LA
SANDEZ Y LA INTRASCENDENCIA NO SON COSA DE AHORA NI TIENEN QUE VER CON EL
SOPORTE O EL FORMATO, ES QUE NO SE PUEDE DAR LO QUE NO SE TIENE
Este
artículo sobre un ensayo de la inglesa George Eliot acerca de la hojarasca
literaria: "Las novelas tontas de ciertas damas novelistas", es una
confirmación más, por si faltaba alguna, de que ni el soporte (digital o en
papel) o el formato (novela o diario o lo que sea), tienen que ver con la
calidad, trascendencia o valor de lo que se escribe.
Siempre
ha existido y siempre existirá seudo literatura.
Es más,
siempre será la de mayor prevalencia, la más difundida y consumida, porque se
amolda a los estereotipos y las creencias de la sociedad y refleja su
autopercepción complaciente, mientras que la literatura de real trascendencia
cuestiona esas creencias, esos estereotipos, desnuda esa autopercepción y se
hace ingrata, escandalosa y abominable para las mayorías.
También
expresa la gratuidad de cierta escritura que mima al arte.
Así,
sin mayor cuidado, estudio, práctica o seriedad, cualquiera saca lo que el
poeta Rafael Abréu Mejía llamó un "efluvio", escribe un desahogo
emocional o existencial, y tilda a eso de poema.
Y se
pueden dar clubes de poetas que se martirizan unos a otros con sus tonadas. Y
se endilgan unos a otros calidades que casi los asimilan a próximos premios
Cervantes, Nobel y demás galardones.
Me
recuerda eso un poco a las jornadas líricas que pude conocer a comienzos de los
años ´70 en el Ateneo Dominicano.
Viejos
carcamales y restos de poetizas se reunían una vez al mes a declamar o leer sus
poemas.
Y cada
personaje se complacía en ser llamado con un pomposo título: "El mejor
sonetista dominicano", "La más inspirada de nuestras poetizas",
etc., así que aquello era un festival de estribillos halagadores.
Envanecidos
en sus títulos autoabrogados y creyéndose los camelos, poca atención brindaban
al ruido de aquellas rimas toscas. Todos se soportaban simplemente a la espera
de su turno de martirizar a los demás.
Sin
leer, sin estudiar, sin practicar, sin digerir, creyéndose en verdad que son
tocados por el hado de la gracia verbal y convencidos de ser favorecidos por
las Musas (tataramusas, supongo), escriben, publican y esperan el
reconocimiento público.
La
literatura es un oficio que se domeña con años de práctica, si alguna vez se
logra.
Pero
aquí, al igual que en la Inglaterra victoriana y en cualquier otro país,
también es un medio de distraer ocios para algunos y de lograr notoriedad y
principalía.
Algunos
que no son buenos para frentes de combos o no entonan, se lanzan a escribir por
creer que como están alfabetizados no necesitan más para ser escritores.
Eso
siempre ha existido. Existe. Y siempre va a existir.
La
literatura no se hace en cónclaves, grupos ni verbenas.
Es
trabajo solitario, la obra se construye en un ejercicio de autoconciencia, de
autoexigencia, de pulimiento, de enriquecimiento, de desafío consigo mismo.
Y poco
tiene que ver con el aplauso público.
De ahí
que cuando veo a Vargas Llosa querer decir que el soporte digital puede traer la
"banalización" de la literatura me ría de su candidez. Siempre ha
existido literatura banal, light, intrascendente.
Tal vez
el soporte digital provoca una mayor eclosión de ese tipo de literatura.
La
culpa no está en el soporte, sino en que eso, que siempre ha existido, ahora se
expresará con mayor fuerza.
¿No
preferimos endrogarnos y evadirnos que asumir la realidad?
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