DESTRUYENDO EL CLIMA, DESTRUIMOS LA VIDA. Y DE PASO NUESTRA VIDA.
Hay
gente tan embebida en la sobrevivencia, en el día a día, en los afanes y
presiones y contratiempos y urgencias, que no pueden pensar ni preocuparse ni
reflexionar ni interesarse en lo realmente prioritario.
El
sistema está concebido para que no pensemos.
Nos dan
opiniones predigeridas para que las repitamos y creamos que son nuestras.
Y nos
secuestran todo posible raciocinio con tal carga de seudoproblemas, temas y
frivolidades que nos impiden dedicar tiempo a pensar (total, no nos enseñan
cómo se hace) en nosotros mismos y en las cosas relevalentes que nos atañen.
Esto
del clima y el medio ambiente, de la protección de la flora y la fauna, de la
preservación de las condiciones que hacen vivible y habitable el planeta es de
importancia capital.
Pero la
condición de precariedad financiera en que se debate la gente en su inmensa
mayoría, los ruidos que atronan su mente impuestos por un aparato mediático que
alimenta todo tipo de escándalo, sensacionalismo barato, frivolidad y
distracción, la total enajenación en que transcurre la vida de la inmensa
mayoría de personas, ocupadas en la sobrevivencia a cualquier costo, impiden
que eso sea importante o siquiera tomado en cuenta.
Y es
que hay poderosos intereses que lucran de esa ignorancia y de ese descuido.
Y que se
verían afectados si los ciudadanos cobramos conciencia y a una impedimos que se
siga deteriorando a marcha forzada el clima y la vida.
Los
hombres y muchas especies debemos nuestra existencia a un equilibrio precario
del medioambiente que nos permite existir.
Si ese
equilibrio delicado y frágil se pierde podemos en riesgo nuestra existencia y
la de la vida como la conocemos.
Que una
minoría por lucrar comprometa las condiciones que hacen vivible al planeta es
irresponsable. La codicia conspira contra esas mismas personas. Con la
extinción de la especie humana nadie gana.
Es hora
de que asumamos una responsabilidad con el medioambiente, el clima, la fauna y
la flora y el planeta.
Es lo
único que haría posible recuperar ese punto de no retorno al que nuestra
indolencia y nuestra locura nos empuja con celeridad.
Es
tiempo de pensar y actuar por la vida.
Por
nuestra vida y por la de los nuestros. Y la de todos.
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