LA
APARIENCIA DE LA HAMBURGUESA ES LO DE MENOS
McDonalds
explica por qué las hamburguesas de sus anuncios se ve bien distinta a la que
sirven en sus tiendas.
La
publicidad vive en un territorio irreal: el de las aspiraciones, en
fantasilandia.
Tirar
fotos con apetite appeal, que despierten las ganas de darle un mordisco a la
foto, es un arte. Otra cosa son las realidades de la cocina contra reloj.
Pero
ese, la apariencia, es el problema menor.
Más
importantes, pero sin que sobre ello se ponga el foco de la atención, son las
terribles consecuencias de esa bomba que es una hamburguesa.
Un
detonante de síndrome metabólico o síndrome X, precursor de enfermedades
crónicas terribles.
Que
fomenta la obesidad y la desnutrición.
Cargada
de carnes llenas de esteroides y otros venenos.
Un
producto dañino y maligno.
Que
genera lucro en base a perjudicar a sus consumidores.
La
discordancia entre las fotos retocadas con photoshop de las hamburguesas y ese
pegote envuelto en papel que uno recibe en los mostradores es lo de menos.
McDonalds
vende enfermedad, padecimiento, dolor, muerte.
Eso sí
importa.
Y de
eso no se habla.
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