martes, 25 de mayo de 2021

 


LAS HEROÍNAS DE LOS HÉROES

 

Por Aquiles Julián

 

Estamos a días, escasos días, a horas más bien, de conmemorar una gesta trascendental, épica y extraordinaria: el 60 Aniversario del Ajusticiamiento del tirano Rafael L. Trujillo, alias Chapita o El Chivo.

Ese acto que ennoblece y abrillanta las vidas de quienes lo idearon, organizaron y ejecutaron- Lo  arriesgaron todo en aras de retornarles a los dominicanos la libertad, y pagaron el altísimo precio de sus vidas los principales de entre ellos, para asegurarnos a todos el derecho a elegir, hablar, asociarse, decidir y disentir, que en sesenta años, con todos los azares y turbulencias vividos, se han sostenido.

Y tuvo unas heroínas no menos dignas de reconocimiento y admiración.

Fueron las compañeras de los héroes, esas esposas que padecieron los tormentosos días posteriores al Ajusticiamiento (así, con mayúscula inicial). Ellas vieron sus hogares asaltados, fueron  atropelladas, vivieron muchas la infructuosa y desesperada lucha por preservarles las vidas a los que fueron apresados, martirizados  y masacrados. Y han tenido que vivir el resto de sus vidas junto a sus hijos sin una tumba donde ir a llorar al esposo y padre. Y a partir del 30 de mayo del 1961, asumir la responsabilidad de levantar una familia, sacar adelante sus hijos y convertirlos en hombres y mujeres de bien.

La gesta heroica y patriótica del 30 de mayo del 1961 fue la única hazaña heroica que logró su cometido en todo el siglo XX en República Dominicana.  En esos 100 años los dominicanos fuimos una y otra vez aplastados por el poder extranjero y sus cómplices locales, de los que Trujillo fue, sin dudas, el peor, apátrida y servil al extremo.  

Tanto esfuerzos infructuosos, tanto sudor y sangre vertidos, tanto martirio y valor sucumbieron a la fuerza y la sevicia, desde La Barranquita a la acción temeraria del gran Gregorio Urbano Gilbert, recientemente exaltado al Panteón de la Patria, desde la conspiración de Santiago para eliminar a Trujillo a las distintas conspiraciones que han sido sospechosamente silenciadas por los historiógrafos que muestran cierta proclividad a repetir la infame narrativa protrujillista que impera, en vez de desmontar los mitos, mentiras y adulteraciones y poner en evidencia a los que sumaron sus intelectos al embellecimiento y a la mitificación de una tiranía fundada en el crimen, el latrocinio y el servilismo.

Nadie nunca podrá imaginar los abismos de tormentos, la violencia de la incertidumbre, los días que se arrastraban llenos de dolor y de impotencia, al arbitrio de un desequilibrado y una cohorte de esbirros, serviles y crueles.

Eran mujeres criadas y formadas para otras circunstancias. Sus vidas estaban diseñadas para ser amas de casa, criar sus hijos, ser el soporte emocional de la familia y vivir los afanes domésticos y particulares: intercambiar recetas, engalanar la casa, la moda, las radionovelas, los cotilleos familiares,  viendo crecer los hijos, casarse y engendrar nietos, sin mayores sobresaltos.

Otra fue la vida a la que las circunstancias la arrojaron.

El período que va desde el 30 de mayo del 1961 al sorpresivo 18 de noviembre del 1961, ese lapso que media entre la acción heroica del 30 de mayo y la salida forzada de los Trujillo del país, fueron tiempos de una tortura inimaginable para estas mujeres atrapadas en esta isla cárcel.

Cazados y torturados, una parte importante de los conjurados, pese a la crueldad y sevicia de los asesinos, no habló. Soportó la inclemencia de quienes abusaron de mil y una formas de ellos para sonsacarles el nombre del resto de los comprometidos y callaron.  Eso permitió que otros conjurados organizaran sus fuerzas y en un acto de increíble valor, de tanto valor y audacia que hoy no imaginamos lo que significó en esa época esa acción, plantaran cara a la tiranía y dieran a la luz ese movimiento de unidad patriótica que fue Unión Cívica Nacional.

Había que ser valiente para a un mes de ajusticiado Trujillo y con Ramfis y el SIM persiguiendo a muerte a los patriotas del 30 de mayo, deslindar los campos con el régimen de muerte y terror.

Había que poseer una reciedumbre espartana para no hablar ni ceder bajo tortura, manteniendo el secreto y salvando vidas.

Y durante todos esos días interminables, yendo a cárceles, reuniéndose en las afueras de los presidios, buscando apoyos para preservar las vidas de sus esposos, hijos, experimentando el miedo y el terror de amistades y conocidos, que se alejaban empavorecidos, estas mujeres labraron una historia de fidelidad y dignidad asombrosa.

Sabían la capacidad criminal de los que mandaban. Su vocación por la tortura y el crimen. Su historial de terror.

Igualmente sabían que un cambio de humor, una borrachera, una provocación, una fanfarronada en medio de las orgías y las drogas en que se pervertía Ramfis con su camarilla, podían borrarlas a ellas y a sus hijos, no sólo a sus esposos, de la faz de la tierra.

De hecho, eso se planificó, agendó y programó para que sucediera en una bacanal de sangre y luto que las circunstancias providenciales del sábado 18 de noviembre frustraron, cuando Ramfis, asesorado por Emilio Rodríguez Demorizi y José Ángel Saviñón, sus mentores civiles, y sus canchanchanes militares, idearon y organizaron la Operación “Luz Verde”.

Esta pantomima  pretendía simular un golpe de Estado al entonces presidente nominal, Joaquín Balaguer, por parte de Negro Trujillo y Petán, en un show sangriento en que se eliminarían más de 3,000 dominicanos, incluyendo al mismo Balaguer.

Toda esa bacanal de sangre y terror  tendría como telón de fondo la supuesta renuncia y salida del país de Ramfis Trujillo, navegando a la espera de que los norteamericanos, ante la magnitud de la matanza que se realizaba, la cual se la iba a endilgar  a sus propios tíos, Negro y Petán,  los norteamericanos le pidieran regresar a apaciguar el país y que le levantaran las sanciones.

Esa reunión perversa, que se realizó en San Isidro en sábado 18 de noviembre del 1961 concentró la camarilla más leal a Ramfis,  en quienes él confiaba para ejecutar el plan, nombres que escandalizarían al país de hacerse públicos,  y los cabecillas regionales del SIM, convocados para la matanza, a los que se les distribuyeron  los listados de quienes debían  ser exterminados.

El Plan “Luz Verde” abortó por circunstancias fortuitas que sólo la mano de Dios puede explicar.

Ese mismo día, y pese a la acción desesperada de estas valientes mujeres, que tocaron las puertas del gobierno y clamaron al entonces presidente títere impedir lo que intuían sucedería, se produjo el crimen de Hacienda María, del que 60 años después no sólo se ocultan a todos los participantes y presentes, sino también el destino de los cuerpos de los héroes inmolados.

Y todos estos últimos 60 años ellas se crecieron, sacaron fuerza de sus flaquezas, rompieron el cascarón doméstico y subordinado, se elevaron desde su dolor para sacar adelante sus hijos y  tuvieron que vivir en  la proximidad de los cómplices y testaferros del crimen y la tortura, que siguieron ostentando rangos y posiciones de poder.

Algunos participaron en la vejación y el martirio de sus esposos, los héroes del 30 de mayo. Otros, facilitaron el crimen. Y se hicieron cómplices por el silencio, esa omertá criminal que todavía pervive en nuestras fuerzas armadas.

Otros participaron en la desaparición de sus cuerpos.

Todos siguieron impertérritos en posiciones de mando y poder en el Estado, como si nada hubiesen hecho.

Durante 60 años la impunidad ha marcado la historia dominicana. Y nunca mejor demostración que el fallecimiento hace unas semanas de uno de los participantes en el asesinato de las hermanas Mirabal, que vivió y murió en Santiago sin sonrojo, en una burla total a los dominicanos.

Todavía, a 60 años, no hay una Comisión de La Verdad que saque a la luz la realidad criminal.

Al revés, envalentonados por la ignorancia y el envilecimiento de la sociedad y apadrinados desde instancias de poder, han animado a un delincuente dado a la estafa y el crimen, a considerarse heredero al trono.  y los Trujillo aspiran a recobrar su feudo y su herencia.

Ellas, las heroínas, fueron muriendo, extinguiéndose, sin ver un mínimo asomo de justicia ni misericordia ante su tragedia.

Reciban mi reconocimiento, mi gratitud, mi solidaria fidelidad ante su dolor y su sacrificio.

Y mi esperanza, que no cesa, de que tanto dolor y tanta espera inútil por justicia, no haya sido en vano.



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