LEONEL FERNÁNDEZ, BARACK OBAMA Y LA LEGALIZACIÓN DE LAS DROGAS
Por Aquiles Julián
“Ha habido cierta ambivalencia, cierta
complacencia, cierta permisibilidad que hará que el tema no tenga nunca una
solución”.
Leonel Fernández
Leonel
Fernández, que recién salió de la presidencia de la República Dominicana, acaba
de admitir públicamente en una comparecencia en la conferencia anual de la
Corporación Andina de Fomento, CAF, en Washington, D.C., que en los gobiernos
del continente impera una “doble moral”
con respecto a las drogas, en comparación con la que existe frente al
terrorismo.
“Al terrorismo se le combate frontalmente
y, si hay que ir a la casa de (Osama) Bin Laden y provocar su muerte, se hace y
no hay por eso ningún prurito moral”, dijo con respecto al
terrorismo. Sin embargo, frente a los narcos: “A veces, a estos capos se les trata con mayor complacencia”.
Viniendo
sus palabras de un jefe de Estado con 12 años de ejercicio, 8 de ellos
ininterrumpidos, creo que es más que evidente que el auge del narcotráfico ha
estado fundado en la permisividad, complacencia y doble moral de los Estados y
gobiernos, que lo han dejado crecer porque les resuelve varios problemas a los
que no tienen solución:
1. Un
volumen de dinero que estimula la economía, y se lava en torres suntuosas,
vehículos de lujo y otros símbolos de estatus ;
2.
Ocupación y medio de vida para miles de personas que ejercen el microtráfico;
3.
Amortiguar y aplacar las conciencias de decenas de miles de individuos que
evaden su realidad y se sumergen en la euforia temporal de los narcóticos;
4. Una
manera de lucrar los que ejercen el poder político y militar a costillas de
hacerse de la vista gorda o de actuar como escolta y protección de embarques y
narcos, para funcionarios, policías y militares, que son directos beneficiarios
del narcotráfico.
Han
hecho mucha alharaca, pero en los hechos han dejado hacer y dejado pasar. “Complacencia mayor”, dijo el ex-presidente
Fernández. Sabemos de eso.
CREARÍA
UN PROBLEMA MAYOR, DICE OBAMA
En la
VI Cumbre de Las Américas, en Cartagena de Indias, Colombia, el presidente de
los Estados Unidos, Barack Obama, también expuso una posición oficial de claro
rechazo a la legalización de las drogas.
“Mi posición personal y la de mi Gobierno”,
expresó, “es que la legalización de las
drogas no es la respuesta. De hecho, si uno considera qué pasaría, veríamos que
habría un comercio masivo de drogas que dominaría a muchos países, sin límites
para sus operaciones, y esto podría ser mucho más dañino que las condiciones
que existen en este momento”.
Y ya en
abril de este año, al anunciar un cambio de política frente a las drogas, el
responsable del gobierno de Obama para las drogas, Gil Kerlikowske, declaró: "Si haces legal una sustancia que es ilegal,
su consumo va a aumentar. Y viendo los devastadores efectos de la droga, a
nivel de salud y de seguridad, hacer que estén más disponibles no tiene mucho
sentido".
Ahora
bien, paralelamente hay montado todo un tinglado internacional de presión para
convencernos de que “la guerra contra el narcotráfico ha fracasado” y que la
solución es legalizar las drogas.
Se
culpa a la legislación que penaliza la producción, distribución,
comercialización y consumo de narcóticos ilegales de ser la responsable de la
violencia y el desenfreno de las pandillas que trafican con dichas sustancias.
Y
también se nos quiere convencer de que los narcóticos no son tan dañinos. Por
lo menos, la marihuana, puerta de entrada, como se sabe, a otras drogas.
LA
MARIHUANA O EL MASCARÓN DE PROA
La
marihuana es el mascarón de proa de todo el esfuerzo por despenalizar los
narcóticos. Se pretende diferenciar a la marihuana de la cocaína y otros
narcóticos, haciendo una distinción artificial entre “drogas blandas” y “drogas
duras”.
Y lo
que se promueve son los beneficios fiscales y de empleos que se derivarían de
legalizar la marihuana.
Por
ejemplo, la AMEC, la llamada Asociación Madrileña de Estudios sobre el Cannabis,
que no es más que un grupo de presión de usuarios para que se les legalice el
vicio (que es semilegal en España, por cierto), en su página reseña que los
consumidores españoles de marihuana gastan E$1,163 millones de euros al
año en adquirir el alcaloide, y de producirse
una legalización total el Estado español recibiría unos 177 millones de euros
por impuestos.
Además,
alegan, se generarían 38,000 puestos de trabajo por cultivo y comercialización,
lo que significa unos 400 millones de euros adicionales para el gobierno.
Impuestos
y empleos, dos cosas que atrae a los políticos. Esa es la carnada.
Señalan,
además, que en España el 2% de la población de 15 años en adelante es
consumidor diario de marihuana. Y hay otro porcentaje que la consume
ocasionalmente.
Los
marihuaneros, que se agrupan en clubes de consumidores, promueven el cultivo de
autoconsumo y el derecho personal de escoger con qué aturdirse o evadirse.
Hay
otras dos corrientes que tienen sus propias agendas.
¿NARCOSOCIALISMO
O NARCOCAPITALISMO?
El
primero, promovido por el presidente de Uruguay, José Mujica, es el
narcosocialismo. El estado se encargaría del cultivo, la distribución y la
comercialización de la marihuana, como estrategia de contención de la adicción
a la pasta base de cocaína.
La idea
de Mujica es, como todo enfoque socialista, imponer una cuota, una “libreta”,
para 30 gramos de marihuana al mes, a través de un registro que, en su
fantasía, evitaría el narcoturismo y el mercado negro.
Supuestamente,
el narcosocialismo reduciría y/o eliminaría la violencia de los cárteles y los
crímenes. Y como toda ensoñación socialistoide no pasa de ser un disparate
mayúsculo.
Primero,
porque ¿quién le ha dicho a Mujica que los consumidores de pasta base de
cocaína se devolverán al consumo de marihuana del que probablemente emigraron a
vivir “experiencias” más intensas?
Segundo,
¿de qué manera Mujica y su gobierno creen que los viciosos limitarán su consumo
a los 30 gramos autorizados, cuando se sabe que sus cerebros ha sido afectado
en su capacidad volitiva, en su corteza prefrontal, y tienen su capacidad de
voluntad y autocontrol disminuidas?
Tercero,
¿cómo podrían evitar la corrupción en las Fuerzas Armadas y la burocracia
política envuelta en el cultivo, distribución y comercialización de marihuana,
conocedoras de que pueden agenciarse un dinerito extra?
Cuarto,
¿quién cubriría la operación? ¿Los tecatos? ¿El Estado, o sea, los
contribuyentes uruguayos? La marihuana ¿les sería vendida o regalada?
Quinto,
¿aceptarían los adictos uruguayos salir del closet y exponerse públicamente
inscribiéndose en un padrón oficial o se formaría una especie de marihuaneros
anónimos?
Mujica
fue criticado no sólo por lo delirante de su propósito, que para nada serviría
en realidad, sino también por partidarios de la legalización pero en beneficio
del narcocapitalismo.
SI ES
PRIVADO, ES BUENO, SEGÚN OPPENHEIMER
El
periodista Andrés Oppenheimer entrevistó a Mujica, y en su artículo “El proyecto de estatizar la marihuana”
se escandalizó, no por la pretensión de despenalizar su cultivo,
comercialización y consumo, sino porque era el Estado uruguayo quien haría esa
tarea, narcosocialismo, y Oppenheimer es partidario del narcocapitalismo, que
sean corporaciones privadas las que se lucren del asunto.
Lo malo
no es que se legalice una planta que se ha probado científicamente que daña el
cerebro humano y tiene consecuencias adversas a mediano y largo plazo en
perjuicio para sus usuarios. Lo malo es que sea el Estado el que lo haga. Pero
si una corporación privada lo hace, entonces es aceptable la idea. Y que sea el
mismo Oppenheimer quien lo diga: “Mi
opinión: cuando leí por primera vez el proyecto de ley de Mujica proponiendo
que el estado “asuma” el control del negocio de la marihuana, mi primera
reacción fue pensar que Uruguay creará una nueva burocracia gubernamental,
repleta de amigos del gobierno, que probablemente terminarán fumándose los
ingresos de las ventas de marihuana o –peor aún— vendiendo drogas duras por
debajo de la mesa.
Pero si el plan de Mujica es subcontratar
una empresa privada de trayectoria conocida para gerenciar el negocio bajo
regulaciones estatales –tal como ocurre con las empresas que venden whisky o
cerveza–, tal como dijo en la entrevista, quizás no sea una idea tan loca. Los
ingresos podrían usarse para pagar programas de educación, prevención y
tratamiento para combatir drogas más duras.”
Cuando
habla de “subcontratar una empresa
privada de trayectoria conocida” es obvio de qué habla: concederle a las
corporaciones del vicio el negocito. Si lo hace así, será bendecido, loado y
exaltado al más alto nivel y toda una manada de formadores de opinión declarará
a Mujica el nuevo libertador de América. ¿No ha coincidido Vargas Llosa con él
y lo ha reconocido por esa iniciativa?
¿A
ALGUIEN LE PREOCUPAN LOS CIUDADANOS?
Los Estados
están metidos en una trampa. Una parte de su población está dañando sus
cerebros a un grado en que se harán inaptos para autosostenerse y ser
socialmente útiles.
Se está
creando una masa subhumana, en tanto disminuidas en sus cerebros, con daños
irreversibles.
Pero
hay la realidad por igual de que la producción, distribución y comercialización
de narcóticos ha sido tolerada y hasta cierto grado facilitada desde el propio
Estado, gracias a esa “doble moral”
que el ex-presidente de República Dominicana dijo que existía, en alusión obvia
al Estado norteamericano (que fue el que llegó hasta el escondite de Osama Bin
Laden y lo mató) y que es extensible a todos los gobiernos latinoamericanos,
que sabe quiénes son los capos locales y los protegen.
Eso ha
creado una sensible cantidad de familias que viven del microtráfico y para las
que la sociedad no tiene puestos de trabajo, así que se hacen de la vista
gorda.
Además,
la penalización de las drogas son una fuente de extorsión, peajes, protección y
“tumbes” que involucra a funcionarios judiciales, agentes policiales y
militares. Y a padrinos oportunos en las altas esferas del Estado.
La
realidad es esa. Los Estados carecen de posibilidad de reprimir el narcotráfico
porque son beneficiarios del microtráfico en varios sentidos.
Tal vez
la legalización de la marihuana y otras drogas sea conveniente. Pero ello no
resolverá los problemas claves.
LOS
PROBLEMAS QUE LA LEGALIZACIÓN DE LAS DROGAS NO RESUELVE
El
primer problema que no resolvería sería el de la edad de enganche. Los narcos
reclutan a sus víctimas en la preadolescencia, enviciando a niños desde 9 a 15
años de edad.
Operan
casi impunemente en colegios y escuelas, en canchas deportivas, en las calles,
en donde quiera que los preadolescentes que empiezan a destetarse del control
paterno y a socializar, se reúnen.
Era la
única guerra que valía la pena ganar y que nunca se quiso ganar.
El
segundo problema es el de la violencia. El narcotráfico se basa en la violencia
y el poder. En apropiarse de un territorio y excluir a otro grupo competidor.
En someter por la fuerza. En el ajuste de cuentas. En el sicariato.
Eso no
va a cambiar aún legalicen las drogas. Siempre habrá quien produzca un nivel
más alucinante que el permitido legalmente, de mayor intensidad en sus efectos…
Y lo comercialice.
Y la
nueva industria química de drogas de diseño está en plena expansión.
Podrán
legalizar las drogas, autorizar su producción, comercialización y consumo
libremente. Pero como toda legalización se aviene a normas, reglas y
restricciones, ahí mismo se generó una razón de ser para que las bandas
criminales mantengan su existencia.
Lo otro
sería permitirles, como pretende el poeta Javier Sicilia, que hagan y deshagan
simplemente para que no exista “violencia”.
Es
regalarle México al Chapo Guzmán y sus pistoleros.
A
CONFESIÓN DE PARTE…
Y creo
que eso hace tan valiosas las palabras del Dr. Leonel Fernández.
Él
expresó que “Ha habido cierta
ambivalencia, cierta complacencia, cierta permisibilidad que hará que el tema
no tenga nunca una solución”.
Ahí
está todo dicho.
No ha
existido tal guerra a las drogas, de manera real.
Todo ha
sido principalmente montaje, farsa, aparataje, bulto.
Las
palabras, aunque escogidas con tacto, son precisas: ambivalencia, complacencia
y permisibilidad.
Y su
conclusión más que ilustrativa de tal condición: “el tema no tendrá nunca una solución.”
Y no la
podría tener por la “doble moral”
vigente, por la complicidad política, porque no se quiere, en el fondo,
resolverlo.
Porque
conviene.
Mantiene
a una parte de la población distraída en su vicio, desconectada, ajena a la
realidad, persiguiendo una euforia artificial que por otro lado la aniquila.
Resuelve
al Estado su ineptitud para estimular la creación de plazas de trabajo, dando a
miles de personas la oportunidad de hacer dinero participando del microtráfico.
Y
constituye una fuente de lucro vía extorsión, complicidad o servicios
extraoficiales, para políticos, burócratas, policías y militares.
La
legalización de las drogas va. De eso no me caben dudas.
Y por
igual que no servirá de nada. Seguirán los preadolescentes enviciándose. Las
familias viviendo la tragedia de un miembro enganchado. Las bandas matándose
por controlar mercados y territorios.
Y los
políticos pronunciando discursos.
Todo
seguirá como está, pero peor.
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