QUIEN DIO LA ORDEN DE MATAR A LAS MIRABAL FUE TRUJILLO, SEGÚN
JOAQUÍN BALAGUER
Por Aquiles Julián
“Trujillo
utilizó la simulación hasta para engañar a sus propios hijos”.
Joaquín
Balaguer
El
crimen de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal y el chofer
Rufino de la Cruz a manos de sicarios del Servicio de Inteligencia Militar,
SIM, ocurrió el 25 de noviembre del 1960 mientras Joaquín Balaguer fungía de
presidente títere de la tiranía.
Balaguer
había asumido la indecorosa posición el 3 de agosto de 1960, en una jugarreta
destinada a aparentar una liberalización del país, tras las sanciones impuestas
por la OEA a nuestra república debido al atentado a la vida del presidente
venezolano Rómulo Betancourt.
Frente
al intento renovado de los nostálgicos de la tiranía por confundir y engañar a
dominicanos ingenuos que desconocen la verdad histórica, queriendo atribuir la
responsabilidad de ordenar el crimen a uno de sus ajusticiadores: el Lic. Luis
Amiama Tió, calumnia que aparece formalmente registrada en el libelo “Trujillo,
Mi Padre en Mis Memorias”, que firma su hija Angelita Trujillo, es oportuno
recurrir a un testimonio muy oportuno, el del presidente títere en ejercicio
para cuando sucedió la tragedia.
Calumniar,
mentir y desinformar son viejos recursos trujillistas en que todos los serviles
a aquella satrapía pulieron sus dotes.
De
hecho, Balaguer mismo se llevó montones de secretos a la tumba, porque era
cómplice de muchas de las inconductas de aquel régimen. Pero hubo ocasiones en
que quiso deslindar responsabilidades.
Como
este crimen horrendo aconteció bajo su presidencia nominal, buscó aclarar con
esa particular tesitura suya de dar a entender y señalar indicios, propia de
quien elude incriminarse más de la cuenta.
EL LIBRO PENDIENTE DE BALAGUER
Balaguer
mismo dejó un libro que todavía no ve la luz, aunque anticipó algunos capítulos
en su obra “La Palabra Encadenada”:
es su libro sobre la tiranía trujillista.
Balaguer
mandó que ese libro se publicara, si es que alguna vez ve la luz, veinte años
después de su muerte, es decir, a partir del 2022.
Sin
embargo, publicó algunos capítulos. Esas páginas son un verdadero retrato más
que de Trujillo de la profunda distorsión moral del propio Balaguer, atrapado
en la colaboración servil a un criminal frente al cual padecía tanto atracción
como repulsión. Y esa doblez permea cada palabra, cada adjetivo.
Triste
destino de quienes venden, como él, su alma al diablo literalmente.
El
libro que previsiblemente se publicará será un monumento a la inmoralidad de
una intelectualidad que arrojó valores, principios, cordura y decencia tras
puestos, canonjías y migajas, y que no vacilaron en convertirse en calieses y
sicarios.
Balaguer
se emplea a fondo para mostrar que su abyección no fue exclusiva, que fue común
a muchas otras figuras que luego quisieron venderse como decentes, impolutas,
sanas.
Por
ejemplo, un párrafo sirve para mostrar a su cofrade, el historiador Emilio
Rodríguez Demorizi, en su papel de calié.
Hablando
sobre la Carta Pastoral que la iglesia católica hizo leer en las iglesias el 25
de diciembre de 1959 y que encendió la irá de Trujillo y marcó el comienzo de
su descalabro total, Balaguer, que era un maestro de las inferencias y las
connotaciones, que empleaba con suma meticulosidad las palabras, escribe: “La primera noticia se la dio por teléfono (a
Trujillo, AJ), Virgilio Álvarez Pina,
quien a su vez la obtuvo de boca de Emilio Rodríguez Demorizi” (La Palabra Encadenada, Pág. 310).
Ese “la obtuvo de boca de Emilio Rodríguez
Demorizi” señala a aquel como calié del régimen, algo que todo funcionario de la Era lo era, pues
era una precondición para tener una posición pública el ser calié. No hubo
nadie en la administración pública que no lo fuera, incluyendo al propio
Balaguer.
BALAGUER, DE PUÑO Y LETRA, SEÑALA
A TRUJILLO COMO MANDANTE DEL CRIMEN
Personalidad
tortuosa y amiga de la teatralidad y el disimulo, Trujillo gustaba de jugar con
la inteligencia de los demás y mantenía una farsa continua.
Balaguer
lo pinta en una frase concisa: “Fingía a
toda hora y en todas las ocasiones”.
Entonces,
nos cuenta el asunto que nos interesa: la responsabilidad de Trujillo en aquel
crimen inmundo.
Leamos
a Balaguer:
“Sus simulaciones eran muchas veces
cínicas. Cuando las hermanas Mirabal fueron asesinadas y se hizo pública la
especie de que habían perecido en un accidente en la carretera Luperón,
Trujillo llamó a su residencia de Fundación al mayor Cándido Torres, encargado
en esos momentos de los Servicios de Seguridad. “¿Qué hay de nuevo?” , le preguntó
con aire despreocupado. Cuando el interpelado empezaba a informarle sobre las
últimas novedades del departamento a su cargo, Trujillo lo interrumpió para decirle: “Y no sabe usted que las
hermanas Mirabal han sufrido un accidente y que es posible que ese crimen se
achaque al Servicio de Inteligencia, como ocurre cada vez que muere alguien
señalado por el rumor público como enemigo del Gobierno? Váyase seguido y
adopte las medidas que sean de lugar para que ese acontecimiento casual no se
tome como pretexto para un escándalo”. El Mayor Torres salió de allí
confundido. La muerte de las hermanas Mirabal había sido largamente elaborada.
La orden había llegado hasta el Servicio de Seguridad, pero los mismos sabuesos
que se habían formado en esa escuela de crímenes habían retrocedido ante esa
monstruosidad. Johnny Abbes García, cerebro diabólico que introdujo en el
presidio de “La Cuarenta” los sistemas de tortura más odiosos, escurrió el
bulto a semejante iniquidad y precipitó con ese fin el viaje que hizo a fines
de 1960 a Chevoslovaquia y a otros países situados tras la Cortina de Hierro.
El Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, general José Román Fernández, a
través de quien fue transmitida la orden, tuvo que hacer uso de toda su
autoridad para que se cumpliera el hecho horrendo. Una vez consumada la
iniquidad, sin duda el más repugnante de los crímenes realizados durante la Era
de Trujillo, el responsable del hecho se presentaba ante sus propios esbirros
como un ser inocente que había sido abrumado por la noticia. Algunos días
después, pasando frente al precipicio en que las tres hermanas fueron
victimizadas, Trujillo hizo detener su automóvil para decir a su acompañante,
el señor Virgilio Álvarez Pina: “Aquí fue donde murieron las hermanas Mirabal.
Qué Dios las tenga en gloria” (La Palabra Encadenada, Págs.316-318).
La
narración de Balaguer muestra claramente quién ordenó el crimen: el propio
Trujillo, al que llama “el responsable
del hecho”. Si alguien sabía eso, era Balaguer, en cuya presidencia
aconteció el crimen.
UN LAPSUS LINGUAE DE TRUJILLO
Sigmund
Freud describió en su libro “Psicopatología
de la vida cotidiana” el lapsus linguae, el error involuntario al hablar
que ponía en evidencia una verdad que el individuo hablante intentaba reprimir
y ocultar.
El
lapsus linguae, el resbalón de lengua, declara inconscientemente aquello que el
perpetrante persigue ocultar. Su habla lo traiciona.
Y
Trujillo, en el relato de Balaguer, incurre en uno.
Cuando
le dice al Mayor Cándido Torres, mismo que había cursado la orden para asesinar
a las Mirabal que provenía de él, de Trujillo: “¿Y no sabe usted que las hermanas Mirabal han sufrido un accidente y
que es posible que ese crimen se
achaque al Servicio de Inteligencia, como ocurre cada vez que muere alguien
señalado por el rumor público como enemigo del Gobierno?”, Trujillo se
denuncia a sí mismo al calificar de crimen lo que él mismo antes tildaba de
accidente.
Su
inconsciente lo traicionó.
Balaguer
recogió y preservó la conversación para la posteridad.
Y puso
en ella la evidencia de la culpabilidad del propio Trujillo en el crimen, pese
a su teatralidad y a su simulación.
Quería
que se supiera bien quién era el responsable, de forma que esa sangre no le
salpicara, algo que él no podía impedir porque era una de las principales
figuras del régimen que asesinó a las Mirabal y la sangre de esas mártires
también a él lo embarra.
UN ESTADO ASESINO Y DE ASESINOS
La
tiranía trujillista instaló un Estado asesino, integrado por asesinos y
servidores de asesinos.
Nadie
escapó a esas responsabilidades.
El
mismo Balaguer, cómplice de Trujillo y presidente nominal por entonces del
país, escribe que “La muerte de las
hermanas Mirabal había sido largamente elaborada”.
La
trascendencia de aquel crimen inmundo que dio origen a que el 25 de noviembre
se dedique a denunciar la violencia contra la mujer, tiene al clan Angelita
empecinado en buscar maneras de desvincular a su padre del hecho. Vano intento.
El
aparato del crimen quedó en muchos aspectos intacto en el país. Y siguió
matando.
Y
también el aparato de impunidad conexo.
Un
falso héroe, de esos tantos que hemos fabricado por conveniencia política,
Manuel Ramón Montes Arache, liberó a los asesinos convictos de las Mirabal y
les facilitó escapar a su crimen.
También
ese mismo individuo está detrás del asesinato de un héroe real de este país,
Ángel Severo Cabral, al que mandó matar.
Es la
restauración de esa época de crimen la que el Clan Angelita busca desesperadamente.
Y para eso cuentan con gente desprevenida, crédula y fácil de confundir y
engañar.
Y la
complicidad de muchos malos dominicanos que se prestan a lo peor.
EL APARATO DE MENTIR Y CALUMNIAR
Si algo
aprendieron los trujillistas de los nazis y los estalinistas, sus modelos, fue
a manipular la opinión pública, a mentir y desinformar.
Y eso
es lo que están haciendo a dos manos, empleando todos los medios a su alcance.
El
mentir y desinformar es un viejo recurso.
Cuando
los estalinistas en España asesinaron al líder anarquista catalán Andreu Nin y
los indignados combatientes republicanos españoles escribían en las paredes: “¿Dónde está Nin?”, los comunistas del
PCE escribían abajo: “En Salamanca o en
Berlín”, tratando de indicar que estaba en el cuartel general de las
fuerzas franquistas o en la capital de Hitler.
Al
asesinato físico, que habían cometido, sumaron el asesinato moral.
Es la
misma conducta de los trujillistas.
Asesinaron
a Galíndez y luego lanzaron la especie de que a
Galíndez lo habían visto en distintas capitales tras la Cortina de
Hierro.
Y ahora
intentan inculpar al héroe Luis Amiama Tió para encubrir la responsabilidad
criminal de Trujillo en aquel abuso imperdonable.
Y no
pocos se dejan atrapar en las malignidades de estos tejedores de infundios y
calumnias.
Se han
envalentonado.
La
impunidad en que se amparan y la complicidad de sectores de poder nacionales
que los encubren y subsidian, les da ánimo.
Como
escribía Orwell, quieren controlar el futuro vía controlar el pasado.
Tenemos
que estar alerta y denunciar cada tropelía.
Cada
desafuero.
Cada
acción vil de esta pandilla infame.
Y no
seremos dignos de nada y lo merecemos todo.
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