UN 12 DE MARZO, COMO HOY, AGENTES DE LA CIA Y LA POLICÍA DE NY
SECUESTRARON DE SU APARTAMENTO EN LA QUINTA AVENIDA A JESÚS DE GALÍNDEZ Y LO
TRAJERON EL 13 DE MARZO DE 1956 A MONTECRISTI DONDE SE LO ENTREGARON A
TRUJILLO.
He
dedicado cuatro artículos a mostrar una hipótesis de trabajo a evaluar (no otra
cosa se pueden hacer, no hay verdades definitivas en este como en muchísimos
otros asuntos, la mayoría por cierto, sólo hipótesis plausibles), sobre cómo el
llamado Caso Galíndez respondió a una situación específica de política exterior
de EE.UU. en la cual Galíndez se convirtió en un estorbo.
Y cómo
esa situación originó que se montara una conspiración para sacarlo de en medio.
Parte
de esa conspiración era lograr que TODA LA RESPONSABILIDAD, y no sólo parte de
ella, recayera sobre aquel fatuo dictadorzuelo engreído, al que le gustaba
vestir de mamarracho y llenarse el pecho de medallitas, tan aficionado al
oropel teatral, que fue Trujillo.
¿Trujillo
mató a Galíndez? Sin dudas. ¿Fue quien lo secuestro? No. ¿Fue cómplice del
secuestro? Sí, fue quien lo financió. ¿Lo hizo a espaldas del poder
norteamericano? Claro que no, fueron ellos los que provocaron a Trujillo y lo
animaron, los que facilitaron el proceso e hicieron otras inconductas peores,
que barrió las vidas de varios norteamericanos en ese proceso.
Acusar
sólo a Trujillo es prestarse a una infamia.
Hay que
añadirle quiénes fueron los reales plagiadores de Galíndez, el por qué y entender
que aquel ridículo generalete de horca y cuchillo no fue más que un instrumento
ciego de un plan superior a su inteligencia y capacidad.
Murió
creyendo que él había sido el real autor del secuestro. Una acción inútil que
se lo llevó a él mismo de paro.
El 12
de marzo de 1956 comenzó el 30 de mayo de 1961. Es difícil que sin 12 de marzo
hubiese existido 30 de mayo.
Tony
Raful, mi amigo, todavía se queda con el cuento que nos hicieron creer.
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