jueves, 14 de febrero de 2013

EL HOMBRE A CARGO DE SECUESTRAR A GALÍNDEZ, POR AQUILES JULIÁN



EL HOMBRE A CARGO
DE SECUESTRAR A GALÍNDEZ
                                                                                       

Por Aquiles Julián


“Frank había desempeñado un papel central en el asesinato de Jesús de Galíndez, un profesor de la Universidad de Columbia que había sido tutor de los hijos de Trujillo, había escapado al régimen del dictador y se había trasladado a Nueva York, donde escribió un libro sobre los crímenes de Trujillo”.
Tim Weiner
Enemigos, una historia del FBI

El secuestro y desaparición del escritor y político español Jesús Galíndez
Suárez, quien fuera informante tanto del FBI como de la CIA,  fue una conspiración articulada y encubierta dirigida por  Allen Welch Dulles, director de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, y su hermano mayor, John Foster Dulles, a cargo del Departamento de Estado, en la administración de Ike Einsehower.
Para esos fines, la CIA contrató a un equipo que solía emplear para “servicios especiales”: aquellos en los que la CIA no quería aparecer directamente involucrada.
Ese equipo respondía a dos compañías a las que la CIA encargaba ese tipo de asuntos: Una en Washington, “Robert Maheu & Asociados”, y otra en New York, la Agencia de Detectives “Horace W. Schmahl, Inc.”
Ambas compañías, que en distintas misiones trabajaron asociadas, a su vez, tuvieron un hombre a cargo común para el secuestro y traslado de Jesús de Galíndez a República Dominicana: John Joseph Frank.
Frank, amigo de Robert Aime Maheu y de Horace William Schmahl, para los que solía realizar trabajos, era el hombre ideal, ya que él, al igual que Schmahl, se habían relacionado con el engreído déspota que pisoteaba a su antojo República Dominicana.
Maheu y Schmahl dieron apoyo logístico a Frank para la ejecución del encargo. Trujillo proporcionaría la mayor parte de los fondos.
Aquella acción terminaría por llevarse de paso al mismísimo Trujillo, pues marcó para él el comienzo del final.
Cavó su tumba el día en que se dejó provocar por la CIA para ordenar el secuestro de Galíndez y su traslado a Ciudad Trujillo. Como Joaquín Balaguer, que fue pieza importante de los equipos conformados por Trujillo para encubrir el crimen, desde su posición de Secretario de la Presidencia, escribió en su libro La Palabra Encadenada, el secuestro de Galíndez “arropó a Trujillo en su vorágine y lo escogió como la última víctima de la ola de sangre que desató él mismo con aquel crimen inútil, punto de partida del proceso de destrucción que minó a la Era de Trujillo” (Pág. 255). Él, Balaguer, fue cómplice consciente de esa ola de sangre.

¿QUIÉN ERA JOHN JOSEPH FRANK?

Frank era un abogado graduado de la Escuela de Leyes de la Universidad de Georgetown. Fue agente del FBI desde 1941 hasta el 13 de mayo de 1949, fecha en que renunció del Buró.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Frank y otro agente del FBI, Robert Maheu, eran la contraparte del FBI en el grupo especial de la Policía de New York que registraban las casas y apartamentos de aquellas personas que se sospechaba eran afines a los nazis. Esa actividad se efectuaba en cumplimiento de órdenes del presidente de los Estados Unidos. Y en esas tareas tanto Frank como Maheu trabaron amistad con el teniente Arthur E. Schultheiss, uno de los miembros de aquella fuerza de tarea.
Durante muchos años, Frank combinó su carrera de abogado con trabajos para la División de Investigaciones de la Oficina de Estabilización de Precios de los EE.UU.
Frank era una persona callada, introvertida, capaz de guardar secretos (algo que impresionó y gustó mucho a Trujillo cuando lo trató).
En Octubre de 1949 Frank se incorporó a la CIA. Supuestamente su relación con La Compañía finalizó en marzo de 1951, salvo un servicio brindado en junio de 1953. En realidad, Frank pasó a un nivel de operaciones encubiertas de mayor envergadura: aquellas en las que la CIA no quería figurar como directamente involucrada.
Era un hombre nacido para el espionaje. Tenía placer en la impostura, en usar seudónimos. Solía emplear Dalton, John Ward o Mr. Kane.
De él resalta Unanue en su libro sobre Galíndez que: “Sus relaciones sociales y profesionales lo mantuvieron unido por amistad a los jefes de las divisiones de inteligencia de los diferentes cuerpos policíacos locales, especialmente con el inspector Francis Robb, de la Unidad de Servicios Especiales (Inteligencia) de la Policía de Nueva York, o con los directores de los servicios de inteligencia o seguridad de las diferentes agencias del gobierno estadounidense, principalmente con los de la Oficina de Seguridad del Departamento de Estado” ((El Caso Galíndez: Los Vascos en los Servicios de Inteligencia de EEUU, por Manuel de Dios Unanue, Pág. 164).
La CIA había logrado colocar a Frank y a Schmahl como guardaespaldas de Trujillo en 1954, cuando el dictador dominicano viajó a España y al Vaticano.
A partir de 1954 Frank actuaría como agente doble, sirviéndole a la CIA como espía a la vez que hacía creer a Trujillo que espiaba para él. Eso quedó claro en la nota  que la CIA dirigió a Edgar J. Hoover  cuando Frank era enjuiciado por actuar como agente de Trujillo sin haberse registrado como tal ante el Departamento de Estado, pidiendo el proceso a Frank se aligerara, porque “ellos deseaban continuar empleando a Frank como su espía en la República Dominicana y el Caribe en general”.
La Defensa de Frank en los juicios a los que fue sometido acusado de violar el Acta de Registro de Agentes Extranjeros de 1938,  siempre sostuvo que no tenía que declararse como agente, porque siempre estuvo actuando en nombre del gobierno de los Estados Unidos y por lo tanto no estaba obligado a presentar una declaración de registro. Frank se negó en ambos juicios a ser interrogado y la CIA logró una negociación en su favor por la cual apenas fue multado con US$500.00 dólares.
Su silencio fue recompensado.

DOS COMPAÑÍAS HERMANADAS EN EL TRABAJO SUCIO

Las compañías de Maheu y de Schmahl, aunque diferentes: una, la de Bob Maheu, operaba en Washington y su principal cliente, fuera de la CIA,  lo era el excéntrico multimillonario norteamericano Howard Hughes, y la otra, la de Schmahl operaba en New York, eran duchas en trabajar conjuntamente en operaciones ilegales para la CIA y otros clientes.
Schmahl había sido reclutado por la CIA por recomendación directa del general William (“Wild Bill”) Donovan, quien lo apadrinó en marzo de 1951 introduciéndolo al Subdirector de Operaciones Especiales de la CIA, General de dos estrellas Willard Gordon Wyman. Donovan había sido Coordinador de Información  y luego Director de la Oficina de Servicios Estratégicos, OSS, la predecesora de la CIA durante la Segunda Guerra Mundial. Se había tratado con Schmahl durante más de una década y fue el padrino del primogénito de Schmahl.
Horace W. Schmahl, quien nació en Düsseldorf, Alemania, el 28 de junio de 1908, se había naturalizado como ciudadano estadounidense  el 22 de junio de 1937. Schmahl estudió en Lessing la secundaria y obtuvo un título universitario de Bachelor en Ciencias. Luego en la Sorbona, Francia, cursó durante tres años la carrera de Derecho. Su esposa era Patricia Schmahl y tenía 4 hijos.
En 1943 se incorporó a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, y fue asignado a la Oficina de Servicios Estratégicos. De allí fue trasladado a la División de Inteligencia Militar del Ejército y finalmente fue dado de baja honorablemente el 16 de enero de 1946.
Tras servir en el ejército norteamericano, Schmahl retornó a New York. Allí abrió una oficina como investigador privado con el nombre de “Horace W. Schmahl, Inc.”. Su negocio, que solía ser tapadera para operaciones de espionaje y contraespionaje y trabajos clandestinos para la CIA, se autodefinía como una oficina especializada en relaciones obrero-patronales e investigaciones sobre casos de negligencia realizadas para compañías navieras.
Robert Aime Maheu por su parte, nació el 30 de octubre de 1917 en Waterville, Maine. Obtuvo un grado universitario en la Universidad de Santa Cruz y estudió Derecho en la universidad de Georgetown (la misma en que estudiara Derecho Frank). Durante sus estudios en Georgetown fue reclutado en 1941 por el FBI como agente.
Para la segunda guerra mundial, Maheu fue oficial de contrainteligencia.
En 1947 abandonó el FBI para incorporarse a la recién fundada Agencia Central de Inteligencia, CIA, a la que se incorporaron muchos de sus amigos.
Una de las tareas sucias que desarrolló Maheu para la CIA y el Departamento de Estado, en 1954, fue buscar la manera de romper el acuerdo hecho por Aristóteles Onassis con la familia real de Arabia Saudita, para transportar más del 45% del petróleo saudí. El acuerdo podría darle a Onassis un gran poder sobre Europa y América, que dependían de la producción saudí de petróleo.
Maheu estableció un sistema de escuchas telefónicas, y se logró hacer revertir el acuerdo. La CIA pagó la factura de la operación.
En “Némesis”, la biografía de Onassis escrita por Peter Evans, el autor informó que a Maheu se le autorizó incluso, de ser necesario, el asesinato de Onassis. La biografía de Onassis, publicada en 1986, señala que el entonces vicepresidente Richard Nixon, al darle a Maheu un apretón de manos, le dijo: “Y sólo recuerda esto: si tienes que matar a ese bastardo, no lo hagas en suelo americano”.
Eso fue en 1954. Dos años después, esa fue la solución que le aplicaron a Jesús de Galíndez.

¿CÓMO LA CIA RELACIONÓ A FRANK Y A SCHMAHL CON TRUJILLO?

Todo comenzó con una petición de Trujillo al FBI.
Pedro Blandino, quien fuera cónsul general de Trujillo en Miami, se acercó al agente del FBI que dirigía para 1954 la Miami Crime Comission y le solicitó una cita privada con Edgar J. Hoover, con el objetivo de contratar los servicios de dos agentes del FBI para el viaje de un mes de duración que Trujillo haría a Europa comenzando el 26 de mayo de ese año.
El FBI denegó la cita y no refirió la petición al Departamento de Estado.
Blandino no se amilanó y entonces hizo la misma solicitud al subdirector del Negociado de Seguridad del Departamento de Estado y Asuntos Consulares,  Robert F. Cartwright para  que le ayudara a conseguir dos  miembros del FBI que sirvieran como guardaespaldas de Trujillo para el viaje que el tirano tenía planificado realizar.
Cartwright, dado que se trataba de un importante mandatario y aliado extranjero, procesó la solicitud y Hoover se negó argumentando que era una petición “absolutamente equivocada. No nos concierne ni deberíamos involucrarnos” (Space, Time & Organized Crime, por Alan A. Block, Pág. 190), 
Entonces, Cartwright recurrió a la CIA y la Agencia le recomendó proponer a John Joseph Frank. Para la CIA era una oportunidad de oro de colocar a dos de sus hombres cerca del megalómano strongman dominicano, tan dado a los fastos del poder como a las correrías criminales dentro y fuera de su feudo personal.
Así, Cartwright le dijo a Blandino que él conocía a la persona ideal para esa tarea y le habló de John Joseph Frank. Blandino se intereso y al día siguiente, Cartwright reunió a Frank con Blandino en el Departamento de Estado.
También intervino Cartwright para que la Sección de Pasaportes le proporcionara a Frank de inmediato un pasaporte, de forma que Frank pudiese viajar a República Dominicana a cerrar trato con el propio Trujillo.
Al arribar a Ciudad Trujillo, Frank se entrevistó no sólo con el dictador, también conoció y trató al general Arturo Espaillat, al coronel Salvador Cobián Parra, cubano que prestaba servicio para la policía secreta trujillista, al almirante Tomás Cortiña y al embajador en Washington Joaquín Salazar.
Frank recomendó  a Horace W. Schmahl como el otro ex-FBI, y ambos fueron contratados para la misión.
Anselmo Paulino, entonces mano derecha del tirano, les proporcionó a Frank y a Schmahl sendos pasaportes diplomáticos.
Ambos viajaron con Trujillo y su séquito a España y a Italia.
De regresó de Europa, a Trujillo se le ocurrió visitar los Estados Unidos. Frank, desde el yate Presidente Trujillo contactó a Cartwright y le informó el interés del Generalísimo, para los trámites de rigor, lo que Cartwright efectuó. Eso satisfizo enormemente a Trujillo. A su retorno a Ciudad Trujillo, el tirano contrató de manera permanente los servicios de Frank, con un salario de US$2,000.00 dólares mensuales, como “asesor legal” de los Astilleros Dominicanos.

ALIMENTAR LA PARANOIA DEL GENERALÍSIMO

John Joseph Frank descubrió una mina de oro con Trujillo. Empezó a ganarse la confianza de El Jefe, con la venia de la CIA,  haciéndole sentir que lo había comprado, que espiaba para él.
Descubrió el perfil paranoide de Trujillo y se propuso alimentarlo.
Cuando visitaba Rep. Dominicana y se relacionaba con la colonia norteamericana en la isla, incluyendo al cuerpo diplomático, informaba a Trujillo sobre opiniones y cualquier dato que consideraba de interés para aquel.
Y desde los Estados Unidos proporcionaba al tirano información acerca de líderes políticos, periodistas y personalidades que mostraran algún signo crítico o desfavorable a la dictadura o a Trujillo y cómo comprar su adhesión.
Eso incluía a medios, como las revistas Time o Life, tanto como a la comunidad dominicana residente en New York, incluyendo a los exiliados antitrujillistas y al profesor español Jesús Galíndez Suárez.
Frank plantaba desinformación a conveniencia, inventando complots que sabía alarmarían a Trujillo y le convencerían de la utilidad de los servicios que le prestaba,  y en otras exageraba datos que obtenía vía sus contactos en la División de Servicios Especiales del Departamento de Policía de New York, donde trabajaba, entre otros, Arthur Schultheiss.
Desde la Agencia de Detectives “Horace W. Schmahl, Inc.”,  Frank elaboraba sus reportes alarmistas   sobre conspiraciones y tramas para deponer al Generalísimo, desinformación que la CIA plantaba a su gusto y conveniencia por medio de su agente encubierto.
Trujillo se sentía a gusto con la eficiencia de Frank.
El pez había mordido la carnada.

¿CÓMO FRANK INTRODUJO A MAHEU CON TRUJILLO?

En 1955 Frank se las ingenió para introducir a Bob Maheu.
A mediados del año, el espía de la CIA le propuso a Trujillo emplear tecnología de punta para la época para espiar a su personal, así como mejorar la capacidad del sistema de represión y espionaje de la tiranía, incluyendo una academia de formación policial parecida a la que tenía montada el FBI.
El tirano se sintió complacido con la propuesta y pidió a Frank que desarrollara el programa.
Frank entonces le preparó los detalles en conjunto con Robert Maheu, el contratista de la CIA con el cual Frank había trabajado en la oficina del FBI en New York,  y con Thomas A. Lavenia, de Maheu & Associates.
En la propuesta, los tres recomendaron una serie de artefactos electrónicos a instalar y poner en funcionamiento para realizar escuchas secretas.
El 6 de octubre de 1955, Lavenia y Frank volaron a Ciudad Trujillo por Pan American Airways con boletos pagados por Maheu.
Al llegar al Aeropuerto, el jefe del Servicio de Inteligencia del régimen, el general Arturo Espaillat, alias Navajita, les aguardaba. Frank y Lavenia estuvieron una semana completa haciendo una revisión del Palacio Nacional donde Trujillo quería colocar el más sofisticado sistema de escucha (En el 2006 nos contaría a Manuel Núñez y a mí, Ramón Alberto Font Bernard, en lo que posiblemente fuera la última entrevista que se le hizo, que Balaguer le llamó para comentarle el crimen de las Mirabal y le pidió salir al patio, haciendo señas con los dedos hacia arriba, indicando que el Palacio estaba cundido de micrófonos ocultos).
Lavenia, por igual, evaluó la seguridad del aeropuerto de Ciudad Trujillo, en compañía del director de Telecomunicaciones, mayor Guarionex Saladín.
Al retornar a EE.UU., Frank y Lavenia llevaban un contrato por US$81,000.00 dólares por la adquisición de equipos y rayos X para revisar equipajes. La cuenta de hotel corrió a cargo del Estado dominicano, como “huéspedes del Generalísimo”.
Pese a que ese tipo de equipo tenía restricción de venta al exterior, Maheu logró que la CIA diera su visto bueno a la operación y recomendara su aprobación al Departamento de Comercio.
Poco tiempo después, los equipos eran instalados en República Dominicana. Esa parte estuvo a cargo de Allan F. Hughes, ex-agente de los Servicios de Contrainteligencia que trabajaba para Maheu.
La comisión por aquella venta, que alcanzó los US$8,100.00 dólares, se repartió a partes iguales entre Frank, Maheu y Lavenia.

PROVOCANDO AL JEFE PARA QUE ACTÚE

Frank prosiguió enviándole a Trujillo informes alarmantes sobre Galíndez y el libro que preparaba. En New York, Frank se reunía y mantenía contacto frecuente con el cónsul de Trujillo en New York, el sacerdote Oscar Robles Toledano.
Otro de los exiliados al cual Trujillo le tenía especial inquina, el periodista y ex–servidor de Trujillo, Germán Emilio Ornes Coiscou, quien dirigió para el tirano el periódico El Caribe y era una de las plumas del infame Foro Público que tanto divertía a Trujillo, fue otro de los temas normales en los informes que remitía  Frank al dictador.
En uno de sus últimos informes, según escribe el periodista cubano de origen vasco Manuel de Dios Unanue (El Caso Galíndez, Pág. 169), Frank llevó su provocación al máximo: informó a Trujillo que Galíndez se había aliado con Ornes para preparar una invasión contra el Generalísimo. Las armas estaban ocultas en el sótano de La Barraca, un restaurante en la esquina de la 51 y la Octava Avenida. La invasión se haría desde Mayagüez, Puerto Rico, respaldada por el gobernador de la isla y enemigo de Trujillo, Luis Muñoz Marín.
Aquello desbordó la copa. Trujillo se dispuso a actuar.
El 3 de noviembre de 1955, John J. Frank voló de nuevo a República Dominicana en compañía de Karl Magnus Torsten Armfelt. Los boletos aéreos, como otras veces,  los pagó Maheu.
Frank introdujo a Armfelt para negociar un contrato de reconocimiento fotográfico de la topografía dominicana. Armfelt compartió con Frank las utilidades del negocio.
Pero Frank tenía otra razón para viajar: Trujillo quería conversar con él y lo hizo: le expresó su interés de secuestrar a Galíndez y traerlo al país. Y le dijo que él, Frank, era la persona indicada para esa misión. Trujillo prometió todos los recursos que se necesitasen para el éxito de la misma.
La provocación había logrado su objetivo: Trujillo se encargaría de resolver para los hermanos Dulles la molestia que les representaba Jesús de Galíndez.
El pez había picado en anzuelo. Sólo era cuestión ahora de tirar del cordel.

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