EL HOMBRE A CARGO
DE SECUESTRAR A GALÍNDEZ
Por
Aquiles Julián
“Frank había desempeñado un
papel central en el asesinato de Jesús de Galíndez, un profesor de la
Universidad de Columbia que había sido tutor de los hijos de Trujillo, había
escapado al régimen del dictador y se había trasladado a Nueva York, donde
escribió un libro sobre los crímenes de Trujillo”.
Tim Weiner
Enemigos, una historia del FBI
El
secuestro y desaparición del escritor y político español Jesús Galíndez
Suárez, quien fuera informante tanto del FBI como de la CIA, fue una conspiración articulada y encubierta dirigida por Allen Welch Dulles, director de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, y su hermano mayor, John Foster Dulles, a cargo del Departamento de Estado, en la administración de Ike Einsehower.
Suárez, quien fuera informante tanto del FBI como de la CIA, fue una conspiración articulada y encubierta dirigida por Allen Welch Dulles, director de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, y su hermano mayor, John Foster Dulles, a cargo del Departamento de Estado, en la administración de Ike Einsehower.
Para
esos fines, la CIA contrató a un equipo que solía emplear para “servicios especiales”: aquellos en los
que la CIA no quería aparecer directamente involucrada.
Ese
equipo respondía a dos compañías a las que la CIA encargaba ese tipo de asuntos:
Una en Washington, “Robert Maheu &
Asociados”, y otra en New York, la Agencia de Detectives “Horace W. Schmahl, Inc.”
Ambas
compañías, que en distintas misiones trabajaron asociadas, a su vez, tuvieron
un hombre a cargo común para el secuestro y traslado de Jesús de Galíndez a
República Dominicana: John Joseph Frank.
Frank,
amigo de Robert Aime Maheu y de Horace William Schmahl, para los que solía
realizar trabajos, era el hombre ideal, ya que él, al igual que Schmahl, se
habían relacionado con el engreído déspota que pisoteaba a su antojo República
Dominicana.
Maheu y
Schmahl dieron apoyo logístico a Frank para la ejecución del encargo. Trujillo
proporcionaría la mayor parte de los fondos.
Aquella
acción terminaría por llevarse de paso al mismísimo Trujillo, pues marcó para
él el comienzo del final.
Cavó su
tumba el día en que se dejó provocar por la CIA para ordenar el secuestro de
Galíndez y su traslado a Ciudad Trujillo. Como Joaquín Balaguer, que fue pieza importante
de los equipos conformados por Trujillo para encubrir el crimen, desde su
posición de Secretario de la Presidencia, escribió en su libro La Palabra Encadenada, el secuestro de
Galíndez “arropó a Trujillo en su
vorágine y lo escogió como la última víctima de la ola de sangre que desató él
mismo con aquel crimen inútil, punto de partida del proceso de destrucción que
minó a la Era de Trujillo” (Pág. 255). Él, Balaguer, fue cómplice
consciente de esa ola de sangre.
¿QUIÉN ERA JOHN JOSEPH FRANK?
Frank
era un abogado graduado de la Escuela de Leyes de la Universidad de Georgetown.
Fue agente del FBI desde 1941 hasta el 13 de mayo de 1949, fecha en que
renunció del Buró.
Durante
la Segunda Guerra Mundial, Frank y otro agente del FBI, Robert Maheu, eran la
contraparte del FBI en el grupo especial de la Policía de New York que
registraban las casas y apartamentos de aquellas personas que se sospechaba
eran afines a los nazis. Esa actividad se efectuaba en cumplimiento de órdenes
del presidente de los Estados Unidos. Y en esas tareas tanto Frank como Maheu trabaron
amistad con el teniente Arthur E. Schultheiss, uno de los miembros de aquella
fuerza de tarea.
Durante
muchos años, Frank combinó su carrera de abogado con trabajos para la División
de Investigaciones de la Oficina de Estabilización de Precios de los EE.UU.
Frank
era una persona callada, introvertida, capaz de guardar secretos (algo que
impresionó y gustó mucho a Trujillo cuando lo trató).
En
Octubre de 1949 Frank se incorporó a la CIA. Supuestamente su relación con La Compañía finalizó en marzo de 1951,
salvo un servicio brindado en junio de 1953. En realidad, Frank pasó a un nivel
de operaciones encubiertas de mayor envergadura: aquellas en las que la CIA no
quería figurar como directamente involucrada.
Era un
hombre nacido para el espionaje. Tenía placer en la impostura, en usar
seudónimos. Solía emplear Dalton,
John Ward o Mr. Kane.
De él
resalta Unanue en su libro sobre Galíndez que: “Sus relaciones sociales y profesionales lo mantuvieron unido por
amistad a los jefes de las divisiones de inteligencia de los diferentes cuerpos
policíacos locales, especialmente con el inspector Francis Robb, de la Unidad
de Servicios Especiales (Inteligencia) de la Policía de Nueva York, o con los
directores de los servicios de inteligencia o seguridad de las diferentes
agencias del gobierno estadounidense, principalmente con los de la Oficina de
Seguridad del Departamento de Estado” ((El Caso Galíndez: Los Vascos en los Servicios de Inteligencia de
EEUU, por Manuel de Dios Unanue, Pág. 164).
La CIA
había logrado colocar a Frank y a Schmahl como guardaespaldas de Trujillo en
1954, cuando el dictador dominicano viajó a España y al Vaticano.
A
partir de 1954 Frank actuaría como agente doble, sirviéndole a la CIA como
espía a la vez que hacía creer a Trujillo que espiaba para él. Eso quedó claro
en la nota que la CIA dirigió a Edgar J.
Hoover cuando Frank era enjuiciado por
actuar como agente de Trujillo sin haberse registrado como tal ante el
Departamento de Estado, pidiendo el proceso a Frank se aligerara, porque “ellos deseaban continuar empleando a Frank
como su espía en la República Dominicana y el Caribe en general”.
La
Defensa de Frank en los juicios a los que fue sometido acusado de violar el
Acta de Registro de Agentes Extranjeros de 1938, siempre sostuvo que no tenía que declararse
como agente, porque siempre estuvo actuando en nombre del gobierno de los
Estados Unidos y por lo tanto no estaba obligado a presentar una declaración de
registro. Frank se negó en ambos juicios a ser interrogado y la CIA logró una
negociación en su favor por la cual apenas fue multado con US$500.00 dólares.
Su
silencio fue recompensado.
DOS COMPAÑÍAS HERMANADAS EN EL
TRABAJO SUCIO
Las
compañías de Maheu y de Schmahl, aunque diferentes: una, la de Bob Maheu, operaba
en Washington y su principal cliente, fuera de la CIA, lo era el excéntrico multimillonario
norteamericano Howard Hughes, y la otra, la de Schmahl operaba en New York, eran
duchas en trabajar conjuntamente en operaciones ilegales para la CIA y otros
clientes.
Schmahl
había sido reclutado por la CIA por recomendación directa del general William (“Wild Bill”) Donovan, quien lo apadrinó
en marzo de 1951 introduciéndolo al Subdirector de Operaciones Especiales de la
CIA, General de dos estrellas Willard Gordon Wyman. Donovan había sido
Coordinador de Información y luego
Director de la Oficina de Servicios Estratégicos, OSS, la predecesora de la CIA
durante la Segunda Guerra Mundial. Se había tratado con Schmahl durante más de
una década y fue el padrino del primogénito de Schmahl.
Horace
W. Schmahl, quien nació en Düsseldorf, Alemania, el 28 de junio de 1908, se
había naturalizado como ciudadano estadounidense el 22 de junio de 1937. Schmahl estudió en
Lessing la secundaria y obtuvo un título universitario de Bachelor en Ciencias.
Luego en la Sorbona, Francia, cursó durante tres años la carrera de Derecho. Su
esposa era Patricia Schmahl y tenía 4 hijos.
En 1943
se incorporó a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, y fue asignado a la
Oficina de Servicios Estratégicos. De allí fue trasladado a la División de
Inteligencia Militar del Ejército y finalmente fue dado de baja honorablemente
el 16 de enero de 1946.
Tras
servir en el ejército norteamericano, Schmahl retornó a New York. Allí abrió
una oficina como investigador privado con el nombre de “Horace W. Schmahl, Inc.”. Su negocio, que solía ser tapadera para
operaciones de espionaje y contraespionaje y trabajos clandestinos para la CIA,
se autodefinía como una oficina especializada en relaciones obrero-patronales e
investigaciones sobre casos de negligencia realizadas para compañías navieras.
Robert
Aime Maheu por su parte, nació el 30 de octubre de 1917 en Waterville, Maine.
Obtuvo un grado universitario en la Universidad de Santa Cruz y estudió Derecho
en la universidad de Georgetown (la misma en que estudiara Derecho Frank). Durante
sus estudios en Georgetown fue reclutado en 1941 por el FBI como agente.
Para la
segunda guerra mundial, Maheu fue oficial de contrainteligencia.
En 1947
abandonó el FBI para incorporarse a la recién fundada Agencia Central de
Inteligencia, CIA, a la que se incorporaron muchos de sus amigos.
Una de
las tareas sucias que desarrolló Maheu para la CIA y el Departamento de Estado,
en 1954, fue buscar la manera de romper el acuerdo hecho por Aristóteles
Onassis con la familia real de Arabia Saudita, para transportar más del 45% del
petróleo saudí. El acuerdo podría darle a Onassis un gran poder sobre Europa y
América, que dependían de la producción saudí de petróleo.
Maheu
estableció un sistema de escuchas telefónicas, y se logró hacer revertir el
acuerdo. La CIA pagó la factura de la operación.
En “Némesis”,
la biografía de Onassis escrita por Peter Evans, el autor informó que a Maheu
se le autorizó incluso, de ser necesario, el asesinato de Onassis. La biografía
de Onassis, publicada en 1986, señala que el entonces vicepresidente Richard
Nixon, al darle a Maheu un apretón de manos, le dijo: “Y sólo recuerda esto: si tienes que matar a ese bastardo, no lo hagas
en suelo americano”.
Eso fue
en 1954. Dos años después, esa fue la solución que le aplicaron a Jesús de
Galíndez.
¿CÓMO LA CIA RELACIONÓ A FRANK Y
A SCHMAHL CON TRUJILLO?
Todo
comenzó con una petición de Trujillo al FBI.
Pedro
Blandino, quien fuera cónsul general de Trujillo en Miami, se acercó al agente
del FBI que dirigía para 1954 la Miami
Crime Comission y le solicitó una cita privada con Edgar J. Hoover, con el
objetivo de contratar los servicios de dos agentes del FBI para el viaje de un
mes de duración que Trujillo haría a Europa comenzando el 26 de mayo de ese
año.
El FBI
denegó la cita y no refirió la petición al Departamento de Estado.
Blandino
no se amilanó y entonces hizo la misma solicitud al subdirector del Negociado
de Seguridad del Departamento de Estado y Asuntos Consulares, Robert F. Cartwright para que le ayudara a conseguir dos miembros del FBI que sirvieran como
guardaespaldas de Trujillo para el viaje que el tirano tenía planificado
realizar.
Cartwright,
dado que se trataba de un importante mandatario y aliado extranjero, procesó la
solicitud y Hoover se negó argumentando que era una petición “absolutamente equivocada. No nos concierne
ni deberíamos involucrarnos” (Space,
Time & Organized Crime, por Alan A. Block, Pág. 190),
Entonces,
Cartwright recurrió a la CIA y la Agencia le recomendó proponer a John Joseph
Frank. Para la CIA era una oportunidad de oro de colocar a dos de sus hombres
cerca del megalómano strongman
dominicano, tan dado a los fastos del poder como a las correrías criminales
dentro y fuera de su feudo personal.
Así,
Cartwright le dijo a Blandino que él conocía a la persona ideal para esa tarea
y le habló de John Joseph Frank. Blandino se intereso y al día siguiente,
Cartwright reunió a Frank con Blandino en el Departamento de Estado.
También
intervino Cartwright para que la Sección de Pasaportes le proporcionara a Frank
de inmediato un pasaporte, de forma que Frank pudiese viajar a República
Dominicana a cerrar trato con el propio Trujillo.
Al
arribar a Ciudad Trujillo, Frank se entrevistó no sólo con el dictador, también
conoció y trató al general Arturo Espaillat, al coronel Salvador Cobián Parra,
cubano que prestaba servicio para la policía secreta trujillista, al almirante Tomás
Cortiña y al embajador en Washington Joaquín Salazar.
Frank recomendó
a Horace W. Schmahl como el otro ex-FBI,
y ambos fueron contratados para la misión.
Anselmo
Paulino, entonces mano derecha del tirano, les proporcionó a Frank y a Schmahl
sendos pasaportes diplomáticos.
Ambos
viajaron con Trujillo y su séquito a España y a Italia.
De
regresó de Europa, a Trujillo se le ocurrió visitar los Estados Unidos. Frank,
desde el yate Presidente Trujillo contactó a Cartwright y le informó el interés
del Generalísimo, para los trámites de rigor, lo que Cartwright efectuó. Eso
satisfizo enormemente a Trujillo. A su retorno a Ciudad Trujillo, el tirano
contrató de manera permanente los servicios de Frank, con un salario de
US$2,000.00 dólares mensuales, como “asesor
legal” de los Astilleros Dominicanos.
ALIMENTAR LA PARANOIA DEL
GENERALÍSIMO
John
Joseph Frank descubrió una mina de oro con Trujillo. Empezó a ganarse la
confianza de El Jefe, con la venia de la CIA, haciéndole sentir que lo había comprado, que
espiaba para él.
Descubrió
el perfil paranoide de Trujillo y se propuso alimentarlo.
Cuando
visitaba Rep. Dominicana y se relacionaba con la colonia norteamericana en la
isla, incluyendo al cuerpo diplomático, informaba a Trujillo sobre opiniones y
cualquier dato que consideraba de interés para aquel.
Y desde
los Estados Unidos proporcionaba al tirano información acerca de líderes
políticos, periodistas y personalidades que mostraran algún signo crítico o
desfavorable a la dictadura o a Trujillo y cómo comprar su adhesión.
Eso
incluía a medios, como las revistas Time
o Life, tanto como a la comunidad dominicana
residente en New York, incluyendo a los exiliados antitrujillistas y al
profesor español Jesús Galíndez Suárez.
Frank plantaba
desinformación a conveniencia, inventando complots que sabía alarmarían a
Trujillo y le convencerían de la utilidad de los servicios que le prestaba, y en otras exageraba datos que obtenía vía sus
contactos en la División de Servicios Especiales del Departamento de Policía de
New York, donde trabajaba, entre otros, Arthur Schultheiss.
Desde
la Agencia de Detectives “Horace W.
Schmahl, Inc.”, Frank elaboraba sus
reportes alarmistas sobre
conspiraciones y tramas para deponer al Generalísimo, desinformación que la CIA
plantaba a su gusto y conveniencia por medio de su agente encubierto.
Trujillo
se sentía a gusto con la eficiencia de Frank.
El pez
había mordido la carnada.
¿CÓMO FRANK INTRODUJO A MAHEU CON
TRUJILLO?
En 1955
Frank se las ingenió para introducir a Bob Maheu.
A
mediados del año, el espía de la CIA le propuso a Trujillo emplear tecnología
de punta para la época para espiar a su personal, así como mejorar la capacidad
del sistema de represión y espionaje de la tiranía, incluyendo una academia de
formación policial parecida a la que tenía montada el FBI.
El
tirano se sintió complacido con la propuesta y pidió a Frank que desarrollara
el programa.
Frank
entonces le preparó los detalles en conjunto con Robert Maheu, el contratista
de la CIA con el cual Frank había trabajado en la oficina del FBI en New York, y con Thomas A. Lavenia, de Maheu & Associates.
En la
propuesta, los tres recomendaron una serie de artefactos electrónicos a instalar
y poner en funcionamiento para realizar escuchas secretas.
El 6 de
octubre de 1955, Lavenia y Frank volaron a Ciudad Trujillo por Pan American
Airways con boletos pagados por Maheu.
Al
llegar al Aeropuerto, el jefe del Servicio de Inteligencia del régimen, el
general Arturo Espaillat, alias Navajita,
les aguardaba. Frank y Lavenia estuvieron una semana completa haciendo una
revisión del Palacio Nacional donde Trujillo quería colocar el más sofisticado
sistema de escucha (En el 2006 nos contaría a Manuel Núñez y a mí, Ramón
Alberto Font Bernard, en lo que posiblemente fuera la última entrevista que se
le hizo, que Balaguer le llamó para comentarle el crimen de las Mirabal y le
pidió salir al patio, haciendo señas con los dedos hacia arriba, indicando que
el Palacio estaba cundido de micrófonos ocultos).
Lavenia,
por igual, evaluó la seguridad del aeropuerto de Ciudad Trujillo, en compañía
del director de Telecomunicaciones, mayor Guarionex Saladín.
Al
retornar a EE.UU., Frank y Lavenia llevaban un contrato por US$81,000.00
dólares por la adquisición de equipos y rayos X para revisar equipajes. La
cuenta de hotel corrió a cargo del Estado dominicano, como “huéspedes del Generalísimo”.
Pese a
que ese tipo de equipo tenía restricción de venta al exterior, Maheu logró que
la CIA diera su visto bueno a la operación y recomendara su aprobación al
Departamento de Comercio.
Poco
tiempo después, los equipos eran instalados en República Dominicana. Esa parte
estuvo a cargo de Allan F. Hughes, ex-agente de los Servicios de
Contrainteligencia que trabajaba para Maheu.
La
comisión por aquella venta, que alcanzó los US$8,100.00 dólares, se repartió a
partes iguales entre Frank, Maheu y Lavenia.
PROVOCANDO AL JEFE PARA QUE ACTÚE
Frank
prosiguió enviándole a Trujillo informes alarmantes sobre Galíndez y el libro
que preparaba. En New York, Frank se reunía y mantenía contacto frecuente con
el cónsul de Trujillo en New York, el sacerdote Oscar Robles Toledano.
Otro de
los exiliados al cual Trujillo le tenía especial inquina, el periodista y
ex–servidor de Trujillo, Germán Emilio Ornes Coiscou, quien dirigió para el
tirano el periódico El Caribe y era
una de las plumas del infame Foro Público
que tanto divertía a Trujillo, fue otro de los temas normales en los informes que
remitía Frank al dictador.
En uno
de sus últimos informes, según escribe el periodista cubano de origen vasco
Manuel de Dios Unanue (El Caso Galíndez,
Pág. 169), Frank llevó su provocación al máximo: informó a Trujillo que
Galíndez se había aliado con Ornes para preparar una invasión contra el
Generalísimo. Las armas estaban ocultas en el sótano de La Barraca, un restaurante en la esquina de la 51 y la Octava
Avenida. La invasión se haría desde Mayagüez, Puerto Rico, respaldada por el
gobernador de la isla y enemigo de Trujillo, Luis Muñoz Marín.
Aquello
desbordó la copa. Trujillo se dispuso a actuar.
El 3 de
noviembre de 1955, John J. Frank voló de nuevo a República Dominicana en
compañía de Karl Magnus Torsten Armfelt. Los boletos aéreos, como otras veces, los pagó Maheu.
Frank
introdujo a Armfelt para negociar un contrato de reconocimiento fotográfico de
la topografía dominicana. Armfelt compartió con Frank las utilidades del
negocio.
Pero
Frank tenía otra razón para viajar: Trujillo quería conversar con él y lo hizo:
le expresó su interés de secuestrar a Galíndez y traerlo al país. Y le dijo que
él, Frank, era la persona indicada para esa misión. Trujillo prometió todos los
recursos que se necesitasen para el éxito de la misma.
La
provocación había logrado su objetivo: Trujillo se encargaría de resolver para
los hermanos Dulles la molestia que les representaba Jesús de Galíndez.
El pez había
picado en anzuelo. Sólo era cuestión ahora de tirar del cordel.
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