EL ARTE
DE VENIRLE A UNO CON MUJIGANGAS O LOS JUSTIFICADORES DE MUJICA.
Ya
tiene unas semanas la campaña de relaciones públicas lanzada para santificar a
Pepe Mujica como "el presidente más pobre" de América, por no decir
del mundo.
El que
dona el 90% de su salario.
Que se
mueve en su viejo volkswagen.
Magnífico.
Muchos han reproducido la "información", ignorando que es una artera
campaña de relaciones públicas.
¿Por
qué se instrumentó? No sé, pero ahora Mujica lanza la iniciativa para legalizar
la marihuana y convertir al Estado uruguayo en narcoproductor y
narcotraficante. En resumen, narcoestado.
Lo de
las cualidades personales de Mujica a mí no me impresionó. Hitler tenía
mayores, y no por eso dejaba de ser lo que era. Hitler era vegetariano, no
fumaba, era abstemio, ecologista y amante de los animales. Promulgó las
primeras leyes en la historia humana que penalizaban el maltrato a los
animales. Gustaba del té. No permitía a sus colaboradores fumar o tomar alcohol
en su presencia. Trabajaba hasta tarde. Dio un poderoso impulso a la industria
y a la economía alemana. Creó el volkswagen, el automóvil del pueblo. Sacó a
Alemania de la crisis económica y la revitalizó. El personal bajo su servicio
lo apreciaba como una persona amable, afable y considerada. No era ambicioso.
¿En qué reduce el daño que produjo al mundo? ¿En qué amainan sus desequilibrios
y sus maldades? ¿En qué palían sus enormes crueldades? Amaba a los animales y
era, a la vez, un asesino en masa, que veía a la inmensa mayoría de la
humanidad como homúnculos inferiores sólo dignos para ser esclavos del Reich de
los Mil Años.
La
campaña para santificar a Pepe Mujica coincide, curiosamente, con la campaña
del extupamaro para legalizar la marihuana, con la excusa de que eso favorecería
la lucha contra el consumo de la pasta base de cocaína (de dónde saca esa idea
disparatosa, no se sabe).
Como
todo tiene que consagrarse como una respuesta a "las masas", el
sábado 5 de mayo, unos cientos de tecatos uruguayos marcharon reclamando la
legalización de la marihuana.
Cada
uno, por lo visto, representaba a otros cientos de marihuaneros metidos en el
closet, pues las autoridades uruguayas estiman un mercado para la marihuana de
unos 300,000 consumidores.
La
marcha, claro, era para legalizar el cultivo propio y el consumo.
Pero el
gobierno tupamaro tiene una idea mejor: que sea el Estado uruguayo el que
cultive, distribuya y asigne cupo por marihuanero registrado oficialmente, al
mes.
Según
Mujica para cuidar la calidad del producto. Pero también hay unas metas
fiscales: estiman un 35% de recaudación fiscal del precio de venta.
Lo
risible es que esta medida de que el Estado sea quien produzca y comercialice
la droga se presenta como parte de una iniciativa "contra el consumo y el
narcotráfico". Ahora bien, el tráfico de estupefacientes, y la marihuana
lo es, es tráfico lo haga un cártel o lo haga el Estado. ¿Cómo se combate el
narcotráfico cambiando de suplidor, de un distribuidor en un barrio a un
funcionario estatal? Sigue siendo narcotráfico, aunque esta vez investido con
la dudosa legalidad que el Estado proporciona.
Se
habla, por igual, del "fracaso en la lucha contra el narcotráfico".
Si es así, entonces son todas las drogas las que deben ser legalizadas, pues se
ha fracasado con todas. Por igual, hay que legalizar el atraco, el robo, el
asesinato y otros delitos que la sociedad y los gobiernos no han podido
controlar ni impedir, pues también en eso se ha fracasado.
El
absurdo de esa falacia queda al descubierto.
El plan
es de una candidez que espanta. Y de una imbecilidad que aterra.
La
palabra mágica del espíritu totalitario, "control", se repite, pero
¿qué capacidad tendrá el Estado uruguayo de mantener control en la
comercialización y consumo de la marihuana? Pues el mismo que tienen ahora,
poco o nada.
Los
futuros adictos son reclutados, como sabemos, en las escuelas, colegios y
liceos, entre preadolescentes y adolescentes, cuando los niños están alejándose
del control paterno y empiezan a afirmar su independencia. Allí es que los narcotraficiantes
actúan y atraen sus víctimas.
¿Dejarán
los narcotraficantes de hacer su labor? En nada. Por el contrario, utilizarán
la legalización de la droga para justificar que fumarla estaba bien, que quien
se había equivocado era el Estado.
El
único sentido que tiene todo este asunto es el interés de Hacienda por darle un
mordisco al dinero que se mueve por las drogas.
Mujica
es un copión de Bernat Pellisa, el alcalde de Ranquera, municipio de España en
que el 56.3% de la población votó porque el municipio cultivara y
comercializara marihuana como un plan anticrisis.
Ya han
hablado incluso de la cantidad de empleos que se generarían, los impuestos que
se pagarían y muchas otras cosas.
Y no
dudo de que se evalúe el incremento en turismo de países vecinos, que vayan a
fumarse su porro legal.
Y a
todo esto, uno no tiene más que reírse.
No hay
seriedad en la propuesta. Es simple mujiganga.
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