La catadura moral e intelectual de Piero Gleijeses
Por Aquiles Julián
“Ello le confiere a esta obra
el sello de la verdad histórica
irrefutable, un juicio concluso para
sentencia”
Jorge Risquet Valdés
Empleado a sueldo de los Castro
Un libraco insidioso
Uno
tiene que internarse, entre asqueado y sintiendo vergüenza ajena, en "la historia oficial", esta
vez bajo la pluma de un servil: el italiano Piero Gleijeses, castrófilo que
ejerce su pasión desde su cátedra norteamericana.
Miembro
de esa variopinta manada de "compañeros
de ruta" que repiten las "verdades
convenientes" que el castrismo quiere imponernos como única lectura
válida de nuestra historia, Gleijeses incurre en más de un desliz imperdonable
en nadie que se respete.
Confunde
sus prejuicios ideológicos, sus compulsiones y sus repulsiones, con los hechos
e inventa, sin aportar nada que lo sustente, intenciones o propósitos de cara a
satanizar al grupo de extrujillistas y antitrujillistas que eliminaron al
tirano. ¿Y quién es uno de sus informantes y asesores? Adivinen. Sí, ese mismo:
Emilio Rodríguez Demorizi.
Tres graves errores
El
bodrio que repite las mismas monsergas que se nos quieren imponer como única
lectura, único relato válido, como "verdad"
oficial, comete tres graves errores: generaliza, distorsiona y elimina
información vital.
En todo
su relato no se narra la trama de Rodríguez Demorizi y Ramfis Trujillo para
traer al PRD al país y construir con él una máquina política representativa,
trasvasándole las estructuras del Partido Dominicano, que lidiara y
eventualmente se impusiera a la naciente Unión Cívica Nacional.
Es una
eliminación que crea una fuerte distorsión. Pero Gleijeses no tiene interés en
ser veraz, objetivo o en documentar sus asertos. Él escribe para reforzar un
relato a conveniencia que el castrismo nos quiere hacer creer, sobre los
acontecimientos dominicanos.
Esa
versión amañada y expurgada coincide parcialmente los con intereses de los
trujillistas (empeñados en denostar y enlodar las figuras de los ajusticiadores
de Trujillo, en lo que coinciden con los castristas), y con sectores
izquierdófilos locales, así como sectores encuadrados en el PRD y en el PLD que
prefieren que cierta "verdad
oficial" siga presentándose como la cuentan y no como en realidad fue.
Un servidor del apparat castrista
Este
libraco infame, que ofende y calumnia sin ningún recato, que disimula, miente o
evade, merece ser desnudado como lo que es, un esfuerzo más de estafarle a los
dominicanos el conocimiento de su historia.
Veremos
más adelante por qué es así.
Piero
Gleijeses construye una interpretación orwelliana de nuestra historia reciente:
acomodaticia, prejuiciada, deformada y falaz. Es la interpretación oficial del Ministerio
de la Verdad del castrismo, para estafarnos el conocimiento de los hechos.
El
autor, que se humilla a los intereses del apparat
cubano al que sirve, es puesto por los cielos por ese mecanismo de manipular la
opinión que la tiranía castrista sostiene. Sólo hay que leer los epítetos: “respetado historiador”, “prestigioso investigador”, “destacado politólogo” y otros ditirambos,
que no responden a sus méritos académicos sino a su subordinación a la política
castrista.
Intervenciones “buenas” e intervenciones “malas”
Pese a
vivir y gozar de los beneficios de lo que él mismo llama “el águila negra del imperialismo” norteamericano, como profesor de
la Universidad John Hopkins, EE.UU., Gleijeses allá se dedica a exaltar y
bruñir las intervenciones cubanas en Africa, “misiones internacionalistas”, y a defender a la red de espías
castristas que purgan sus penas en cárceles norteamericanas, de los que no vacila
en afirmar: “El caso de los Cinco es una
barbaridad, una salvajada. No hay que dudar que estos hombres fueron víctimas
de un juicio totalmente amañado, que no se corresponde con la verdad. El mundo
tiene que denunciarlo.”
Por
igual, escribe y habla para difundir la versión castrista de todo: es una
bocina del castrismo, sin recato alguno.
Desde
sus agradecimientos, Pág. IX de la edición dominicana de su libraco, emerge la
realidad de su venalidad intelectual.
Lacayo entre lacayos
Para
entender esa venalidad hay que partir del hecho de que en la Cuba castrista
todos los funcionarios son empleados a sueldo del castrismo y para preservar
sus magros privilegios tienen que tocar la música que sus amos, los Castro, les
dicten.
No hay
maneras de tener independencia o libertad de opinión, punto de vista, idoneidad,
respeto propio o criterio. Usted sólo existe como lacayo.
Aquí,
que vivimos el trujillato, sabemos de eso.
Y sólo
quienes asumen con valor espartano y casi suicida la discrepancia crítica
frente al régimen totalitario, pueden tener una opinión propia, entereza
intelectual, puntos de vista personales.
Esos, sabemos,
son los mínimos, las raras excepciones, porque el ciudadano se enfrenta al
estado totalitario que determina dónde vives, en qué trabajas, qué servicios
recibes, a qué tienes derecho y son dueños de vidas y haciendas.
Así que
cuando Gleijeses habla de su amiga, “la
destacada académica cubana” fulana de tal, entiéndase que habla de una
empleada de los Castro, incapaz de apartarse un milímetro de lo que sus amos le
ordenan. Y si lo hace, ¿lo mantendría Gleijeses en silencio o ganaría méritos
informándolo? Él, que es parte de una campaña para liberar a espías a los que
él considera “héroes”, con su
comportamiento nos responde.
La Matraca Canalla
Aquí,
Gleijeses se codea con esa variopinta amalgama de “compañeros de ruta” del castrismo, que padecen el síndrome del
tonto útil y se prestan a la gran estafa en perjuicio de los dominicanos.
Son
muchos y de distintos litorales.
Imagínense,
Gleijeses critica las intervenciones norteamericanas en República Dominicana,
siempre criticables, por cierto, como acciones en que nos desgarra “el águila negra del imperio”, pero a la
vez se derrite en elogios a la intervención militar cubana en África, a la que
no vacila en llamar “bellísima epopeya”.
El
autor no tiene recato en verse a sí mismo como alguien desafiado “a ser implacable en la búsqueda de la verdad”,
cuando si en algo es implacable es en la búsqueda de la aquiescencia y el
aplauso del castrismo, régimen al que sirve y con el que se identifica. Él
mismo lo confiesa cuando dice que la Cuba castrista se ha vuelto su propio
país, a lo largo de tantos años.
Para su
desgracia, dejará de serlo más pronto de lo que se imagina, así que goce todo
lo que pueda ahora.
Detractar a los héroes
La
versión castrista de nuestra historia que Gleijeses pergeña es una interpretación
amañada y maliciosa para enlodar la gesta heroica del 30 de mayo y a quienes
acometieron el acto justiciero de eliminar a Trujillo, satanizándolos.
¿Por
qué? Porque ellos no eran proclives ni sentían simpatía con Fidel Castro y su
régimen. De ahí que reconocerlos va en contra de los intereses de los Castro.
Y a esa
iniquidad se presta el autor de esa crónica maligna. A verter veneno sin poder
soportar documentalmente sus juicios.
Así, no
teme asegurar, sin ninguna prueba que respalde sus afirmaciones, que a los
conjurados del 30 de mayo: “Los
aguijoneaba también la ambición por el poder y las riquezas que podrían
alcanzar en calidad de héroes vencedores de la dictadura. No tenían ningún
deseo de reformas sociales, ni interés alguno en la democracia política”,
Pág. 61
Ah,
porque, entendámonos, la “democracia
política” y las “reformas sociales”
de las que Gleijeses habla son el castrismo. No hay otras posibles para él.
La catadura moral e intelectual
de Gleijeses
Así,
Gleijeses no teme declarar que los Castro no fueron títeres ni peleles del
imperialismo soviético, y es tan persuasivo en ello que, según aparece en una
crónica del portal castrista Tiempo de
Cuba, el periodista Roger Fontaine,
del Washington Times, declaró en el 2002, tras leer un libro de dicho
escribano, que Gleijeses “me convenció de que Cuba… actuó por su
propia voluntad en apoyar a los ‘revolucionarios’ en el este del Congo y
Angola… No eran meros subrogados soviéticos ni marionetas…” Anjá, unjú!
Este
personaje, parte del aparato de desinformación, calumnia, manipulación y
construcción de opinión pública del castrismo, al que sirve y del que se nutre,
coincide en sus propósitos de estafarnos el real conocimiento de nuestra
historia con el trujillismo y una gruesa masa de compañeros de ruta del
castrismo a nivel local, así como de constructores de opinión pública adscritos
formal o informalmente a los principales partidos políticos dominicanos, todos
interesados en que ciertos mitos y falsedades se mantengan vigentes como
verdad.
Tan es
así, que Gleijeses avala y da como “valiosa
información” las actas de los interrogatorios bajo tortura de los
conjurados, actas preparadas a conveniencia por sus captores para enlodar a los
participantes y justificar un juicio condenatorio, (véase la nota en la Pág.
61).
Esta es
la catadura moral e intelectual del señor Gleijeses, foquista de rascacielos y
castrista de cornflakes, que desde los Estados Unidos vomita contra el país en
que radica (porque eso sí, ni loco se muda para Cuba) y se presta a una labor
deshonesta en perjuicio del pueblo dominicano.
Seguiremos
sobre el libraco.
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