EL ERROR DEL CLAN ANGELITA Y LA VERDAD DE LA SANGRE
Por Aquiles Julián
“Examiné
el cadáver no vi ninguna herida de bala.
Ni
herida ni nada, ni fractura expuesta o abierta.
No
podía haber tenido golpes tan masivos para
que
un médico especializado no se acordara.
Nada
visible. No había ley de autopsia. El proceso
de
rigidez es variable pero pienso que tenía ya
más
de 3 horas de fallecido cuando lo vi. Eran
como
las 10 u 11 de la noche. No sentí ningún
helicóptero allá, no sé cómo se lo llevaron, creo
helicóptero allá, no sé cómo se lo llevaron, creo
que
fue en ambulancia”.
Dr. Felipe Herrera
Médico ortopeda que recibió el cadáver
de Jean Awad Canaán
El Clan
Angelita, ese que se articula alrededor de Angelita I, su consorte desertor y
el Ramfito de Segunda Mano, cuyo deliberado propósito es reinstalar la tiranía
trujillista en nuestro país, ideó una estrategia.
Para
esa estrategia aglutinó en su derredor todo lo podrido, perdido, nauseabundo y
dañino de nuestra sociedad, la peor crápula, la hez social.
Viejos
esbirros, antiguos calieses, torturadores y serviles junto a su descendencia se
agruparon con la vana esperanza de engañar a los dominicanos incautos y
retornar por sus fueros. Y por igual algunos oportunistas que buscan ver qué
les sacan a los Trujillo, sin saber que andan quebrados y medio.
Dentro
de ese plan hay varias acciones puntuales.
Una de
ellas es presentarse fementidamente como “defensores
del patrimonio nacional”, precisamente ellos, que lo esquilmaron y que han
vivido a costilla de los millones de dólares robados al país toda su vida. Hablan
de los que otros han robado ocultando lo que ellos robaron, cientos de millones
de dólares sacados del país y que les permitieron vivir a sus anchas sin dar un
golpe.
Otra,
formar un partido político trujillista disfrazado de “fundación cultural”, cuando la única fundación posible es la
fundación criminal que intentan, ya que ¿de qué cultura pueden hablar los cómplices
por encubrimiento de los asesinos de los escritores Ramón Marrero Aristy, de
Andrés Requena, de Jesús de Galíndez?
Una
tercera línea de acción era lograr que se derogue la ley 5880 del 1962 que
prohíbe taxativamente las actividades políticas trujillistas y enaltecer al
tirano, acciones que colocan al Clan Angelita y al Ramfito de Segunda Mano como
delincuentes contumaces. Y aunque algunos leguleyos de esos que por unos
dólares más están dispuestos a justificar el más horrendo crimen, se han
prestado (suponiendo que hay dinero qué sacarles a los Trujillo), a avalar esa
pretensión, la acción oportuna de las fundaciones patrióticas que obtuvieron
sentencia a favor, mostró que la Constitución y las leyes amparan a los dominicanos
de las siniestras pretensiones del Clan Angelita.
Una
cuarta es drenarle miembros al PRD presentándose como los mayores opositores al
expresidente Leonel Fernández y contrastando al régimen de Trujillo, pintado
como nunca fue en una abierta estafa histórica a los pecados cometidos por el
expresidente y su gobierno, dimensionados de manera que oculten y minimicen los
crímenes, abusos, expoliaciones y corrupción del trujillismo, presentándolo
como un mal menor, para lo cual cuentan con agentes que se hacen pasar por perredeístas
para, al atacar al señor Fernández y su gobierno, enaltecer a Trujillo y su
tiranía de manera descarada.
Y una quinta
fue apostar a la desmemoria, la ignorancia, el analfabetismo político de los
dominicanos, originado en el trujillismo como medio de controlar políticamente
al país y prolongado hasta nuestros días por gobiernos que han imitado las
prácticas trujillistas en vez de desmontarlas, para generar confusión y limpiar
sus crímenes atribuyéndolos a otros.
Así, en
una operación típicamente mafiosa, han intentado cargarles a los héroes Luis
Amiama Tio y Antonio Imbert Barreras el horrendo crimen de las hermanas
Mirabal, pasándole por encima a la verdad histórica, a los testimonios de los
agentes del SIM participantes, a las mismas expresiones de Trujillo. Y por
igual, han intentado desvincular a Angelita Trujillo y a su entonces esposo, “Pechito” León Estévez, de la muerte de Pilar Báez
Perelló y su esposo Jean Awad Canaán.
Pero se
les peló el billete, porque la verdad de la sangre cobró luz.
EL GRAN FAVOR AL PAÍS DEL CLAN
ANGELITA
No hay
mal que por bien no venga, reza un conocido proverbio.
La
desparpajada ofensiva del Clan Angelita ha concitado el repudio de lo mejor de
nuestra sociedad, ha activado voces que escogían mantenerse al margen y ha
refrescado el patriotismo dominicano.
Fruto
de ese intento de deformar la historia y estafarnos la verdad, produjo este
valioso aporte que Pilar Awad Báez, hija del matrimonio de los esposos Awad
Báez, y la criminóloga española Eva Álvarez, han obsequiado a los dominicanos.
El Clan
Angelita apostó a que las fuentes que podían desmentir sus infamias estaban
muertas, mentalmente incapaces o todavía temerosas para soltar la lengua (la
omertá sigue vigente, nadie da cuenta de dónde están los cuerpos de los
asesinados en Hacienda María y otros centros de terror trujillista).
Apostó
mal.
Todavía, a más de 50 años de esos crímenes inmundos, quedan testigos de primera mano que permiten con su testimonio reconstruir los hechos, entre ellos el chofer del camión contra el que se estrelló adrede el carro en que venía el cadáver del teniente Awad Canaán y, por igual, la enfermera y el médico que recibieron el cuerpo.
Todavía, a más de 50 años de esos crímenes inmundos, quedan testigos de primera mano que permiten con su testimonio reconstruir los hechos, entre ellos el chofer del camión contra el que se estrelló adrede el carro en que venía el cadáver del teniente Awad Canaán y, por igual, la enfermera y el médico que recibieron el cuerpo.
Esos
testigos y otros que terminaron por ceder al miedo y pidieron que sus
testimonios no fueran difundidos por temor a las retaliaciones trujillistas
(exmilitares conocedores del aparato criminal trujillista que quedó indemne y
que ha ejercido posiciones de poder en el país), fueron buscados y encontrados,
sus voces registradas y grabadas y permitieron ir hilvanando dos crímenes que
se intentaron disimular.
Es conocido y más que conocido el dominio que
tenía el aparato trujillista en tapar sus crímenes, diseminar pistas falsas y
crear versiones acomodaticias, con el concurso de una intelectualidad servil y
abyecta que se prestaba a lo peor.
El Clan
Angelita creyó que a más de 50 años esos crímenes podían ser disimulados. No
contaron con la hija del matrimonio. No contaron con que la única verdad
posible emergería: la verdad de la sangre.
LA VERDAD DE LA SANGRE
El
libro puesto a circular por Pilar Awad Báez y Eva Álvarez es una rica fuente de
informaciones, incluyendo un telegrama al Departamento de Estado de EE.UU., Pág.
114, del cónsul en el país, Henry Dearborn, el 797 de fecha 13 de junio de
1960, en que se hacía eco del rumor difundido sobre la promiscuidad de Angelita
Trujillo de León y su conocida
infidelidad conyugal a su entonces marido, el infame Luis José León Estévez,
alias “Pechito”, figurín que ascendió
como incondicional de Ramfis Trujillo en sus tiempos de generalete.
Casada
entonces con “Pechito” León, Angelita
se había encaprichado con el marido de su amiga Pilar Báez, tanto como años
después se encaprichó con el marido de otra de sus amigas, Inova Marte, hija
del general Mélido Marte, y se lo quitó. ¿O no fue lo hizo? El entonces coronel
Luis José Domínguez, otro figurín sin mayor mérito militar que su físico, decidido a vivir de su apostura, desertó de
las FF.AA. y se enganchó como esposo de la hija mimada de Trujillo y ahí la ha
soportado por un plato de lentejas.
Por
cierto, el libro La Verdad de la Sangre
trae en su página 321 una valiosa nota aclaratoria al respecto de Inova
Altagracia Domínguez Marte, hija del desertor y su primera esposa, sobre el
tema.
Y no
vacilan las autoras en colocar las opiniones encubridoras de los que amplifican
la versión trujillista, incluyendo la del corresponsable del asesinato del
piloto Gerald Murphy, el coronel Emilio Ludovino Fernández, exsubjefe del SIM e
implicado en el secuestro y asesinato de Jesús de Galíndez, quien intenta
salvar de su responsabilidad a su amigo del alma, Luis José León Estévez, “Pechito”, a quien toda evidencia
incrimina como el responsable de orquestar la muerte del teniente Jean Awad
Canaán.
Todo el
teatro montado para encubrir los crímenes (los accidentes en la carretera era
un expediente común en la tiranía trujillista. A accidentes se les atribuyeron
los crímenes de Marrero Aristy, las
hermanas Mirabal y muchísimos más, entre ellos la muerte de Gloria Viera, barahonera,
implicada en la desaparición de Galíndez), queda develado. Y la responsabilidad
de Angelita Trujillo y su entonces esposo, “Pechito”
León Estévez, quien, no pudiendo emprenderla contra su esposa, la emprendió
contra el foco de su pasión, Awad Canaán.
COMPLOT DEVELADO
Los
testimonios del chofer del camión, Inocencio Montero Ramírez, quien conducía el
vehículo contra el cual se hizo chocar el carro en que venía el teniente Awad
Canaán; del ortopeda , Dr. Felipe Herrera, médico de puesto en el entonces
hospital Santomé, luego Dr. Alejandro Cabral, quien recibió el cuerpo exánime,
sin un arañazo ni golpe alguno; de la enfermera Bella Herminia Santil, de
puesto en el hospital Santomé y quien recibió el cadáver junto al Dr. Herrera,
son más que contundentes.
Develan
el complot para eximir de responsabilidad a “Pechito” León Estévez.
Y de
paso para exculpar a Angelita Trujillo de haber provocado por su capricho en
adueñarse del esposo de Pilar Báez la muerte de esta última.
Esos
testigos de valor crucial con sus testimonios desmantelan la versión
trujillista de la “muerte por accidente”
del teniente Awad Canaán.
Reforcemos
esas invaluables versiones con dos aportes adicionales.
En sus
memorias, “Trujillo de cerca”, el
Dr. Mario Read Vittini narra que cuando fue a darle a Miguel Ángel Báez Díaz el
pésame por la muerte de su hija Pilar, “se
me abrazó llorando, bañado en lágrimas en la oscuridad del patio de su casa y
entre sollozos me decía: “Ya tú ves, Mario… ¡me la mataron…! ¡me la mataron!”
(Pág. 334).
Y para
los que crean que la animadversión de Miguel Ángel Báez Díaz a Trujillo y su
tiranía la produjo la muerte de su hija Pilar, el mismo Read Vittini señala en
la página 333 la viril expresión de repudio de Báez Díaz a Trujillo antes de la
muerte de su hija. Merece la pena que se lea y conozca.
Un
segundo aporte nos ilustra el uso de los “servicios
especiales” exigidos a militares durante el régimen. Y lo comenta un
conocedor: el expresidente Joaquín Balaguer.
En la
segunda parte de su libro “La Palabra
Encadenada”, en que da a conocer algunos capítulos de un libro sobre
Trujillo que se publicará años después de la muerte de su autor, según él mismo
deja expreso, Balaguer cuenta una solicitud de Johnny Abbes García al doctor Abel
González Massanet, miembro entonces del Cuerpo Médico del Ejército, en que le
requerían que detallara “lo servicios de
carácter especial” que el médico había prestado al gobierno.
Al
enumerar el Dr. Abel González sus trabajos científicos, “Algunos días después, la respuesta le fue devuelta y se le hizo saber
lo que significaban los términos “servicios especiales”: lo que Seguridad
deseaba saber era cuántos enemigos del régimen había eliminado o en cuáles
actividades había tomado parte en defensa del Gobierno” (Pág. 389).
Eso es
para que entendamos los casos del primer teniente dentista E.N. Pedro Atilio
Rodríguez Botello y del segundo teniente E.N. Lorenzo Sención Silverio, quienes
fueron los encargados del montaje del crimen del teniente Awad Canaán.
Fueron
encomendados para uno de tantos “servicios
especiales”.
¿Irían
ellos luego a romper la omertá criminal que todavía impera en las FF.AA.
dominicanas, que encubren los crímenes trujillistas y se niegan a revelar la
suerte de los cuerpos de los masacrados en Hacienda María, en La Victoria, El
9, La 40 y otros lugares de tortura y exterminio a más de 50 años?
¿Se
autoincriminarían ellos en un crimen del cual participaron en cumplimiento de
órdenes superiores?
LA VERDAD CONTRA LA MENTIRA
TRUJILLISTA
El aporte
de Pilar Awad Báez y de Eva Álvarez al conocimiento de uno de tantos hechos
luctuosos que afectaron a familias dominicanas durante la tiranía trujillista
es digno de encomio.
Bien
escrito. Ameno. Bien documentado. Equilibrado. Honesto.
Desmonta
un esfuerzo del Clan Angelita por limpiar su responsabilidad en esos crímenes y
pone en ridículo a quienes dieron aval a la “versión
del accidente”.
La
verdad de la sangre estremece.
Es un
libro valiente.
Supuso
para Pilar Awad el dolor de reconstruir con paciencia y con sensatez dos hechos
terribles que marcaron su vida: las muertes de sus padres.
La
investigación fue todo lo escrupulosa que se podía en las circunstancias de un
país como el nuestro al que le han estafado deliberadamente su verdad
histórica.
Por
suerte, testigos claves todavía sobreviven y tuvieron el valor de hablar.
Otros,
aún en su vejez, tiemblan y callan o se desdicen.
El
miedo los sobrecoge y les cose los labios.
Qué el
país conozca esta verdad, la única posible: La Verdad de la Sangre.
صولا
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