
El periódico “La Hora” del lunes 4 de octubre 2010 señala que la Presidencia de Ecuador informó que el automóvil blindado en que iba Correa a su salida del hospital presentaba “17 balazos en toda su carrocería” y mostró imágenes de cómo había quedado el vehículo.
Pero resulta que la Nissan Patrol sin placa en que sacan del hospital al presidente Rafael Correa pertenece a la asambleísta oficialista Irina Cabezas, presidenta en funciones de la Asamblea Nacional. El vehículo se empleó porque, según la propietaria, “era el único que se encontraba en el ingreso principal de emergencias”. La propia dueña, miembro del partido de Correa, indica que su vehículo no presenta ningún impacto de bala. Sin embargo, sorpréndase de la cantidad de desinformación que indica que el vehículo en que iba Correa a su salida del hospital presenta impactos de balas. Y las cantidades van desde 4 a 8 a 17, cada quien le pone y quita a gusto.
El vehículo fue utilizado en una reconstrucción de la operación de “rescate”. Fue incluso analizado por los peritos de la fiscalía de Pichincha. Una nota del diario ecuatoriano “El Comercio” del 6 de octubre señala que “El Nissan es el mismo que la noche del 30 de septiembre llevó a Correa a la Presidencia de la República. No tiene impactos de balas, aunque Andes, la agencia oficial de noticias, publicó fotos donde aparece un auto con signos de disparos en el capó, parabrisas, parte posterior y en zonas laterales.”
Esto tumba el cuento del “vehículo blindado”. No hubo tal. Lo comprobaron personalmente Marco Freire, Fiscal de Pichincha, Luis Enríquez, fiscal de la Unidad de Delitos contra la Administración Pública. Pero la mentira es la que prevalece, amplificada y multiplicada por el poderoso aparato de desinformación compuesto por centenares de replicadores, blogs, “periódicos” digitales, “comentaristas”, periodistas y demás creadores de opinión pública, todos repitiendo el mismo cuento, la misma falsedad, incluso con fotos de balas en parabrisas y otros recursos convenientemente puestos al servicio de la desinformación.
Y Rafael Correa no tiene empacho en mentir descaradamente. En su programa sabatino, el 2 de octubre, declara con el histrionismo tan típico de él: “Logramos llegar a emergencia en un carro blindado. Cuando nos embarcamos en el carro y comenzamos a salir, la lluvia de tiros sobre el carro del Presidente de la República, tratando de matar al Presidente”. Si la Nissan Patrol en que salió no tiene un solo tiro, como declaró su dueña, la asambleísta de Alianza País Irina Cabezas y comprobaron los fiscales Marco Freire y Luis Enríquez ¿qué, si no un show, fue todo el aparataje de un rescaté chambón que duró 155 minutos, un montaje tipo Hollywood de pésimo gusto y trágicas consecuencias?
El martes 5 de octubre, cinco días después de los disturbios, la agencia informativa pública Andes da a conocer una supuesta grabación captada de la Radio Patrulla de la policía ecuatoriana en que se insta a que maten al presidente. “Maten rápido a ese hijo de puta de Correa”, “que maten a Correa para que se acabe esto, maten a Correa y se acaba la protesta” se oye decir. Sólo que esa “prueba” se da a conocer cinco días después de los incidentes, cuando hay que construir pruebas para justificar el falso golpe.
¿QUIÉN, EN PELIGRO DE MUERTE, SE CAMBIA DE CAMISA Y CORBATA?
Otro rasgo simpático tiene que ver con cierta coquetería presidencial. A las diez de la mañana, cuando se apersona al Regimiento Quito 1 (busquen las fotos y obsérvenlas), el presidente Correa viste camisa azul claro y corbata azul cobalto con diseño en rombos. En la noche, cuando le rescatan, viste camisa blanca y corbata gris. ¿De dónde salió el atuendo? ¿Cómo, amenazado por “policías que querían irrumpir en su habitación”, sintiéndose según él, en “peligro de muerte”, dedica tiempo a cuidar su imagen y cambiar de camisa y corbata?
Las fotos, en ambos momentos del mismo día, indican que al presidente le llevaron, de seguro a petición suya, ropa para cambiarse. ¿Cuál secuestro era este que facilitaba tal acción?
Otro aspecto a destacar era que, mientras todo transcurría, la familia presidencial era custodiada por… ¡agentes de la policía!!! Si era un complot policial para dar un golpe de Estado y asesinar al presidente, como el mismo Correa llegó a asegurar ¿por qué la familia presidencial no fue secuestrada y utilizada como rehén por los policías que la cuidaban?
Distintos generales de la policía ecuatoriana intentaron aplacar el enojo de los suboficiales que protestaban. El mismo jefe policial de ese momento, el general Freddy Martínez lo hizo infructuosamente. Otro general que acudió a intentar calmar a los agentes fue Florencio Ruiz, jefe del Estado Mayor de la Policía ¿lo intentarían de haber constatado que lo era una protesta, sino un golpe de Estado lo que estaba en curso? Y el comportamiento de los policías, más de universitarios que de agentes del orden, no podía ser menos patético: rostros enmascarados, pedreas, quema de neumáticos, octavillas, vociferación de consignas, etc., lo que indica que en asunto de protesta no somos muy creativos que digamos, los mismos procedimientos que nunca han servido para nada ¿Desde cuándo quemar gomas y tirar piedras es el modus operandi de un golpe de Estado?
César Montúfar, asambleísta por Concertación Nacional, declaró que “no hubo tal golpe o intento de golpe”, y fundamentó su afirmación explicando que “en ningún momento Correa perdió control del Gobierno y nadie intentó sucederlo”. Destacó que es el Presidente en persona quien declara el Estado de Excepción y establece una cadena nacional indefinida e ininterrumpida (“La Hora”, 3 de octubre 2010).
NO HUBO TAL SECUESTRO, COMO DECLARAN LOS MÉDICOS
Abochornado por el repudio de los policías, Correa se recluyó voluntariamente en … ¡¡El Hospital de la Policía en Quito!!! Exactamente, frente al Regimiento Quito No. 1, en que estaban amotinados por gendarmes. ¿Por qué no se marchó a otro lugar?
Correa se había lastimado la rodilla recién operada, por los empujones y el molote tanto a su llegada como a su salida, y allí recibió los primeros auxilios. Además, se le trató por la inhalación de gas lacrimógeno. Nadie le impedía marcharse posteriormente, él, Correa, decidió permanecer recluido allí para aprovechar políticamente las circunstancias.
El doctor Gilberto Calle, médico del Hospital de la Policía, declara al periódico quiteño “La Hora” (2 de octubre, 2010) que “nunca estuvo secuestrado este presidente Correa. Él es un mentiroso”. Y al indicar que a Correa se le quiso sacar del hospital, hecho al cual él se negó, el doctor Calle informa que “Él no quiso, él se negó a salir de aquí. Él estuvo recibiendo atención médica, estuvo con su guardia, nadie le secuestro ni nada, hasta que sucedió lo que sucedió”. Lo mismo declaró el doctor Fernando Vargas, coordinador de Medicinas e Insumos Médicos del Hospital en un comunicado en que condenó el ataque al centro de salud donde estaban internos niños, ancianos y mujeres.
Vargas, médico bioquímico farmacéutico, denunció que cuando se da el infausto asalto al Hospital, “ya se estaba cantando el Himno Nacional y preparada la calle de honor por la que se disponía a salir el Señor Presidente para ser trasladado al Palacio de Gobierno, por tanto, la incursión fue provocada por este cobarde para ganar protagonismo, hacerse la víctima y mantener su postura de prepotencia”.
En la perorata sabatina, una mala costumbre imitada del chavismo, Correa el 2 de octubre 2010 prosiguió retorciendo los hechos. Según él, le habían tendido una trampa. Los policías amotinados “fueron utilizados para crear el caos, para tratar de lograr una guerra civil, desestabilizar al gobierno”. Según Correa, el plan era sublevar a la policía, al ejército, incitar a saqueos, el cierre de aeropuertos, la toma de canales de televisión, llamar al pueblo a la calle, generar una guerra civil con centenas de muertos y finalmente tumbar al gobierno. Y entonces, aquí viene lo bonito: “Cuando a mí me capturan, me maltratan, el país se une y se centra en ese problema, entonces fue como un catalizador de las energías sociales esa captura del presidente”.
Sólo que nunca hubo captura. Correa se recluyó en el tercer piso del Hospital Policial de Quito voluntariamente. Nadie le obligó. Fue allí con sus funcionarios y escolta. Salió del Regimiento Quito No. 1 y nadie le retuvo ni le “capturó”. Fue al Hospital Policial y permaneció allí, en la sala de neonatos, de manera voluntaria, pese al esfuerzo del personal médico y de pacientes para que abandonara el hospital. Pero había que dar la impresión de estar “secuestrado”, “capturado”, incitar a sus partidarios a “ir a rescatarlo”, provocar aquel enfrentamiento a pedradas y bombazos con los agentes policiales y luego aquel show del “rescate”, porque había que aprovechar el incidente para “catalizar las energías sociales” y “unir al país”.
Noten que ya el sábado Correa varía su versión. No era un golpe de Estado, era un intento de provocar una guerra civil.
MÁS INDICADORES DEL MONTAJE
Lenín Moreno, el vicepresidente de Correa, declaró que había recibido propuestas para derrocar al presidente. “En algún momento alguien me preguntó si en alguna circunstancia me gustaría asumir y les dije que no. Les indique que en ninguna circunstancia, ya que ese comportamiento carroñero quedó en el pasado”. ¿Quién fue ese “alguien” que tentó con la manzana de la deslealtad al vice de Correa? Él no lo identifica. ¿Pero acaso no tiene él en sus manos la prueba de la trama?
La cantidad de muertos y heridos varía de un medio a otro, y van desde 8 fallecidos hasta 13 ó más. El 11 de octubre 2010 en el periódico “Hoy” de Quito la fiscalía informa que “no tenía la nómina de personas fallecidas”.
El 8 de octubre, en “Hoy” aparece una entrevista al ministro de Seguridad de Ecuador, Miguel Carvajal Aguirre, en que tiene que admitir que “No se puede tapar el sol con un dedo” al reconocer que “el Presidente nunca dejó de gobernar, siempre mantuvo línea abierta y todas las acciones fueron consultadas con él”, lo que prueba que no hubo tal secuestro ni captura, desmintiendo al mismísimo Correa. Más aún, declara que “Sé que las observaciones de seguridad fueron en el sentido de que no vaya pero, él siempre pensó, y así me lo dijo cuando hablamos por teléfono, que sólo era un tema de reivindicación, por una deficiencia en el conocimiento y en la explicación de la Ley (de Servicio Público)”. O sea, que Correa violó las recomendaciones de su Seguridad personal y se arriesgó innecesariamente.
LA INVENCIÓN MEDIÁTICA DE LA TRAMA
Para dar credibilidad a la fábula, ciertos “analistas” del castro-chavismo se lanzan de inmediato a proporcionar la “trama oculta” de la “conspiración”. Así, la patética Eva Golinger denuncia en un artículo que es un dechado de disparatología que padece el “síndrome de la conspiración” que “Washington comenzó a mover sus piezas para desestabilizar al gobierno de Rafael Correa en Ecuador durante el año pasado, luego del golpe de Estado exitoso contra el Presidente Manuel Zelaya en Honduras”.
Y entonces, ¿qué hace la Golinger para fundamentar su aserto? ¡Cita a otro periodista castro-chavista, a Jean-Guy Allard! Este individuo habla de los “tres coroneles arrestados en Ecuador, entre otras cosas por intento de asesinato del presidente Correa” ¡que fueron puestos en libertad por un juez ecuatoriano por no encontrar indicios de culpabilidad que los incriminen! Pero uno de ellos, el coronel Manuel E. Rivadeneira Tello, es culpable de ¡haber estudiado, enviado por el gobierno ecuatoriano, en la Escuela de las Américas, una institución auspiciada por el gobierno norteamericano para instruir a oficiales policiales del continente!
Otro hecho incriminatorio contra la policía ecuatoriana, según Golinger, fue que “Con asistencia de la Embajada de los Estados Unidos, en 1995 la PNE inauguró la organización anti-terrorista GEMA”. El anti-terrorismo es un pecado mayor, para personeros que auspician y promueven organizaciones terroristas y el terrorismo rojo. Aquí la Golinger se quita la careta. Toda la generosa ayuda recibida de los Estados Unidos es colocada bajo sospecha.
Jean-Guy Allard extrapola declaraciones, manejadas fuera de contexto y a su antojo, para incriminar a los Estados Unidos. Una de ellas es una de esas declaraciones formales que emiten los diplomáticos, en este caso la embajadora de los Estados Unidos en Ecuador, Heather Hodges: “Nosotros trabajamos con el gobierno de Ecuador, con los militares, con la policía, para fines muy importantes para la seguridad”.
Cualquier visita está bajo sospecha. Así Allard no vacila en cuestionar que “En los últimos meses, funcionarios norteamericanos se aparecieron en Ecuador, bajo pretexto de profundizar las relaciones entre Ecuador y EE.UU.” ¡Y esas son las “pruebas” de la trama de la CIA y el Pentágono contra Correa!
LA INJERENCIA CASTRISTA EN ECUADOR
Mientras tanto, el castrismo ha ido ampliando su intromisión en Ecuador, enmascarada en denuncias de supuestas intromisiones estadounidenses.
Actualmente, sobrepasan los ocho mil cubanos que pululan por el país, y semana a semana el número aumenta. El coronel en servicio pasivo Patricio Haro indicó que tiene información de que unos 50 militares cubanos arribaron a Ecuador los que constituían el grupo Vanguardia Revolucionaria y su propósito era montar las denominadas Fuerzas Armadas para la Liberación del Ecuador (“Hoy”, 11 de mayo 2010).
Los agentes castristas se han hecho fuertes en sectores como La Mariscal, La Florida, el Batán y en el Valle de los Chillos.
Mario Pazmiño, ex –director de Inteligencia del Ejército informó que en el Batán llegaron a circular panfletos en que los cubanos advirtieron a los moradores de la zona no meterse en problemas porque ellos iban a “defender la revolución”.
El coronel Haro señaló que esos cubanos actúan como “una fuerza de choque de la revolución ciudadana” que dice promover el gobierno del presidente Correa.
¿QUÉ GANA CORREA CON TODO EL SHOW MONTADO?
De entrada, Correa ha puesto a todo Ecuador a la defensiva. Ahora cualquier protesta, cualquier disgusto, cualquier paro o discrepancia es parte de “la trama golpista”. Él ha asegurado en un encuentro con periodistas de medios internacionales, que “Para nosotros el golpe no ha terminado, continuó, y lo del jueves, hay que tener cuidado, ha sido una medición, debemos prepararnos para el resto” (“La Hora”, 6 de octubre 2010). Entramos en la fase del golpe interminable, siempre latente, que permite todo tipo de exceso, justifica toda arbitrariedad, es la excusa para cualquier atropello. ¿Cuál será el nuevo medio a utilizar? “Un atentado puede ocurrir”, declara.
El magnicidio es un tema recurrente. Chávez mismo denunció que comandos colombianos aliados a disidentes venezolanos iban a atentar contra su vida, en tiempos en que aspiraba a una “guerrita” con Colombia que impidiera la derrota que le infligió el pueblo venezolano en las legislativas de septiembre 2010. Y Evo Morales ha inventado también que a él lo quieren matar. Sin embargo, el único intento de magnicidio documentado fue el planificado por las FARC y ETA contra la vida del entonces presidente de Colombia, Álvaro Uribe. Y ese atentado contaba con el beneplácito y el inmoral apoyo de Chávez. La alharaca de víctima escondía la insidia agresora y criminal.
Este es el momento, con la excusa de la conspiración de fondo, en que Correa pone a la Inteligencia cubana a que le estructure su Checa personal. Todos los organismos de Inteligencia de Ecuador habían sido previamente desmantelados por Correa, debido a que informaron la relación entre dirigentes cercanos a él de su movimiento Alianza País y las narcoguerrillas colombianas de las FARC.
“Claro que falló la inteligencia, pero porque no tenemos inteligencia. Estamos construyendo recién ese Sistema Nacional de Inteligencia”, recalcó en declaraciones que recoge el diario ecuatoriano “La Hora” el martes 12 de octubre 2010. Montar un aparato de espionaje organizado, adiestrado y dirigido por la Inteligencia cubana, al igual que ha hecho Venezuela, es otro objetivo alcanzado.
Para ello ha denunciado la existencia de “núcleos de policías” que actúan “sin límites y sin escrúpulos” y que tiene “claros lazos políticos” y constituye “un peligro latente para la seguridad”, acusándolos de constituir “grupos paramilitares”. Criminalizar a la policía permite eliminar de la misma el profesionalismo y preservar sólo a quienes, tras el sueldo, se subordinen y sometan moralmente a las intenciones totalitarias declaradas que Correa expone.
El modelo cubano de los CDR lo van a intensificar. El sábado 2 de octubre 2010 aparecen declaraciones del dirigente correísta Daniel Quijo, reproducidas en el diario “La Hora” en las que señala que los Comités de la Revolución Ciudadanos (CDR) jugarán un papel más protagónico en la defensa de sus autoridades.
“Con nuestros CDR estuvimos en los alrededores del Regimiento Quito y el Hospital de la Policía, apoyando a nuestro Gobernante”, afirmó Quijo y amplió: “quienes formamos los CDR debemos trabajar más en conjunto en planes de contingencia y eventualidades”.
La tónica a partir de los incidentes del 30 de septiembre ya establece el corresponsal de la chavista Telesur, Christian Salas, quien afirmó que “los medios de comunicación conspiraron contra la nación desde mucho antes haciendo críticas a los proyectos llevados a cabo por el Gobierno en vez de una análisis de estos”. De ahora en lo adelante, toda crítica a Correa y sus iniciativas es conspiración.
El canciller Ricardo Patiño señaló otro beneficio del incidente: “la radicalización, la profundización de la revolución” (“Hoy”, 5 de octubre del 2010). Habrá “mayor radicalización y profundización del proceso, por supuesto, sin lugar a dudas, porque esa consecuencia, del presidente y de su equipo, es lo que nos tiene en donde estamos, lo que nos mantiene con el apoyo popular”.
Chávez y Fidel Castro ya recomendaron a Correa “purgar las cúpulas militar y policial de Ecuador”. Lo que viene, entonces, es una cacería de brujas, en que sólo aquellos policías y militares obsecuentes y serviles podrán retener su rango y puesto. Así como desmanteló los organismos de Seguridad, ahora toca el desmantelamiento de la policía ecuatoriana y las fuerzas armadas, disfrazada con el supuesto golpe de Estado que hoy se ve claro que no pasó de un montaje presidencial.
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