martes, 26 de junio de 2012

LA SANDEZ Y LA INTRASCENDENCIA NO SON COSAS DE AHORA

LA SANDEZ Y LA INTRASCENDENCIA NO SON COSA DE AHORA NI TIENEN QUE VER CON EL SOPORTE O EL FORMATO, ES QUE NO SE PUEDE DAR LO QUE NO SE TIENE
Este artículo sobre un ensayo de la inglesa George Eliot acerca de la hojarasca literaria: "Las novelas tontas de ciertas damas novelistas", es una confirmación más, por si faltaba alguna, de que ni el soporte (digital o en papel) o el formato (novela o diario o lo que sea), tienen que ver con la calidad, trascendencia o valor de lo que se escribe.
Siempre ha existido y siempre existirá seudo literatura.
Es más, siempre será la de mayor prevalencia, la más difundida y consumida, porque se amolda a los estereotipos y las creencias de la sociedad y refleja su autopercepción complaciente, mientras que la literatura de real trascendencia cuestiona esas creencias, esos estereotipos, desnuda esa autopercepción y se hace ingrata, escandalosa y abominable para las mayorías.
También expresa la gratuidad de cierta escritura que mima al arte.
Así, sin mayor cuidado, estudio, práctica o seriedad, cualquiera saca lo que el poeta Rafael Abréu Mejía llamó un "efluvio", escribe un desahogo emocional o existencial, y tilda a eso de poema.
Y se pueden dar clubes de poetas que se martirizan unos a otros con sus tonadas. Y se endilgan unos a otros calidades que casi los asimilan a próximos premios Cervantes, Nobel y demás galardones.
Me recuerda eso un poco a las jornadas líricas que pude conocer a comienzos de los años ´70 en el Ateneo Dominicano.
Viejos carcamales y restos de poetizas se reunían una vez al mes a declamar o leer sus poemas.
Y cada personaje se complacía en ser llamado con un pomposo título: "El mejor sonetista dominicano", "La más inspirada de nuestras poetizas", etc., así que aquello era un festival de estribillos halagadores.
Envanecidos en sus títulos autoabrogados y creyéndose los camelos, poca atención brindaban al ruido de aquellas rimas toscas. Todos se soportaban simplemente a la espera de su turno de martirizar a los demás.
Sin leer, sin estudiar, sin practicar, sin digerir, creyéndose en verdad que son tocados por el hado de la gracia verbal y convencidos de ser favorecidos por las Musas (tataramusas, supongo), escriben, publican y esperan el reconocimiento público.
La literatura es un oficio que se domeña con años de práctica, si alguna vez se logra.
Pero aquí, al igual que en la Inglaterra victoriana y en cualquier otro país, también es un medio de distraer ocios para algunos y de lograr notoriedad y principalía.
Algunos que no son buenos para frentes de combos o no entonan, se lanzan a escribir por creer que como están alfabetizados no necesitan más para ser escritores.
Eso siempre ha existido. Existe. Y siempre va a existir.
La literatura no se hace en cónclaves, grupos ni verbenas.
Es trabajo solitario, la obra se construye en un ejercicio de autoconciencia, de autoexigencia, de pulimiento, de enriquecimiento, de desafío consigo mismo.
Y poco tiene que ver con el aplauso público.
De ahí que cuando veo a Vargas Llosa querer decir que el soporte digital puede traer la "banalización" de la literatura me ría de su candidez. Siempre ha existido literatura banal, light, intrascendente.
Tal vez el soporte digital provoca una mayor eclosión de ese tipo de literatura.
La culpa no está en el soporte, sino en que eso, que siempre ha existido, ahora se expresará con mayor fuerza.
¿No preferimos endrogarnos y evadirnos que asumir la realidad?

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