viernes, 2 de noviembre de 2012

¿ES POSIBLE QUE LA TORMENTA "SANDY" PROVOCARA LA MUERTE A 50 PERSONAS?



¿ES POSIBLE QUE LA TORMENTA “SANDY” PROVOCARA LA MUERTE A 50 PERSONAS?

Por Aquiles Julián

“La familia Sánchez estaba en la zona "A", una de las áreas más propensas a las inundaciones, pero se negaron a abandonar su hogar. El agua les llegó hasta el segundo piso.”
                               El Diario/La Prensa, NY

Es lamentable que se nos desinforme. Peor que se nos induzca a error. Y eso están haciendo muchos periodistas. De ahí que decidí hacer un modesto aporte a que entendamos que realmente la tormenta “Sandy” no provocó ninguna muerte y que nominalizar y darle categoría de ente vivo a un fenómeno meteorológico, asumiéndole una intencionalidad, es no sólo irracional, sino también nefasto para ayudar a las personas a actuar inteligentemente.
 Sandy era una tormenta tropical en categoría 1 ó 2; es decir, fuertes aguaceros acompañados de vientos. Es algo común en nuestros trópicos y, de hecho, tenemos una época del año en que son comunes y de ahí que se llame a esa época “temporada ciclónica”.
Por razón de comodidad se da un nombre a las tormentas y ciclones. Esa nominalización de un fenómeno meteorológico no le añade a ese fenómeno ninguna característica humana. No tiene emociones, ni voluntad, ni deseos, ni intención.
Toda tormenta, por otro lado, provocará inundaciones, riadas, desbordes, porque cae una cantidad de agua que la tierra no puede absorber. Y los vientos que vienen aparejados a ella pueden tumbar árboles débiles o sin fuertes raíces, ramas, letreros, toldos y todo lo que no haya sido convenientemente asegurado.
Eso significa que las ciudades necesitan un drenaje pluvial adecuado, capaz de eliminar de las calles los charcos de agua. Por igual, es preciso que se aseguren los objetos que puedan ser arrastrados o tumbados por aguas y vientos.
Y, lo más importante, es fundamental que las personas actúen con prudencia.

¿POR QUÉ SE INUNDAN LAS CALLES Y LAS VIVIENDAS?

La irresponsabilidad de los gobiernos y la inconsciencia de los ciudadanos es la causante de esos charcos y de esas inundaciones.
Un sistema deficiente de drenaje pluvial hace, y eso lo sabemos bien aquí en Santo Domingo, que cualquier lluviecita genere aposamiento de agua. Únase a esa deficiencia la falta de cultura cívica y de conciencia ciudadana que nos lleva a lanzar a las calles desperdicios que entaponan y tapan las alcantarillas y ahí tiene usted la causa de muchos inconvenientes y molestias, cuando no daños a la propiedad.
¿Culpa de la tormenta? No, en modo alguno. Los que vivimos en República Dominicana sabemos que no sólo estamos “en el mismo trayecto del sol”, como poetiza Pedro Mir, sino también en el mismo trayecto de los huracanes. Así que tormentas tendremos. La responsabilidad nuestra como ciudadanos es preverlas y precaver sus consecuencias.
Hay también personas que en su ignorancia, pobreza e incultura se van a vivir a zonas de extremo peligro como son las riberas de los ríos y las cañadas.
Y autoridades que lo permiten y lo autorizan, exponiendo a esas familias infelices a los riesgos que se derivan de vivir en zonas de peligro.
En nuestros pueblos hay familias que construyen sus chozas en lechos de ríos secos que son un curso natural para las aguas cuando se producen aguaceros suficientes y el golpe de agua suele derribarles las endebles chozas y pierden sus bienes, cuando no vidas.

¿QUÉ CAUSÓ LAS MUERTES, LA TORMENTA O LA IMPRUDENCIA?

Una tormenta, un ciclón incluso, no está supuesto a provocar muertes. Es un fenómeno natural que tampoco llega de forma intempestiva, que permite que nos preparemos, que aseguremos cosas, que nos resguardemos, que evacuemos lugares y que nos alejemos de zonas de peligro.
¿Por qué, entonces, se producen esas muertes? Por la imprudencia humana.
No es la tormenta la que provoca las muertes, son las personas con sus actuaciones temerarias o abiertamente estúpidas las que se provocan a sí mismas la muerte.
Luego, cómodamente les achacamos esas muertes a la tormenta y desplazamos la responsabilidad de los individuos a un fenómeno meteorológico carente de intención, maldad o emoción alguna.
Al hacer esto, en vez de adquirir conciencia y aprender algo de la infausta experiencia, nos empecinamos en cultivar la peor de las ignorancia y la superstición.
Veamos un párrafo de una noticia aparecida hoy en El Diario/La Prensa, de New York: “La mayoría de las muertes por la tormenta se debió a la caída de árboles sobre viviendas, automóviles o personas que caminaban por la calle, pero ha habido varios casos de personas que murieron por ir a buscar objetos en sótanos inundados.
Así murieron dos personas cuyos cuerpos fueron hallados en Staten Island después de que el gobernador Andrew Cuomo cifrara en 26 los muertos en todo el estado, 24 de ellos en la ciudad de Nueva York.” (http://www.eldiariony.com/Aumentan-28-muertos-Sandy-NY#.UJHPRMVmKrc)

NOS SOMOS VÍCTIMAS DE LA TORMENTA SINO DE NUESTRA NECEDAD

La lectura no es un hábito muy popular, de ahí que millones de personas nunca leerán el Elogio de la Necedad o Elogio de la Locura, como también se le conoce, de Erasmo de Rotterdam.
Y es una pena, porque somos víctimas de nuestra necedad y de la necedad ajena.
Erasmo nos previno, con inigualable gracia, de que nuestro signo como humanos es incurrir en toda suerte de desatino y en conductas ilógicas, temerarias o abiertamente riesgosas de manera gratuita, sin beneficio alguno.
El filósofo medieval nos retrata con perspicaz ironía. Somos nuestros propios verdugos: nuestra inconsciencia nos destruye.
Y uno lo ve a diario en esos motoristas imprudentes que hacen piruetas sin cascos ni protección, acostándose en el motor tras un reconocimiento o admiración de gente a las que ellos ni sus vidas importan.
¿Qué casas son esas a las que un árbol les cae y las aplasta? ¿De qué están hechas? ¿Qué hacen personas manejando en medio de una tormenta? ¿Qué hacen personas caminando en la calle en medio de una tormenta? ¿Qué hacen personas bajando a sótanos inundados?
¿Qué tiene que ver la tormenta con esas inconductas? La tormenta es un fenómeno meteorológico pasajero. Usted sabe incluso cuándo va a llegar. Y sabe que va a pasar. Es simple asunto de resguardarse en un lugar seguro y esperar que transcurra. ¿Por qué entonces, tantas muertes?
Culpar a la tormenta es distraer la atención de la verdad, es una manera de excusar la responsabilidad. Responsabilidad de las autoridades, de los ciudadanos, de los familiares, de las propias víctimas.
Eso no nos educa sino que nos deseduca, nos expone a vivir nuevos traumas.

¿POR QUÉ EN UNA TORMENTA HAY MUERTES?

Por la imprudencia. Unas pocas pueden deberse a lamentables accidentes. La mayoría a la conducta desenfrenada, temeraria, imprudente y abiertamente desquiciada que muchos solemos exhibir orondos.
Atribuir a la tormenta las consecuencias de tales desvaríos y desafueros humanos es incurrir es un desplazamiento impropio de la responsabilidad.
Somos dueños de nuestros actos. Hacemos continuamente elecciones y somos los beneficiarios o los receptores del daño que nuestras elecciones producen.
Y en ocasiones afectamos a terceros.
Una tormenta puede, y lo hace, ocasionar daños a la propiedad. Destruir cultivos, por ejemplo.
Pero causar muertes es debido, en su inmensa mayoría, a la necedad humana.
No es un terremoto, que nos sorprende y del que no hay dónde protegerse.
Es un fenómeno que podemos incluso saber por dónde viene, cuando llega y cuál es su intensidad.
Cuyo curso se sigue por satélite.
Ya es tiempo de que dejemos de proyectar en un fenómeno meteorológico cualidades humanas. Y que dejemos de usarlo como excusa o tapadera de nuestra irresponsabilidad o nuestros desvaríos.
El que le pongamos un nombre, para diferenciarlo, no hace a ese fenómeno más humano. Carece de intencionalidad, voluntad, maldad alguna.
Y si se producen muertes hay que buscar en otro lado la responsabilidad o culpa. En la mayoría de los casos, en las propias víctimas.
Y eso es lo que debieran enseñarnos los periodistas. Y amplificarse en los medios. No esa melcocha que nos alimenta el temor y nos excusa de nuestra responsabilidad.

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