¿Qué exactamente pide el poeta Javier Sicilia con las drogas?
Por Aquiles Julián
La
prensa ha cubierto el recorrido de la llamada Caravana por la Paz que encabeza
el poeta mexicano Javier Sicilia y que acaba de llegar a Washington, leo en El
País, España.
Sicilia
y quienes lo acompañan piden la legalización de las drogas, para supuestamente
acabar con la guerra contra el narcotráfico.
Un hijo
de Sicilia murió, asesinado por sicarios del Cártel del Golfo en el 2011.
UNA PETICIÓN SIN UNA IDEA CLARA
¿Bastaría
que "se legalizaran" las drogas para que cese la violencia en México?
Realmente el poeta Sicilia no tiene una idea clara de lo que pide.
Para
empezar, ¿qué significa que se legalicen las drogas? Significaría que la
producción, distribución y comercialización de las drogas sería reglamentada y
autorizada por los organismos estatales a compañías organizadas, como sucede
con la producción, distribución y comercialización del tabaco y el alcohol, por
ejemplo.
Las
mafias y cárteles operan precisamente saltándose toda regla y todo control. Y
los viciosos tampoco se someterían a reglas y controles que limiten la cantidad
y la frecuencia con que se drogarían o el tipo de drogas que les sería
permitido.
Imaginen
que se decida que las personas sólo tendrían derecho a 10 cigarrillos de marihuana
por semana ¿Ustedes creen que los tecatos limitarían sus apremios a esos 10
cigarrillos o buscarían agenciarse más, por la izquierda?
Y
cuando hablamos de legalización de las drogas, no es sólo de la marihuana, sino
de la pasta base de cocaína, la heroína, el crack, las anfetaminas, las drogas
sintéticas como el éxtasis y otras drogas de diseño.
¿Habría
alguna forma de regular su uso? Si se regula, de inmediato emerge el mercado
negro, la comercialización ilegal.
CÓMO PIENSA EL POETA QUE SE
RESOLVERÁ LA EDAD DE ENGANCHE
Otro
aspecto es el relativo a los límites de edad.
Digamos
que se autoriza la venta de drogas a mayores de edad.
Resulta
que la edad de enganche, la edad en que se reclutan los nuevos viciosos, es de
los 9 a los 15 años.
En las escuelas,
grupos deportivos, lugares de reunión de los preadolescentes, los narcos hacen
su trabajo de atraer niños que empiezan a destetarse y a sacudirse del control
de sus padres y están abiertos a experimentar, a probar, a socializar fuera del
control paterno.
¿Cómo
podría evitarse que eso siga sucediendo? Las redes de enganche ya operan desde
hace décadas. En las escuelas, en las canchas deportivas, en las actividades
juveniles, en las fiestas actúan con total impunidad. Y desde la televisión, el
cine, la moda y el rock se les despierta a los preadolescentes la suficiente
curiosidad por "probar", aparte del chantaje oportuno que los reta en
su hombría, en su valor, etc., para forzarlo a algo que no quieren.
¿Habrá
alguna manera de evitar que los narcos prosigan reclutando sus víctimas en los
preadolescentes? Hasta ahora no ha sido posible.
Eso
significa que las redes de narcotráfico seguirán existiendo. ¿Habrá que
permitirles que seduzcan y envicien a nuestros hijos como hasta ahora lo hacen?
Si no, ¿habrá alguna forma de parar la "guerra"? El poeta Sicilia no
tiene respuesta a esa pregunta.
¿CÓMO LA LEGALIZACIÓN IMPEDIRÍA
LA GUERRA ENTRE CÁRTELES?
Otro
aspecto para el cual el poeta Sicilia no tiene respuesta es el que tiene que
ver con las guerras entre cárteles.
Mucha
de la violencia deriva de que en el mundo de las drogas las relaciones son de
poder y se basan en la fuerza.
¿Habrá
alguna manera de que se lleve a a cabo una coexistencia entre bandas llenas de
ambiciones por lograr el dinero fácil? ¿En bandas dispuestas a sacar de un
territorio a otra? ¿O tendría el Estado que permitirles desangrarse y batallar,
con los ciudadanos en medio?
No veo
manera que la legalización de las drogas evite la violencia que las drogas
generan.
Al
legalizar las drogas, las grandes corporaciones se apropiarían de una actividad
tan rentable, con un mercado cautivo.
¿Permitiría
el Chapo Guzmán que la Philip Morris, por ejemplo, le arrebate su negocio? ¿O
se sometería el Chapo Guzmán al control y supervisión de las autoridades
estatales de México?
¿Debería
el Estado mexicano simplemente librar al Chapo Guzmán de cualquier control y
exigencia y dejarle hacer lo que le venga en ganas, en aras de que no haya
violencia en México?
¿CUÁL GUERRA? ¡LO QUE HAY ES
COMPLICIDAD!
Uno
escucha el sonsonete de la "guerra contra las drogas", pero la verdad
es que lo que existe es la complicidad, la imbricación, el maridaje entre
autoridades civiles y militares con los cárteles del narcotráfico.
Esa
misma noticia presenta el caso del teniente de infantería del ejército
mexicano, Miguel Orlando Muñoz Guzmán, uno de los más de 10,000 desaparecidos
en el conflicto entre el gobierno mexicano y los cárteles de drogas.
El
teniente Muñoz Guzmán "denunció los nexos entre los comandantes de Chihuaha
y Ciudad Juárez con uno de los cárteles de la droga. El Ejército falseó su
firma para hacernos creer que había desertado”, declara su hermana.
Si hay
tal nivel de connivencia y complicidad entre los jefes militares, el gobierno y
los cárteles como este caso da a entender ¿dónde está la famosa guerra? ¿No se
trata de un fingimiento?
¿Cómo
podría la legalización de las drogas evitar estos amañamientos y mezcolanzas?
No sé.
LAS POSIBLES CONSECUENCIAS QUE
SICILIA NO PIENSA
¿Quiénes
serían autorizados a producir, distribuir y comercializar los estupefacientes?
¿Se les concesionaría a los cárteles? ¿Tendríamos al Chapo Guzmán como
empresario del año en México? ¿Qué pasaría con los millones de dólares
acumulados? ¿Habría una exoneración fiscal? ¿Cómo se legitimarían?
Para
ninguna de estas preguntas el poeta Sicilia tiene respuesta.
Su
petición es simple: que los Estados Unidos legalicen las drogas. Que México
(supongo), las legalice por igual. Que se deje de perseguir a los cárteles de
narcotráfico. Qué se les permita operar: producir, traficar y vender sus
productos. Que no se interfiera en sus acciones para que no se produzca
"violencia".
Es
decir, que los Estados se prosternen a los cárteles.
Porque
si no es así, habrá violencia. Y eso es lo que el poeta Sicilia no quiere que suceda.
El
poeta Javier Sicilia no tiene idea de la realidad del narcotráfico.
Actúa
emocionalmente. Y sirve a un plan que lo utiliza y manipula: el plan de
justificar la legalización de los estupefacientes.
LOS GRANDES INTERESES TRAS LA
LEGALIZACIÓN DE LAS DROGAS
Ese
plan responde a los intereses de las grandes corporaciones que desean
apropiarse del mercado creado por las mafias narcotraficantes y que consume
billones de dólares en sustancias psicotrópicas.
Y
coincide también con intereses de gobiernos que ven en los billones del
narcotráfico una fuente de gravámenes y recursos para las arcas públicas (y la
ambición de los burócratas).
Pero su
propuesta no tiene respuesta para los grandes problemas del narcotráfico, que
no tiene que ver con la prohibición o legalización de las drogas, sino con la
edad de enganche: la preadolescencia, y las violentas luchas entre mafias por
controlar el negocio.
Podrían
legalizar las drogas, pero ¿habría que permitir que sigan en escuelas,
colegios, canchas, centros comunales, etc., enganchando a los todavía niños a
dichos vicios? ¿Cómo se impediría?
Si se
legalizaran las drogas ¿a quiénes se les daría autorización para producirlas,
distribuirlas y comercializarlas? ¿Cómo se evitarían las guerras entre bandas
por controlar los mercados cautivos de los narcoadictos?
¿Qué
relación tiene la violencia entre bandas con la penalización de la producción,
distribución y comercialización de drogas? ¡Ninguna!
¿La
legalización reduciría o eliminaría esa violencia? Por el contrario, la acrecentaría,
pues cada cártel buscaría llevarse la mejor tajada.
Y luego
estaría la más que probable competencia de corporaciones multinacionales que
incursionarían en el negocio con los cárteles que se sentían dueños de sus
territorios y negocios.
El
poeta Sicilia no trata nada de esto. Simplemente expresa una buena intención.
Y de
buenas intenciones, sabemos, está empedrado el camino del infierno.
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